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Serie "Memoria Iluminada” Capitulo 2

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 Miniserie documental de cuatro capítulos, sobre la vida y obra de Jorge Luis Borges. Realizado y producido por Ernesto Ardito y Virna Molina para canal Encuentro

Dirección y Producción: Ernesto Ardito y Virna Molina

Arte y fotografía: Ernesto Ardito y Virna Molina

Guión, cámara, sonido y montaje: Ernesto Ardito y Virna Molina

Música Original compuesta e interpretada por Ernesto Ardito y Virna Molina.

Fuente: You Tube



Serie "Memoria Iluminada" Capítulo 3

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Miniserie documental de cuatro capítulos, sobre la vida y obra de Jorge Luis Borges. Realizado y producido por Ernesto Ardito y Virna Molina para canal Encuentro.

Dirección y Producción: Ernesto Ardito y Virna Molina

Arte y fotografía: Ernesto Ardito y Virna Molina

Guión, cámara, sonido y montaje: Ernesto Ardito y Virna Molina

Música Original compuesta e interpretada por Ernesto Ardito y Virna Molina.

Fuente: You Tube

Serie "Memoria Iluminada" Capítulo 4

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Miniserie documental de cuatro capítulos, sobre la vida y obra de Jorge Luis Borges. Realizado y producido por Ernesto Ardito y Virna Molina para canal Encuentro. 

 Dirección y Producción: Ernesto Ardito y Virna Molina

Arte y fotografía: Ernesto Ardito y Virna Molina

Guión, cámara, sonido y montaje: Ernesto Ardito y Virna Molina

Música Original compuesta e interpretada por Ernesto Ardito y Virna Molina.

Fuente: You Tube

Relectura: Borges, Bolaño y el gaucho.

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"El Sur" y "El gaucho insufrible", dos modos de representación del relato.

Me había engañado (yo a mí mismo). Mientras estaba releyendo "El Sur" de Borges me di cuenta de que no lo estaba haciendo, es decir, que no lo estaba releyendo sino que más bien lo estaba leyendo por primera vez. La página de Ficciones donde comenzaba el cuento estaba señalada mediante un doblez en su esquina superior, lo cual suele significar "mierda, es bueno". Mais non. El doblez en su esquina superior significaba, esta vez, "por leer para alimentar mi energía superyoica de ávido lektor, pero más  luego". Asín que no lo leí en su momento. Y lo dejé marcado. Y esta relectura que no fue tal me llevó a una relectura, esta vez verdadera, de un relato de Bolaño que me había hecho creer que sí, efectivamente, había leído "el Sur" cuando no.

¡Y saqué conclusiones!

Primero: Los links a los cuentos: El sur y El gaucho insufrible.

Después, un poco de música:

Y ahora la mierda.

El sur:

Juan Dahlman, hombre de ciudad, se siente hondamente argentino y criollo. La literatura y su edad le han llevado a identificarse con la figura del gaucho. Un accidente que le provoca una súbita enfermedad y una septicemia que le hace bordear la muerte le animan a buscar un destino más romántico que el de la vida porteña y decide marcharse al campo, a vivir en una estancia que aun conserva. Su único acompañante es un tomo de Las mil y una noches. También le acompañaba un profundo sentimiento de cambio:

    La soledad era perfecta y tal vez hostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y no sólo al Sur.

Pulpería

 El proceso de introducción al campo es paulatino y se va produciendo ya en el tren. Este proceso es muy cuidado por Borges quien era consciente que para introducir la fantasía (aunque este cuento no sea fantástico) hay que proceder con cautela, con pequeños destellos antes de la gran ficción, de lo más inverosímil (ver "El arte narrativo y la magia" en Discusión). En este caso, el campo se prefigura como un lugar mítico, más cercano a la imaginación de Borges (o de un imaginario colectivo alimentado por el Martín Fierro) que a un plano real. Así, cuando entra a la pulpería, después de bajarse en la estación, se encuentra con unos personajes que ya entran en este plano mítico.

    En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fuera del tiempo, en una eternidad. Dahlmann registró con satisfacción la vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota de potro y se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidos del Norte o con entrerrianos, que gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur.

A esta figura del viejo gaucho se suman la de otros parroquianos que estaban en la pulpería, borrachos, compadritos, y que originarán el conflicto con Juan Dahlmann cuando este, intentando comer, es burlado por los jóvenes. Al principio se amilana, se refugia en su ejemplar de Las mil y una noches, pero finalmente decide aceptar su destino, elegir su muerte, y así, amenazado por el cuchillo que baraja el pendenciero, recibe  un facón que le arroja el viejo gaucho a los pies para luchar, aunque no sepa cómo hacerlo, aunque el tomar el cuchillo sea la excusa para su muerte.

    Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.

Así, aunque estemos casi seguros de la muerte de Dahlmann y de su romántico desenlace, quedará un hueco para los optimistas.

El gaucho insufrible:

Este cuento está planteado por Bolaño como una reescritura del anterior. Juan Pereda, un juez, padre y abogado, viendo el colapso que se está produciendo en Buenos Aires gracias al corralito, y aburrido por su vida solitaria, decide marcharse al campo, donde tenía una estancia bastante desvencijada que poco a poco irá reformando. Llama la atención a Pereda la ausencia de vacas y la presencia de conejos. Con suerte, consigue un único caballo que quedaba por la región para desplazarse.
Rápidamente, va familiarizándose con el territorio y con algún estanciero cercano, aunque su presencia todavía resulta extraña. Para no sufrir el mismo destino que Juan Dahlman (textualmente), decide entrar montado a la pulpería, para asombro de los presentes. Bebe, pide que le abran una cuenta, y escupe un gran gargajo cerca de los jóvenes para reafirmar su presencia y autoridad, y como entró, se marchó encima de José Bianco, su corcel. Ahí, contrata a dos gauchos sin oficio para ayudarlo a convertir la estancia Capitán Jourdan en una verdadera estancia con caballos y vacas, que extrañan profundamente a los conejos que pueblan la zona.
Pero el campo a Pereda a veces le decepciona, como cuando encuentra a los gauchos jugando al monopoly.

    Cuando entraba en la pulpería un silencio respetuoso se extendía por el local. Alguna gente jugaba al truco y otros a las damas. Cuando el alcalde, un tipo depresivo, aparecía por allí, no faltaban cuatro valientes para echarse una partida de monopoly hasta el amanecer. A Pereda esta costumbre de jugar (ya no digamos de jugar al monopoly) le parecía bastarda y ofensiva. Una pulpería es un sitio donde la gente conversa o escucha en silencio las conversaciones ajenas, pensaba. Una pulpería es como un aula vacía. Una pulpería es una iglesia humeante.

La vida de Pereda, al margen de algunas visitas más o menos interesantes de la ciudad, era algo aburrida, o más bien tranquila, el tiempo se le dilataba. Así, una noche, decide enzarzarse en una pelea con unos gauchos peronistas, quienes al ver el cuchillo se alarman, se asustan, qué mosca le picó al viejo o algo así dicen.
Cuando, por motivos de trámites con la venta de su casa, tiene que volver a la ciudad, incluso duda si hacerlo en tren o en caballo. Opta por el sentido común, pero al llegar sigue siendo un extraño, un gaucho en Buenos Aires, quien se topa con un "cocainita" que se atreve a sostenerle la mirada y aún a amenazarlo, siendo víctima, finalmente, de un cuchillazo de Pereda en la ingle. Piensa en quedarse en la ciudad y convertirse en un justiciero pero finalmente vuelve al campo, donde lo sufren en silencio, como a las hemorroides.

Bolaño, Borges y Cervantes

Decíamos que la figura del gaucho es mitificada por Borges en su relato, así como mitificase el Palermo de sus Ficciones por donde corrían cuchilleros que él jamás había visto:

    Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses

Este tono mítico domina "El Sur", pero no es así con el relato de Bolaño en donde Pereda es un ser bastante quijotesco, influido más que por Cervantes, por el propio Borges. La literatura le lleva a creer que el campo es un lugar rudo, de varones muy viriles, de vacas, caballos, facones (y demás variedades de cuchillos) cuando en realidad es una tierra extrañamente yerma, donde la gente vive de cazar conejos, algo muy indigno para un gaucho, y donde los parroquianos juegan al monopoly en lugar de realizar otro tipo de actividades más supuestamente propias de los gauchos. Con esta mentalidad, se comporta como un loco ante los demás cuando entra montado a caballo en la pulpería o cuando intenta enfrentarse a dos gauchos que le rehúyen, tomándolo casi por un loco. Bolaño hace patente, en cierta forma, el mundo de la ficción en que habitaba Borges. Parece casi una visión satírica del Sur que ya no es tal, y que tal vez nunca lo haya sido.

Para acabar, hay un elemento más que diferencia sustancialmente a los dos cuentos y ese es Buenos Aires. Aunque en ambos relatos es un lugar de decadencia, la referencia histórica que añade Bolaño al situar el relato en la época del corralito concretiza y añade un barniz más de realidad, de sociedad, del que Borges, conscientemente, prescinde en casi todos sus relatos pero que Bolaño no esconde, sino que muestra que hay una Historia detrás de la historia.

Fuente: Hijos de Nadie Blog

Borges y China

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En el número tres de la revista impresa de Dang Dai, que empieza a difundirse esta semana, publicamos un resumen del trabajo de Enrique Rodríguez Larreta, con la colaboración de Wang Ping y Zhuang Bo, sobre Jorge Luis Borges y China, cuya literatura, dice el autor, ocupó siempre un lugar de privilegio en la imaginación del gran escritor argentino, admirador de Zhuangzi, Laozi, el Daoísmo y e El Libro de las Mutaciones, el Yijing. Este ensayo inédito y extraordinario sobre los vínculos de Borges con la literatura china, y viceversa, desde quizá las primeras repercusiones de la obra borgeana en el gran erudito Qian Zhongshu hasta la actual “Librería Borges” en Guangzhou, así como la creciente admiración por Borges en los círculos poéticos e intelectuales de Beijing o Shanghai puede ahora leerse en forma completa y exclusiva en este portal.

Borges y la China: Cuando la vida imita el arte

Por Enrique Rodriguez Larreta, con la colaboración de  Wang Jing  y Zhuang Bo (1)

China ha ocupado desde siempre un lugar de privilegio en la imaginación occidental. En parte la distancia geográfica y la singularidad  de su escritura la hicieron aparecer históricamente situada en un otro lugar, exterior a Occidente. Una de las últimas representaciones de la China influyente en la filosofía y la literatura fue el texto del Idioma Analítico de John Wilkins de Jorge Luis Borges en el prefacio de Las Palabras y las Cosas, de Michel Foucault.

Ese texto, que quedó conocido como la "Enciclopedia China de Borges", está en el origen de la noción de heterotopía, un concepto empleado por Foucault que tuvo influencia en la obra del conocido filósofo y sinólogo francés Francois Jullien. Borges mantuvo un interés constante en la literatura y la filosofía china y la presencia de sus lecturas se encuentra en sus tempranas Antologías (1940), reseñas de libros en periódicos y en la revistas El Hogar y Sur de Buenos Aires.

China estuvo en el centro de algunos de sus principales ensayos, Sobre los Clásicos, El Idioma Analítico de John Wilkins y sobre todo de algunas de sus más famosas ficciones: El Jardín de los Senderos que se Bifurcan (1940), La Muralla y los Libros (1950). Motivos chinos son frecuentes en su poesía. En uno de sus últimos poemas, El Guardián de los Libros, habla a través de un personaje chino Hsiang, "el que custodia los libros". Por otra parte, la obra de Borges no ha escapado a la atención de los sinólogos. Un especialista en la China arcaica, Mark Edward Lewis, explora la relación entre texto y realidad a partir de ideas de Borges en  Writing and Authority in Early China. Pierre Ryckmans (seudónimo Simon Leys) examina la actitud china hacia el pasado inspirándose en parte en la teoría de Borges sobre la memoria. Por su parte, Jonathan Spence, en The Chan Great Continent: China in Western Minds, que estudia el modo cómo los  autores occidentales imaginaron China, destaca tres “geniales” ficciones contemporáneas sobre China: las de Kafka, Ítalo Calvino y El Jardín de los Senderos que se Bifurcan de Jorge Luis Borges.

Con ocasionales referencias a hechos históricos más cercanos a su tiempo (la piratería en el Sur de  la China en el siglo XIX, en La Viuda Ching Pirata y el escenario de la Segunda Guerra Mundial en El Jardín de Senderos que se Bifurcan, la China que interesó a Borges fue la remota y milenaria con sus tradiciones literarias y filosóficas propias y su modo diferente de aproximarse al Arte y la Literatura. La suya fue una China situada en otro tiempo. Pero por supuesto en el mismo momento en que Borges escribía sus ensayos y cuentos en Buenos Aires, preocupado con temas como el escritor y la tradición, la civilización y sus amenazas y las antinomias de la modernidad, escritores chinos en Pekin, Shanghai y Canton reflexionaban sobre problemas similares. La sociedad china comenzaba a interiorizar los conflictos de la modernidad. Hay dimensiones culturales comparables entre la ciudad puerto de Buenos Aires y el puerto de Shanghai. El Edificio Cavenagh, uno de los símbolos de la arquitectura moderna en Buenos Aires, fue construido en 1936; la misma época de los rascacielos Art Decó del Bund de Shanghai. Las ideologías modernas, el liberalismo, el anarquismo, el comunismo llegaban a las grandes ciudades de Argentina y la China al comienzo del siglo XX y los intelectuales chinos se preguntaban de modo semejante a los argentinos, cómo era posible acceder al futuro que parecía estarse gestando en Europa. Hay similitudes entre los dilemas de un Lu Xun (1881–1936) (2), un Hu Shih (1891— 1962) y los intelectuales argentinos contemporáneos como  Ezequiel Martinez Estrada y el mismo Jorge Luis Borges. Pero Borges no tuvo contacto con esas obras. En sus libros no hay referencias a la literatura china posterior al siglo XVIII. Paul Valery y T.S. Eliot fueron objetos de sus comentarios pero no Lu Xun o Qian Zhongshu (1910 –  1998 ). (2). Tuvo acceso a algunos autores japoneses modernos como Ryunosoke Akutagawa, de quien escribió los prólogos a la edición argentina de sus libros Kappa y Los Engranajes y Yukio Mishima.

Sin embargo durante el siglo XX China pasó a ser parte de las transformaciones del mundo contemporáneo hasta llegar a los recientes efectos de las reformas posteriores a la revolución cultural. El tiempo chino se aceleró, en sincronía con el tiempo del mundo. Borges pasa entonces a ser leído  junto con otros escritores y ampliamente discutido en China, inspirando diversas corrientes literarias y artísticas. La representación de la China milenaria e inmóvil comienza a desplazarse y emerge una civilización china en interacción creadora  con las tradiciones culturales de Occidente.

Borges y el Orientalismo

Los primeros contactos de Borges con el pensamiento oriental se dieron en Ginebra en el ámbito del Orientalismo germánico, diferente del francés e inglés, estudiado en relación con el Medio Oriente por  Edward Said. En su conocido Örientalism,  Schopenhauer fue una de sus primeras pasiones filosóficas y los temas del Mundo como Voluntad y Representación estimularon su imaginación. En su adolescencia en Ginebra entró en contacto con el Expresionismo alemán con sus interrogaciones sobre El Otro y las Identidades múltiples, el Doble y los Fantasmas. Esas lecturas hicieron posible su temprana recepción de Kafka y los escritos místicos que lo guiarán hacia El Golem y La Cábala en las lecturas de Gershom Scholem y Gustave Meyrink. A través de Schopenhauer entró en contacto con las filosofías de Oriente, en particular con el Budismo y el pensamiento Hindú. A los dieciséis años leyó por primera vez a Schopenhauer. Schopenhauer decía ser budista y la admiración de Borges por el filósofo alemán le llevó al budismo. En Buenos Aires profundizó sus conocimientos con la lectura de la Historia de la Filosofía de Paul Deussen, discípulo de Schopenhauer y amigo de Nietzsche, especialista en el pensamiento de la India.

La lectura de esos libros arraigó la temprana convicción de que "todo ha sido pensado en la India y la China: todas las filosofías posibles, desde el materialismo hasta las formas extremas del idealismo,desde entonces nos hemos dedicado a repensar lo que ya había sido pensado en la India y en la China" (Esas ideas se confirmaron en los años treinta leyendo a Zhuangzi en la versión inglesa de Herbert Allen Giles y "algunas historias de la filosofía china en inglés y alemán."  A su juicio, quizás nuestra cultura tenga fuentes diversas y el contraste tajante entre Oriente y Occidente deba ser matizado, piensa Borges. Esa intuición aparece en la poesía citada en epígrafe. Virgilio símbolo de la  Universalidad Occidental aparece acariciando la seda venida de las tierras del Emperador Amarillo, indicando una temprana ruta de contactos e intercambios.         Analfabeto en chino, Borges debió recurrir a traducciones realizadas por especialistas, sobre todo ingleses y alemanes. Borges  afirma su cercanía filosófica con el Zhuangzi: "El remoto huang Tzu (‘Aún a través del idioma spenceriano de Giles, aún a través del dialecto hegeliano de Wilhelm’) está más cerca de nosotros, de mí, que los protagonistas del neotomismo y del materialismo dialéctico. Los problemas que trata son los elementales, los esenciales, los que inspiraron la gloriosa especulación de los hombres de las ciudades jónicas y de Elea".

Las traducciones de Herbert Giles, y Arthur Waley fueron la principal fuente de Borges para sus lecturas chinas. Sus preocupaciones filosóficas sobre el lenguaje, el tiempo, los universos paralelos y los juegos de la identidad, lo aproximaron de la obra de Zhuangzi y de otros clásicos chinos cercanos al Daoísmo  como El Libro de las Mutaciones: El Yijing. La tradición de Zhuangzi, Lao Zi, el Daoísmo y la poesía china le atrajeron por su concisión, su ausencia de pathos y su tendencia a evitar los énfasis excesivos.  De acuerdo a sus preocupaciones literarias y filosóficas en los años treinta -la crítica al color local, la relación entre orden y caos o entre biblioteca y laberinto, el tratamiento de los sistemas metafísicos como ficciones, los límites  de la literatura realista-, Borges se interesó sobre todo por la vertiente Daoísta del pensamiento chino y por su literatura de ficción.

Confucio es apenas mencionado en su obra.  En su celebrada Antología de la Literatura Fantástica de 1940 organizada junto con Adolfo Bioy Casares, escriben Bioy y Borges: "Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras (…) Tal vez los primeros especialistas en el género fueron los chinos. El admirable Sueño del Aposento Rojo" y hasta novelas eróticas y realistas como  P' Ing Mei y Sui Hu Chuan y hasta los libros de filosofía, son ricos en fantasmas y sueños". En ese libro aparece por primera vez El Sueño de la Mariposa, fragmento de Zhuangzi. Se le presenta como "un filósofo chino, de la escuela taoísta, vivió en el siglo cuarto y tercero antes de Cristo. De su obra, que abunda en alegorías y en anécdotas, sólo nos quedan treinta y tres capítulos. Hay versiones inglesas de Giles y Legge; alemana, de Wilhelm."“Chuang tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”. Chuang tzu (300 a.c.)

En su Manual de Zoología Fantástica (1957) publicado junto con Margarita Guerrero  (versión ampliada 1967 como El Libro de los Seres Imaginarios), los abundantes seres imaginarios chinos que pueblan sus páginas ya no tienen referencias literarias precisas y los breves retratos llevan la marca inconfundible del estilo de Borges, estimulada por las lecturas de los bestiarios mitológicos chinos.

El Sueño de la Mariposa de Chuang-Tzu  ocupa en la obra de Borges, un lugar similar al que tiene, en El mundo como Voluntad y Representación,  La vida es Sueño de Pedro Calderón de la Barca. Borges va profundizar sus reflexiones sobre la identidad no solamente en el Occidente de Shakespeare y Pascal sino en el distante Oriente de Zhuangzi (Traductores: Héroes y Traidores).  En una tradición literaria tan antigua como la china, en la cual los comentarios se entrelazan con los textos que forman el corpus canónico en una escritura repleta de alusiones y referencias obscuras, los traductores ocupan una posición privilegiada. La curiosidad de Borges por los autores chinos se enfrentó desde el inicio con ese obstáculo lingüístico. Pero el genio crítico de Borges fue transformar esa ignorancia en una ventaja. Borges siempre tuvo presente que lo que estaba leyendo eran versiones traducidas de un texto original que debía permanecer inaccesible. Pero al leerlos en el siglo XX en un contexto moderno inspirado por Kafka y otros no los estaba simplemente descubriendo pasivamente, sino que inevitablemente los estaba recreando. Desde el final del siglo XIX, los grandes traductores de los clásicos chinos en lengua inglesa fueron James Legge (1815 – 1897), Herbert Giles (1845 – 1935) y Arthur Waley.(1889 – 1966). Sus versiones fueron utilizadas por Borges, en particular las de Waley, que era el que estaba más cerca suyo en materia de intereses y sensibilidad literaria.

En una conversación sobre su obra va a decir a propósito de su poema El Guardián de los Libros, en el cual asume una identidad china: "Estaba tratando de ser tan chino como un buen estudiante de Arthur Waley debería ser".

Arthur Waley y Ezra Pound fueron los responsables por el impacto de la poesía china clásica en la moderna poesía inglesa. Fue exactamente la combinación en Waley del lingüista erudito en lenguas orientales y su preparación literaria las cualidades que consolidaron el prestigio en el mundo literario inglés de la primera mitad del siglo pasado de este esteta conectado con el grupo de Bloomsbury. Arthur Waley tradujo los antiguos textos chinos en clave modernista al gusto de sus contemporáneos distanciándolos de las versiones más austeras y pesadas de sinólogos misioneros como James Legge y Richard Wilhelm, referencias obligatorias en esa época en las traducciones inglesas y alemanas del canon chino (Girardot 2002, 358-59,  Spence 1992,  Hawkes 1966).

Su humanismo, teñido de esteticismo  le llevó a encontrar en la civilización china rasgos de la Antigüedad Clásica. Esa sensibilidad fue relevante  en una época de revuelta y decepción de muchos intelectuales europeos con la marcha de sus propias Naciones. Era el momento de  expansión de los imperios comerciales que condujo a la Primera Guerra Mundial y la explotación colonial. La sinofilia fue un contrapunto crítico a la civilización europea. La podemos encontrar en autores próximos a ese círculo como Bertrand Russell que residió y realizó conferencias en China en los años veinte y escribió un interesante ensayo sobre la cultura china (The Problem of China, 1923).

En Francia aparece  expresado de otra forma en la obra de  Henri Michaux. Hay afinidades entre ese humanismo y el contexto cultural próximo a Borges en torno a Sur en los años 30 y la Segunda Guerra Mundial. Borges en los años cuarenta se encontraba particularmente inquieto por el creciente irracionalismo de la preguerra mundial y los conflictos sociales e ideológicos derivados  de  la construcción del Estado Nacional en la Argentina. Los años alrededor de 1940 fueron el momento culminante de la atracción de Borges por la China y en torno a esas fechas se concentran sus principales lecturas, trabajos creativos y traducciones. En 1941 tradujo para Editorial Sur de Buenos Aires el libro de Henri Michaux Un Bárbaro en Asia. Ese trabajo no lo entendió "como un deber sino como un juego" y lo incluyó muchos años más tarde en su Biblioteca Personal.

En El Jardín de los Senderos que se Bifurcan, el cuento que da el título al libro de relatos que va a marcar un giro en su obra en 1941 y en La Muralla y los Libros publicado en el diario La Nación en 1950 utiliza dos clásicos motivos Orientalistas: El Jardín y La Muralla para construir fábulas perfectas, precisas en los detalles referidos a la cultura china  que se abren a una multiplicidad de significados relacionados con su propio tiempo: el libro, el Caos, la Biblioteca, el Laberinto y las múltiples lecturas de la tradición.

