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Cuando el deporte y la literatura juegan juntos

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El nuevo libro de cuentos de Ariel Scher entrecruza la vida de las canchas con la de los libros.

Hay colecciones de cuentos que son buena literatura y hay colecciones de cuentos en los que el tema es el deporte. Ahora, como novedad, Ariel Scher publica "Deportivo Saer y otros cuentos de literatura y deporte", una suma de ficciones en las que la literatura y el deporte se entrecruzan para contar vidas, mundos, libros y goles.

Editado por el sello Club House, el libro de Scher funciona como muchas cosas al mismo tiempo: colección de historias, homenaje a incontables autores y deportistas, original ensayo con forma de cuentos sobre la trama de vínculos que ata a la literatura con el deporte, desfile de hallazgos sobre la presencia del deporte en escritos y escritores muy diversos. Esparcidos en las páginas surgen Roberto Fontanarrosa y Nicolino Locche, Jorge Luis Borges y decenas de futbolistas, Roberto Arlt y la selección argentina de fútbol, grandes autores argentinos de diversas épocas y el básquetbol, obras famosas y olvidadas como llaves para generar nuevos textos. Después de los cuentos, el libro incluye una amplia bibliografía.

Scher es narrador, periodista y docente y ya publicó otros libros de ensayos, ficción e investigación, entre ellos Fútbol, pasión de multitudes y de elites (con Héctor Palomino); La patria deportista, Wing Izquierdo, el enamorado; La pasión según Valdano (con Jorge Valdano); Fútbol en el Bar de los Sábados, Deporte Nacional (con Guillermo Blanco y Jorge Búsico), Contar el juego: Literatura y deporte en la Argentina.

Fuente : Clarín



Libros antiguos, raros y de colección, en el CCK

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10 Feria del Libro Antiguo

En su décima edición, la Feria del Libro Antiguo pone en relieve el patrimonio de libros de larga data, manuscritos, documentos, grabados, mapas y fotografías que se conservan en librerías casi secretas para muchos lectores. Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada), continúa hasta el domingo en la plaza seca del Centro Cultural Kirchner (CCK), de 14 a 20. Allí, libreros, especialistas y los interesados en libros históricos pueden comprar obras que no se encuentran en librerías comerciales.

La propuesta concentra en un mismo espacio ejemplares que van del siglo XV hasta aquellos que dan cuenta de las vanguardias artísticas y literarias de principios del siglo XX.

En la muestra gratuita se pueden encontrar una segunda edición (1851) de la Vida de Facundo Quiroga, de Domingo Faustino Sarmiento; una primera edición de Fervor de Buenos Aires (1923) de Jorge Luis Borges, con correcciones del autor; un impreso del Manifiesto del Congreso a los Pueblos (1816); un ejemplar de la revista Dada, dirigida por Tristan Tzara (1916) y un ejemplar único, manuscrito e ilustrado, del poema inédito El aparecido (1959), de Rafael Alberti, entre otras reliquias.

La oferta del material es “siempre tan variada, como puede serlo la forma de coleccionarlos”, describen los organizadores. Lo más interesante: el amplio margen de precios permite que muchos lectores encuentren textos accesibles y así den los primeros pasos en el coleccionismo.

Considerado un encuentro de obras peculiares, de lujo y de rarezas, el precio de los textos no siempre se corresponde con la antigüedad. Incluso, se ven libros de reciente edición. ¿Un ejemplo? “Doble residencia”, una obra con imágenes publicada este año por la galería Mar Dulce. Así, un libro destinado a un público específico, puede llegar a tener un valor más alto que otro de larga data que esté en la búsqueda de un lector.

En base a la experiencia de las nueve ediciones anteriores, los organizadores sostienen que la mayoría de las compras corresponden a los géneros literatura e historia, que atraen sobre todo a investigadores y libreros. En promedio, contabilizaron en los últimos años entre 4 y 5 mil personas en cada edición.