Borges en China: Las Ironías del Desplazamiento

Borges pasó a ser conocido en el mundo de la literatura mundial en 1961 cuando compartió el Premio internacional de Editores, (Premio Formentor) con Samuel Beckett. Fue un reconocimiento tardío cuando el cuerpo de su obra había sido ya publicado. Hasta ese momento, Borges era conocido en el ámbito reducido pero influyente de los intelectuales franceses. Roger Caillois, amigo de Victoria Ocampo y colaborador de la revista Sur, tradujo en 1951 Ficciones y una colección de relatos llamada Labyrinthes en 1953. Esas tempranas traducciones  permitieron el conocimiento de los intelectuales franceses que iban a formar la generación estructuralista de los años 60, Michel Foucault, Jacques Derrrida, Jean Baudrillard, Roland Barthes, cuya atención al lenguaje y el texto era afín a la literatura de Borges.  Esa conexión con Francia es significativa  para éste ensayo porque fue  lo que tendió el puente con el Extremo Oriente. El escritor japonés Hajime Shinoda tradujo el cuento de Borges El Inmortal de la versión francesa de Roger Caillois. La revista Critique publicó una elogiosa nota del respetado crítico francés Paul Benichou que no pasó desapercibida de los escritores japoneses mejor informados. Es probable que  en la China de los años cincuenta  la obra de Borges haya llegado a conocimiento de un pequeño número de escritores familiarizados con la literatura europea, atentos a las publicaciones de vanguardia.  Qian Zhongshu, el famoso erudito y novelista chino, puede haber sido el primer intelectual de su país que citó y comentó el influyente ensayo crítico de Borges, Kafka y sus Precursores.

El ensayo de Qian Zhongshu emplea el texto de Borges para examinar un  tópico clásico de  la cultura China " Pintura China y Poesía China". Hay una inevitable elasticidad de la tradición, escribe Qian: "De una parte, el nuevo clima cultural exige novedades completamente incompatibles con la tradición, de otra parte, el nuevo contexto se esfuerza por establecer conexiones con algunos orígenes tradicionales recurriendo a la Antigüedad… China también ha sido testigo de esfuerzos de ese tipo.  En las Dinastías Ming y Qing, los críticos relacionaron novelas vernaculares y de época con escritos mencionados en el  Shǐjì. Esta especie de "prefiguración retroactiva" (una expresión que Qian toma de Henri Bergson. La Pensee et le Mouvant. ) es lo que Borges escribe sobre Kafka: El hecho es que cada escritor crea a sus precursores (citado en español por Qian). Es semejante, escribe Qian, a la actitud de hijos ilegítimos identificando sus parientes, fabricando árboles genealógicos, o altos funcionarios feudales, ennobleciendo sus ancestros, fenómeno frecuente en la historia de la literatura. Esto afecta la creación literaria en dos sentidos: por un lado, modifica las nuevas obras llevándolas de la inocencia literaria hacia la reflexión, por otra parte transforma la tradición, asignando nuevos significados, matices y valores a las obras antiguas". El impacto del Premio Formentor en 1961 llegó  a los círculos intelectuales chinos mejor informados. Fue en ese año que el nombre de Borges apareció por primera vez en un artículo del periódico World Literatura, volumen 4.

La obra de Borges en el contexto de la literatura latinoamericana es interpretada desde la clásica perspectiva marxista del arte como reflejo de las  condiciones sociales. "Las realidades reflejadas por la literatura latinoamericana son anormales y caóticas porque sus sociedades los son. Por eso lo que esos escritores escriben se aproxima a la verdad”. Pero en el resto de esa convulsionada década la literatura de Borges fue muy poco mencionada. Las escasas  referencias subrayaban sus posiciones políticas situadas dentro de la "derecha liberal"  El momento de  su irrupción en la escena intelectual china corresponde a los años siguientes a la política de apertura y reformas impulsada por Deng Xiaoping. En esos años de "fiebre de la Alta cultura" tiene lugar una gran efervescencia de ideas, nuevas publicaciones y traducciones, debates proponiendo un nuevo humanismo. Renace el interés por  la  experimentación formal en literatura y  dimensiones como la subjetividad y la memoria que van a despertar un interés renovado en el autor argentino. Jorge Luis Borges pasa a ocupar en la literatura china de ese momento un lugar de "escritor de escritores", semejante al que ocupa en la literatura occidental contemporánea y en las sucesivas generaciones latinoamericanas, de Gabriel García Márquez a Roberto Bolaño.

Borges aparece como un escritor que es simultáneamente un crítico cuyas teorías sobre la intertextualidad, los usos de la tradición y el lenguaje serán un estímulo creativo para muchos jóvenes intelectuales chinos.  En 1979 Wang Jingle traduce cuatro cuentos suyos en el periódico Literatura y Arte extranjero Vol 1, entre ellos El Jardín de las Senderos que se Bifurcan y El Sur. En 1981, Literatura Mundial Vol. 6, 1981, Literatura Extranjera Contemporánea Vol 1, 1983 y Literatura Extranjera Vol 5, 1985, publican poemas y cuentos traducidos por escritores chinos como Wang Yongnian, Chen Kaixian y otros.

Cuando Borges muere en 1986, revistas influyentes como "Literatura Mundial comentan  su obra. Más adelante la recepción de sus trabajos se amplía a la traducción de sus ensayos críticos. La más influyente colección de ficciones de Borges es la Colección de Cuentos Cortos publicada por Wang Yongnian y publicada en Shanghai en 1983.

Ese volumen ha sido referencia para toda una generación de escritores chinos de vanguardia. A partir de 1990 se diversifica y profundiza la recepción de Borges y otros autores en la escena cultural de las grandes ciudades chinas debido a la intensificación  de la globalización cultural, el crecimiento de los medios de comunicación electrónicos y la industria cultural que transforman y diversifican las audiencias.

Entre 1992 y 1999, editores como Flower City Press, Yunnan People Press, Sichuan People Press, Compilation and Translation Press del Comité Central del Partido Comunista Chino publicaron entusiasmados un considerable volumen de trabajos  de Borges. El Corpus Borges (editado por Chen Zhongyi) fue la más completa traducción de su ficción hasta ese momento, publicado por Hainan International News Publishing Center en 1996.

Chen Zhongyi es un especialista en literatura latinoamericana formado en México -Director del Instituto de Literatura extranjera de la Academia de Ciencias Sociales de Pekín. "Escritor de Escritores"  por Ni Huayi publicado por la Editorial del Pueblo de Yunnan en 1995, fue la más completa edición de sus Ensayos Críticos.

Durante la década del 90 la obra del escritor argentino alcanza una variedad de audiencias y su literatura es leída como innovadora en su técnica literaria, densa en sus resonancias filosóficas y también en algunos círculos como un autor liberal enfrentado a las experiencias totalitarias. Los rasgos taoístas de su literatura van a ser redescubiertos en un momento en que emergen esas corrientes en  el nuevo contexto cultural chino. Tópicos "borgeanos" como el laberinto van a ser conectados con tradiciones culturales vernáculas  influenciando escuelas  de arquitectura y  teorías del urbanismo e inclusive la construcción de espacios urbanos inspirados en esas ideas.  La influencia de Borges se manifestó sobre la joven generación de escritores chinos como Gei Fei, Ma Yuan, Yu Hua, Su Tong, Bei Cun, Pan Jun.  …" . No sorprende que Ge Fei -conocido escritor- pueda recordar la reacción a Borges en éstos términos: "en los círculos literarios de la mitad y el final de los ochenta una sola palabra de Borges parecía poseer un toque de magia en si misma que resonaba misteriosamente. Poseía un poder similar a Haruki Murakami actualmente".

El crítico Zhang Xuexun encuentra esa influencia por ejemplo entre el relato de Sun Ganlu "Islands" y El Jardín de los Senderos que se Bifurcan y Flowing Beach de Pan Jun y Borges y Yo.Pero Zhang Xuexun examina y subraya el carácter selectivo de esa apropiación más centrada en la técnica que en la cosmovisión borgeana.

La búsqueda de independencia y la experimentación formal fue una forma de resistencia y construcción de alternativas artísticas a la homogeneización ideológica y los modelos impuestos por la revolución cultural. En ese sentido la apropiación de Borges puede entenderse a través de las singularidades del campo cultural chino. Una interpretación diferente es presentada por Wang Jíng.  A su juicio la literatura de Gei Fei pone en cuestión la cronología de la modernización acelerada y la fijación en el futuro, ideología dominante en la  China de Deng Xaioping. La literatura experimental abre otros territorios para la subjetividad interrogando la idea de que el futuro es el único locus posible para la construcción de una  identidad China.  Otro campo siempre relevante en la historia literaria China en el cual Borges ha tenido influencia en las últimas décadas es la poesía. Ma Yongbo, un destacado crítico, piensa que el lenguaje poético modernista de un Borges o de un T. S. Eliot es necesario para la renovación de la poesía china contemporánea. Ma destaca la importancia de la reticencia en Borges, su escepticismo con respecto a la representación y sus experimentos con el tiempo.

Curiosamente Arthur Waley, Ezra Pound y el mismo Borges en la primera mitad del siglo pasado, emplearon las lecciones de la poesía china para renovar la poesía occidental, contribuyendo a fundar en cierto sentido la poesía occidental moderna. ¡Y ahora curiosamente el modernismo Occidental se presenta para una parte de la crítica  como una fuerza renovadora de la poesía china!   Haizi (1964 -1989), el celebrado joven poeta muerto en trágicas circunstancias, es reverenciado por una parte de la juventud letrada china que lo considera  como un pionero de la  subjetividad contemporánea juvenil  en el país. Los ensayos de Borges aparecen citados en los escritos de Hai zi y el daoísmo de Hai Zi encuentra profundas resonancias en textos de Borges.  En su trabajo más importante, The Sun Book of Messiah, Haizi presenta un coro de nueve sabios ciegos en el Cielo: Chi Guo, Edipo, Lao Zi, Homero, A Bin, Haendel, Bach, Milton y Borges.

La Librería Borges (usa el nombre original  en castellano) de Guangzhou, dirigida por Chen Tong de espacio de arte y edición de obras de vanguardia, mantiene la conexión francesa con Editions de Minuit y ha publicado obras de filosofía y literatura como Alain Robbe-Grillet, Gilles Deleuze  y Antonin Artaud. Es un centro cultural de referencia en  esa gran ciudad china y su nombre ilustra el carácter simbólico del nombre Borges como símbolo de la vanguardia  para segmentos influyentes de la intelectualidad en las primeras décadas de  la apertura iniciada por Deng Xiaoping. No es exactamente la situación al día de hoy. La  circunstancia del escritor de vanguardia  en China como en otra partes del mundo se enfrenta a la competencia con nuevos valores y lenguajes debido a la penetración radical de una sociedad dominada por el consumo y  el acceso a los medios electrónicos, que producen  nuevas formas de subjetividad. Es otro momento de la recepción de Borges tanto en Pekin como en Buenos Aires.

Borges es hoy en Argentina no solamente un consagrado escritor par escritores sino también una figura icónica de la industria cultural y la literatura nacional.  Basta llegar a Buenos Aires, perfilada en el mercado de las ciudades globales como la "ciudad de Borges”, o ir a la Librería el Ateneo en la calle Santa Fe y observar a los turistas agotar las ediciones de bolsillo de sus obras. En China por otra parte  se ha difundido en los  principales centros urbanos  el estilo juvenil llamado Xiao Zi. Son los jóvenes que disfrutan estilos intelectuales y artísticos  orientados hacia el consumo transnacional y la hipermodernidad. Además de emplear de preferencia computadores Apple, gustar del jazz, música popular occidental encontrarse en bares y preferir el consumo de vino y café expreso, tienen entre sus marcas de estilo la lectura de autores como Borges, Ítalo Calvino y escritores cosmopolitas como Eileen Chang.

En resumen, lo que sugiere esta breve nota sobre Borges y la China es que identidad y diferencia cultural, el juego de lo Mismo y lo Otro no son esencias fijas sino construcciones de sentido producidas en múltiples contextos de interacción. China nunca fue una heterotopía opuesta al Occidente más que en la imaginación de los pensadores  que codificaron esa diferencia en términos binarios: Nosotros y los Otros.  No hay, por otra parte, lugares en sí mismo remotos: lo remoto no es tanto una categoría del espacio como de la cultura.  Sanlitunsuburbio de Pekín era hasta hace poco un lugar remoto visto desde la Ciudad Prohibida  así como Adrogué puede ser un lugar remoto visto desde el centro de Buenos Aires.

O, para concluir este ensayo, con una imagen cara a Jorge Luis Borges, las calles de Palermo eran “remotas” para el niño que imaginaba el Arrabal, encerrado en la Biblioteca repleta de libros ingleses de su padre.

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1) Enrique Rodriguez Larreta es Director del Instituto del Pluralismo Cultural, Universidad Candido Mendes, Rio de Janeiro y Ph D en Antropología Social por la Universidad de Estocolmo.  Wang Jing es Licenciada en Literatura Inglesa por la  Renmin University Beijing y estudiante de Doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad Rice  en  Houston,  USA. Zhuang Bo, es un poligrafo y traductor chino  especialista en filosofia Taoista. Como consecuencia  de la revolución cultural proletaria estuvo exiliado en Escandinavia donde fue curador del Ostasiatiska Museet.

2)  Como es sabido, la transcripción alfabética de los nombres chinos se realiza mediante diversos alfabetos fonéticos, Wade-Giles,  Pinyin, etc. Mantengo la grafía empleada por Borges en sus textos y uso el Pinyin en el cuerpo del ensayo agregando en la medida de lo posible los caracteres chinos (N del E. Debieron eliminarse en esta versión) para evitar confusiones. Opté por mantener algunos nombres de revistas y editoras en inglés y no en Pinyin  por ser más aclaratoria y actualmente de uso corriente en China.



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(Referencias a la bibliografía escrita originalmente en chino debieron ser eliminadas por inconvenientes en la reproducción de los ideogramas. N del E)

Fuente : Dang Dai  -  Domingo, 05 de Agosto de 2012

España en Borges

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 Ariel Bernstein

Un discurso en Alcalá

Abril de 1980. Jorge Luis Borges camina por la antigua Universidad de Alcalá de Henares. El rey Juan Carlos de España le entregará el premio Cervantes, distinción que es considerada como el Nobel de las letras hispánicas. Borges, que pronto cumplirá 81 años, sube al escenario para dar su discurso. Sabe que entre quienes lo observan algunos son viejos conocidos. Quizás recuerda también a quienes no están. El rostro de un lejano y joven amigo de Mallorca, Jacobo Sureda, el rostro del maestro Cansinos-Assens. Su cuerpo se mueve con lentitud; ya no tiene aquella adolescente y delgada figura que nadara hábilmente en el Mediterráneo, ni el que caminara inagotable por las calles recién amanecidas de Madrid. Su ceguera no le permitirá observar las viejas columnas ni apreciar, una vez más, Córdoba y Sevilla. Borges pronuncia su discurso y todos callan. Allí recordará a otro gran amigo español que lo acompañó toda la vida: “Yo ahora me siento más que justificado, me llega este premio, que lleva el nombre, el máximo nombre de Miguel de Cervantes, y recuerdo la primera vez que leí el Quijote, allá por los años 1908 o 1907”. También dirá: “Me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un rey, ya que un rey, como un poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal…” El destino era el que había querido unir, ya desde la sangre, a Borges con España.

Aunque durante años, y hasta no hace mucho, no se había escrito nada al respecto, hoy quizás sería redundante señalar la influencia española en la obra de Jorge Luis Borges. Aunque ya en sus genes Borges cargaba con ascendencia española, el influjo lingüístico sería aún más fuerte, y esto se puede advertir con nitidez a lo largo de su vida y su obra. La profunda erudición que tenía de la literatura mundial hizo que Borges absorbiera distintas y variadas fuentes —las cuales contribuyeron a crear esa obra tan original e innovadora— pero en sus escritos se perciben claramente los conocimientos que tenía del pensamiento, los conceptos y el espíritu de la literatura española. Parte de esta influencia inevitablemente surgirá de las lecturas de su niñez y de los años vividos en Europa, de su formación en España, cuando comenzaba a transitar su juventud.

De Buenos Aires a Europa

Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Primer hijo de Leonor Acevedo Suárez y de Jorge Guillermo Borges (abogado y profesor de psicología e inglés), ya a los siete años escribía su primera narración infantil. Alguna vez dijo: “Empecé a escribir a los seis o siete años. Trataba de imitar a los escritores clásicos españoles, por ejemplo Miguel de Cervantes. Mi primera historia fue una especie de absurdo a la manera de Cervantes, un antiguo romance titulado La visera fatal”.

En el año 1914 el padre del adolescente Jorge Luis Borges se jubila a causa de la pérdida casi total de la vista y decide viajar a Europa con su familia (Leonor, su esposa, Jorge Luis y Norah, dos años menor que él, y la madre de Leonor), donde podrá realizar un tratamiento con un famoso oculista ginebrino. Después de una breve estancia en París y en Londres, y luego de recorrer el norte de Italia, se instalan en Ginebra, donde Borges cursará el bachillerato y aprenderá francés y latín, y también alemán de forma autodidacta. Así descubre el movimiento del expresionismo alemán, que le entusiasmará, y también a los clásicos franceses e ingleses.

En el año 1918, después de la muerte de la abuela de Borges y al finalizar la primera guerra mundial, la familia se muda a Lugano, donde viven un año. Cuando la familia Borges decide que volverán a Buenos Aires retrazan el regreso para pasar una temporada en España, donde la vida no era cara y se podía vivir con tranquilidad, dedicados al estudio, la lectura y la escritura. Allí Borges se reencontraría con su idioma y viviría un auténtico episodio vanguardista.

La vida en España

Los Borges llegan a Barcelona a finales de 1918 para, desde su puerto, partir hacia la isla de Mallorca. No era común en aquellos tiempos que una familia argentina eligiera España como destino de sus viajes. A pesar de que ya había pasado un siglo desde la independencia argentina, el país había sufrido un proceso muy importante de despañolización en busca de una identidad propia y todavía se presentía una especie de tabú a lo español. Sin embargo, era la época en que España comenzaba a ser redescubierta por los argentinos.

La elección de Mallorca se produjo por la belleza y la tranquilidad que la isla ofrecía (todavía no era la atracción turística que es hoy) y porque se podía vivir con poco dinero. Deciden vivir en la ciudad de Palma, en el hotel Continental, hoy desaparecido, sobre la calle San Miguel. En sus salones y también en el Café de los Artistas, en el centro de Palma, se realizaban las tertulias literarias en las que Borges participó junto a los jóvenes poetas baleares. También vivieron en Valldemosa, un pequeño pueblo situado en lo alto de las colinas, a unos veinte kilómetros de Palma, invitados por la familia Sureda a su viejo palacio. Allí conocerá a Jacobo Sureda, con quien mantendrá una gran amistad e intensa correspondencia una vez fuera de Mallorca. Borges tendrá un recuerdo muy especial de su amigo, que años después, en 1935, moriría en plena juventud. El descubrimiento de la naturaleza mediterránea, las largas caminatas por las sierras y el mar, son algunos de los recuerdos del Borges que pronto cumpliría veinte años.

El año que pasan en Mallorca —el invierno, la primavera y el verano de 1919— lo aprovecha su padre para escribir la novela El caudillo, que editará con su dinero en la isla y que luego regalará a sus amigos porteños. Norah continúa los estudios de pintura que comenzó de pequeña e incluso realiza algunos decorados en el hotel Continental. El joven Borges escribe algunos poemas que formarán el libro Salmos rojos (luego destruido por él). Muchos de esos poemas se publicarán en las revistas ultraístas de Sevilla y Madrid, entre 1920 y 1922. En Mallorca posiblemente Borges también escribió un artículo de crítica literaria en francés que se publicó en un periódico ginebrino en 1919.

Al llegar el otoño los Borges parten hacia Andalucía, donde pasarán una temporada. Después de visitar Córdoba y Granada se establecen en Sevilla. Los meses que Borges pasa allí son parte de una etapa fundamental, ya que conocerá a un grupo de poetas vanguardistas que se hacían llamar Ultraístas, que seguían las palabras de quien consideraban su maestro, Rafael Cansinos-Assens, que deseaba que los jóvenes rompieran con los viejos y carcomidos moldes que se continuaban utilizando en la poesía, y que la literatura española no estuviese, como hasta entonces, a la zaga de los tiempos. En Sevilla Borges ve la primera publicación de un poema suyo: se llamaba “Himno al mar” y apareció en la revista Grecia el 31 de diciembre de 1919. El poema, después ignorado por Borges en sus obras completas, como casi todo lo de aquella época, tenía claras referencias a su estancia en Mallorca.

En agosto de 1920 los Borges vuelven a Mallorca. Borges lleva consigo las ideas de sus compañeros ultraístas, que quieren imponer una nueva poesía española, y el reconocimiento de ser ya un poeta publicado (a “Himno al mar” se suman “Trinchera”, “Rusia” e “Insomnio”, también aparecidos en la revista Grecia). En las tertulias diurnas del Café de los Artistas, en las que participaban muchos jóvenes poetas, Borges junto al poeta Jacobo Sureda, José Luis Moll (con el seudónimo de Fortunio Bosanova) y Juan Alomar deciden realizar y firmar un manifiesto ultraísta, que se publicará meses después en la revista Baleares. De lo que produce entonces, sus poemas no son siempre totalmente ultraicos (aunque allí están fuertemente expuestas las metáforas y la prosa) y procura estar desprovisto de admiración por la velocidad y la técnica. Y esto puede ser un símbolo para demostrar la ambigüedad de Borges ante el ultraísmo ya desde el lugar donde se movía en aquellos años, en el centro de la efervescencia del movimiento. Por un lado estaba el Borges emocionado y fervoroso que asume su condición de ultraísta, quizás llevado por la pasión literaria que siempre lo dominó. Pero por momentos aparecía otro Borges, más analítico y estudioso, que observaba el ambiente que lo rodeaba con ojos críticos. Por las noches, los mismos poetas se reunían en un lugar menos casto: el burdel llamado Casa Elena, con el fin de que las conversaciones pudieran continuar hasta la madrugada, sin inconvenientes con la hora de cierre del lugar o la tolerancia de los encargados del local. En 1921 Borges escribió una prosa sobre Casa Elena que fue publicada en la revista Ultra de Madrid donde describe al lugar como “una atmósfera de espontaneidad, enteramente primitivo, anticristiano, antipagano, antimaximalista y antipatético”, donde aguardaban “al margen de la media noche como al margen de un río”.

De Mallorca Borges recordaría años después:

Mallorca es un lugar parecido a la felicidad, apto para en él ser dichoso, apto para escenario de dicha, y yo, como tantos isleños y forasteros, no he poseído casi nunca el caudal de felicidad que uno debe llevar adentro para sentirse espectador digno (y no avergonzado) de tanta claridad de belleza. Dos veces he vivido en Mallorca y mi recuerdo de ella es límpido y quieto: unas tenidas discutidoras con mis amigos, una caminata madrugadora que empezó en Valldemosa y se cansó en Palma, una niña rosa y dorada de la que estuve enamorado alguna vez y a la que no se lo dije nunca, unos días largos remansándome en el cálculo de las playas. Ahora dejo de escribir y sigo acordándome.

El próximo destino de la familia Borges será la capital española.

Madrid y Cansinos-Assens

Cuando los Borges llegan a Madrid se produce para el escritor uno de los mayores acontecimientos del viaje: la amistad con Rafael Cansinos-Assens, a quien de inmediato adoptaría como su maestro. Cansinos-Assens había nacido en Sevilla en 1982 (murió en Madrid en 1964) y era un prolífico escritor que ya para la década de los veinte había escrito más de cincuenta títulos e innumerables traducciones y prólogos. Cansinos creía que la literatura era una de las más complejas y severas disciplinas del espíritu y a ella le dedicó su vida. Borges recordaría: “Amigos literarios de Andalucía me llevaron a conocerlo. Era un hombre alto. Lo más notable de Cansinos es que vivía exclusivamente para la literatura, sin ninguna preocupación por el dinero o la fama. Todavía me complazco de pensar en mí como su discípulo”. Las tertulias literarias que presidía Cansinos-Assens se realizaban los sábados en la medianoche, y hasta la madrugada, en el Café Colonial, y participaban grandes admiradores de las vanguardias literarias.

En esa tertulia había veces que superábamos las treinta personas. Cansinos proponía un tema, que podía ser la metáfora, el verso libre, el lenguaje, el verbo, y luego discutía o se debatía. Nunca permitió que nadie se refiriera a escritores contemporáneos de una manera agresiva y exigía, además, que la conversación mantuviera un elevado nivel. Cansinos era un caballero a quien jamás se lo oyó hablar mal de nadie.

En la misma época se desarrollaba otra tertulia importante en Madrid. Era en el Café de Pombo, y allí Ramón Gómez de la Serna animaba las conversaciones. Borges fue invitado a participar de ella, pero no le gustó el estilo de Gómez de la Serna, tan diferente al de Cansinos, y no volvió más. “No me agradó porque Gómez de la Serna hablaba él solo y lo hacía mal de todo el mundo”. Sin embargo, Borges no dejó de reconocerlo como un hombre de genio, como lo expresó varias veces. “Era un gran escritor, dueño de una prosa admirable, un gran artista con sentido poético de la vida. Yo no dudo que quedará en la historia de las letras. Junto con Alfonso Reyes ha sido, para mí, uno de los mejores prosistas de la lengua castellana de todos los tiempos. Creo que pocos han manejado el idioma como él”. Gómez de la Serna, pocos años después de conocerlo, lo recuerda en un artículo aparecido en una publicación madrileña que tenía como fin presentar y criticar el primer libro publicado por Borges a su regreso a Argentina. El libro era Fervor de Buenos Aires.

La impresión que he tenido del Borges lejano me revelaba un muchacho pálido de gran sensibilidad y escondido entre cortinas espesas forradas de raso crema, un joven medio niño al que nunca se encuentra cuando se lo llama: ¡Jorge…! ¡Jorge…!, ¿pero dónde te has metido? Detrás de las cortinas, desde donde el jovencito atisbaba las cosas para recordarlas siempre (…) Fervor de Buenos Aires se titula este libro admirable de Borges. Todo en este libro, escrito cuando el descendiente y asumidor de todo lo clásico ha bogado por los mares nuevos, vuelve a ser normativo, y normativo con una dignidad y un aplomo que me han hecho quitarme el sombrero ante Borges con este saludo hasta los pies. Cuando Borges tenga ya la casa definitiva en Buenos Aires, llegaré yo a saludar al gran poeta.

Borges adoptaría entonces a Cansinos como su más grande maestro (otro de los seguidores de Cansinos era Guillermo de Torre. Borges lo conoció en Madrid por aquellos tiempos, y nueve años más tarde este se casaría con su hermana Norah). Borges también le reconoce genio y la cualidad de ser el mejor lector que llegó a conocer.

Cansinos era un lector voraz que leía casi todo el tiempo. Una vez fui a visitarlo y me llevó a su biblioteca; yo debería decir más bien que toda su casa era una gran biblioteca. Allí había libros en todos los idiomas del mundo. Como carecía de dinero para proveerse de estanterías, los libros estaban apilados hasta el techo, lo cual obligaba a buscar el camino entre aquellas verticales columnas. Yo sentía la sensación, cuando estaba con Cansinos, que encerraba todo el pasado de Europa, algo así como el símbolo de toda la cultura Occidental y Oriental. Cansinos fue también el traductor más fabuloso que yo conocí. Yo le debo muchas cosas a Cansinos. Entre ellas supo transmitirme su amor a la literatura, el placer de la conversación literaria. Además estimulaba mis lecturas. Me consideraba especialmente por el conocimiento que yo tenía de los clásicos y de la literatura inglesa y escandinava.

La amistad entre Borges y Cansinos no se rompió nunca. Prueba de ello es la habitual correspondencia que mantuvieron a lo largo de los años y los encuentros que se produjeron cada vez que Borges regresó a España. En una conferencia en la que participaba un Borges ya consagrado, en Sevilla, le preguntaron sobre sus recuerdos de esa ciudad.
Ante todo recuerdos de amigos […]. Todos ellos hablaban de Cansinos-Assens como algo tutelar, algo lejano. Cuando fui a Madrid tuve la suerte de conocer a ese sevillano tan lejano y tan reverenciado. Yo he conocido a muchos hombres de talento, pero hombres de genio, no sé, hay dos que yo mencionaría: uno, un nombre quizás desconocido aquí, el pintor y místico argentino Alejandro Xul Solar, y el otro, ciertamente, Rafael Cansinos-Assens. Y quizás, pero solo como maestro oral, Macedonio Fernández. Los demás eran meros hombres de talento. He conocido muchos, la lista es infinita. Pero hombres que impresionan, así, inmediatamente, esos tres. Y mi recuerdo de Cansinos es el más antiguo. Yo lo he recordado en Buenos Aires, y lo he hecho conocer en Buenos Aires. Y me place recordarlo aquí en Sevilla, en su Sevilla, y en mi Sevilla personal, ya que yo tengo abuelos de los abuelos de mis abuelos que eran sevillanos. En fin, de algún modo uno vuelve a Andalucía, es un sentimiento que yo tengo, no el de descubrir algo distinto sino el de volver.
Borges escribiría, entre otros textos de homenaje a su maestro, un soneto para recordarlo. Allí dice entre sus versos: “Bebió, como quien bebe un hondo vino, / los Salmos y el Cantar de la Escritura, / y sintió que era suya esa dulzura, / y sintió que era suyo aquel destino”.
Cansinos también dedicó elogiosas páginas a Borges. Alguna vez describió al joven poeta que había conocido:

Borges pasó por entre nosotros como un nuevo Grimm, lleno de serenidad discreta y sonriente. Fino, ecuánime, con ardor de poeta sofrenado por una venturosa frigidez intelectual, con una cultura clásica de filósofos griegos y trovadores orientales que le aficionaban al pasado haciéndole amar calepinos e infolios, sin menoscabo de las modernas maravillas.

En 1963 Cansinos escribiría en Madrid:

ese gran maestro de la literatura que se llama Jorge Luis Borges, quien me hiciera el grato honor de proclamarse mi discípulo. He rectificado ya públicamente esta atribución excesiva, reduciéndola a las más modestas proporciones de simple orador en el trivium literario que se ofrece al adolescente. Borges era un adolescente cuando compareció ante nuestro círculo del Colonial de Madrid, transformado entonces en laboratorio de las nuevas formas estéticas de los ismos literarios (creacionismo, dadaísmo, que se fusionaron en ese ultraísmo mucho más abierto) que sumergían en las angustias de la elección a los jóvenes poetas, atraídos a su clan por las sirenas del ya viejo arte. Borges optó por lo nuevo, adoptó el ultraísmo y, al regresar a su Argentina, llevó la nueva actitud estética, la definió y la comunicó a otros jóvenes poetas. Gradualmente, en el curso de los años, él creó esta obra que todos admiramos, enorme y delicada (…), donde un hábil genio acaba jugando con las apariencias visibles y las realidades presentidas creando un universo de simples posibilidades. En ese mundo de la paradoja y de la hipótesis, en ese mundo de la ilusión el autor llega hasta los posibles límites del delirio lúcido y se incorpora a la legión de esos visionarios sublimes que se llaman swedenborg, Poe, Maeterlinck, y entra con ellos, ya, en la inmortalidad.

En enero de 1921 se celebraría un gran acto ultraísta en Madrid, en el amplio salón de La Parisina, donde los apasionados poetas, según sus propias palabras, lograron “indignar a los cretinos que nos hacen el honor de no comprendernos” y darle una sacudida a la estática poesía española del momento. Borges es uno de los que allí leen algunos versos provocativos. Para el segundo acto ultraísta, celebrado en el Ateneo de Madrid, Borges ya no estaría debido a su regreso a Buenos Aires. Antes de partir, Borges le escribe a su amigo Sureda:

¡Hermano! Zarpo mañana hacia la tierra de los presidentes averiados, de las ciudades geométricas y de los poetas que no acogieron aún en sus hangares el avión estrambótico del ultra […]. No dejes de escribirme. Que no se rompa el cable espiritual entre dos corazones, sobre el Atlántico.

De la numerosa producción poética juvenil de Borges en sus años ultraístas, es muy poco lo que se ha salvado. Con excepción de los versos publicados durante esos años en las revistas españolas, lo demás fue destruido por el autor. Algunos pocos poemas fueron reelaborados por Borges y utilizados en su primer libro Fervor de Buenos Aires, como es el caso de “Atardecer”.

En España escribí dos libros. Uno curiosamente se llamaba (no entiendo por qué) Los naipes del Tahúr. Eran ensayos literarios y políticos y estaban escritos bajo la influencia de Pío Baroja. Esos ensayos querían ser amargos e implacables, pero lo cierto es que eran bien mansos. Yo usaba palabras como “estúpidos”, “embusteros”. Felizmente no conseguí quien lo editara y sensatamente destruí el manuscrito cuando llegué a Buenos Aires. El otro libro se titulaba Los salmos rojos o Los ritmos rojos. Era una colección de unos veinte poemas, escritos en verso libre, en alabanza a la [idealizada] Revolución rusa de la fraternidad y del pacifismo. Tres o cuatro de ellos aparecieron en revistas. Este libro lo destruí en España en vísperas de mi partida.

El regreso a Buenos Aires

La familia Borges regresa en 1921 a Buenos Aires, tras siete años y tres meses en Europa. Un periodo de gran formación para aquel escritor adolescente que regresa ya con veintiún años cumplidos.

Volvimos a Buenos Aires a bordo del Reina Victoria Eugenia a fines de marzo de 1921. Me sorprendió, tras vivir en tantas ciudades europeas, advertir que mi ciudad natal había crecido y era ya una gran ciudad, casi interminable. Aquello fue algo más que un retorno, fue un redescubrimiento. La ciudad inspiró los poemas de mi primer libro que fue publicado, Fervor de Buenos Aires.

Cuando llega a Buenos Aires Borges aún se apasiona con las formas ultraístas, quizás con nostalgia de todo lo vivido en España en torno a este movimiento. Entonces decide organizar un ambiente ultraísta en su país. Así, al poco tiempo de llegar, junto con un grupo de jóvenes poetas argentinos (su primo, Guillermo Juan Borges, Eduardo González Lanuza, Norah Lange y Francisco Pilero) convertidos por Borges al ultraísmo, funda la revista Prisma, título que se refiere a la estética del ultra. La primera carta que Borges envía a Cansinos-Assens, a finales de 1921, es para comentarle este hecho.

Admirado amigo y maestro: Sincrónicamente con esta carta le envío varios ejemplares de la revista mural Prisma, que hemos creado unos compañeros ultraizantes y yo; y en la cual, acaso por primera vez, se ofrenda el hallazgo lírico sin propósito mercantil ni gesto solemne. Ignoro si mi proyecto peca de occidental o de islámico.

Los mismos poetas se encargarán de pegar la revista mural por las calles de Buenos Aires.

Nuestro pequeño grupo ultraísta estaba ansioso por poseer una revista propia, pero una verdadera revista era algo que estaba más allá de nuestros medios. Noté cómo se colocaban anuncios en las paredes de la calle, y se me ocurrió la idea de que podríamos imprimir una revista mural, que nosotros mismos pegaríamos sobre las paredes de los edificios, en diferentes partes de la ciudad. Cada número estaba constituido por una única hoja de tamaño grande y contenía un manifiesto y unos seis u ocho poemas cortos y lacónicos. Salimos de noche cargados con baldes de engrudo y escaleras proporcionadas por mi madre y caminamos kilómetros, pegando las hojas a los largo de Santa Fe, Callao, Entre Ríos y México. La mayor parte de las hojas eran arrancadas casi inmediatamente por lectores desconcertados, pero, afortunadamente, Alfredo Bianchi, de Nosotros, vio una de ellas y nos invitó a publicar una antología ultraísta en su sólida revista.

En los primeros números de Prisma aparecían colaboraciones de jóvenes poetas españoles, como Rivas Panedas o Jacobo Sureda. La heredera de Prisma, de la que en su primer época solo saldrán dos números, será otra revista fundada también por Borges y sus compañeros: la revista Proa, a la que se suma el escritor Macedonio Fernández, editada a mediados de 1922 y que obtendrá cierta repercusión en el ambiente literario argentino. Proa imitaba el formato de la revista madrileña Ultra y la humildad de la publicación queda manifiesta en sus escasas seis páginas. Borges recuerda: “Cuando regresé de Europa cargaba con la bandera del ultraísmo. Algunos historiadores de la literatura aún me identifican como “el padre” del ultraísmo argentino”.

Segundo viaje a Europa

A principios de 1923, Borges junto con su familia debe abandonar una vez más Buenos Aires, ya que su padre deseaba ser visto por su oculista ginebrino, quien lo sometería a una operación de cataratas en un quirófano de Zurich. Borges había escrito, entre 1921 y 1922, los poemas de Fervor de Buenos Aires, y el volumen debió ser impreso en apenas cinco días, ya que Borges debía partir. Borges imprimió trescientos ejemplares de forma privada, que era como se solía publicar en aquellas épocas. La mayoría los regaló, y algunos de los libros los repartió entre los intelectuales y escritores que formaban parte de la redacción de la revista Nosotros de Buenos Aires, quienes poco tiempo después, mientras Borges se encontraba en Europa, escribirían sobre él, otorgándole a Borges cierta reputación como poeta. Por su parte, en España, Gómez de la Serna escribiría aquel artículo con grandes elogios para la flamante obra del escritor argentino.

La nave que los transporta tiene como destino Inglaterra, y en Londres la familia realiza un recorrido turístico intenso que incluye los grandes museos y algunos sitios anteriormente frecuentados por escritores como Chesterton o Bernard Shaw. Antes de ir a Ginebra también visitarían París.

Al comienzo de la primavera europea, y después de la operación del padre de Borges, la familia ya se encuentra instalada en Madrid, en un piso cercano a la Puerta de Alcalá y del parque de El Retiro. Allí permanecerán durante casi un año, hasta mediados de 1924. La actividad literaria de Borges será intensa. Escribe varios poemas y artículos que serán publicados en revistas como la gallega Alfar o la Revista de Occidente, y vuelve a frecuentar la tertulia de Cansinos-Assens y a visitar a Gómez de la Serna. También tendrá un cordial encuentro con el poeta santanderino Gerardo Diego, que en 1922 ya había publicado su libro de poemas ultraísta Imagen y que era uno de los agitadores de la vanguardia literaria de aquellos años. Borges y Diego se volverían a encontrar en Buenos Aires en 1928, como refleja una fotografía tomada en la redacción del diario porteño El Mundo, donde aparecen junto con otros escritores y periodistas. El tiempo los puso a cada uno en sus diversos caminos, hasta que en 1980 se reencontraron para compartir el premio Cervantes.

Desde Madrid los Borges realizan visitas a Mallorca y Andalucía (en su último libro de poesía, Los conjurados, de 1985, le dedicaría un bello poema), donde conservaban buenas amistades.

En ese segundo viaje a Europa, después de visitar Londres y París, pasamos por Sevilla, por Granada y por Palma de Mallorca para visitar amigos, y luego nos instalamos otra vez en Madrid. Durante ocho meses vivimos en una casa cerca de la puerta de Alcalá, y yo volví a reunirme con las viejas amistades que había hecho allí. El ambiente literario que había dejado unos años atrás era mucho más importante, por cuanto las literaturas de vanguardia empezaron a prender en España. Una vez cumplido el tratamiento que había iniciado mi padre regresamos a Buenos Aires.

A finales de 1923 los Borges parten hacia Buenos Aires desde el puerto de Lisboa, ciudad en la que permanecen un mes intentando rastrear inútilmente a los ancestros que décadas atrás no habían cruzado el mar.

El fin del ultraísmo

Cuando Borges regresa a Argentina publica dos nuevos libros: uno de poemas, Luna de enfrente, y su primer libro de ensayos, que el autor no incluiría posteriormente en sus obras completas, Inquisiciones; ambos en el año 1925. “En Inquisiciones me disfracé de gran escritor clásico español. Era un libro insoportable y creo que mi impostura lo condujo al merecido fracaso”.

Pocos años después de su regreso Borges se iría alejando del movimiento ultraísta.
Junto con un grupo de poetas llegamos a la conclusión de que el ultraísmo español estaba recargado, a la manera futurista, con la modernidad y sus artefactos. No nos impresionaban los ferrocarriles, las hélices, los aeroplanos o los ventiladores eléctricos. Mientras en nuestros manifiestos defendíamos aún la primacía de la metáfora, la eliminación de transiciones y de adjetivos decorativos, lo que queríamos escribir era poesía esencial: poesía más allá del aquí y ahora, que estuviera libre de rasgos locales y de las circunstancias contemporáneas. Todo esto estaba muy alejado de las tímidas extravagancias de mis tempranos ejercicios ultraístas.

Borges quiso en su adultez borrar de su vida cualquier pasado ultraísta. Ni siquiera los más antiguos recuerdos de sus inicios en el movimiento parecían serles gratos:

En Sevilla me vinculé al grupo formado alrededor de Grecia. Los integrantes de ese grupo, que se llamaban a sí mismos Ultraístas, tenían el propósito de renovar la literatura, rama de las artes de la cual no sabían nada. Uno de ellos me dijo cierta vez que todas sus lecturas se reducían a la Biblia, Cervantes, Darío y un par de libros de Cansinos-Assens. Sorprendió a mi cerebro argentino descubrir que no conocían lo francés y que para ellos no existía esa cosa denominada “literatura inglesa”. Llegaron a presentarme a un “valor local” conocido como “el humanista”, y no demoré en comprobar que su latín era más exiguo que el mío… Todos ellos eran excelentes personas, pero mediocres lectores, para no mencionar lo que escribían.

El mismo desdén con el que Borges recuerda a algunos de sus colegas ultraístas lo utiliza para recordar al movimiento y a su participación en él.

Yo escribí en esa época algunos de mis poemas infectados de ultraísmo que ahora me parecen deplorables […]. Ahora solo puedo lamentar mis primeros excesos ultraístas. Tras casi medio siglo, todavía me veo tratando de superar ese torpe periodo de mi vida.

En otra oportunidad, en los años sesenta, Borges manifestó:

Creo que lo mejor sería ignorar totalmente el ultraísmo. Una teoría que hoy encuentro totalmente falsa. Yo creí, o intenté creer en este credo literario. Creo que este movimiento no tiene ninguna importancia, o lo que es otra forma de decir lo mismo, que solo es importante para los historiadores de la literatura, lo que es una manera de ser insignificante.


La existencia del ultraísmo será breve, entre los años 1919 y 1923 aproximadamente, surgida como consecuencia del vacío en la creación literaria que sentían los jóvenes poetas. El ultraísmo quizás no llega a ser un importante capítulo de la historia de la literatura española, sin haber aportado ninguna obra realmente fundamental, pero sí un paso necesario, entre otras cosas para airear y despabilar la gris atmósfera literaria de la época.

Distinciones en España y Europa

Jorge Luis Borges permanecerá en Argentina durante muchos años. A lo largo de ellos Borges continuó escribiendo su gran historia literaria, adquiriendo reconocimientos y distinciones, pero el premio Formentor, que se concedía en Mallorca por el Congreso Internacional de Editores, fue determinante para que su obra fuese descubierta internacionalmente. Lo compartió, en 1961, con Samuel Beckett e inmediatamente su obra comenzó a ser traducida a numerosas lenguas. A partir de entonces es invitado constantemente por gobiernos como el de Francia e Italia, por universidades como la de Texas y fundaciones para otorgarle reconocimientos y condecoraciones.

En 1963 Borges vuelve con su madre a Europa invitado a realizar unas conferencias. Visita Inglaterra, Francia y Suiza, y en España ofrece varias conferencias en Madrid. El Instituto de Cultura Hispánica le realiza un homenaje al que concurren escritores como Vicente Aleixandre (premio Nobel en 1977) o Gerardo Diego. En ese viaje Borges pide encontrarse con su maestro Rafael Cansinos-Assens y lo llevan a su casa, donde lo verá por última vez.

Pero la gran consagración, la mayor distinción, la obtiene al recibir el premio Cervantes, en 1980. Era la primera vez que el premio se compartía. El poeta santanderino Gerardo Diego fue el otro distinguido. Seguramente existieron razones políticas en la decisión de entregar un premio compartido. El jurado entendía que lo mejor sería no premiar a estos poetas por separado. Algunos académicos españoles guardaban cierto resentimiento hacia Borges. Probablemente no conocían de la autodefinida ignorancia política de Borges, y le otorgaban gran importancia a sus dichos políticos, que a lo largo de su vida fueron mutando considerablemente. Tal vez deberían haber ­hecho como el mismísimo autor y no darle importancia a sus declaraciones políticas, que como él definió, eran cambiantes y efímeras. Por otra parte, el poeta Gerardo Diego había estado comprometido con el franquismo (aunque desde una posición de respeto a los exiliados o a la oposición), y la muerte de Franco aún era muy reciente (habían pasado solo cinco años). El jurado decidió entonces otorgar el premio en forma compartida. Más allá de las especulaciones políticas, Borges obtuvo un gran reconocimiento.

La caudalosa amistad

Después de recibir el premio Cervantes, el escritor, junto con María Kodama, compañera de Borges durante muchos años y con quien el escritor se casó poco antes de su muerte, visitan varias ciudades españolas, como Palma de Mallorca, Barcelona, Madrid y Córdoba. María Kodama escribió hace unos años:

Hablar de la relación entre España y Borges es una compleja tarea y, como todo vínculo humano, este lazo también está teñido de contradicciones. A lo largo de su vida, podemos distinguir el trazado de un laberinto hecho de aproximaciones y de rechazos y que nos ofrece, a pesar de todo, un hilo conductor, su admiración por Cervantes, Quevedo, Fray Luis, Manuel Machado, autores a los que guardó fidelidad a través de los años (…). Si pudiera hacerse un balance, a través de la larga serie de aproximaciones y rechazos que Borges sintió por España a lo largo de su vida, nos daría la medida de su arraigo a la lengua española y de la fidelidad que guardó a determinados autores desde su juventud, autores a los que continuamente releía y a los que rindió honores a través de bellísimos poemas.

Borges había dicho: “Creo que España tiene grandes defectos y grandes virtudes. Una gran virtud de España es que todo se da a lo grande”. Para luego agregar, entre otras virtudes españolas, “el sentido del honor y el coraje”. Algunos de sus recuerdos en la Península quedarían eternizados en su poema “España”, escrito en julio de 1964. Como aquellos versos: “España de los patios, / España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios, / España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad, / España del inútil coraje, / podemos profesar otros amores, / podemos olvidarte como olvidamos nuestro propio pasado, / porque inseparablemente estás en nosotros, / en los íntimos hábitos de la sangre, / en los Acevedo y los Suárez de mi linaje, / España, madre de ríos y de espadas / y de multiplicadas generaciones, / incesante y fatal”.

En 1983, en su última visita a España, Borges es invitado a inaugurar y participar en los cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y recibe la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Tres años después moría en Ginebra.

BIBLIOGRAFÍA

Alífano, Roberto: Borges, biografía verbal, Plaza Joven, 1988.
Barnatán, Marcos Ricardo: Jorge Luis Borges, Júcar, 1976.
— Borges: biografía total, Temas de Hoy, 1995.
Borges, Jorge Luis: Borges, el palabrista, recopilación de Esteban Peicovich, Letra Viva, 1980.
— A/Z. Jorge Luis Borges, recopilación de Antonio Fernández Ferrer, Siruela, 1988.
Canto, Estela: Borges a Contraluz, Espasa Calpe, 1999.
Doyle, Raymond H: La huella española en la obra de Borges, Madrid: Playor, 1977.
Ferrari, Osvaldo: Borges en diálogo: conversaciones con Jorge Luis Borges, Ediciones Grijalbo, 1985.
Kodama de Borges, María: “Borges y España”, en Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 509, 1992.
Montenegro, Néstor y Adriana Bianco: Borges y los otros, Buenos Aires: Planeta, 1990.
Rodríguez Monegal, Emir: Borges por él mismo, Laia, 1984.
Sorrentino, Fernando: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires: El Ateneo, 1996.
Vaccaro, Alejandro: Georgie 1899-1930: una vida de Jorge Luis Borges, Buenos Aires: Editorial Proa, 1996.
Vázquez, María Esther: Borges: esplendor y derrota, Tusquets, 1996.


Fuente: Clarín, revista de nueva literatura

El cuento de Borges que fascinó a Umberto Eco

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Por Isabel Zwanck

En 1977 Umberto Eco confesó su interés por el cuento de Borges "La busca de Averroes", al que calificó como "historia extraordinaria". Agregó que su "fascinación" por el texto lo condujo a comenzar el único ensayo sobre semiótica del teatro con la historia de Averroes relatada por Borges. Y se pregunta: "¿Qué es tan extraordinario en esa historia? Es que el Averroes de Borges es estúpido no en términos personales sino culturales, porque él tiene la realidad delante de  sus ojos (los chicos jugando) y no lo puede relacionar con lo que el libro le está describiendo"[1] (Eco 127).

A la luz de estos conceptos, enfoquemos la trama del célebre cuento de Borges: el sabio Averroes,  escritor, poeta y estudioso de la obra de Aristóteles, debe traducir al árabe los términos "comedia y tragedia". Busca dentro de su marco de referencia, donde predomina la doctrina del Islam que condena la representación por figuras humanas, y no puede comprender el significado. Preocupado por este dilema y, al mismo tiempo, ignorante de sus límites culturales, Averroes observa un espontáneo hecho teatral en la calle, donde…

… jugaban unos chicos semidesnudos. Uno, de pie en los hombros de otro, hacía notoriamente de almuédano; bien cerrados los ojos, salmodiaba No hay otro dios que el Dios. El que lo sostenía, inmóvil, hacía de almínar; otro, abyecto en el polvo arrodillado, de congregación de fieles. El juego duró poco: todos querían ser el almuédano, nadie la congregación o la torre (Borges: 1974 583).