Fuente : Clarín

Fuente Foto : CCK

A 30 años de la muerte de Borges, reviví la entrevista que le hizo Longobardi en 1985

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También participaron María Kodama y Carlos Álvarez Insúa.
14 de Junio 2016
A lo largo de las páginas de esta edición de APERTURA, consagrada al mundo futuro, se tratan diversos temas, como la informática, la robótica, la inteligencia artificial y la tecnocultura; esa serie de manifestaciones aún indefinibles, que los españoles llaman –sin demasiada fortuna ni precisión– cultura post-moderna. Al recorrer el índice de la edición, nos dimos cuenta de que la idea de cultura y las preguntas que no hacíamos acerca de su destino en el mundo futuro no estaban (aún) resueltas.

Faltaba algo. Supimos, entonces, que debíamos visitar a Borges y que era necesario, además, que estuviera presente María Kodama; ella podía agregar no sólo erudición y refinamiento; podía sumar, además, una idea rica y paradójica del Japón, uno de los temas del mundo futuro.
No hemos pretendido –a pesar de cierta insistencia, que el lector observará en el curso del reportaje– que Borges nos hable sobre computadoras. Y, sin embargo, nos gusta, en ocasiones, imaginar que Borges es una metáfora posible de la computadora, una computadora muy cálida; bondadosa pero intransigente, que nos informa sobre la historia del pensamiento universal y a la que no siempre consultamos, dado que nos ocupa demasiado la pasión argentina por lo pequeño, nuestra consecuente práctica de la retórica gauchesca. Tanto Borges como María Kodama se revelan en este interview como dos espíritus modernos, dos modernos que no olvidan la continuidad indisoluble de la Historia y que nos advierten que las buenas noticias del  mundo futuro pueden haber sido soñadas hace miles de años por otros hombres.

Es muy poco lo que hay que agregar sobre Borges; sólo –ya que esto no se ha dicho demasiado– una referencia breve a su compromiso con el mundo y con la vida. Y nos parece que, en ocasiones, se olvida que Borges –como lo fue otro director de la Biblioteca Nacional, Paul Groussac– es un hombre muy preocupado por su país, diversamente admirable como individualista (o, lo que es lo mismo, adversario del Estado), como enemigo de la superstición, como internacionalista, como hombre de la razón y de las ideas positivas y, también, como valiente rival del nacionalismo que, tantas veces, ha practicado el atropello en la Argentina. De María Kodama, nos queda su inteligencia, su gracia inefable, su fascinante imaginación y su alegre optimismo; también, la pena de enterarnos que, dentro de no mucho tiempo, María se irá a Japón.

Bueno, ahora, el reportaje y, para terminar, una impresión que compartimos quienes lo realiza os: la frescura, la alegría de asistir en la casa de la calle Maipú a aquello que es humano y que, también, es milagroso. Aquello que el mundo futuro nos regalará cuando logremos, al fin, liberarnos de la rutina, del trabajo mecánico, de los pasaportes y de las distancias a las que la nueva comunicación transformará, dentro de poco, es una simple anécdota.