Irritado por escuchar el dialecto grosero de la plebe musulmana, no le presta atención. Poco más tarde, visita a Farach, quien comparte con Averroes todo un mundo de teóricas especulaciones lingüísticas y literarias. En esa reunión escucha el relato de Abulcásim, un viajero que describe una ópera china. Abulcásim detalla un edificio teatral y explica el valor de re-presentar:

Las personas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unas quince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban, cantaban y dialogaban. Padecían prisiones, y nadie veía la cárcel; cabalgaban, pero no se percibía el caballo; combatían, pero las espadas eran de caña; morían, y después estaban en pie (Borges: 1974 585).

Como vemos, Averroes escucha por boca del viajero la descripción de todos los elementos del hecho teatral: escenario, vestimenta, sonidos, parlamentos, utilería, tramoya, etc. Sin embargo, Farach, el dueño de casa, al igual que Averroes, opina que las personas de "la terraza" estaban locas. Abulcásim responde: "No estaban locos (…) Estaban figurando (…) una historia". E insiste más adelante: "Imaginemos que alguien muestra una historia en vez de referirla". Completa su relato al insistir en el aspecto visual ("los vemos…") y el auditivo  ("¡Hablaban, y cantaban y dialogaban!"). Sus palabras condensan el núcleo del arte dramático, pero Farach continúa desoyéndolas y dictamina con orgullo: "…no se requerían veinte personas. Un solo hablista puede referir cualquier cosa, por compleja que sea". Notemos la oposición entre los verbos  que indican distintos tipos de percepción: mostrar, ver, hablar, cantar, y dialogar, frente a  referir.

Averroes comparte la opinión de Farach y, limitado por el estrecho marco de referencia con el que se maneja dentro de su círculo comunicativo, desconoce los dos hechos teatrales que en solo un día podrían haber facilitado su traducción de la Poética. Y obsesionado por su idea fija: "Con firme y cuidadosa caligrafía agregó estas líneas al manuscrito: Aristu (Aristóteles) denomina tragedia a los panegíricos y comedias a las sátiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan en las páginas del Corán y en las mohalacas del santuario".

La historia donde Borges quiso narrar "el proceso de una derrota", se abre a interesantes consideraciones. Muestra en primer lugar las limitaciones de un marco cultural de referencia único, basado sobre el libro (Corán) antes que sobre la vida, y sobre la fe, antes que sobre la razón. Averroes tiene interés por los conceptos de "tragedia y comedia", pero carece de categorías para entenderlas. Por eso no puede decodificar los indicios de la realidad (los dos hechos teatrales).

El texto enfatiza  el carácter lúdico, vital y espontáneo del hecho teatral (en el juego de los niños), así como su función actualizadora (Abulcásim insiste en el acto simultáneo de percepción del hecho teatral).

La trama, además, ejemplifica el choque de perspectivas entre Oriente y Occidente, y entre lo teológico y lo estético.

El cuento parodia en cierta forma la inclusión de citas traducidas en textos que serán canónicos. (La traducción de Averroes fue la más aceptada en su época).

Asimismo, señala los peligros de seguir sólo la coherencia un sistema de ideas que es incongruente con los hechos del mundo externo.

Finalmente, creemos que "La busca de Averroes" destaca un caso particular de recepción de un texto (el hecho teatral), sea éste visual (en la calle) o auditivo (relato de Albucásim), de acuerdo con la teoría de la percepción. En efecto, "las cosas se perciben cuando existen categorías perceptuales previas acerca de lo que se percibe (…) Dicho de otro modo, percibimos aquello que previamente conocemos. Lo que nos es totalmente desconocido ni siquiera lo percibimos" (Töpf 37).


– Coda.

En consonancia con su idea del cuento-ensayo, Borges agrega al desenlace de la historia un extenso párrafo, con el que imprime al texto una vuelta más de tuerca. En él, el narrador se cuestiona:

Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo  imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y así hasta lo infinito (Borges: 1974 588).

Con esta última apertura del texto en la profundidad de sí mismo (mise en abyme), Borges  multiplica sus perspectivas pues dibuja amplios círculos concéntricos que, extendiendo sus fronteras permeables, tal vez, lleguen hasta el presente de nuestra recepción y nos incluyan como lectores o espectadores.


Obras citadas

Borges, Jorge Luis. "La busca de Averroes". En Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Emecé Editores, 1974.

Eco, Humberto: On  literature . (La traducción es nuestra). Florida: Harcourt, 2002.

Töpf,  José.  "Borges y el problema del conocer".  En Borges y la ciencia. . Prólogo de María Kodama. Buenos Aires: EUDEBA,  2004.


[1] Este texto es un fragmento de un ensayo más extenso titulado "La función del hecho teatral en algunos cuentos de Borges", incluido en el libro de mi autoría Borges o el cuento ausente y otros ensayos. Buenos Aires: Georges Zanun Editores, 2013


Isabel Zwanck es profesora en Letras y autora de "Borges Paso a Paso", "Posdata a la escritura contemporánea" y "Borges o el cuento ausente". www.isabelzwanck.com.ar

Fuente: Infobae

El influjo de China en la obra de Jorge Luis Borges

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La obra del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899- 1986) despierta una gran fascinación en China. Una fama que logró extenderse en el país desde que su obra completa fuera traducida al chino en los años 80. En su producción literaria se encuentran abundantes referencias a China y sus narraciones breves, con un lenguaje conciso y un estilo escueto, contienen todo lo típico de los cuentos populares que son muy aceptados en China, país acostumbrado a los relatos fabulosos desde tiempo inmemorial.

   Liao Yanping
   廖燕平

El gran literato argentino Jorge Luis Borges lidera el ranking de escritores del actual auge que vive la literatura latinoamericana en este país. Sus obras arribaron como un fuerte viento primaveral que fecundó a la prolífica camada de novelistas de la llamada generación vanguardista a finales de la década de los años 70 del siglo pasado. Diez años más tarde, la publicación en la lengua de Confucio de su obra completa dio otro empujón definitivo a la fama del escritor argentino, que empezó a expandirse firme y rápidamente hacia todos los rincones del extenso país hasta tal punto que, hoy en día, leer a Borges se ha convertido en una moda literaria. Una moda que cautiva a millones de lectores del continente más poblado del planeta que leen entusiasmados todas las obras borgianas transcritas ya en ideogramas.  

Si pensamos en esta sorprendente pasión oriental por el eminente autor argentino resulta también destacable las abundantes referencias a China en su producción literaria. A los libros de fuentes occidentales que leía el joven Borges en la primera etapa de su formación literaria, se debe agregar la proliferación de obras orientales como el Libro de las mutaciones, Zhuangzi, Sueño en el pabellón rojo o las Selecciones de extraños cuentos del estudio Liaozhai. La conjunción de las dos tradiciones le brindó una extraordinaria erudición y le dio alas a la desbordante imaginación con la que edificó una nueva china en su creación literaria. Así, en La muralla y los libros vincula, de manera orgánica, la construcción de la Gran Muralla y la destrucción de los libros, dos proyectos consumados por el primer emperador Qin, para entender el motivo de las hazañas imperiales desde el punto de vista del tiempo y el espacio. Por otro lado, siguiendo la idea oriental de las mutaciones, Borges compone el relato El bastón de laca donde un emperador de la dinastía Liang posee un bastón mágico transformado por Zhangzi. Finalmente, en su cuento El Aleph, el autor plantea el problema de la limitación del lenguaje para tratar la divinidad ilimitada proyectada en un punto concreto, el Aleph, lo que nos hace recordar la frase del Libro de Tao: “Cuando Tao es pronunciado, dejará de serlo”.


Sin embargo, si profundizamos más sobre el influjo de China en Borges hallamos un género literario aplicado en las obras borgianas: los cuentos cortos. Mientras que los críticos literarios lo clasifican con etiquetas como surrealista místico, mágico o posmoderno, los lectores chinos prefieren saborear de forma directa e intuitiva sus fantásticos cuentos. Para el público oriental, es un gran escritor de pequeños relatos por excelencia. Su breve narración, su lenguaje conciso o el estilo escueto, contienen todo lo típico de los cuentos populares y que son muy aceptados en China, país acostumbrado a los relatos fabulosos desde tiempo inmemorial. Los chengyu, una especie de modismos o frases hechas por ejemplo, pertenecen precisamente al género de cuentos que, al transmitirse de generación en generación, se han convertido actualmente en un símbolo cultural. Esos relatos poseen gran popularidad y una vitalidad que arraiga en lo más profundo de sus lectores chinos. Aquí reside el origen del gusto natural por leer todos los cuentos cortos que el gran maestro argentino escribió sobre temas históricos, teológicos, filosóficos o artísticos.  

Por otro lado, sus libros rezuman una especial erudición si atendemos a su profundo contenido filosófico. Sus ideas metafísicas fascinan a la imaginación literaria china que está más acostumbrada a las parábolas o fábulas contenidas en sus propios modismos. En la ficción, Borges transmite rigurosos conceptos filosóficos a través de fantásticos personajes y confusas tramas. La metáfora y el simbolismo son dos herramientas que maneja magistralmente para jugar entre argumentos ambiguos o ficticios, y fenómenos reales de la vida cotidiana. Es esta mezcla, típicamente borgiana, entre la realidad y la ficción, la que más cautiva al lector chino que la suele calificar, a falta de una mayor precisión, como el toque de fantasía.

     El jardín de senderos que se bifurcan de Borges es un cuento muy valorado desde una visión oriental. En dicha obra, el protagonista chino se ve envuelto en un juego adivinatorio que se desarrolla en dos cuentos superpuestos.

Referencia fundamental de ese toque es, sin duda, El jardín de senderos que se bifurcan, un cuento muy valorado desde una visión oriental. En dicha obra, el protagonista chino se ve envuelto en un juego adivinatorio que se desarrolla en dos cuentos superpuestos. En el primero, la enorme adivinanza, se da como pista una supuesta novela china, El jardín de senderos que se bifurcan, escrita por un astrónomo de la dinastía Qing. Dicha novela resulta inacabada y su contenido no son sino numerosos fragmentos desordenados e incomprensibles que causan confusión. Pero Borges nos revela que el tema de la adivinanza es el tiempo. Su concepción en la antigua china, según este autor, es relativa y forma una sola unidad con el espacio. Los fragmentos de la novela, en este sentido, representan todas las posibles historias sucedidas en el mismo tiempo pero en lugares diferentes. Parecen tortuosos senderos de un jardín que se multiplican a medida que acontecen las diferentes posibilidades. Pero su caos es solo una apariencia ya que en el fondo las historias comparten y se relacionan con un mismo origen.


Construye el escritor aquí un jardín de tiempo ficticio para revelar el misterio de la longevidad de la cultura china: la continuidad circular que se transmite de padres a hijos y, por eso, los escritores antiguos siempre preferían añadir nuevos capítulos a los clásicos, en vez de crear diferentes libros. En el contexto de este concepto de tiempo ancestral, Borges se plantea la visión moderna en Occidente, por lo que introduce el segundo cuento cuyo protagonista es el biznieto del astrónomo anterior. Este descendiente se encuentra ahora en la Europa de la Primera Guerra Mundial donde lo convierten en un espía de Alemania acosado por un agente inglés de origen irlandés. Para informar a su superior de la existencia de una nueva instalación militar inglesa en Francia, el espía se ve obligado a cometer un asesinato. Al concluir su misión, sin embargo, es llevado a la horca. En ese segundo cuento, Borges urde una trama con los diversos lugares que ocupan países como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Irlanda y China, así como con el tiempo único de la guerra, y teje una enorme red espacio-temporal. Arrojados del jardín de tiempo protector, los individuos contemporáneos, supuestamente más libres, son atrapados por esta impersonal y cruel red y se convierten en víctimas de un destino caracterizado por la inestabilidad.

Con una pluma llena de profunda agudeza filosófica el escritor traza, sobre el fondo de las letras occidentales, los motivos orientales que confunden a la audiencia china. Al esforzarse por distinguir la realidad de la fantasía, la luna de su reflejo en el agua o la flor de su sombra en el espejo, el lector es invitado a caer en el laberinto borgiano en donde pensar o adivinar deviene un lúdico juego y, al mismo tiempo, se convierte en una manifestación espiritual. Una espiritualidad llena de sabiduría con la que Borges deslumbra, a pesar de la ceguera que le causó la enfermedad, al mundo entero como un faro a través de su luminosa creación literaria. Un ingenio que interviene en la realidad no por la vía de la objetividad sino mediante un juego entre la ilusión y lo real, lo que nos lleva de nuevo al concepto anterior, el toque de fantasía. 

Fuente: Instituto Confucio  -  Universitat de València  -Facultat de Filología

La Cábala en la Visión Teórica de Borges

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Marcin Kazmierczak
Universitat Abat Oliba CEU

 Caminos de la «iniciación».

A pesar de una evaluación negativa de Gershom Scholem [1] , considerado por Borges la más alta autoridad en cuanto a los conocimientos de la cábala, y que al mismo tiempo, explica a Borges durante sus viajes a Israel las complicaciones del universo cabalístico, M. R. Barnatán, al igual que varios otros críticos, emprende la tarea de buscar las huellas del pensamiento cabalístico en la escritura de Borges. El crítico considera conveniente recordar el punto de partida, un artículo publicado por Borges en una revista ilustrada argentina en 1931 titulado Una vindicación de la cábala [2] . A lo largo de este artículo, el autor argentino recuerda a Bacon, John Donne, Gibbon o Tennyson, pero sin apoyarse en ninguno de los tres libros cabalistas fundamentales: el Sefer Bahir, Sefer Yetsira y Sefer ha Zohar. Esta falta de puntos de referencia más sólidos parece corroborar la posición de G. Scholem, según la cual, la aproximación borgiana a la cábala carece de profundidad alguna. Sin embargo, M. R. Barnatán intenta efectuar una defensa del autor argentino alegando los derechos y el carácter específico de una aproximación sobre todo literaria y mucho menos científica. [3]

Es un hecho indiscutible, puesto que el mismo Borges lo admite expresamente [4] , que su primero y, quizá, más importante contacto con las ideas de la cábala tuvo lugar ya en Ginebra cuando a la edad de diecisiete años leyó por primera vez la recién escrita (1915) novela de Gustav Meyrink: Der Golem. Sin embargo, en las líneas siguientes del mismo artículo de M. R. Barnatán, el crítico cita una confesión de Borges que indica todavía otras fuentes de su interés por la cábala:

            Las nociones de Cábala me llegaron, en primer término, por la versión de la Divina Comedia que hizo Longfellow, en la que hay dos o tres páginas sobre la Cábala. Luego leí un libro de Trachtenberg sobre supersticiones hebreas, donde se habla del Golem -al cual yo he dedicado un poema, quizá el mejor poema que yo he escrito-. [5]

Al investigar las fuentes del interés borgiano por la cábala, hay que admitir finalmente que quien le suministra los datos más precisos acerca del tema fue el mencionado conocedor del asunto, G. Scholem. El mismo Borges lo confirma en otra entrevista periodística:

            Kafka y yo compartimos el mismo fervor por Swenderborg, y por William Blake, y sobre todo por la cábala. Kafka, que no conocía el hebreo a la perfección, estudió la cábala en traducciones. Y fue el profesor Scholem en Jerusalén, quien me ayudó a comprenderla mejor. Él me explicó cosas que sin duda son elementales pero que yo no comprendía durante mi solitaria tentativa de descifrarla. [6]

La visión sefirótica de la literatura y la cuestión de la paternidad literaria.

Uno de los conceptos cabalísticos que sirvieron a Borges como modelo para su propia aproximación es la visión que tiene la cábala de la paternidad literaria. Según afirma G. Scholem no conocemos ni siquiera los nombres de los autores de una mayoría aplastante de los libros cabalísticos. En cambio, los que conocemos, en la mayoría de los casos, no pasan de ser tan sólo los nombres no acompañados siquiera de nota biográfica alguna. Esta actitud anónima de los cabalistas hacia la cuestión de la paternidad literaria fue la fuente de la inspiración para un recurso que también se puede encontrar en una serie de escritos de Borges, a saber, la pseudoepigrafía. Según sostiene M. Satz en su prólogo a la edición castellana de Sefer ha-Bahir «La utilización de nombres apócrifos, la atribución de afiladas sentencias a viejos maestros es un recurso tradicional no sólo en el ámbito hebreo: a Plinio o Lucrecio los siglos les fueron agregando libros con los que jamás soñaron» [7] . Pero, aunque el uso de este recurso no fuera un dominio exclusivamente cabalístico, no cabe duda de que en la escritura cabalística se convierte en un elemento clásico y común casi en la totalidad de los escritos. Sin embargo, el ejemplo más espléndido es, sin duda, el mismo Zohar. En la introducción de El Zohar C. Giol escribe: «Generalmente [El Zohar] es atribuido a Rabbi Mošé Šem Tov de León, cabalista del siglo XIII que vivió los últimos años de su vida en Ávila y que murió en 1305. Él mismo afirma en el Zohar que copió sus enseñanzas de Rabbi Simón ben Yohay. Por otra parte, tras la muerte de Rabbi Mošé, su viuda y su hija afirman que no hubo tal manuscrito y que la obra se debe enteramente a él» [8] . Al analizar la actitud de los cabalistas hacia la cuestión de la paternidad literaria, aparte del recurso de la pseudoepigrafía, hay que mencionar también la afición de los místicos judíos a citar obras apócrifas que nunca existieron o que no existieron sino en la imaginación (quizá como un proyecto literario) de los mismos escritores. J. Alazraki, que participó en el curso del mismo profesor Scholem en la Universidad de Jerusalén sobre el misticismo judío, escribe en su ensayo Borges and the Kabbalah: «The whole Zohar is full of bogus references to imaginary writings which have caused even serious students to postulate the existence of lost sources» [9] . También a Borges le llamó la atención este recurso, hecho sobre el cual testimonian muchos escritos suyos. 

La confusión a la que llevó a sus lectores Moisés de León a través de sus referencias ficticias [10] ha tenido su efecto equivalente en el caso de los lectores de Borges. Recordemos algunos ejemplos de la pseudoepigrafía presentes en Borges. Uno de los más evidentes aparece en Tres versiones de Judas, donde Borges atribuye la controvertida idea de la fusión de las figuras del mesías y del traidor Judas a Nils Runeberg, que hubiera expuesto sus intuiciones audaces en su libro Kristus och Judas y en su obra mayor Den hemilge Fräslaren. Otro ejemplo mencionado ya anteriormente en este trabajo son los libros del ficticio Herbert Quain: The God of the Labyrinth, April March, The Secret Mirror, Statements. No se puede olvidar tampoco el Volumen XI de First Ecyclopedia of Tlön, que no sólo suministra al autor una referencia apócrifa que justifica la construcción del relato, sino también, constituye el contenido mismo del relato. Si El Zohar es una transcripción de un libro antiguo del Rabi Simón ben Yohay, el relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es una transcripción de aquel tomo de la Enciclopedia del Tlön. Merece la pena añadir que la eficacia de la aplicación de este recurso tal y como lo utiliza Borges, llega a equivaler a la del maestro Moisés de León. «In this respect –ironiza J. Alzraki- we cannot help recalling that some of Borges’ naive readers have also made diligent attempts to obtain «the first detective novel to be written by a native of Bombay City», Mir Bahadur Ali’s The Approach to al-Mu’tasim whose summary Borges offers in the story» [11] .

Aparte de las razones psicológicas e históricas alegadas por G. Scholem, quizá se pueda hablar también de razones doctrinales que inspiran a los cabalistas el pavor y la aversión frente a la atribución de rasgos personales a su obra, en el sentido del reconocimiento y declaración de la paternidad literaria. Se trata de la doctrina que tanta sorpresa había causado a Borges y de la cual se habló en el comienzo de este apartado, es decir, la idea del ru’ah ha kodesh, el Espíritu Santo, como el único autor de la Escritura Sagrada. Recordemos que la cábala no tiene intención alguna de crear nueva religión o literatura. Al contrario, es un método especulativo de la interpretación profunda del texto clásico, (la Biblia) de un «canon» fijo e intachable, al igual que el mundo de los arquetipos en la visión platónica. Para el cabalista La Biblia es el «arquetipo» de toda la palabra escrita y de toda la búsqueda mística. Por lo tanto, los escritos cabalísticos, como una extensión de la Biblia, también son obra, aunque de una manera indirecta, del Espíritu Santo. Recordemos que Borges llegó a plantearse, aunque con un tono inminentemente irónico, la cuestión de haber entrado en la literatura «por obra del Espíritu Santo». Esta afinidad entre la aproximación cabalística y la de Borges lleva a dos conclusiones diferentes.

Panteísmo literario.

Primero, indica la fe en la idea de un panteísmo literario, presente en diversos escritos de Borges, como por ejemplo La flor de Coleridge (OCII pp. 17-19) o Tlön, Uqbar, Orbis Tertius [12] . Segundo, revela la astucia de los cabalistas, que supieron esconder su tendencia transgresora bajo la capa de un aparente apego absoluto a la tradición. Si la autolimitación a la tradición ortodoxa fuera sincera, realmente se limitarían a manejar los verdaderos libros bíblicos y no tendrían necesidad de inventar los apócrifos, más afines a las ideas que quieren presentar y para las cuales necesitan un apoyo clásico o, más bien, pseudoclásico. Cosa parecida sucede con Borges, quien en repetidas ocasiones confiesa descreer totalmente de la novedad literaria, quien identifica la creación literaria con la lectura, y quien, por otro lado, cita las obras que no han existido nunca, que para existir han tenido que ser inventadas por él. Así pues, la tensión entre lo tradicional y lo innovador o, en otras palabras, la existencia de lo nuevo en el corazón de lo clásico sometido a una nueva lectura, constituyen otro elemento afín entre la aproximación literaria y mística de los cabalistas y de Borges. G. Scholem menciona este fenómeno al analizar varios momentos del desarrollo del pensamiento cabalístico, uno de los cuales es la doctrina de Isaac Luria, «le système le plus influent du dernier Kabbalisme, quoique le plus difficile. Presque toutes les questions importantes et les principales thèses du système de Luria sont nouvelles, on peut même dire étonnamment nouvelles ; cependant elles furent acceptées partout comme la vrai Kabbale, c’est-à-dire comme la sagesse traditionnelle. Il n’y eut personne pour y faire objection.» [13] Del mismo modo, otro autor apócrifo de Borges, Pierre Menard, aunque parte de la base del precursor (según la terminología de H. Bloom) que, para él, es el Quijote de Cervantes, llega a la conclusión de que la nueva versión (lectura-escritura) es incomparablemente más rica que la anterior. Por eso afirma Borges que las literaturas no difieren tanto por los textos sino por la manera de ser leídas. [14] 

De este modo llegamos a la conclusión de que un recurso más, importantísimo en la aproximación literaria de Borges, que es el papel eminente del lector, también, de algún modo, se asemeja a la aproximación cabalística. Recordemos que para Borges el papel del lector llega a ser predominante en comparación con el del escritor y hasta del mismo texto, puesto que es el lector quien da la última y definitiva forma al “comunicado” es decir a la obra literaria. También el cabalista, aunque parta del “eterno comunicado” escrito por el “eterno escritor” luego no vacila en emprender su propia lectura, aparentemente sometida a la tradición pero en el fondo enormemente independiente e innovadora, por no decir transgresora, como podría parecer desde las posiciones ortodoxas.

77 significados o el emanantismo literario.

La importancia fundamental de la lectura para la especulación cabalística se revela también en la actitud frente a los acontecimientos históricos descritos en la Biblia, la cual sugiere la posibilidad de una doble lectura. Cedamos la voz una vez más al verdadero experto, G. Scholem:

            Les aspects historiques de la religion ont une signification pour le mystique principalement comme des symboles d’actes qu’il conçoit comme séparés du temps, ou qui se répètent constamment dans l’âme de tout homme. Ainsi l’exode d’Égypte, l’événement fondamental de notre histoire, ne peut pas, selon le mystique, s’être passé seulement une fois et en une seule place; il doit correspondre a un événement qui a lieu en nous mêmes, la fuite d’une Égypte intérieure dans laquelle nous sommes tous des esclaves. Ainsi conçu, l’exode d’Égypte cesse d’être l’objet de l’enseignement et acquiert la dignité d’une expérience réligieuse immédiate [15] .