Nuestro tema es el futuro. Y, sin embargo, querría que empezáramos con sus impresiones sobre el Japón.
JLB: Cuando fui por primera vez al Japón, recordé el título de un libro de un amigo mío, Henri Michaux: “Un barbare en Asie”. Aquel título no era una boutade de Michaux, sino que era cierto.
En Japón, sentí que yo, un hombre occidental, más o menos civilizado (bueno) era un bárbaro en un país mucho más complejo. Yo sentí eso pero no lo sentí como algo ingrato. Al contrario, pensé: qué suerte que haya en el mundo países más avanzados. Luego, cuando intenté el estudio del japonés, observé que el japonés es, a nuestras lenguas occidentales –por lo menos, a las que yo conozco– lo que nuestras lenguas son (digamos) al guaraní o al quechua.
Tuve una sensación de extraordinaria complejidad y, al mismo tiempo, de extraordinaria cortesía; esta cortesía me pareció que era una producción artística del Japón; allí, el interlocutor, siempre, tiene razón. Vea, en una discusión común, polémica, la idea de tantos bandos como interlocutores les parece, a los japoneses, una idea del todo ajena.
En cuando al idioma, creo que basta con este sencillo ejemplo: en todas las lenguas que yo conozco –cuando perdí la vista, estudiamos con María Kodama el anglosajón, un idioma medieval más sencillo que los actuales; luego, el islandés; en fin–, se cuenta: uno, dos, tres, cuatro, cinco; one, two, three, four, five; pero no se sabe qué se está contando. Usted, puede estar contando ángeles, abstracciones, puede estar contando piezas de ajedrez; siempre, la palabra es la misma. En cambio en Japón hay… Creo que son nueve los sistemas para contar, ¿no? (Aquí, Borges interroga a María Kodama).
MK: -Sí, creo que son nueve ó 10 sistemas.
JLB: -Estos nueve o 10 sistemas varían  según lo que se cuenta. Uno de ellos –es curioso– se aplica a las cosas largas y cilíndricas, como este bastón (Borges nos entrega, por un instante, su bastón irlandés). Se aplica, también, a flechas, a lápices, a tacos de billar. Si usted usa una palabra en ese sistema, el oyente o el lector ya sabe lo que vendrá después y, al mismo tiempo, para que todo sea más complejo, las palabras cambian según la cifra (Borges sonríe). Para contar, se usa ICHI-NI-SAN-SHI-GO; pero sólo para operaciones matemáticas, para sumar, restar, multiplicar, dividir, elevar a potencias o lo que fuere. Pero, si usted usa esas palabras para medir el tiempo, pueden ser distintas. Por ejemplo, minuto es PUR, entonces, yo referiría que el minuto es ICHI-PUR pero no es así, es IPUR. Ahora, dos sigue siendo igual: NI, pero la palabra cambia, es FUN. Tres, también, es igual, es SAN; pero la palabra, los sonidos, cambian porque vuelve a ser la palabra que se usa para uno. Y, luego, el concepto de la poesía. Por ejemplo: nuestra poesía es, ante todo, auditiva aunque tiene, desde luego, el elemento del ambiente de las palabras, las connotaciones; pero, en el Japón, se toman en cuenta los ideogramas –se llaman calles– y se entiende que un poema debe ser grato, no sólo al oído sino, también, a la vista, ya que hay ciertas calles que quedan muy mal al lado de otras. Estas combinaciones equívocas vendrían a ser algo similar a las cacofonías; aunque (bueno) no serían fonías sino visuales. Y, cuando supe esto, entendí porque he leído diversas traducciones de textos japoneses o chinos, hechas por buenos japonólogos o… ¿cómo se llaman? (Borges se dirige a María Kodama)
MK:- Sinólogos.
JLB:- Sí, sinólogos; tan distintas del original. Y es porque cada palabra está afectada –en el japonés– por las que rodean y es capaz, además, de contener muchos matices. Esos matices, posiblemente, sean inaccesibles a nuestras lenguas occidentales, de modo que dos traducciones de un mismo poema bien pueden parecer las traducciones de dos poemas distintos. Como verá, tuve en Japón la impresión de un mundo muy complejo y además (bueno) de un país que ha logrado una extraordinaria eficiencia. Fíjese, el Japón era un país feudal de hecho, regido por los militares. Dada esta circunstancia, el hecho de haber perdido la guerra fue terrible; sobre todo, por las circunstancias en que se dio.
¿Ustedes recordarán la bomba de Hiroshima?
Sí, por supuesto.
JLB:Fue terrible; y, sin embargo, el resultado final ha sido benéfico, ya que, ahora, les va muy bien. En cierta ocasión, un japonés me dijo que, gracias a la derrota, no están regidos por militares y son un gran país industrial. Los japoneses acaban de aprender la técnica occidental y, ahora, en Inglaterra, los Estados Unidos, Alemania o donde fuere, están muy alarmados por los progresos que ellos han obtenido. En Japón, se fabrican mejores computadoras, mejores microscopios, mejores instrumentos clínicos, todo eso se hace mejor en Japón y, además, se lo hace con una gran ganancia: el sentido estético del cual, en general, los occidentales carecemos.
Usted ha hablado largamente acerca de la complejidad del idioma japonés y, sin embargo, fueron los japoneses quienes primero y mejor se familiarizaron con el lenguaje de las computadoras. ¿Le parece que hay una estructura mental en la sociedad japonesa que le permitió relacionarse mejor que otros pueblos con la informática?
JLB:Si yo supiera algo sobre las computadoras, podría contestarle.
Bueno, pero Usted escribió un cuento donde 10 era 12 (“Tlom, Uqbar Orbis Tertius”); para las computadoras, 10 es 2.
JLB: Bueno (risas), eso es una casualidad. Lo importante es que los japoneses, sin perder su cultura oriental que, ciertamente, no la han perdido y prosigue, han logrado todo eso. Miren el caso de Mishima, que quiso demostrar que esa cultura persistía y dio una prueba asaz convincente con el suicidio ritual. Claro, no sé qué influencia ejercerá Japón en los pueblos chinos, a los que conozco mucho, (bueno) a través de mis lecturas, jamás estuve allí. Pero creo que la influencia de Oriente sobre Occidente va a ser benéfica y, además, otra cosa: la tolerancia. Como ustedes saben, hay dos religiones en el Japón, las enseñanzas del Buda que ellos llaman Hotoke y una religión mas primitiva, una suerte de panteísmo con 8 millones de divinidades errantes.
¿8 millones?
JLB: Sí; creo que son 8 millones de divinidades. Pues bien, el emperador profesa esas dos religiones y, en general, se entiende que el hecho de convertirse a una religión no significa desconvertirse de otra; se entiende que todas las religiones vienen a ser facetas de una misma verdad. Y creo que hay un libro de Huxley sobre eso, en él se afirma que todos los místicos de todas las religiones están de acuerdo. Me parece haber leído que, hace tiempo, hubo una suerte de polémica entre misioneros anglicanos, misioneros católicos y misioneros evangelistas luteranos sobre los conversos que cada uno de estos cultos había hecho y, luego, cuando se investigó un poco el asunto, se supo que todos los conversos eran los mismos; se habían convertido a esas diversas creencias cristianas sin dejar de ser, por lo demás, budistas o shinduistas. Bueno, he vuelto con la mejor impresión de Japón. Una cosa que ustedes habrán observado es que, aquí –y esto confirma lo que digo acerca de su sentido estético–, los japoneses son tintoreros, horticultores, jardineros; es decir, todos oficios relacionados con la forma y con el color. Yo debo haber ido a Japón a causa del azar, aunque no sé si existen azares.
Fíjese, María Kodama enseña castellano a diplomáticos y ejecutivos japoneses; en cierta ocasión, fuimos a despedir a uno de esos señores a Ezeiza. El avión, como siempre, se demoró y tuvimos que esperar una hora y pico, entonces, tomamos café y este señor me preguntó si no me interesaría conocer el Japón; yo le contesté que no estaba completamente loco; –por supuesto que sí–. Yo ya había leído mucho acerca del Japón y me interesaba Buda –budismo no se usa; creo que se dice la doctrina del Buda, o algo así–. Volviendo a la conversación del aeropuerto, yo pensé en aquel momento: este señor habrá dicho esto para llenar un hueco en el diálogo y no va a pasar nada; pero, al cabo de unos meses tuvimos una invitación para visitar el Japón. Nuestro viaje se hizo –un poco– en función de un libro que yo había escrito con Alicia Jurado para Ramón Columba y que, curiosamente, fue vertido al japonés. Tuvimos ocasión de estar con monjes shintuistas, con budistas, con monjas y de ver las grandes imágenes del Buda en Nara y en Kamkura; visitamos templos, jardines, ríos, ciudades y no nos pidieron nada fuera de una... Esa reunión con periodistas –¿cómo se llama?–.