No hace falta añadir que nos encontramos aquí con el recurso de la alegoría y que este recurso es uno de los fundamentales en la poética de los relatos de Borges. [16]

Sin embargo, la cuestión de la «lectura profunda» va todavía mucho más allá del concepto clásico de la alegoría. [17] La posibilidad de una lectura creativa en la visión cabalística no sólo no se limita a una sola interpretación alegórica obligatoria (como postulaba Dante) sino que asegura que cada versículo bíblico tiene 77 significados. Si tomamos en cuenta que para los hebreos la cifra 77 representa la infinidad, se entenderá mejor la convicción borgiana de que el factor determinante del carácter de una literatura es más bien la lectura que la escritura. Esta afirmación de Borges inspira a J. Alazraki la asociación de la visión borgiana de la literatura como la relectura de un texto panteísta, un texto-pleroma, un texto primordial, con la visión cabalística de la historia de la literatura propuesta por H. Bloom. [18] El concepto de layerdness o feuilleté del discurso literario sin duda es muy afín a la aproximación cabalística y, como es el caso de Bloom, brota directamente de ella. De modo que la metáfora cabalística de los 77 significados contrapuesta a la visión de dos significados postulada por Dante corresponde perfectamente al modelo propuesto por Barthes de la cebolla (onion) contrapuesto a una fruta con hueso (a kind of fruit with a kernel). El descubrimiento de la presencia de este modelo de la escritura en la obra de Borges sin duda constituye otra corroboración de que su decidida apuesta por el crecimiento y, finalmente, preponderancia del papel del lector también es un recurso de algún modo cabalístico.

La cábala y la causalidad invertida.

La idea de la inversión cronológica de la causa y efecto constituye otro elemento de la visión borgiana que también se presta a un análisis cabalístico. Según afirma Mario Satz en su introducción al Sefer ha-Bahir «La característica más relevante del Libro de la Claridad es su frecuente descontextualización de los pasajes bíblicos, rasgo de uso habitual en la Kábala pues la reversibilidad del sentido es paralela a la reversibilidad misma de la Escritura. Job explica y corrobora los infortunios de Jesús, que aún no ha nacido.» [19] Este procedimiento de la inversión cronológica no se escapa a la atención de H. Bloom, que detecta su existencia particularmente explícita en la obra de Cordovero. El crítico recuerda que, en la doctrina de Cordovero, el cuarto behinah (la emanación posterior de cada sefirah) es el aspecto que capacita a su precursor (el sefirah anterior) para emanar el siguiente sefirah. En otras palabras, una de las condiciones indispensables de la emanación y uno de los motores de ella está en el sefirah emanado y no en él que emana. He aquí la conclusión lógica a la que llega H. Bloom a raíz de esta visión de Cordovero: «This extraordinary formulation ascribes a power in the supposed cause to the supposed effect; indeed it pragmatically all but reverses cause and effect.» [20] En cuanto a la aplicación borgiana de este concepto, es posible encontrarlo tanto en su visión general de la literatura como en su transformación literaria de esta idea efectuada en los relatos fantásticos. En el ensayo Kafka y sus precursores Borges asegura que existe una analogía innegable entre la paradoja de Zenon y la obra de Kafka. De modo que «la forma de este ilustre problema [la carrera de Aquiles y la tortuga] es, exactamente, la de El castillo, y el móvil y la flecha y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura» [21] . Sin embargo, para que pudiéramos darnos cuenta de que el primer paradigma de Kafka está cifrado en la antigua paradoja del Estoico, es necesario tener el conocimiento de los dos y, al asociarlos, crear el vínculo de influencia, que, en la percepción del lector, se crea más bien en el sentido contrario a la cronología. Porque si bien es cierto que cronológicamente la influencia se extiende desde Zenón hacia Kafka, también es cierto que la lectura de Kafka, que rige la asociación con Zenón, va en la dirección opuesta, invirtiendo de este modo el proceso de la influencia. La misma regla aplica Borges a los demás «precursores» de Kafka, entre otros, a Robert Browning: «En cada uno de estos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos ; vale decir, no existiría. El poema «Fears and Scruples» de Robert Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura del poema» [22] . Así es que, a través de nuestra lectura, clasificamos y modificamos los textos anteriores, invirtiendo los zinzor (canales) en el mundo sefirótico de la literatura panteísta. Por consiguiente, en la conclusión final de este ensayo Borges afirma de una manera contundente «El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro» [23] .

Así pues, la relación primitiva bilateral (entre el autor y el lector) se convierte en un auténtico “Jardín de los senderos que se bifurcan” (relación reversible entre diversas (re)escrituras y (re)lecturas). Quizá esta visión puede llevar a una posible interpretación del relato que lleva este mismo título paralela a la sugerida por el mismo Borges, según quien el relato es una metáfora del tiempo pero que, al parecer, también podría servir como una dramatización artística del proceso de la creación literaria. Por consiguiente un texto individual, materialmente separado de los demás (recordemos que material significa artificial o incluso falso, según los criterios de este mundo especulativo e idealista) no es sino un tramo del laberinto y su existencia solo tiene sentido precisamente dentro de este laberinto. Separarlo de la totalidad sería comparable al acto de arrancar una rama de un árbol. Como una rama arrancada deja de trasmitir la savia de la cual ella misma se alimenta, se seca y desaparece, un texto recortado artificialmente de la cadena del proceso literario pierde sentido o, por lo menos, una gran parte del significado o significados, preprogramados por los textos anteriores y añadidos por las interpretaciones posteriores.

Por otro lado, según se ha mencionado antes, Borges no limita su aplicación del concepto de la causalidad invertida exclusivamente a la teoría de la literatura. Recuérdese los relatos Examen de la obra de Herbert Quain y La otra muerte en los que también aparece un juego de inversión cronológica. Como recordamos, el mismo título de la obra apócrifa, April March, del escritor ficticio Herbert Quain, constituye un juego de palabras que, de una manera ingeniosa, expone la idea de una marcha atrás (desde abril hacia marzo). Un efecto parecido está descrito en La otra muerte, donde la imaginación del protagonista, fortificada por un deseo poderoso, le permite transformar su pasado infame en un pasado heroico, acabando por trasladar su muerte a una batalla sucedida varias décadas antes. Aparte de sugerir la posibilidad de una reivindicación de la aplicación borgiana de este recurso a la influencia cabalística pero también filosófica (Platón y Bradley), este descubrimiento lleva a otra conclusión particularmente importante para una evaluación global de las influencias filosóficas y místicas en Borges. Se trata de la convicción de que contrariamente a lo que afirma Borges en algunas entrevistas su selección de las mencionadas fuentes no es puramente casual y no se rige exclusivamente por las preferencias estéticas de un literato descreído de las ideas filosóficas o religiosas. Por el contrario, al analizar su predilección de explorar en exclusiva las fuentes idealistas (budismo a través de Schopenhauer, Platón, los neoplatónicos, los gnósticos cristianos, la kábala, etc.) es posible llegar a la conclusión de que la selección de las fuentes se rige por una clara clave ideológica cuyo paradigma es una actitud antinaturalista y antimetafísica, que se manifiesta, en primer lugar, a través del rechazo de la materia y del sujeto, pero que se extiende al rechazo de cualquier ente real, bien sea material, bien sea espiritual.  

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[1] "Scholem (...) no cree que las influencias cabalísticas en Borges sean profundas. En una entrevista que mantuvimos hace unos años en Jerusalén me decía: " (Barnatán, M. R. Conocer Borges y su obra. Barcelona, Dopesa, 1978, p. 54). Todas las citas de Borges provienen de la siguiente edición: J. L. Borges, Obras completas, Emecé, Barcelona, 1997, en IV volúmenes. En las notas siguientes, para referirse a esta edición se utilizará la siguiente abreviación: OCI para el primer volumes; OCII para el segundo, etc.  

[2] En la Discusión, OCI pp. 209-212.

[3] Tesis con la que difícilmente se puede estar de acuerdo, visto el carácter por lo menos semicientífico o popularizador de muchos de sus ensayos. Por otro lado y a pesar del carácter superficial de la exposición del tema presente en este ensayo, no se puede negar el acierto con el cual (quizá sobre todo intuitivamente) Borges explora ciertos elementos pertenecientes a la cábala en la construcción de algunos relatos. Hay que decir también que su conocimiento de la cábala va en aumento a lo largo de los años de su creación literaria, debido a su continuo interés por el tema y, como afirma él mismo, gracias a las entrevistas con G. Scholem. Fruto visible de este crecimiento del conocimiento cabalístico es otro ensayo consagrado al tema: "La cábala" (en Siete noches (1980), J. L. Borges, OCIII, pp. 267-275), en el cual la exposición parece notablemente más sustentada por el conocimiento de las mencionadas fuentes básicas de la cábala e incomparablemente más matizada.

[4] Por ejemplo en sus conversaciones con R. Alifano. Véase Alifano, R.   Conversaciones con Borges.  Buenos Aires, Atlántida (Madrid, Debate, 1986), 1985, pp. 191-196.

[5] Barnatán, M. R., op. cit. p. 55. En la misma entrevista indicaba Borges también otros libros sobre la cábala, que él había leído, "a Waite, Sérouya, el artículo de la Enciclopedia Británica y a Adolphe Franck." Buscando otras referencias un poco más antiguas, se han de tener en cuenta los años españoles de Borges, en 1919, 1920 y 1923, época en que visitó frecuentemente a su maestro Rafael Cansinos Assens, el cual, por su descendencia judía y por su preocupación por el tema, le proporcionó algunos conocimientos que despertaron su curiosidad. También hay que tener en cuenta su amistad con un compañero de estudios judío del liceo de Ginebra, Maurice Abramowitz y con otro amigo judío de la época, Simón Jichilinski, citado por vez primera en su obra El otro que abre El libro de arena.

[6] Ibid. p. 56. El subrayado es mío.

[7] El Libro de la claridad, Sefer ha-Bahir (1992), Ediciones Obelisco, Barcelona, p. 6.

[8] El Zohar, El Libro del esplendor, (trad. C. Giol), Obelisco, Barcelona, 1996, p. 22. Para más detalles sobre la cuestión de la paternidad literaria del Zohar véase G. Scholem: Les grands courants de la mystique juive, Ed. Payot, Paris, 1968, (Trad. M.-M. Davy), pp. 172-220.

[9] Alazraki, J. Borges and the Kabbalah, Cambridge University Press, Melbourne, 1988, p. 28.

[10] Entre los libros inexistentes citados en El Zohar hay que enumerar por ejemplo El Libro de Adán, El Libro de Enoch, El Libro del Rey Salomón, El libro de Rav Hammuna Sava, etc. Véase J. Alazraki: Borges and the Kabbalah, op. cit. p. 28.

[11] J. Alazraki: Borges and the Kabbalah, op. cit. p. 28.

[12] Recuérdese que en el planeta Tlön no existe el concepto de plagio puesto que el sujeto de la creación es uno y eterno.

[13] Scholem, G.: Les grands courants..., op. cit. p. 34.

[14] Nota sobre (hacia) Bernard Shaw, OCII p. 125.

[15] G. Scholem.: Les grands courants..., op. cit. p. 32.

[16] Recuérdese que en la introducción al relato El Sur el mismo autor sugiere la posibilidad de una lectura alegórica. Muchos de los relatos aparentemente localistas en el fondo son representaciones alegóricas de la ideas filosóficas favoritas de Borges.

[17] Según Dante (Vita Nuova) la lectura alegórica es única, hay que descubrirla tal y como la había cifrado el autor, sin que el lector tuviera la mínima libertad de interpretación o de una lectura creativa.

[18] También R. Barthes propone una visión semejante de una obra literaria: ‘The problem of style can only be treated by reference to what I shall refer to as layerdness (feuilleté) of the discourse.’ Citado por Alazraki, J. Borges and the Kabbalah , op. cit. p. 8.

[19] Sefer ha-Bahir, El Zohar, Obelisco, Barcelona, 1996, op. cit. p. 9. En el mismo lugar M. Satz alega la siguiente cita del libro de Graves y Patai: Los Mitos Hebreos, (Buenos Aires, 1969): “Adán ve a todas las futuras generaciones de la humanidad colgando de su cuerpo gigantesco; Isaac estudia la Ley Mosaica (revelada diez generaciones después) en la academia de Sem, quien vivió diez generaciones antes que él. En realidad, en el protagonista del mito hebreo no sólo influyen profundamente los hechos, palabras y pensamientos de sus antepasados, y se da cuenta de su profundo efecto en el destino de sus descendientes, sino que influyen en él tanto el comportamiento de sus herederos como el de sus ancestros.” (Ibid. pp. 9-10)

[20] H. Bloom, BLOOM, H. Kabbalah and Criticism, The Seabury Press, New York, 1975, p. 69. Para corroborar su tesis H. Bloom aporta en el mismo lugar una cita de G. Scholem referente a la imagen de los canales (channels – zinzor) de influencia de los diferentes sefirot. Lo sorprendente es que la influencia que se desarrolla entre diferentes sefirot no es idéntica a la dirección de la emanación: “Such channels are paths of reciprocal influence between different sefirot. This process is not a one-way influx from cause to effect; it also operates from effect to cause.” (Citado por H. Bloom, ibid. p. 70)

[21] En Otras Inquisiciones, OCII p. 88.

[22] Ibid. p. 89.

[23] Ibid. pp. 89-90.

Fuente: Hottopos

William Gibson: Una invitación (Introducción a "Labyrinths" de J. L. Borges)

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Leí por primera vez Labyrinths de Jorge Luis Borges en una butaca tapizada de un brocado suave, verde lechuga, estampada con hojas que no eran ellas mismas distintas a la lechuga, aunque también fueran como nubes, o tal vez conejos. La recuerdo como un ambiente en y de sí mismo, habiéndola conocido desde mi primera infancia. Era el único lugar más o menos seguro en una habitación que recuerdo como ominosamente formal y adulta, una habitación dominada por grandes muebles oscuros que pertenecían a la familia de mi madre. Uno de ésos era un escritorio demasiado alto, con una estantería encima que tenía dos puertas largas y sólidas y la débil reputación de haber pertenecido al héroe revolucionario Francis Marion. Sus cajones inferiores olían espantosa y químicamente a tiempo, y dentro de ellos había, plegados, unos rollos de papel con los muertos del condado en la Gran Guerra.

Ahora sé que yo creía, sin querer admitirlo demasiado, que ese escritorio estaba embrujado.

Descubrí a Borges en una de las más liberales antologías de ciencia ficción, que había incluido su cuento “Las ruinas circulares”. Eso me intrigó lo suficiente y busqué Labyrinths, que, imagino, debió haber sido bastante difícil de encontrar, aunque ya no recuerdo esas dificultades. Recuerdo, sin embargo, la sensación, a la vez compleja y, de forma misteriosa, simple, producida por mi primera lectura de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, sentado en aquella butaca verde.





Si el concepto de software hubiera estado a mi alcance, imagino que me habría sentido como si estuviera instalando algo que aumentara de manera exponencial lo que un día se llamaría ancho de banda, aunque ancho de banda de qué me era imposible saberlo. Esta sublime y cósmicamente cómica fábula sobre información pura (id est, lo ficticio puro) que gradual e implacable se infiltra en lo cotidiano hasta consumirlo, abrió algo que nunca ha sido cerrado dentro de mí.

O sin mí, tal vez, como entendí hambriento y deleitado, mientras los borgianos corredores de espejos se abrían a mi alrededor en todas direcciones. Décadas más tarde, ahora, entiendo la palabra meme, hasta donde puedo entenderla, en términos del mensaje viral de Tlön, su vector inicial, unas pocas páginas misteriosamente sobrantes en un volumen por demás ordinario en apariencia de una enciclopedia para nada estelar.

Las obras que recordamos toda la vida haber leído por primera vez son verdaderos hitos, pero Labyrinths fue uno profundamente singular, para mí, y creo que lo sabía entonces, en mi primera adolescencia. Me fue demostrado esa tarde. Probado. Porque, al tiempo en que había terminado con “Tlön” (aunque uno nunca termina con “Tlön”, ni, de hecho, con ningún cuento de Borges) y había atravesado “El jardín de senderos que se bifurcan” y me había maravillado, con los ojos saltados, con “Pierre Menard, autor del Quijote”, descubrí que había dejado de temer cualquier influencia que pudiera habitar en el imponente escritorio de Francis Marion.

Borges, esta voz elegante y misteriosa, a quien desde el primer instante había aceptado como el más bienvenido de los tíos; este habitante de un lugar mítico llamado Buenos Aires, había de algún modo disuelto en gran parte mi superstición infantil. Había estirado paradigmas básicos tan sin esfuerzo, parecía, como otro caballero podría inclinar su sombrero y guiñar, y yo había sentido una cierta crudeza, una cierta necedad caer.

Me senté, cambiado, en la silla verde, y contemplé un mundo distinto, uno cuyos apuntalamientos me habían sido revelados de una vez infinitamente más misteriosos e interesantes de lo que había podido imaginar.

Cuando dejé esa habitación, me llevé a Borges conmigo, y mi vida ha sido mejor por eso, mucho mejor.

Si aún no has conocido al caballero, sólo puedo urgirte a que lo hagas. Con humildad, no puedo tener otra función, aquí al frente de esta ahora venerable colección de ficciones incomparables, que actuar, breve por piedad, como una suerte de mayordomo. No soy un erudito en Borges, ni, en verdad, ningún tipo de erudito, pero estoy honrado (aunque también avergonzado, sintiéndome indigno) de invitarte.

Por favor.

Muchas tardes, décadas, después de mi propia introducción a Borges, me encontré en Barcelona, a fines de un diciembre, en un festival que celebraba su vida y su obra. Los eventos del festival tenían como escenario una enorme fortaleza o castillo reutilizado, una estructura que imaginé había descansado polvorienta y silenciosa durante los años que parecieron siglos de mando terrible de Francisco Franco, pero que ahora, gracias al confiado y enérgico resurgimiento de la cultura catalana y a las enormes sumas de capital de la Unión Europea, zumbaba y brillaba como el tubo de una aspiradora dentro de un relicario del siglo XIII.

Una tarde, solo, me fui a la busca de una rumoreada muestra de manuscritos y otra miscelánea borgiana, en un hall de un piso superior. Encontrando esto, descubrí que esos objetos eran mostrados tras un vidrio, pero un vidrio tratado de tal forma que se acercara al efecto del comienzo de su glaucoma. Estas reliquias eran visibles sólo estrechamente, y en una forma que imponía una danza dolorosa y molesta en la cabeza si se debían estudiar de cerca. Recuerdo la peculiar, infantil pendiente, de izquierda a derecha, de su letra en una página manuscrita, y la delicadeza de una miniatura laqueada en rojo de una jaula de pájaros china, regalo de un poeta amigo.

Salí caminando, entonces, después de haber sido invitado para encontrarme más tarde en un bar en La Rambla con Alberto Manguel, la única persona a mi alcance que había conocido a Borges. Manguel, cuando lo había visto por primera vez, una década antes, me dijo que él mismo había hablado con un hombre que había conocido a Franz Kafka. ¿Y qué tenía para decir esa persona de Kafka?, pregunté. Que Kafka, me había contado Manguel, sabía todo lo que se podía saber sobre el café. Pero no pude recordar entonces si Manguel tenía alguna información de ese tipo para compartir sobre Borges, y me propuse preguntarle cuando nos viéramos.

Caminando a través de la Plaça Catalunya descubrí un reciente monumento a una figura catalana, mártir de la guerra civil. Este monumento era grave y terrible, chocante. Un vuelo monolítico de escaleras de granito inclinadas de manera poco natural, imposible, hacia delante sobre sí mismas, sobre la horizontal. Una negación de lo que las escaleras y el vuelo y una vida son aspiración. Me paré cerca, temblando, para intentar descifrar la inscripción. Sin poder hacerlo, caminé hacia La Rambla. Allí me encontré con Manguel y sus amigos. Y en el curso de una discusión sobre su nueva posición en el país, en Francia, olvidé hablarle de Borges.


Unos días después, en mi casa en Vancouver, me senté a la computadora y vi la transmisión en vivo de una cámara de video puesta en algún sitio alto de un edificio, con vista a la Plaça Catalunya. Y en mi pantalla estaba ese terrible monumento, las escaleras de granito, rotadas de manera imposible, mudo símbolo de negación.

Y parado a su lado había un hombre vestido con un abrigo marrón, no muy distinto al que yo había usado cuando intentaba descifrar la inscripción.

Me estimulaban, en ese momento, tecnologías que Borges, nuestro tío heresiarca, con sus doctrinas del tiempo circular, sus tigres invisibles, sus paradojas, sus cuchilleros y espejos y ocasos, no había necesitado. Y en ese momento, como sabrás pronto si sos lo suficientemente venturoso como para ignorar la extrañeza de nuestro encuentro aquí y entrar a lo que te espera, supe, una vez más, que estaba en el laberinto.


Traducción Francisco Alvez Francese [FB]
Jorge Luis Borges: Labyrinths Selected Stories Other Writings
Donald A. Yates (Editor), James E. Irby (Editor),
William Gibson (Introduction), André Maurois (Contributor)
New Directions, 2007

Fuente: Borges Todo el Año

Fotos
William Gibson por Frederic Poirot
taken during the Spook Country promotional tour in San Francisco, California, 2007
Monumento a Francesc Macià, Barcelona, España
Foto original color de Caio Graco Machado


Nota de Oye Borges

William Ford Gibson III, (Conway, Carolina del Sur; 17 de marzo de 1948) es un escritor de ciencia ficción estadounidense-canadiense, considerado el padre del cyberpunk.

Gibson es conocido sobre todo por su novela Neuromante (1984), precursora del género cyberpunk y ganadora de los premios Hugo y Nébula. También es el popularizador del término ciberespacio para denominar el espacio virtual creado por las redes informáticas. Junto con sus continuaciones Conde Cero (1986) y Mona Lisa acelerada (1988) forman lo que se ha denominado la Trilogía del Sprawl (o del ensanche).

La palabra de Borges, en China

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 Primera traducción a esa lengua de los diálogos con Osvaldo Ferrari. Editadas por primera vez en 1986, estas famosas conversaciones se convirtieron con el paso del tiempo en ineludible referencia cultural.


Uno de los libros fundamentales para conocer más cabalmente la obra de Jorge Luis Borges, sus “Diálogos” con el escritor Osvaldo Ferrari, acaba de publicarse en su primera traducción al chino. Aquellas conversaciones se difundieron originalmente en Radio Municipal (la recordada LS10, cuya llegada era muy importante en los 80), y tuvieron una primera difusión gráfica en el diario “Tiempo Argentino” de aquellos años. Más tarde, se editaron en libros de enorme éxito con los títulos de “Borges en Diálogo” (1985), “Libro de Diálogos” (1986) y “Diálogos últimos” (1987), y posteriormente hubo un cuarto, “Reencuentro”, que recogía todos los inéditos que no habían sido difundidos por radio ni publicados en diario.

“El primer editor fue Grijalbo”, recuerda Ferrari, también poeta y periodista, en diálogo con este diario. “Ya el segundo título tuvo un prólogo, muy sentido, del propio Borges. En 1998, Sudamericana los reeditó en dos volúmenes, de 45 diálogos cada uno, y al año siguiente, que coincidía con el centenario de Borges, apareció el volumen de inéditos, que tiene 28 diálogos”. Acerca de la publicación reciente en la China, Ferrari recuerda: “Estos diálogos, que fueron siempre fuente en Congresos, Universidades y otros centros de estudio, aparecieron rápidamente traducidos al italiano (Bompiani los reedita regularmente en un cofrecito de cuatro libros), francés (en la Suiza francesa son un best seller permanente), alemán, portugués, polaco y ruso.

En inglés, curiosamente, su traducción fue tardía: recién aparecieron en 2014 con el sello de una editorial con base en Calcuta, y sedes en Londres y Nueva York. Justamente, la aparición en inglés, que fue comentada por la New York Review of Books, que reprodujo además un diálogo completo, produjo que llegara a la China, país que desde entonces se propuso traducirlos. Y lo ha hecho bien, es decir, en una versión directa del español al chino, y no a través de la versión inglesa. Borges mismo me había dicho, en una de las conversaciones poco antes de morir, que uno de sus sueños era conocer China y la India”.

Si bien Borges ha escrito y disertado sobre varios de los tópicos que trata con Ferrari, en estos diálogos también aborda temas que nunca en su vida había hablado en público. “La consigna que teníamos”, recuerda el autor a este diario “era que yo no le hablara de antemano sobre cuál sería el tema de ese día. Sólo al encender el grabador lo sabía, de forma tal que todo fuera espontáneo. Él se abrió conmigo, se mostró tal cual era, hizo confidencias muy valiosas. Recuerdo ahora que en única oportunidad me pidió hablar de un tema específico, ya que siempre era yo quien se lo proponía. Esa vez me dijo, ‘Ferrari, hablemos un momento de una hazaña del hombre que hoy está casi olvidada, y fue una de las cosas más grandes que hizo el hombre, la llegada a la Luna”.