MK: Una entrevista de prensa, sí, dimos una entrevista de prensa.
JLB: Sí, creo que con 10 periodistas. Se turnaban para preguntar y uno de ellos dijo: “Yo quiero hacerle una pregunta a ‘Boruges San’”,  y claro, Borges soy yo pero ellos no pueden pronunciar dos consonantes seguidas (risas). Creo que, en guaraní, pasa lo mismo porque dicen Curuzú-Cuatiá, que es cruz de papel, y los indios decían curuzú porque no podían decir cruz. Los japoneses, curiosamente, no pueden pronunciar la ele, al revés de los chinos.
Entonces su nombre era…
JLB: “Joruge Ruis Boruges San”; San es señor, señora o señorita y viene después del nombre, como un sufijo. Espero volver al Japón y proseguir instruyéndome, aunque, a mi edad...
¿Cuándo fue su último viaje?
JLB: María sabe las fechas.
MK: El segundo viaje lo hicimos hace un año y medio…
JLB: Recuerdo que yo recorría una calle y escuchaba una palabra, un sonido que se repetía periódicamente; periódicamente, pero jamás gritado. Pregunté, entonces, qué era eso y me dijeron que era una manifestación que pedía algo. Si no me lo hubiera dicho, no me habría dado cuenta –por su delicadeza– del sentido de aquella manifestación. Y, desde luego, no había policías, no había corridas, ninguna agitación; todo se hacía con calma en aquel mundo distinto, complejo y, ahora, también más adelantados, desde el punto de vista industrial. Le han prohibido a los japoneses el uso de las armas; muy bien, entonces, ha sido el de-sarrollo del karate, ya que se dieron cuenta que el cuerpo humano es un arma también (risas). Creo que, aquí, en la Argentina, hay 100.000 japoneses pero, en Brasil –claro, es un país de un territorio casi infinito– hay cerca de un millón. Y es una buena inmigración, además.
Usted habrá oído hablar de la era de la información, de lo que los japoneses nos van dar a dentro de unos años: robots, biotecnología, computadoras de quinta generación. ¿Cómo se imagina el mundo y la vida dentro de 30 o 40 años?
JLB:- Bueno, parece que hay un restaurant en Kioto, o en Tokio, que está servido por robots. A mí, me daría un poco de miedo. Pero, a los chicos, parece que no, que les encanta la idea de ser servidos por los muñecos mecánicos. Va a cambiar todo.
Una idea que surge de la creación de los robots y de la inteligencia artificial es que el trabajo del hombre podrá ser, al fin, menos rutinario.
JLB: Sí, ya decía Aristóteles que, mientras los arados no araran por su cuenta, iban a ser necesarios los esclavos. En cambio, ahora, si hay máquinas que se encargaran de lo más rudimentario, de lo más físico, va haber más tiempo para escribir haikus o para tejer filosofías.
Queremos preguntarle algo a María: usted, teniendo el Japón en su sangre...
JLB: Claro, el padre era japonés; yo –que yo sepa– no tengo antepasados japoneses.
No, no, no...
JLB: Al menos, en lo que conozco de mi árbol genealógico, aunque ¿quién sabe; por qué no un antepasado japonés? –Sí–.
Ahora, le hacemos una pregunta a María. ¿Por qué cree usted que los japoneses han logrado semejante desarrollo después de todo lo que les pasó...
JLB: Es que lo han logrado un poco a causa de lo que les pasó. Quiero decir que lo que antes parecía terrible, ahora, puede ser un beneficio; una derrota militar puede ser benéfica.
Bueno; pero la saga de Malvinas, para nosotros, no lo fue. Aunque, mejor, hablemos de eso.
JLB: Una derrotita...
Regresando: ¿por qué los japoneses sí y no-sotros, no, María; es un problema cultural, ideológico o qué?
MK: Yo pienso que sí, hay un problema cultural...
JLB: Y moral.