Ferrari prefiere evitar, a esta altura, referirse al problema judicial que le dio una involuntaria notoriedad durante años. Pocos meses después de la muerte de Borges (la edición original de los Diálogos se inició con él en vida, y concluyó después de su fallecimiento), María Kodama le hizo un juicio en el cual quería declarar nula la cesión de derechos que su esposo le había hecho en vida a Ferrari. El caso duró una década, y terminó en la Corte Suprema, que falló en favor de Ferrari.

Los tigres, los laberintos y las armas; la identidad de los argentinos; la literatura, el amor; el grupo Florida, el grupo Boedo y la revista Sur; la mitologías y el budismo; el humor; Estados Unidos, Quevedo, Macedonio Fernández, Victoria Ocampo y Edgar Allan Poe; la causalidad; el desierto; la luna y la política son algunos de los asuntos con los que Borges dialogó con su entrevistador: “Como todos mis libros, acaso como todos los libros, éste se escribió solo. Ferrari y yo procuramos que nuestras palabras fluyeran, a través de nosotros o quizá a pesar de nosotros”.
Fuente: Ámbito Financiero.

Fuente: Canal 13 San Juan

Borges, en Boedo. Los años más grises, los más luminosos

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Con 37 años y diez libros publicados, Jorge Luis Borges comenzó a trabajar en la Biblioteca Municipal Miguel Cané como auxiliar primero, en 1937. La ficha del Registro Personal de la Administración, que lleva su firma con letra minúscula, consigna “Sí” en el ítem “Lee y escribe”. También, que el nuevo empleado sabe inglés, francés y alemán. El italiano lo aprendió durante los viajes en un tranvía “atestado” desde la avenida Las Heras hasta Boedo, leyendo una edición bilingüe inglés-italiano de la Divina comedia. En esos nueve años, hasta que renunció en 1946, Borges escribió los cuentos de Ficciones, esos que lo convirtieron en una figura mayor de la literatura del siglo XX.

“En el trabajo, los demás no se interesaban sino por las carreras de caballos, los partidos de fútbol y los chistes obscenos. Irónicamente, por ese entonces, yo era un escritor conocido, excepto en la biblioteca. Recuerdo una oportunidad en que un compañero señaló en una enciclopedia el nombre de un tal Jorge Luis Borges, hecho que lo dejó asombrado al comprobar la coincidencia de nuestros nombres y fechas de nacimiento”, cuenta en su autobiografía.

Borges trabajó en la Biblioteca Cané hasta 1946 cuando renunció porque decidieron “ascenderlo” a “inspector de aves de corral” (cargo del que no quedó registro).

Aunque recordaba ese período con ciertas ambigüedades (en la autobiografía lo definió como de “profunda infelicidad”, pero en una entrevista con el español Joaquín Soler Serrano dijo que tenía una “deuda de gratitud” con la biblioteca), lo cierto es que en esos años nació el verdadero cuentista. El puesto le permitía leer en soledad y pergeñar el maravilloso universo de sus ficciones. En esa época escribió “Pierre Menard, autor del Quijote” y “La biblioteca de Babel”.

Pero el Borges que aparecía en la enciclopedia (y que sus compañeros municipales no conocían) ya había publicado tres libros de poemas (Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín), cinco de ensayo (Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, Discusión y el breve “Las Kenningar”), uno de relatos (Historia universal de la infamia), además de la biografía de Evaristo Carriego.

Ahora, la Dirección General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura del ministerio de Cultura porteño rinde homenaje a Borges con una muestra permanente en la biblioteca de Boedo, que reabre el jueves 8 luego de seis meses de obra. El edificio de dos plantas, ubicado en Carlos Calvo 4319, fue sede central de las bibliotecas municipales. Su acervo bibliográfico está integrado por más de 32 mil volúmenes.

La refacción permitió incorporar una sala de literatura infantil y una audiovisual, un auditorio, 50 puestos de lectura, ocho computadoras de consulta pública y las salas Borges Lector, Borges Autor y El cuarto de Borges. Se conservó, afortunadamente, el mobiliario de madera original (bibliotecas, escritorios, ficheros) y se rescató una guillotina de hierro, con la que se cortaba el papel para las fichas, y un montacargas que conecta con el depósito del subsuelo.

Atraídos por conocer el lugar de trabajo de Borges durante sus años de invención más intensa, la Biblioteca Cané fue visitada por los premios Nobel Mario Vargas Llosa y Orhan Pamuk, además de Julian Barnes, Paul Auster y Fernando Savater. La inauguración del espacio permanente, con curaduría de Pablo Gianera, le dará formalidad a las visitas de vecinos y turistas, ya que a partir de este mes habrá visitas guiadas y charlas. Como adelantó a la nacion Javier Martínez, director de la red de bibliotecas públicas porteñas, el proyecto se basa en tres ejes: la relación académica con instituciones internacionales, un programa de actividades gratuitas para todo público y recorridos para extranjeros.

“Es muy importante rescatar el patrimonio cultural de la vida de Borges, uno de los máximos exponentes de nuestra cultura a nivel mundial. Hacer del homenaje y revisión de su vida un espacio vivo, gestante de futuro y cultura para vecinos y quienes nos visitan, es fundamental para nuestra visión de ciudad”, declaró el ministro de Cultura porteño Enrique Avogadro, quien participará del acto inaugural el jueves, a las 14.30, junto con Martínez y María Kodama.

Madrina del espacio Borges, Kodama aportó fotos del libro Atlas, que se exhiben en la planta baja, y un testimonio con anécdotas de aquellos años, que se proyectará en la sala audiovisual. “Su tarea era hacer fichas de libros. Borges trabajaba seriamente y completaba muchas fichas por día. Un día uno de sus compañeros le dijo que no hiciera tantas. ‘No podés trabajar así porque nos va a hundir a todos. Tenés que hacer menos fichas’. Entonces, cuando terminaba de catalogar, Borges subía a la terraza a escribir. Allí escribió ‘Las ruinas circulares’”, cuenta Kodama en el video. Y recuerda que leyó el cuento a los diez años y que la asombró la frase “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. “No sabía quién era el autor. Era un libro para adultos que yo sacaba de arriba de la biblioteca cuando mi abuela dormía la siesta. Quedé fascinada. Mucho tiempo después, Borges me contó que escribió el cuento en una semana y que nunca más pudo escribir algo con ese nivel de intensidad”.

Gran parte de los magistrales relatos de Borges que cambiaron la literatura del siglo XX fueron escritos en esa época. “Lo más importante es que en esos años nace Borges como escritor de ficción. De esos años provienen, entre otros, ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, ‘La biblioteca de Babel’, ‘La muerte y la brújula’, cuentos que integrarán Ficciones”, se lee en la cronología. Ese libro, que reúne los cuentos de “El jardín de senderos que se bifurcan” y “Artificios”, se publicó en 1944; Borges todavía era auxiliar de la biblioteca.

A diferencia de su período en la Biblioteca Nacional, cuando fue retratado por Sara Facio, no quedaron registros fotográficos de su paso por la Cané. Es por eso que las fotos seleccionadas para la exhibición son las que le tomó posteriormente Facio.

En la sala Borges Autor se exhiben ejemplares de la revista Sur: entre ellos, el n°56 (de mayo de 1939), con la primera publicación de “Pierre Menard, autor del Quijote”, y el n°59 (de agosto de 1939) con “La biblioteca total”, ensayo que originó “La biblioteca de Babel”. También, primeras ediciones que pertenecen al fondo de la red de bibliotecas públicas porteñas: Historia universal de la infamia, El jardín de senderos que se bifurcan y Seis problemas para don Isidro Parodi, de H. Bustos Domecq (seudónimo de Borges y Adolfo Bioy Casares).

En la sala Borges Lector se muestran los títulos que mandó a comprar para la biblioteca (Anatomía de la melancolía, de Robert Burton, y The Journal of a Tour to the Hebrides with Samuel Johnson, de James Boswell) y los que leyó allí en sus horas libres, como Historia de la República Argentina, de Vicente Fidel López.

En el cuarto que recrea su lugar de lectura y escritura hay un escritorio y una lámpara; en esa sala se escucha, en loop, el sonido de una estilográfica al escribir sobre el papel. En una vitrina se destaca la ficha municipal con el legajo número 57.323.

En 1946, con el ascenso de Juan Domingo Perón, termina su etapa en la Cané. En “Las memorias de Borges” cuenta: “Se me honró con la noticia de que había sido ‘ascendido’, fuera de la biblioteca, a la inspección de aves y conejos en los mercados públicos. Me presenté a la Municipalidad a fin de averiguar qué había ocurrido. ‘Vea usted –dije– resulta más bien extraño que entre tantos empleados como hay en la biblioteca haya sido precisamente yo el elegido para este puesto’. ‘Bien –respondió el empleado–, usted estaba de parte de los Aliados, ¿qué esperaba?’. Su argumento no admitía réplica alguna; al día siguiente presenté mi renuncia”.

Fuente: La Nación, Natalia Blanc


Fuente: Diario de Cultura

BORGES Y SCHOPENHAUER

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Una interpretación apresurada del escepticismo filosófico lo reduciría a una actitud inocua frente al conocimiento. Sin embargo, la lectura de Jorge Luis Borges nos induce a pensar que lo más valioso del escepticismo es la prudencia de no sostener una respuesta definitiva ante las grandes cuestiones humanas, a modo de un saludable antídoto contra el fundamentalismo.

En el caso de la interpretación literaria, se ha supuesto durante mucho tiempo, y aún sigue siendo un preconcepto muy arraigado, que un texto sustenta “una posición”, o que encierra “un significado”,  o lo que es más grave, que debe tenerlos. La historia de la ciencia en general y de los estudios literarios en particular demuestra que durante el influjo del positivismo existió una gran preocupación por establecer métodos que garanticen seguridad a quienes los aplicaran diligentemente. Los primeros movimientos históricos de vanguardia a inicios del siglo XX colocaron en entredicho los presupuestos de la modernidad (la razón, el progreso, la idea de sujeto cartesiano, etc.) entre los cuales la determinación de un sentido fijo sobre el texto literario es problematizada al extremo de que se dificultaba hallar el tema, el mensaje, el argumento, la postura o identificar el género de alguna obra vanguardista. La erudición de los artistas vanguardistas se alimentó de la tradición humanística europea que hacia mediados y fines del XIX se debatía a favor del racionalismo francés y abandonaba progresivamente los fundamentos de la filosofía alemana, que en diversos modos se sentía la legítima heredera del pensamiento griego. En cierto modo, el giro vanguardista es una consecuencia no prevista del racionalismo francés dispuesto a cuestionar cuanto saber le saliera al frente, aunque solo fuera para perpetuar un nuevo modo de entender la realidad. No obstante, Schopenhauer y Nietzsche mostraron una gran apertura hacia la filosofía y letras francesas e inglesas.

La obra de Borges está atravesada por múltiples referencias intertextuales a la historia, religión, literatura y filosofía, donde el pensamiento de Schopenhauer reviste singular importancia en lo concerniente a la supremacía de la voluntad sobre la razón. En El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer sostuvo que la razón estaba sujeta a la voluntad, por lo cual la elaboración de argumentos a favor de una tesis no hace más que demostrar cuan comprometida está una causa con nuestra representación de la realidad, más que aportar razones que demuestren la verdad o falsedad de una proposición. Schopenhauer reflexiona en torno a lo que considera es una escisión entre la voluntad y la representación. Diría que así como hay quienes piensan que la salvación es intelectual (se salva el que conoce), otros consideran que la salvación es estética (el que crea belleza se salva).

El mundo como representación es una ilusión, señala Schopenhauer, por lo cual consideraba que no tenemos un conocimiento racional de la realidad en sí mismas, sino que está intermediado por nuestras representaciones. Si llevamos esta afirmación al terreno de la creación y la crítica literaria, tenemos que leer es hacer frente a una alteridad, que no solo es interpelada por nosotros sino que también nos interpela. Una lectura literal no tiene cabida salvo en un horizonte fundamentalista donde prevalezca la demanda por hallar el sentido último del texto. En tal sentido, la obra de Borges constantemente nos invita a reflexión sobre el arte de la lectura en relación a la no resolución final de un tema y en su lugar, admitir la perplejidad y el escepticismo.

¿Qué le interesó a Borges de Schopenhauer? Esto lo podemos apreciar en el cuento “Guayaquil”, incluido en el libro El informe de Brodie. Este relato propone una valoración de la historia como ilusión y pone de relieve la primacía de la voluntad de un modo similar al cuento “Tema del traidor y del héroe”, en el cual se concluye que la historia es una forma más de literatura y que ambas tienen como sustrato común la ficción, pues del mismo modo en que un historiador escribe la historia con arreglo a sus intereses, un biógrafo hace lo propio con los personajes que le son gratos o nefastos.

Descorrer la biblioteca de un escritor es una forma de lectura intertextual que requiere salir temporalmente del texto para explorar sus vínculos con otras lecturas y luego volver provisto de un panorama más amplio. Borges no leyó a Schopenhauer aisladamente sino dentro de una totalidad de pensadores que configuraron su narrativa, razón por la cual la obra del escritor argentino merece ser confrontada con el universo de sus lecturas.

“Guayaquil” narra el encuentro contemporáneo entre dos historiadores interesados en la entrevista que sostuvieron Simón Bolívar y José de San Martín en la ciudad de Guayaquil, a partir del descubrimiento de unas cartas de Bolívar que revelarían datos sobre dicha reunión. La trama se enmarca en la versión de Bartolomé Mitre cuya  Historia de San Martín y la emancipación sudamericana señala que el general argentino declinó continuar la empresa libertadora luego de la reunión en Guayaquil debido a que lo animaban ideales más grandes que la manifiesta ambición de Bolívar, de tal modo que en la declinación de San Martín, Mitre observa una renuncia abnegada que daría de su grandeza moral. El cuento enfoca la confrontación entre dos historiadores argentinos, quienes desean acceder a un preciado documento que esclarecería el misterio de la histórica entrevista entre los libertadores, conflicto que actualiza lo sucedido entre Bolívar y San Martín. También se recrea la idea de la recurrencia cíclica en la historia a través de los motivos en conflicto: la ambición desmedida vs. la renuncia desinteresada. Tatiana Bubnova sostiene que este relato formula una interpretación que lleva a Borges a participar de un debate histórico acerca de la identidad argentina, sugiriendo que la identidad es un discurso reelaborable a partir de otros discursos sociales, entre los cuales destaca el literario.


Una referencia del narrador-personaje, uno de los historiadores en pugna por las cartas de Bolívar, acerca de un tal doctor Avellanos, de José Korzeniovski, historiador de una república del Caribe, nos remite en seguida a la novela Nostromo de Joseph Conrad. El doctor José Avellanos es un personaje de esta novela ambientada en la ficticia república de Costaguana en cuya capital Sulaco, sumida en una revolución, se urden intrigas por el poder y se anticipa una inminente división del territorio. El origen del conflicto es la posesión de unas minas, la lucha por los trofeos de la nación y la riqueza de nuevas repúblicas en formación. Edward Said, cuya tesis doctoral dedicó a la obra de Joseph Conrad, afirma que en Nostromo, el novelista inglés aludió a Simón Bolívar y que tanto en esta novela como en El corazón de las tinieblas, se representa la pura voluntad schopenhaueriana. Said anota en su estudio que Conrad fue un denodado lector de Flaubert y Schopenhauer, y coloca a Conrad como el mayor crítico del imperialismo a la vez que progresista y reaccionario.

Una muestra de la presencia de Schopenhauer en Borges es que ambos desconfiaban profundamente de la historia (aquel es mencionado brevísimamente en “Guayaquil” como un escéptico ante la historia) y la convicción de que si alguien se impone a otro no sería tanto por los argumentos (intelecto) como por su voluntad. Para Schopenhauer las reflexiones de la voluntad sobre el futuro no son acciones, solo existe decisión a partir de la acción, pues un acto de voluntad es un acto del cuerpo. De acuerdo a esto, lo que estuvo en juego en la entrevista de Guayaquil y en el encuentro entre los historiadores fue la confrontación de voluntades que definen dos modos distintos primero, de ser (la identidad), y segundo de entender esa identidad en su curso histórico: «Dos hombres se enfrentaron en Guayaquil; si uno se impuso, fue por su mayor voluntad, no por juegos dialécticos. Como usted ve, no he olvidado a mi Schopenhauer», dice Zimmerman. Y más adelante: Nuestro maestro, nuestro común maestro, conjeturaba que ningún acto es involuntario. Si usted se queda en esta casa, en esta airosa casa patricia, es porque íntimamente quiere quedarse. Acato y agradezco su voluntad». Es muy significativo que el historiador que termina imponiéndose sea Zimmerman quien «lleva la historia en la sangre», a quien según su adversario solo «le basta oír con atención esa voz recóndita», lo cual este lamenta pues a él solo le queda examinar documentos; es decir, ambos ponen en escena la confrontación entre voluntad e intelecto, reflexión a la cual Schopenhauer dedicó una vida entera.

Fuente: Náufrago digital

Los diez mejores cuentos de Jorge Luis Borges

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Sus fantasías y sueños, el encierro, los sótanos y las bibliotecas son solo algunos de los temas que obsesionaron al escritor argentino

Por Santiago Llach

Jorge Luis Borges fue, como dice Beatriz Sarlo, un escritor en las orillas: en las orillas del Río de la Plata, en las orillas de Occidente y también en las orillas de las páginas. Como un copista medieval, anotó y reversionó historias e ideas tomadas de otros. Nunca escribió un texto de ficción de más de veinte páginas; sus narraciones son resúmenes de una fuerza sintética increíble, que disparan al lector a la historia de la filosofía y a la filosofía de los asesinos, a visiones poéticas del universo y a la empatía emocional con este hombre que encontró en sus fallas (la torpeza social, la ceguera, la tendencia a la fantasía) su poder expresivo.

El inmortal (1947)

Un legionario romano (desertor, una figura que se repite en los cuentos de Borges) busca y encuentra un río que le da la inmortalidad, y después de dos mil años, cansado de ser inmortal, toma agua de otro río que le devuelve la mortalidad. En el medio se encuentra con un troglodita analfabeto que resulta ser el inmortal Homero, que con el paso de los siglos se había olvidado de que era el autor de La Odisea.

En el relato del legionario, sus recuerdos se confunden con los de Homero: "Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos". El inmortal es -como casi todos los cuentos de Borges- una reflexión conmovedora sobre el paso del tiempo, sobre esa relación de amor a distancia que es la lectura y sobre la contradictoria construcción de la identidad personal.

El Aleph (1945)

Un escritor llamado Borges ironiza interiormente sobre otro, y este lo humilla triplemente: le gana un concurso literario, le hace saber que se acostaba con su amada Beatriz Viterbo y le muestra un mecanismo (el Aleph) mediante el cual puede verse todo el universo al mismo tiempo.

Repleto de referencias a la gran obra de Dante, es una especie de resumen de la Divina Comedia. Tiene momentos de sainete criollo ("Tarumba habrás quedado, che Borges", se burla el otro) y una enumeración caótica de su visión del universo que deja a Borges, pero también al lector, lleno de "infinita veneración, infinita lástima". Es probable que Borges se haya basado en su amor desdichado con Estela Canto, en una escena en una fiesta en la cual su rival literario Oliverio Girondo sedujo a Norah Lange, la mujer con la que Borges había ido al evento, y en su derrota en el Premio Municipal de Literatura de 1941.

Hombre de la esquina rosada (1927-1935)/ Historia de Rosendo Juárez (1970)

En la serie de cuentos de gauchos y cuchilleros que escribió a lo largo de su vida, Borges narró sintéticamente el siglo XIX argentino. Hombre de la esquina rosada es un policial que transcurre en lo que hoy es Palermo Hollywood, entonces un suburbio violento, en el que el asesino es el narrador, un aprendiz de compadrito azorado por la deserción del jefe de su pandilla. Un gran atractivo de la obra de Borges es cómo sus temas y sus estructuras se repiten a lo largo de su vida, como si siempre -fiel a su visión de que crear se parecía tanto a copiar como a inventar- contara lo mismo con variaciones.

Es el caso de Historia de Rosendo Juárez, en la que el compadrito desertor, décadas después, explica por qué renunció a la vida violenta cuando fue desafiado: "En ese botarate provocador me vi como un espejo y me dio vergüenza".

Las ruinas circulares (1940)

Un hombre en un claro en la selva sueña a otro, y al final se da cuenta de que él también ha sido soñado. Borges se basó seguramente en una idea de David Hume que -siempre sembrando pistas- se ocupó de citar en un ensayo: "El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente".

Las ruinas… es también un cuento sobre la esterilidad y la paternidad, sobre la fecundidad del arte como un paralelo de la reproducción. La figura de un hombre solipsista, encerrada en su mente, sus fantasías y sus sueños, se repite en varios cuentos de Borges: los hay encerrados en celdas (El milagro secreto, La escritura del dios, Deutsches Requiem), bibliotecas (La Biblioteca de Babel), sótanos (El Aleph). Los objetos circulares (la luna, las monedas, estas ruinas) obsesionaban a Borges, que veía en ellos una metáfora de la circularidad del tiempo y del sentido ("la cifra que falta"), siempre difícil de alcanzar.

El fin (1944)

El gaucho negro al que Martín Fierro venció en una payada y a cuyo hermano mató en un duelo espera pacientemente a Fierro, durante años, en una pulpería perdida en la Pampa. Cuando llega, se trenzan y el negro mata a Fierro. Borges, un agudo lector de estructuras para quien la literatura eran siempre covers de historias ya contadas, imagina esta breve y genial continuación del Martín Fierro.

Como casi todos los cuentos de Borges, tiene la estructura de un duelo entre dos hombres en el curso del cual uno de ellos comprende su destino y encuentra su identidad, y a veces -como ocurre por ejemplo aquí y en El Aleph– se convierte en el otro. El negro, "una vez cumplida su tarea de justiciero (…), era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre". Es decir, el Martín Fierro empieza otra vez, con un gaucho asesino, prófugo de la ley, que probablemente atravesará la frontera y se irá con los indios. Casi ningún personaje de Borges, tanto los intelectuales como los violentos, ama ni trabaja (o lo hace fuera de la ley o es una especie de ñoqui). Muchos de ellos encuentran su identidad cuando cruzan una frontera.

Funes el memorioso (1942)

Otra vez un Borges convertido en personaje descubre que un gaucho uruguayo tiene una memoria perfecta, se acuerda de todo. Paradójicamente, eso no es tanto una virtud como un problema. Como ve en cada objeto todos los detalles y toda su historia, pensar y abstraer se le torna difícil. La condición para pensar y también para narrar, sugiere Borges, es el olvido (uno de sus temas favoritos).

Así como los inmortales de El inmortal eran bárbaros analfabetos, casi subhumanos, con Funes pasa algo parecido. Borges escribió que este cuento era una metáfora del insomnio. Es posible imaginar que Funes, como casi todos sus personajes, es una proyección de sí mismo: un nerd con una enorme capacidad intelectual pero un poco disfuncional.

La memoria de Shakespeare (1983)

Un especialista en Shakespeare recibe el don fantástico de tener la memoria, los recuerdos de William Shakespeare. Igual que la inmortalidad y la memoria perfecta en los cuentos ya citados, al especialista el don le resulta inútil, tanto que decide cederla. Es conmovedor que este sea el último cuento de Borges, dictado desde su ceguera. En él, se despide de su querida sangre sajona (su abuela era inglesa) y con toda humildad se pone en la piel de su amado Will. "El azar o el destino dieron a Shakespeare las triviales cosas terribles que todo hombre conoce; él supo transmutarlas en fábulas, en personajes mucho más vívidos que el hombre gris que los soñó, en versos que no dejarán caer las generaciones, en música verbal".

No hay que ser alguien extraordinario para ser artista, sugiere Borges. Su relación atrevida y amorosa con sus autores queridos es un mensaje de humanidad didáctica: a la biblioteca hay que usarla a piacere, para jugar y para emocionarse, y hay que evitar en lo posible la solemnidad. Como otros cuentos de Borges, La memoria… replica el tema del doble, de la escisión de personalidad, tocado entre otros por su favorito Stevenson en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.

Tlön Uqbar Orbis Tertius (1940)

Otra gran fábula fantástica: una conspiración de eruditos crea un mundo con leyes físicas distintas que termina contaminando al mundo real. La historia de la filosofía es la historia de la conversación entre Platón y Aristóteles, dice Borges en algún lado: ¿existen los hechos, o sólo existen las interpretaciones? Una preocupación permanente de Borges eran los efectos de nombrar, de usar el lenguaje, de leer y escribir.

Tlön… es la puesta en ficción de algunas postulaciones de Platón. En ese mundo, los seres humanos no conciben la relación causa-efecto, y eso altera todo. El cuento es también una conversación entre Borges y Adolfo Bioy Casares, y también una entre el padre de Borges (muerto poco antes) y un amigo inglés. El padre de Borges era un escritor bohemio que no tuvo mucho éxito, pero participaba de tertulias literarias con personajes como Macedonio Fernández y Evaristo Carriego. El padre llevaba a su hijo a esas tenidas, y Borges mamó de ellas.

El milagro secreto (1943)

Otro gran texto de la gran década productiva de Borges (sus cuarenta, la década en la que, diría él, sobrevino el primer peronismo). El milagro secreto cuenta la historia de un escritor checo judío que espera a ser fusilado, y le pide a Dios un año para terminar su gran drama en verso. Dios se lo concede y el escritor compone el poema en su mente; cuando encuentra el último epíteto, las balas lo atraviesan. El cuento remite al Poema conjetural, en que Francisco Laprida, , antepasado de Borges y declarador de la Independencia, muere corrido por unos gauchos en un pajonal y encuentra "la letra que faltaba", su destino sudamericano.

Borges ofrece en El milagro… una descripción del escritor checo que se parece mucho a una descripción de sí mismo, entonces un autor no muy conocido buscando su destino: "Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio de la literatura constituía su vida; como todo escritor, medía las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo midieran por lo que vislumbraba o planeaba". El escritor estadounidense Tobias Wolff contó en una visita a la Argentina que su bellísimo cuento Una bala en el cerebro se inspiró en El milagro secreto.

El otro (1975)

Un texto conmovedor, otro más, del viejo Borges, el ciego, el que le dictaba cuentos a sus fans. Su protagonista es precisamente el viejo Borges, que sentado en un banco en Boston se encuentra con un joven que, rápidamente se da cuenta, es él mismo cuando era joven. El Borges viejo no puede sino ver al otro (entusiasta de la Revolución Rusa y de Dostoievsky, dos adoraciones de las que el viejo se arrepiente) como un joven equivocado. "Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy". Pese a ello, Borges no se priva de darle una lección irónica de historia del siglo XX y una narración emocionante de la agonía de su padre.

El otro es un cuento sobre el arrepentimiento, un tema favorito de Borges. La propia vida de Borges es una metáfora de las lecciones que da el paso del tiempo: un hombre bastante desdichado, combativo, angustiado en su juventud por su destino literario, que pensó en suicidarse, se convirtió en su vejez en un hombre feliz, reconciliado con la vida.

Fuente: Infobae

Análisis intertextual del cuento “Las Ruinas Circulares”, de Jorge Luis Borges

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 Luisa de la Rosa

Resumen

La trama del cuento se desenvuelve sobre un hombre que desea volverse en creador de otro ser hecho a su misma imagen, tal como se si se tratase del personaje principal como escritor, puesto que los autores crean personajes. El personaje principal, al soñar, va formando poco a poco a un ser que posteriormente cumple con las necesidades para volverse autónomo. Dicho individuo es elegido entre un grupo de alumnos del personaje principal, así que va instruyendo al elegido hasta considerar que se encuentra preparado para su independencia. Al liberarlo, lo envía a un lugar alejado de las ruinas donde se encontraban, no sin antes borrar su memoria para que no pueda recordar jamás que es una mímesis de sus sueños; “[…] Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje”. Sin embargo al final del cuento, el soñador toma conciencia de que él mismo es también una creación del sueño de otro.

Título

Es gracias al título, lo que nos permite tener un acercamiento sobre la historia que escribe Borges. “Las ruinas circulares” nos remite al misticismo en el que se desarrolla, así como a la narrativa circular y no lineal que caracteriza al cuento y deja de lado la rigidez de un cuento lineal. De acuerdo a la catedrática de la Universidad de California, Marta Gallo, en su texto “El Tiempo en Las Ruinas Circulares de Jorge Luis Borges”, publicado en 1970; “El círculo es una de las figuras más usadas por poetas y filósofos para definir la eternidad, y a Dios; solo que esta forma toma diferentes sentidos según la concepción de diferentes épocas y autores”, por lo tanto desde el título mismo, se marcan constantes referencias a lo cíclico, lo circular y cómo es que todo siempre se encuentra en constante movimiento. Bajo ese sentido, Borges nos da pautas sobre un eterno retorno y eterno comienzo, donde las cosas dentro de la narrativa no tienen un fin.

Trama

La narración es realizada por una voz heterodiegética, es decir, que el narrador no forma parte de la historia. De acuerdo al texto Un análisis de “Las Ruinas circulares del Jorge Luis Borges con foco en la función del sueño” con autoría del investigador Tobias Rohmann publicado en el 2007 en la Universidad de Heidelberg. Escribe que se puede entender al narrador en tres distintas perspectivas: “Por un lado el narrador como testigo o protagonista y por otro, como el predominante en “Las Ruinas circulares”, como omnisciente. Este narrador omnisciente sabe lo que hacen, sienten y piensan los personajes”. A pesar de que la voz que nos va relatando la historia no forma parte del mundo físico de ella, se encuentra presente como si se tratase de algún tipo de Dios que todo lo puede ver. De acuerdo a Laura Oteros Rodríguez, autora en la Revista de literatura en línea Pliego suelto, “Sobre lo fantástico en Borges a través de Las Ruinas Circulares” publicado en el año 2012: “el cuento no deja de señalar una idea clave para esta interpretación: la del Dios creador, idea que se relaciona fácilmente con la función del escritor con respecto de sus personajes, pues actúa sobre ellos como si fuera un Dios que les insufla vida”, por lo que escritor y narrador se manifiestan con el mismo don de creación.

El tema central del cuento es el de – los sueños y se tiene un personaje central con un propósito sobrenatural: “[…] quería soñar a un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad […] ”. A partir de una acción principal que es la de soñar, se dan las características del protagonista como un ser mágico, éste llega a las ruinas abandonadas del templo circular donde descubre su misión, crear a un individuo mediante sus sueños. En un inicio el soñador, que es el personaje principal, se sueña en el centro del anfiteatro rodeado de estudiantes a los que les enseña anatomía, cosmografía y magia: “[…] los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real”. Posteriormente el soñador elige un alumno para otorgarle todos sus conocimientos pero éste despierta sin poder conciliar el sueño noches después. El resto de los alumnos pueden considerarse como personajes terciarios.

Reconoce su fracaso y decide buscar otros métodos. Descansa, se purifica y adora a los dioses. Es así como puede volver a dormir y soñar. Dicho procedimiento hace que el misticismo que caracteriza a la historia cobre más fuerza puesto que se trata de cuestiones metafísicas. Bajo el mismo texto de la autora mencionada en la cita anterior: “Que el cuento suceda en un espacio vinculado a la magia y, además, en un templo en ruinas da al relato cierto aire mítico, incluso fundacional. De hecho, el texto podría leerse como un discurso cosmogónico que explicase el origen de la civilización”. Entonces tenemos todo un ambiente mágico, desde el título de la obra que nos da la pauta a seguir, hasta el sitio en el que se desarrolla y los personajes que lo conforman van en conjunto reafirmando la naturaleza de la literatura fantástica que caracteriza al cuento.

El hombre al poder volver a soñar, primero idealiza un corazón y conforme van pasando las noches, va formando a su “hijo” prestando atención a cada detalle. El ser creado es un nuevo personaje en el cuento, que a pesar de no ser el protagonista, como su creador, es una pieza clave para toda la obra, pues se desarrolla en su entorno. Al estar completo el individuo que crea, no habla ni se incorpora a la realidad, solo sueña. El soñador le pide al Dios del Fuego, nuevo personaje secundario, que su “hijo” pueda cobrar vida; el joven despierta conformado de carne y hueso. El acto anterior entonces, sólo lo sabe el Dios del Fuego y el soñador (el hombre). Tiempo después se comienza a hablar de un individuo, el cual puede caminar por el fuego, el soñador reconoce a su creación y teme por el descubrimiento de no ser un hombre real, si no una mera proyección. Finalmente el soñador acepta su momento de morir y se acerca al fuego; pasa por las llamas sin que le suceda absolutamente nada, en ese momento comprende que él también es una proyección, también es un sueño de otro hombre. El personaje principal entonces, comienza la historia con un estado psicológico diferente al que la concluye puesto que tiene una fuerte revelación donde se da cuenta que no es el único que puede crear, sino que el a su vez, también fue creado por alguien más.

Oxymoron

Podemos interpretar desde el inicio el uso de dicha figura retórica: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur”. Encontrando a “unánime noche” y “fango sagrado” como ejemplos. Dentro el mismo texto en la Revista Literaria digital Pliego Suelto, la autora escribe sobre la figura unánime-noche:

“¿Cómo va a ser la noche unánime, en el sentido de la totalidad? ¿Cómo va a ser la noche algo de común acuerdo? Aunque el mismo significante podría aludir también a “un-ánime”, la noche de un alma. Borges insiste, en su conversación con Carlos Cañeque, en que ambos sentidos no son excluyentes. Y precisamente aquí está la magia fantástica, en el poder de sugestión que tienen las palabras sobre la imaginación del lector”

Es así como se deduce la capacidad del autor en el cuento para dejar abiertas múltiples posibilidades de lectura e interpretación a sus textos frente a sus múltiples lectores, lo que enriquece la lectura e involucra totalmente al receptor.

Otro ejemplo se da más adelante, el autor muestra oraciones que también dan indicios de una lectura fantástica: “Mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara”. En el texto de Tobias Rohmann citado con anterioridad, retoma dichos elementos que conducen a la fantasía literaria: “El cuento fantástico está marcado por un mundo cotidiano y verosímil, en que acaecen acontecimientos insólitos. Estos se pueden explicar, o bien como una alucinación de los personajes, o bien, como una alteración de las circunstancias habituales por un presunto invento o simplemente la aparición de lo sobrenatural”. Es evidente el uso del recurso puesto que resultaría absolutamente imposible en nuestro mundo terrenal, por ejemplo: “poder tejer una cuerda de arena”. La narración involucra elementos de naturaleza real y ficticia es por ello que se mueve dentro de los planos de la literatura fantástica.

Intertextualidad

Ubicación. El cuento se ubica en Asia, puntualmente en Persia (hoy Irán), ya que se menciona que en las aldeas se habla el idioma zend, éste no existió realmente, era el nombre que se utilizaba para comentarios de textos sagrados de Persia. En el texto de la autora Laura Oteros en Pliego Suelto, se toma la ubicación como elemento que causa en el lector ciertos efectos: “También la alusión al idioma zend, aunque sea un elemento real procedente de un campo de referencia externo reconocible, produce en el lector el efecto de exotismo y distancia”. Así mismo se menciona en el cuento: “donde es infrecuente la lepra”, pues la lepra fue una enfermedad de la cultura Occidental.

El regreso del infinito. Eterno retorno, se encuentra la existencia de un ciclo vital interminable. En el blog digital de literatura Letras Vitales, la autora María Rebeca Muralles, publicó en el 2006 su texto “Eterno retorno, eterna creación: Un análisis de Las Ruinas Circulares de Jorge Luis Borges”, escribe: “Para el Homo Deus, el eterno retorno es una incesante posibilidad de crear”. En la narración, Borges plantea el eterno retorno como un eterno renacer. Un ciclo interminable de creación.

Existencialismo. El hombre soñador crea un joven para después darse cuenta que él mismo es también la proyección de otro hombre. En la Revista de Filosofía, Vol. 8, Samuel Manuel Cabanchik, profesor de la Universidad de Buenos Aires, publicó “Sueño y existencia: el cogito cartesiano en Las Ruinas Circulares de J.L Borges” donde se aborda el cuento desde una perspectiva filosófica y escribe al respecto:

“Lo que el cuento de Borges parece mostrarnos es que la existencia no es algo acerca de lo cual podamos tener certeza, la existencia del cuerpo. Desde el punto de vista de su representación, permanece entonces en la incertidumbre, más allá de la evidencia de la existencia de lo mental o del pensamiento. En Borges, pareciera entonces que no hay manera de saber si existimos realmente o existimos en verdad como sueño de otro y convierte a la incertidumbre en un círculo vicioso del cual difícilmente uno pueda escaparse con el mero pensar”.

Es decir, en la narración, el destino del soñador, de igual manera, se encuentra al margen del sueño de otro y de que éste otro despierte. Lo que nuevamente nos habla de los ciclos que no tienen fin.

Golem. El soñador crea un joven en sus sueños, la leyenda del golem nace de la mitología judía:

un ser animado que es fabricado a partir de materia inanimada (en el cuento, materia onírica). En el texto del autor Oscar Hahn publicado en el año 2016, “El motivo del golem en Las Ruinas Circulares de J.L. Borges”, escribe sobre una interesante intertextualidad que se da entre dos textos de Borges, el presente cuento y un poema titulado precisamente “El golem”, donde señala las semejanzas entre ambas obras:

“Veamos ahora algunos puntos de contacto entre el cuento “Las Ruinas Circulares” (1941) y el poema “El golem” (1958): La creación de un ser artificial, por un hombre dotado de ciertos poderes. El carácter irreal de la criatura. La invocación divina para animarla. La certeza de haber creado un ser inferior”. (247) Entonces, si el soñador se encuentra en el mismo punto que su “hijo” como se menciona en el punto anterior, se puede decir que éste es también el golem de otra persona.

Narración heterodiegética. Tal como se menciona al inicio del presente análisis, la característica de éste tipo de narración es que la instancia que narra no pertenece al mundo expuesto.

Alicia a través del espejo. En el cuento se cita: “y el está solando contigo…”, lo anterior remite a una parte de la historia de Alicia, donde unos personajes le dicen que el rey sueña con ella y si despierta, ella desaparece. De acuerdo con el autor Antonio Risco en su texto “Lo fantástico en Las Ruinas Circulares”, se hace referencia a dicha relación: “el mismo espejo que ha atravesado Alicia y que también nosotros debemos atravesar para entrar en el mundo maravilloso del arte. No olvidemos que el cuento se instaura justamente en el pasaje de Alicia a través del espejo, citado en el comienzo” (176). Lo anterior se convierte en otra forma de interpretar el paso del espejo, en relación al autor, como su invitación al universo de las letras y las artes.

La realidad como una ilusión: El cuento ha servido como inspiración a muchos directores de cine, una película es Matrix pues de igual manera relaciona elementos de la realidad con la ficción. Otra película es la de Inception y el escritor David Santiago en el blog virtual de literatura, filosofía y cine “De todo lo que no se puede hablar”, en su artículo “Origen (Inception) o la película de Borges” expresa la clara influencia del mundo literario de Borges en el cine: “El escritor argentino estaría contento si viera esta película, donde un grupo de hombres penetran en los sueños de los hombres para rehacer la realidad, mezclándose lo que es realidad con lo que es sueño sin poder delimitar con precisión los territorios”. El cuento del autor del presente análisis, se mueve entre una constante que va de la realidad y sueños lúcidos.

Bibliografía

Otros Elementos intertextuales

– Ruinas circulares: ciclos del hombre.

– Fuego: sabiduría / poder.

– Luna llena: el lado místico de la luna y sus poderes metafísicos, dentro del cuento el soñador aguarda por el momento perfecto para comenzar su proceso de purificación y adoración a los dioses: “esperó que el disco de la luna fuera perfecto”, para poder volver a soñar.

Cabanchik, Samuel Manuel. Revista de Filosofía Vol. 8. “Sueño y existencia: el cogito cartesiano en Las Ruinas Circulares de J. L. Borges”. 2017. Web. 15 octubre 2017. Texto completo.

Hahn, Oscar. “El motivo del Gólem en Las Ruinas Circulares de J. L. Borges”. 2016. Impreso.

Gallo, Marta. “El tiempo en Las Ruinas Circulares”: Universidad de California, 1970. Impreso.

Muralles, María Rebeca. Letras vitales. “Eterno retorno, eterna creación: Un análisis de “Las ruinas circulares” de Jorge Luis Borges”. Web. 13 octubre 2017.

Oteros, Rodríguez Laura. Pliego Suelto. “Sobre lo fantástico en Borges a través de Las Ruinas Circulares”. 2012. Web. 13 octubre 2017.

Rohmann, Tobias. “Un análisis de Las Ruinas Circulares del Jorge Luis Borges como foco en la función del sueño”. Universidad de Heidelberg. Múnich: 2007. Impreso.

Risco, Antonio. “Lo fantástico en Las Ruinas Circulares”. 2000. Impreso.

Santiago, David. De todo lo que no se puede hablar. “Origen (Inception) o la película de Borges”. 2010. Web. 15 octubre 2017.

Fuente: Unarte - México


En los recovecos de la Biblioteca Nacional

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 Jean-Pierre Léaud en busca del Necronomicón en la Biblioteca Nacional. Aquí, con Damián Blas-Vives /Enzo Maqueira



En busca del libro de terror y muerte que hechizó a Borges

El mítico actor francés Jean-Pierre Léaud quiso encontrar el misterioso “Necronomicón”. Detalles de ese recorrido y una hipótesis cruel: ¿Borges quedó ciego después de leerlo?

Enzo Maqueira

El celular interrumpe el remoloneo del sábado. Número desconocido. Atiendo porque soy curioso. “Jean-Pierre Léaud quiere ver el Necronomicón de la Biblioteca Nacional. Ya le dijimos que no es real, pero insiste. ¿Quieres venir?”. El que habla es Rémi Guittet, agregado audiovisual de la embajada de Francia en Buenos Aires. Apenas tengo tiempo de reaccionar. Jean-Pierre Léaud, el actor fetiche de Truffaut y Godard, el eterno Antoine Doinel que creció ante las cámaras en la pentalogía iniciada en 1959 con Los 400 golpes. Claro que sí, digo, ¿cómo perderme eso? Mi última novela es un gran homenaje al cine. Claro que sí, repito mientras me desperezo. Quizás hasta pueda escribir un pequeño texto para algún medio.

Remera azul, saco, ejemplar de mi novela en mano. Llego al hotel cinco minutos antes del horario pactado. Rémi me hace señas desde el bar de la esquina. Jean-Pierre Léaud y su pareja Brigitte Duvivier toman café en la vereda. Estudié francés algunos años, pero no me sale una sola palabra cuando le estrecho la mano a ese hombre de 74 años, melena raleada, ojos achinados y barba de tres días que bien puede considerarse el último sobreviviente -o por lo menos el más activo- de la nouvelle vague. Ni siquiera sé si tengo que decirle bon jour o bon soir. Ensayo una reverencia. Ocupo un lugar en la mesa. Apenas me siento, me pregunta por el Necronomicón. Entiendo otra cosa y respondo en un francés penoso: que no soy periodista, que soy escritor, que mi último libro... Saco el ejemplar de mi mochila. Se lo doy a Rémi, que nota mi desesperación por hacerme entender. Rémi le muestra el libro a Jean-Pierre. Hay una mueca amable. La pregunta viene otra vez: “El Necronomicón -dice Jean-Pierre-. ¿Cuándo vamos a verlo?”.

Rémi y yo nos miramos. Briggite sonríe, divertida. Pero Jean-Pierre luce convencido. Con cuidado le explico que es improbable que ese libro exista, que todo parece indicar que es un invento de H.P. Lovecraft, el genio del terror que imaginó un libro maldito escrito por el también ficticio Abdul Alhazred. El nombre del supuesto autor es un juego de palabras que hizo Lovecraft con “all has read” (“todo ha leído), pero elijo pasar por alto ese dato. Entre esas páginas se esconderían las fórmulas mágicas para invocar seres sobrenaturales, y leerlo podría provocar la locura o la muerte.

Según el cuento El horror de Dunwich existen sólo cinco ejemplares en el mundo y están repartidos en la Biblioteca Widener de Harvard, la Biblioteca Nacional de París, el Museo Británico, la Universidad de Buenos Aires y la Biblioteca de la Universidad de Miskatonic, en Arkham. Nunca se halló ninguno. La última ciudad ni siquiera existe, pero a Jean-Pierre no le importa. Tampoco que nuestra excursión sea a la Biblioteca Nacional y no a la Universidad de Buenos Aires. Es que la leyenda creció por estas tierras. Cuando fue director de la Biblioteca Nacional, entre 1955 y 1973, Borges escribió la ficha del libro, como si realmente estuviera catalogado. Si Borges la escribió, ¿por qué no podría existir el Necronomicón? El razonamiento es suficiente para que Jean-Pierre mire la hora, ¿vamos?, y se ponga de pie, un cordón desatado, nosotros detrás de él, lo vemos abalanzarse sobre un taxi.

Cuando llegamos a la Biblioteca Nacional hay que subir unas escaleras larguísimas. Jean-Pierre da dos pasos y tropieza, pero mantiene el equilibrio. Los siguientes escalones los sube con más cuidado. Se agarra del brazo de Rémi y también se agarra del mío. Siento sus músculos, sus huesos, la tela del saco contra mi ropa. Tomo conciencia de que estoy subiendo las escaleras del brazo de una leyenda del cine. Es el único momento en que lo veré de esa manera: frágil y legendario. El resto del tiempo tendré una sensación opuesta que tardaré un buen rato en procesar.

Una vez en la explanada, Rémi nos pide que esperemos a que nos vengan a recibir. Jean-Pierre está cansado. Viene del Festival de Cine de Mar del Plata, donde le dieron el Premio a la Trayectoria. En un rato tendrá que irse al Malba a una retrospectiva de su carrera. Se sienta en uno de los canteros. Me acomodo al lado de él. La bandera argentina flamea sobre nosotros. En mi francés balbuceado le pregunto si es cansador ser un actor tan importante para la historia del cine. Briggitte, que espera un poco atrás de nosotros, responde antes que él, pura sonrisa. Tengo poco tiempo y pocas palabras. Prendo el grabador. Ensayo una especie de entrevista. Le digo que siempre cuenta que Truffaut era como un padre para él, pero que a veces necesitamos rebelarnos contra los padres. Briggite otra vez contesta antes que su marido: “Él no, él ama a Truffaut”. Jean-Pierre completa la respuesta, deberé escuchar el audio muchas veces para entenderlo: Truffaut le enseñó el amor por la vida y el amor por el cine. Fue a los catorce años. Le enseñó todo y siempre le estará agradecido. Se embala y le agradece a Godard, a Chabrol, a Raoul Coutard, a lo hermosa que fue aquella época. Pronuncio el nombre de George Delerue, el autor de la música de buena parte de las películas de la nouvelle vague. Abre los ojos grandes y sonríe, me palmea la espalda, parecemos dos compañeros de escuela charlando en el patio.

Nos interrumpe la comitiva oficial. Yann Lorvo, el consejero cultural de la embajada y su mujer, una funcionaria de la Biblioteca Nacional, otras personas que no conozco. En total somos doce. Le explican a Jean-Pierre que daremos una vuelta por los distintos pisos y visitaremos la Sala del Tesoro. Jean-Pierre se pone de pie y habla con amabilidad pero también con firmeza: está muy cansado y quiere que vayamos directo a ver el Necronomicón.

En el ascensor hay un silencio expectante. Me paro a su lado. No lo puedo evitar. Me doy vuelta y digo frente al espejo: “Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel”. Jean-Pierre sonríe. Creo que empiezo a asustarlo. Le pregunto si está nervioso por lo que pueda encontrar. Me contesta algo que no logro entender. Soy yo el que está nervioso. ¿Hasta dónde vamos a seguir con la farsa? Antes de entrar a la sala aparece Damián Blas Vives, coordinador del Centro de Narrativa Policial Bustos Domecq -de la Biblioteca Nacional- y organizador del Encuentro Internacional de Literatura Fantástica. Es el hombre elegido para romper el hechizo.

Un pasillo amplio y mesas a lo largo. De las paredes cuelgan cuadros con las caras de los directores históricos de la Biblioteca. Jean-Pierre se excita, camina dos pasos firmes, abre los brazos, le pide a la esposa que filme el pasillo, los cuadros, posa junto al de Borges. Las doce personas que lo seguimos avanzamos detrás de él como detrás de un chico que piensa que Papá Noel vino a traerle sus regalos. Recorre ansioso los exhibidores donde se suceden los libros de Victoria Ocampo, Silvina, Bioy Casares, Oliverio Girondo, García Márquez, Alejandra Pizarnik. “Sí -dice y se sienta en una silla en la sala de lecturas-, ¿pero dónde está el Necronomicón?”.

Damián Blas Vives se yergue a respetuosa distancia. Son ellos dos en el centro de la sala. Los demás miramos, sacamos fotos, sonreímos con una mezcla de nervios, complicidad y ternura. El consejero cultural traduce.