MK: Sí, claro. Yo sentí algo muy fuerte, casi increíble. En la víspera de aquel viaje, fuimos con Borges a la casa de unos amigos, que nos invitaron para despedirnos. Luego del almuerzo, sentada frente a una ventana, vi a un grupo de obreros que trabajaban en un edificio en construcción. No parecían tener ningún apuro ni estar demasiado concentrados en su trabajo y, de tanto en tanto, le decían cosas a las chicas que pasaban. Al día siguiente, volamos a Tokio. En el aeropuerto, tomamos un taxímetro para ir al hotel. Al bajar del auto, vi a un hombre con un casco. Todavía, recuerdo la tensión que había en su cuello y en sus hombros, sobre todo, en su cuello. Miren, era tal la energía, el grado de concentración, que aún no lo he olvidado. Su expresión me recordó a la de un médico operando. Y, sin embargo, aquel hombre era un obrero, un capataz que dirigía a una cuadrilla de trabajadores que colocaban unos listones de madera para levantar un puente. Aquella extraordinaria concentración y responsabilidad fue la primera actitud que observé en un japonés; la dejadez de los trabajadores del edificio, lo último que vi en la Argentina antes de partir. Pero, en fin, soy optimista; siempre, lo he sido. Y, como creo en el instito vital, que es, para mí, el más poderoso de todos los instintos, estoy segura de que, un día, vamos a reaccionar y, entonces, todos (he dado un ejemplo en el que aparecen obreros pero, aquí, la desidia es general) vamos a asumir, de una buena vez, la responsabilidad.
Entonces... su optimismo se funda en las reacciones de los hombres ante situaciones límite.
MK: De algún modo. Fíjese, en Japón, no se habla, como aquí, del amor; se habla de responsabilidad ante el otro. Nosotros nos referimos al amor de un modo enfático, a cada rato discurrimos acerca del afecto o de la pasión. Esto no sucede allí. Para los japoneses, la responsabilidad es la forma más alta del amor. Y, como la idea de responsabilidad no puede prestarse a confusiones, las cosas andan bien.
JLB: Y, además, hay un sentido de la comunidad que no hay aquí.
MK: Les cuento una cosa que me impresionó. Mientras que, en todas partes de Europa, todavía, se oyen lamentaciones por la guerra, cuando le pregunté a un japonés sobre ese tema, él, imperturbable, me respondió: “Nos hizo bien la guerra, nos hizo mucho bien”. No es fácil explicarlo…
JLB: Es que, aquí, no aceptamos los fracasos, María. Y la pobreza (bueno) no se admite, se escamotea, se especula. En cambio, ellos aceptan la realidad y tratan de que sea benéfica. Aquí, se dice: “No, todo anda bien”.
MK: Ellos saben que el fracaso no importa si, de ese fracaso, se aprende. Lo importante es el aprendizaje.
JLB: Pero va a ser necesario admitir.
MK: Claro, y ver qué cosas se pueden obtener de lo negativo para avanzar.
Usted conjetura –en fin, esto es más futurología que otra cosa...–.
JLB: Bueno, la futorología tiene la ventaja de que puede ser lo que querramos nosotros.
La podemos inventar  ahora.
JLB: El futuro es tan plástico.
Les quiero preguntar a ustedes no sólo cómo se imaginan que será el futuro sino, además, cómo querrían que sea y de qué manera piensan va a influir el Japón en todo esto.
JLB: Su influencia va a ser benéfica –¿no le parece, María?–; ¿en qué sentido podría ser maléfica?
MK: A mí, me parece que el mundo futuro va a ser fascinante; además, yo estoy por el futuro...
JLB: Yo no puedo estar por el mundo futuro porque yo no tengo futuro. En cualquier momento...
Bueno, Borges…
JLB:- Y, 86 años es un abuso, desde luego. Sin embargo, yo me siento joven.
No nos cabe duda.
MK: Muchas veces, yo hablo de eso con Borges. Es que yo lo siento joven y con mucho impulso y con muchas cosas para el futuro.
JLB: Como decía Almafuerte: “Todos los incurables tiene cura cinco minutos antes de su muerte”.
MK: Pero, ¡qué suerte! Cinco minutos antes y no cinco minutos después de la muerte.
Nuestra pregunta iba a esto: ustedes son personas de la cultura...
JLB: Bueno, yo trato de serlo; a pesar de haber escrito libros, trato de ser un hombre culto.
Quizá, la gente tenga la idea de que una persona rodeada de libros, bibliotecas, en fin, diversas manifestaciones de la sabiduría universal, tienen muy poco que ver con los robots, las computadoras y la biotecnología.