El relato empieza por lo que ya le habíamos dicho: no es en la Biblioteca Nacional sino en la Universidad de Buenos Aires donde debería estar el libro maldito. Es cierto que Borges escribió una ficha, pero la ficha desapareció dos años después. “¿Y el libro? -insiste Jean-Pierre-, ¿dónde está el libro?”. La Biblioteca donde trabajó Borges no es ésta sino la de la calle México -sigue Damián-. Incluso se dice que Borges quedó ciego después de leer el libro. En esa zona hay muchos túneles subterráneos, catacumbas... Si queremos dejar volar la imaginación, podría ser que Borges hubiera escondido el libro en alguno de esos laberintos.
Consagrado Jean-Pierre Léaud recibió el Premio a la Trayectoria antes de la proyección de "Los 400 golpes" en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Consagrado Jean-Pierre Léaud recibió el Premio a la Trayectoria antes de la proyección de "Los 400 golpes" en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.


“Estoy muy contento por todo lo que estoy aprendiendo, pero ¿puedo ver el libro?”, porfía Jean-Pierre Léaud. El libro no está, quizás se haya perdido en la mudanza de la biblioteca. Dicen que se perdió un camión entero. El libro quizás exista, pero no lo tenemos. Silencio. Nadie se anima a agregar nada. Jean-Pierre abre los brazos, frunce la cara, tiembla un poco, se restriega el ojo. Parece que estuviera a punto de llorar.

 “Bueno -dice-, vine a la Argentina por el festival de Mar del Plata, pero secretamente sabía que en realidad venía a buscar el Necronomicón. Crucé el Atlántico por eso. Ahora que sé que aquí no está, voy a tener que creer que el Necronomicón está en la Biblioteca de París, así tengo una buena razón para volver”. Entonce se ríe, aplausos, se pone de pie. Se saca una foto con Damián y con el retrato de Borges. Salimos felices, pensando en lo mucho que le hubiera gustado a Borges todo este asunto. Tengo la sensación de que acabamos de ser cómplices de otra de las travesuras de Antoine Doinel; o que fuimos testigos de un paso de comedia de un actor que supo cómo regalarnos la sensación de haber rozado con los dedos el cielo de las fantasías.

Cuando salimos le pido una selfie. Saco el celular, el mismo que sonó temprano para despertarme de la modorra del sábado. Me acerco y sonreímos a cámara. Estoy tan feliz que las palabras me salen solas. Con un francés perfecto, me animo, lo abrazo y le digo Je t' aime, Jean-Pierre, je t'aime beaucoup.

Fuente: Clarin.com

El hechizado teatro de Borges en Ginebra.

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El artista ginebrino  Yuval Dishon y su compañía Zanco invitan a perseguir al autor de culto de "Ficciones" en las bibliotecas

En este lugar del mundo, bajo ese cielo nocturno, solo podía haber él. Fue la otra noche en Cologny (GE), en la Fundación Bodmer, este libro, el paraíso. Jorge Luis Borges, su delgadez como escritor, su elegancia como notario, cuidaba los tesoros de la casa, la sabiduría del alba, el testamento de un poeta. En el salón, había una treintena de espectadores intrigados, listos para seguir al autor del Libro de Arena, sus gafas ciegas y su bastón hasta el final de sus quimeras.

Esta brujería, se lo debemos a la compañía de Ginebra Zanco y su director Yuval Dishon. Han estado trabajando durante doce años, en los parques, los bosques, los sitios de construcción de nuestras ciudades, principalmente en Ginebra, Lausana y La Chaux-de-Fonds a veces. Sus variaciones de Borges se basan en el espíritu del lugar: es el sello distintivo de la compañía. En la Fundación Bodmer, antes de la Biblioteca de la Unión este viernes, acompañamos a este Borges, un títere en verdad.

La bestia emerge del libro.

igues al mago? Bajamos por una escalera, hacia otra cripta donde duermen las letras de Ferdinand Hodler, y allí, allí, un poema del propio Borges. Delante de ti, se abre un libro: sale una página extendida, luego una ola de papel, un vestido también con una joven envuelta. Y luego, en este mar de libros, se alza un bote infantil. El capitán Ahab truena, a raíz de Moby Dick. En un momento, aparecerá la bestia, llevada con los dedos por un titiritero.

El hombre frente a sus monstruos. Esta es la línea de flotación de las variaciones de Borges, un sueño musical que gana fuerza al desplegar sus tentáculos. En la última estación, este hombre-libros (Borges dirigió la Biblioteca de Buenos Aires) toca una vieja máquina, manipulada por una tierna actriz como Maria Kodama, la mujer de su vida, tal vez. En el fondo, de repente, un esqueleto, una muerte, sin duda, desafía a un anciano en el ajedrez.



Le théâtre ensorcelé de Borges à Genève

L’artiste genevois Yuval Dishon et sa compagnie Zanco invitent à poursuivre l’auteur culte de «Fictions» dans les bibliothèques

A cet endroit-là du monde, sous ce ciel de nuit pleureuse, il ne pouvait y avoir que lui. C’était l’autre soir à Cologny (GE), à la Fondation Bodmer, ce paradis du livre. Jorge Luis Borges, sa maigreur de scribe, son élégance de notaire, veillait sur les trésors de la maison, la sagesse de l’aube, le testament d’un poète. Dans la salle, on était une trentaine de spectateurs intrigués, prêts à suivre l’auteur du Livre de sable, ses lunettes d’aveugle et sa canne jusqu’au bout de leurs chimères.

Cette sorcellerie, on la doit à la compagnie genevoise Zanco et à son metteur en scène Yuval Dishon. Ils œuvrent depuis douze ans, dans les parcs, les bois, les chantiers de nos villes, principalement à Genève, à Lausanne et à La Chaux-de-Fonds parfois. Leur Borges Variations puise dans l’esprit des lieux – c’est la marque de fabrique de la troupe. A la Fondation Bodmer – avant la Bibliothèque de la Jonction ce vendredi – on escorte donc ce Borges, une marionnette en vérité.

La bête surgie du livre

Vous suivez le mage? On descend un escalier, en direction d’une autre crypte où sommeillent les lettres de Ferdinand Hodler, et tiens, là, un poème de Borges lui-même. Devant vous, un livre s’ouvre: s’en évade une page à rallonge, bientôt une vague de papier, une robe aussi dans laquelle s’enroule une demoiselle. Et puis voilà que sur cette mer livresque se cabre un bateau enfantin. Le capitaine Achab tonne, dans le sillage de Moby Dick. Dans un instant, la bête apparaîtra, portée du bout des doigts par un marionnettiste.

L’homme face à ses monstres. Telle est la ligne de flottaison de Borges Variations, ce songe musical qui gagne en force à mesure qu’il déploie ses tentacules. A la dernière station, cet homme-livres – Borges a dirigé la Bibliothèque de Buenos Aires – tape sur une vieille machine, manipulé par une comédienne tendre comme Maria Kodama, la femme de sa vie peut-être. Au second plan, soudain, un escogriffe squelettique, la mort sans doute, défie un vieillard aux échecs.

Fuente: Le Temps



El oficio de lector: Jorge Luis Borges

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Por Noel Luna

1. ¿Qué dicen de un autor las silenciosas letras de su nombre? En el caso de Borges, casi todo. La inmensa bibliografía que su escritura sigue generando da fe de ello. Para muchos, su nombre es una seña inequívoca de identidad. Las imágenes que intentan colmar la firma que rubrica sus textos son legión. No sorprende que él mismo haya vislumbrado ese destino. En una entrevista le preguntaron cuál era su mayor ambición literaria, a lo que contestó: “Escribir un libro, un capítulo, una página, un párrafo, que sea todo para todos los hombres, como el Apóstol (1 Corintios 9:22); que prescinda de mis aversiones, de mis preferencias, de mis costumbres; que ni siquiera aluda a este continuo J.L. Borges”. Sus palabras denotaban una manera particular de entender la literatura. Sus letras volvieron una y otra vez a este asunto, poniendo a prueba su elasticidad. Entre la realidad de Miguel de Cervantes y la irrealidad de Don Quijote, dice el escritor argentino, “los años acabarían por limar la discordia”, por lo que ambos resultan hoy idénticamente conjeturales. Lo mismo sucedió con el artífice de Hamlet: “antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo eres muchos y nadie.” Para Borges, la literatura es “el oficio / de cambiar en palabras nuestra vida.” ¿Pero cómo debemos entender esa frase? ¿Se trata de una desestimación de la figura del autor? A mi entender, justamente de lo opuesto. Si la literatura consiste en “cambiar” en palabras la vida, una de las tareas que definen el oficio del lector es la de preguntarse por los mecanismos que posibilitan dicho cambio. A pesar de que el análisis pormenorizado de dichos mecanismos no logra recuperar la totalidad de una intención, el mismo pone de manifiesto una serie de prácticas en las que cristaliza el sujeto conjetural de un nombre propio.



2. El memorable texto titulado “Borges y yo” (de El hacedor, 1960) organiza una reflexión sobre el nombre propio: “Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas.” La lengua abre una brecha insalvable entre la enunciación y el nombre propio. Igual que ocurriera con Cervantes y Shakespeare, tanto “Borges” como el “otro” (“a quien le ocurren las cosas”) resultan análogamente hipotéticos o conjeturales en tanto sujetos a los que pudiéramos asignar atributos concretos. Sin embargo, la especulación que estructura un texto como “Borges y yo” requiere que la leamos en contra de lo que dice. El texto obliga a la figuración de un tercero, que entre la hipóstasis del nombre propio y el diferimiento que produce la enunciación descubre la brecha que lo constituye. Al final del texto, leemos: “No sé cuál de los dos escribe esta página.” Esa incertidumbre delimita el ámbito de una práctica: la literatura. Entre el Borges que se demora, “acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel”, y aquel otro que se da como predicado de un “nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico,” emerge la figura del tercero, que dice que no sabe, que reflexiona y duda. El tercero es el Borges lector de sí mismo. Su no saber cristaliza en una práctica: la literatura. Al cambiar en palabras su vida, el sujeto de la enunciación pone de manifiesto la distancia que lo separa de la experiencia, pero también la necesidad de interrogarse por esa práctica que lo desdice y que sin embargo constituye para él aquello que no cesa de decirlo.



3. Hay dos lugares comunes que han resultado indudablemente eficaces en tanto estrategias despolitizadoras de los procedimientos de lectura que organizan la escritura de Borges. Por un lado está la idea tontísima de que el escritor argentino lo leyó todo. No menos ingenua, la pedantería ilustrada declara que leyó pocos pero doctos volúmenes. Cualquiera puede ver que Borges leyó muchísimo: basta con echarle un vistazo a su obra para darse cuenta. Tantos libros leyó que para nosotros –para la increíble capacidad para la desidia de nuestro tiempo–, imaginar su número equivale a tratar de concebir el universo. Pero aunque resulte pueril o estorboso o simplemente inútil afirmarlo, no lo leyó todo, y ni falta que le hacía. Nuestra nostalgia por la imagen del monje abúlico que se regodea bajo un montón de libros en su celda, o por la del humanista ajeno al mundanal ruido que repite con cierta sonrisa enigmática que nada de lo humano le es ajeno, no nos ayudan en nada a percibir la agudeza inigualada de un lector como Borges. La suya fue una de las labores más generosas y exigentes que nos haya legado la inmensa literatura del siglo veinte. También una de las más políticas, y es que Borges nunca fue un lector desinteresado, sino un lector en armas. Su ejercicio sobre la página, en su incisión, su elegancia y su firmeza, define lo que podríamos llamar una política de la lectura.



4. En más de una ocasión creo haber sorprendido la siguiente idea en los ensayos de Borges: a la crítica suele interesarle más la historia del arte que el arte mismo. Sin entender bien si se trata de un mea culpa, de un ataque frontal o de una mezcla de ambos, siempre me ha parecido que no fue otra la tarea que se impuso Borges que la de escribir una fragmentaria historia de las formas, es decir, de la literatura como el producto de una labor heroica y a la vez modesta de ciertos individuos inclinados a la búsqueda y la dilucidación de la belleza. Al aludir a la belleza me refiero al producto de una entrega minuciosa al manejo y el análisis de las técnicas y los procedimientos lingüísticos y literarios que procuran un efecto en el lector que los reciba. En la lectura de Borges, la belleza aparece como aquello que misteriosamente irradia una labor hecha con un conocimiento pormenorizado de la técnica, un acatamiento de los límites del medio, un gusto impecable, una conciencia ética insobornable, y un amor sin reservas. Quien no haya leído aún la colección de sus notas, reseñas y ensayos publicados en la revista bonaerense EL HOGAR entre 1936 y 1939, podrá encontrar en ella varios ejemplos de lo que digo. Bajo el título TEXTOS CAUTIVOS: ENSAYOS Y RESEÑAS EN “EL HOGAR” (1936-1939), Enrique Sacerio-Garí y Emir Rodríguez Monegal recogieron 336 textos de diversa entonación y longitud que sin lugar a dudas constituyen uno de los homenajes más impresionantes que la literatura moderna le haya hecho a la lectura. Borges solía afirmar que mucho más que lo que había escrito, lo enorgullecía lo que había leído. El solemne purista podrá encontrar en este volumen, publicado por primera vez en 1986, e incorporado posteriormente a sus Obras Completas, un ejemplo magnífico del derroche de talento en un medio de la cultura de masas. Desde luego, ese prurito no es sino una variación menos poética de aquel célebre pasaje que habla de la supuesta inutilidad de echarle perlas a los cerdos. Desconozco del todo el formato de la revista EL HOGAR. El hecho de que Borges hubiera escrito siquiera una décima parte de lo que en ella publicó basta para poner en entredicho tantos insípidos escrúpulos académicos e intelectuales frente a los medios masivos. Tan valiosa como las incursiones de Rubén Darío y José Martí en la prensa finisecular, o Ezra Pound y Bertold Brecht en la radio y en la ópera, casi todo aquello que Borges cedió al taller tipográfico de EL HOGAR está hecho con el rigor del artífice, la curiosidad del polemista, y el amor de alguien que se sabe brillante y no elude las responsabilidades a las que dicho conocimiento lo obligan. De lo primero que nos disuade Borges es del mito de la lectura indiscriminada. Antes que nada, Borges nos enseña a leer. Al hacerlo, pone de manifiesto las tareas a las que se siente llamado un escritor que es también un excelente crítico y un prodigioso maestro.



5. Aquél que dijo de Valéry que “en un siglo que adora los caóticos ídolos de la sangre, de la tierra y de la pasión, prefirió siempre los lúcidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden,” no fue menos dado a dichos placeres y aventuras que el poeta francés. Puede afirmarse de Borges lo mismo que él decía de Kipling: “En su vida no hubo pasión como la pasión de la técnica.” Por lo regular, aquellos que sienten lo mismo son los primeros en admitir su insuficiencia. Técnica y pasión son los dos términos que organizan los procedimientos de lectura de Borges. Entre tantos otros textos, dan fe de ello las notas que dedicó a Enrique Banchs (Argentina, 1888-1968), E.E. Cummings (USA, 1894-1962) y Rudyard Kipling (UK, 1865-1936) en la revista EL HOGAR. Dos operaciones simultáneas rigen su forma de leerlos: por una parte, destaca sus hallazgos técnicos; por otra, recupera la imagen solitaria del artífice entregado a los rigores de su faena. La técnica emerge como la forma visible de una conducta. La forma literaria, parece decirnos Borges en el ejercicio de su oficio de lector, es la cristalización del sujeto de una práctica, no su insalvable eclipsamiento.
Fuente: Claridad  -  Puerto Rico

"Existe un Jorge Luis Borges criminólogo en su obra literaria"

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Lo afirma el penalista Alejandro Poquet, que defendió su tesis doctoral explorando la relación entre la literatura borgeana y el derecho y las piezas de nuestra sociedad que allí subyacen


Por  José Luis Verderico


Una larga y minuciosa pesquisa permite al abogado Alejandro Poquet afirmar la existencia de un Jorge Luis Borges criminólogo que trasciende las facetas metafísicas y filosóficas universalmente identificables en su infinita obra literaria. Indicios criminológicos en la obra de Jorge Luis Borges. El cuestionamiento literario al positivismo de la criminología lleva por título la defensa final de su tesis doctoral, presentada en la Facultad de Derecho de la UNCuyo frente a especialistas en leyes, académicos, docentes y profesionales.-¿Qué vínculos encontró entre literatura y derecho en Borges?-Una de las principales metas de este trabajo de investigación fue mostrar la posibilidad de un Borges criminólogo. Es una posibilidad nueva. Se ha hablado de distintos Borges: crítico, polemista, filósofo, científico, medievalista. Su pensamiento y su literatura han sido tan ricos y tan complejos que permiten explorar diversos perfiles. Sin embargo, advertimos que no se había estudiado la posibilidad de un Borges criminólogo. Entonces, trabajamos toda la obra de Borges desde ese ángulo, para ver si había indicios criminológicos, es decir los temas que hacen a un saber criminológico, que en realidad tienen que ver con la seguridad pública y preocupan a toda la sociedad. Desde una alta literatura Borges, sin dudas, logra aportar al saber jurídico y criminológico. Existe un Jorge Luis Borges criminólogo en su obra literaria.-¿Cuáles son esos elementos?-El primer hallazgo fue descubrir que efectivamente podemos hablar de modo legítimo de un Borges criminólogo porque habla de la ciudad, que tiene que ver con la criminología. Uno debe tener una idea de ciudad pero, lamentablemente, los criminólogos y los pensadores no piensan la ciudad. Por eso sostengo que es muy difícil pensar en una ciudad segura sin pensar en el diseño de una ciudad. Y Borges, sabemos, saben todos los que han frecuentado su obra, da vuelta en torno de Fervor de Buenos Aires (su primer libro de poesía, publicado en 1923) y un determinado tipo de ciudad. Otro elemento es el tema del orden: Borges es un obsesivo y lo busca en todos sus textos, en sus ficciones. Ya en lo esencialmente penal y criminológico, Borges está atravesado por el delito, el crimen y el delincuente. Es más: en la literatura borgiana hay una veta violenta que me pareció esencial. En Borges la sangre es esencial para construir su literatura, pero no es un mero elemento del que se vale para conmover al lector, sino porque la utiliza para plantear un orden moral determinado. Esa forma que tiene de ver el crimen, que lo coloca a la altura del misterio, cuando dice que el delito es tan misterioso como la vida. Borges toma partido por el crimen, habla de éste y del sujeto delincuente, y eso ya es criminología y derecho penal puro.-También aparecen la policía y la cárcel...-Borges habla de la policía e incluso tiene una visión crítica. También habla de la cárcel, que es un arquetipo de sus famosos laberintos, según la investigación para la tesis doctoral. Borges, en su último año de vida, asistió al juicio a las Juntas Militares y en un ensayo publicado en España escribió que "la cárcel es infinita: el que sale no sabe que sigue adentro y los que estamos afuera es como si lo estuviéramos", y ése es un concepto criminológico muy importante, que también está en su obra. -Hable del análisis de "Seis problemas para don Isidro Parodi", relatos policiales publicados en 1942 con Adolfo Bioy Casares.-Si bien es una sátira, la primera lectura remite al humor. Con Bioy Casares están jugando, divirtiéndose. Borges hace literatura porque está haciendo filosofía, está haciendo metafísica. La única finalidad y justificación de todos los males es la metafísica, dice. Entonces, cuando hace estas parodias de la Argentina está diciendo algo: mete en una cárcel al pobre Isidro Parodi siendo inocente por culpa de la policía, que le armó una causa para meterlo preso, y este es un gran dato criminológico. Así, Parodi, en la cárcel, constituye lo que en criminología es el manual del buen preso, que se porta bien, que cumple mecánicamente todos los ritos que establece el orden carcelario y que va a salir cuanto antes, pero de ahí a la resocialización hay un paso muy importante. Parodi, por tantos años de estar preso injustamente, pierde esta conciencia cívica, pierde sus sueños, pierde la esperanza en la Justicia y deja de creer en ella como parte del Estado, porque Borges creía en la menor intromisión posible del Estado en la vida del individuo. En esta obra también hay una crítica a la Justicia, al castigo y al manual del buen preso.-¿En "Emma Zunz", de 1948, también hay criminología?-Es una gran crítica a la Justicia, que no sale bien parada y aparece como burocrática. Ya en los casos de Isidro Parodi el juez aparece como un convidado de piedra siendo que todo comenzó con una causa armada. En los cuentos de cuchilleros de Borges, el juez de paz es cómplice de la policía en perseguir y acosar al malevo. Y también aparece la moderna técnica del litigio oral, que estamos viendo actualmente en las audiencias con los nuevos códigos procesales: los abogados tenemos que aprender a argumentar y a persuadir frente a un jurado popular o a un ciudadano común, y dejar de hablar de una manera tan oscura y críptica. En Emma Zunz, Borges introduce el tono en la verdad, cuando la protagonista, acusada del homicidio de un hombre, se defiende a través de un relato.-¿Había antecedentes de investigaciones acerca del Borges criminólogo?-Hay mucho Borges detectivesco y policial, pero no criminólogo. Esto me lo confirmó María Kodama, su viuda.


Fuente: Diario Uno  -  Mendoza

En San Pablo: "El Inmortal", Gisele Fróes visita la eternidad de Jorge Luis Borges

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Inspirado en el cuento de Borges, persigue el sueño de dejar como herencia gestos y palabras

Em 'Imortal', Gisele Fróes visita a eternidade de Jorge Luis Borges

 Em 'Imortal', Gisele Fróes visita a eternidade de Jorge Luis Borges Foto: ISMAEL MONTICELLI


Inspirado no conto do argentino, persegue o sonho de deixar como herança gestos e palavras

Leandro Nunes, O Estado de S.Paulo

Para Gisele Fróes, Jorge Luis Borges é como água fresca no meio do deserto. Essa foi a sensação que ela teve ao ler O Imortal, conto que abre O Aleph, do escritor argentino. O texto ganhou versão para os palcos, já passou por Brasília e Rio, e chega a São Paulo nesta sexta, 26, no Sesc Avenida Paulista.

Na época em que leu o conto, Gisele conta que estava afetada pela personagem que interpretava na montagem carioca de Você Precisa Saber de Mim (2011), dirigida por Jefferson Miranda. “Era uma mulher com dificuldades de se expressar por palavras.” A escassez verbal que abundava a vida da personagem conduziu a atriz ao oásis literário de Borges. “As palavras do conto provocaram minhas emoções e eu precisava estar perto delas. O jeito era transportar a história para o palco”, explica a atriz sobre o monólogo.


Mesmo assim, a trilha que levou Gisele ao texto não garantia destino certo. Os labirintos de palavras criados por Borges também estão presentes em O Imortal, conta o diretor Adriano Guimarães, ao lado do irmão Fernando. “É difícil enquadrar o texto em um gênero”, diz. “Há uma espécie de jornada do herói em busca de algo. No meio existe um tratado de filosofia e até um momento de crítica literária.”

De fato. No texto, uma mulher recebe seis exemplares da tradução inglesa de Ilíada e enquanto folheia os volumes daquele antigo poema épico de Homero, descobre um manuscrito escondido. Nele, revela-se o relato autobiográfico de um tribuno militar, um oficial do Império Romano chamado Marco Flamínio Rufo. Na história, ele conta para a leitora, e agora para a plateia, o seu percurso em busca da Cidade dos Imortais, local que abriga um rio capaz de purificar da morte qualquer um que beba de suas águas. “É uma narrativa fluida”, aponta Adriano. “O que permite encarar diversos caminhos, desde a vida da mulher, desse herói e do autor.”

Além do texto, a dramaturgia de Adriano e Patrick Pessoa se apoiou em uma palestra de Borges sobre o tema da imortalidade e eternidade, muitos anos após a escritura de O Imortal. “Lá ele acaba por iluminar o sentido desta perseguição à imortalidade, que nesse caso, não segue a ideia obsessiva da manutenção do corpo físico através do tempo, mas da eternidade que pode haver nas palavras e no gestos”, conta Adriano.

No palco, uma profusão de caixas de papelão e livros ao redor de Gisele. A estreia da peça em uma galeria de Brasília deu tom de instalação ao espetáculo, conta o diretor. “É um gatilho para a imaginação, criando um local em comum em contato com os outros elementos, como o texto e a atriz.”

Para Gisele, o cenário “a transporta para o infinito”, diz. “Em certo momento, o autor coloca em dúvida o que o guerreiro está nos contando. É um texto cheio de labirintos e me permito percorrer esse questionamento ao lado da plateia. E para se justificar, Borges recorre ao autor de Ilíada: são as mentiras que os poetas contam.”

Fuente: O Estado de S.Paulo

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