JLB: Sí, pero esas invenciones han sido hechas por personas que estudiaron mucho, no son, ciertamente, obra del azar, no son obra de gente ruda, al contrario. Por ejemplo, la diferencia máxima entre el descubrimiento de la Luna y el descubrimiento de América es que el de América tenía que suceder; una vez que hay embarcaciones, es natural que se descubra América. Pero el descubrimiento de la Luna no, fue una gran empresa intelectual. Amstrong y los otros son piezas de un mecanismo más interesante que ellos; desde luego, ya que no se trata, simplemente, de valentía. Por eso, digo que el descubrimiento de la Luna fue una gran empresa intelectual. Unos días después de la llegada del hombre a la Luna, vino a verme un señor ruso que era agregado cultural de la embajada soviética y me dijo: “Ha sido la noche más feliz de mi vida”. Él se olvidó, en ese momento, del hecho de que los ejecutores que lograron aquello fueron americanos y no rusos. No le importó eso. Ojalá, prosigan esos descubrimientos, pues alegran al mundo entero.
Y, para usted, María, ¿cómo se relaciona el saber universal con el futuro?
MK:- No hace mucho, fuimos a Texas con Borges. Allí, un grupo de intelectuales norteamericanos me dijo que, para ellos, Borges representa el respeto y la recuperación permanente del pasado, de la cultura universal. Y esto impresionaba a aquellos norteamericanos, sobre todo, porque Borges es un contemporáneo, un hombre que vive en una sociedad donde todo es descartable. Una sociedad –ustedes lo habrán observado– que tira y olvida demasiadas cosas. En Japón –como decíamos antes–, el respeto por el pasado es una actitud de toda la comunidad. Y no es raro que semejante progreso tecnológico se haya producido en un país que rinde culto al respeto, a la responsabilidad. Una postura respetuosa ante el otro es (digamos) una de las formas del autorrespeto. Fíjese: si usted observa los mandamientos, encontrará la misma idea: ama tu prójimo como a tí mismo. Y esto significa (sospecho) que, si no te amas, jamás podrás amar a nadie. En Texas, aquellos escritores habían recibido de Borges una dimensión diferente, racional, del amor. Estaban entusiasmados. Me contaban que incorporaban muchas de las cosas de Borges en su estilo literario. Quizá, dentro de 30 o 40 años, alguno de ellos alcance su calidad; si no, lo mismo, su trabajo habrá colaborado, de alguna manera, a que aparezca –quién sabe dónde– otro Borges. Cuando alguien me dice cosas como esta, pienso en la llama olímpica de los griegos. Lo importante es que el fuego no se extinga.
Borges, usted habrá observado –y esto se relaciona con lo que, antes, usted dijo sobre la Luna– que el cuerpo del conocimiento resulta, cada vez, más indivisible.
JLB: Yo lo comparo con lo que dice Spencer (Herbert), quien propone pensar en una esfera, esa esfera crece continuamente: es el conocimiento humano. Pero, como crece en un espacio infinito, es un punto, siempre. Entonces, siempre lo desconocido será mucho más que la pequeña esfera pensada por Spencer.
Y la relación entre lo que sabemos y no sabemos –aun, sabiendo mucho– no varía.
JLB: No, no. Por más que sepamos mucho, siempre, nos queda ese gran capital: la ignorancia. Y la metáfora de Spencer me parece linda, ¿no? Una esfera creciente en el espacio infinito.
Perdón, señor Sábato, eh... digo, Borges (risas)...
JLB:- No, caramba, no me asciendan; Sábato a mí, yo no soy para tanto.
Bueno, era un chiste nomás. Ahora bien, su referencia a Spencer nos hace pensar en otro tema...
JLB: Y, desde luego que sí. Claro; porque Spencer publicó aquel libro que se ha olvidado: “The man versus the State; el hombre contra el Estado”. El Estado, cada vez, nos molesta más, ¿no cree? Cuando mi familia fue a Europa, tenía 15 años; fue en 1914 pero antes del mes de agosto. Tomamos un vapor alemán, que iba de Buenos Aires a Bremenhaven y, en aquel tiempo, no se habían inventado los pasaportes, se viajaba sin pasaporte, se pasaba de un país a otro como de una habitación a otra, era espléndido. En cambio, hoy, usted no puede salir a la calle sin su cédula, puede ir preso; y, cada día, el Estado se entromete más en todo.
Esto es un tema interesante; usted supone que, en el mundo del futuro, el Estado va a seguir avanzando o, en cambio...
JLB: No, no; yo creo que no. Y, por lo pronto, yo aspiro a que desaparezcan las fronteras que llevan (bueno), hemos tenido una experiencia muy cercana y muy melancólica. Posiblemente, se cumpla el antiguo sueño de los estoicos, que cada hombre sea ciudadano del mundo, cosmopolita. Ya, con eso, se habrá adelantado mucho; pero hay que resolver, también, tantos problemas de orden económico; sobre todo, la tan despareja distribución de los bienes espirituales y materiales, que es terrible ahora.
¿No le parece que un sistema regido por un orden mundial y no “nacional-regional” sería más totalitario?
JLB: No, yo creo que no. Es que no puede serlo, salvo que el descubrimiento de la Luna, por ejemplo, haya sido una conquista militar. Pero no hay nada de eso, al contrario, fue una empresa en la que no intervino para nada el odio, realmente benéfico. Y, además nos quedan tantas cosas (bueno), nos queda Marte, qué sé yo, todo que descubrió Wells (Herbert George). Curiosamente –no sé si ustedes lo saben–, parece que Julio Verne estaba muy indignado por las audacias de Wells y dijo: “Un invento”. Y, luego, Wells le contestó que, precisamente, esa era la virtud de sus libros sobre los de Verne; que Verne se había adelantado al futuro pero que él, en cambio, predecía cosas que no iban a ocurrir nunca. Y, sin embargo, Wells se equivocó porque los hombres llegaron a la Luna no tanto tiempo después de su muerte y esto, a él, le parecía imposible, del mismo modo que le parecía imposible una máquina que viajara al pasado, un hombre invisible. Y, quizás, esas cosas pueden ocurrir. Veremos.
Ya se conjetura la creación de inteligencia artificial; es decir: los científicos creen que, muy pronto, las máquinas podrán inferir por sí mismas, en fin, realizar ese conjunto de procesos que llamamos pensamiento.
JLB: ¿Ah, sí?
Bueno, le propongo una idea muy divertida: si las máquinas pueden pensar y –de esto, no cabe duda– adolecen de cuerpo, es razonable aseverar la existencia del alma independiente de nuestro sistema biológico, dado que hay máquinas que, sin cuerpo, piensan.
JLB:- Eso es verdad, pero no sé si piensan las máquinas.
Parece que están a punto de hacerlo.
JLB: Bueno; Groussac dijo –¿de quién dijo?–; ah, sí, de Leopoldo Díaz: “Es joven, es estudioso y está a punto de tener talento” (risas). Con las máquinas, pasa lo mismo: son jóvenes, son estudiosas, pero, todavía, están a punto de tener talento.
Insistimos en esta pregunta porque, realmente, se refiere al tema sobre el que buscamos claridades. ¿Ustedes están convencidos de que el futuro no va a ser malo ni peor que ahora, que vamos para mejor?
JLB: Recuerdo aquella frase escéptica de Jorge Manrique: “Porque, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero la misma frase lo advierte cuando dice “a nuestro parecer”, ya que el pasado estaba hecho del presente y el presente, siempre, es ligeramente incómodo; sobre todo (bueno), el dolor físico, por ejemplo, es una prueba de ello. Yo, ahora, a mi edad, al cabo del día, me he sentido feliz muchas veces. En cambio, cuando era joven, era estudiosamente desdichado, quería ser Rashcolnikoff o el príncipe Hamlet o Lord Byron. Antes, yo quería ser desdichado, interesante; ahora, trato de ser sereno y, ser interesante ha dejado de ser una ambición. ¿Por qué debería ser interesante? Si no soy ni actor, ni político.
María, entonces, usted descarta un futuro que concuerde con las visiones apocalípticas que muchos pregonan...
MK: Sí, pienso que, gracias a lo que ustedes antes mencionaban –la ingeniería genética, por ejemplo–, vamos a conseguir, dentro de 50 ó 100 años, algo muy casi ideal: el superhombre. Ahora bien, espero que esto sea bien empleado...
JLB: Contemos, mejor, 50 ó 100 siglos.
MK: No, Borges, hay cosas francamente increíbles en ingeniería genética.
JLB: Pero, en política, no hay nada.
MK: No sé, Borges; pero yo siempre se lo digo: si pudiera elegir empezar ahora, eligiría seguir una carrera científica y no lo que estudié. A mí, me fascinan las disciplinas científicas pero sucede que, en mi casa, siempre hubo un clima que favorecía a lo artístico, lo literario.
JLB: Yo no sé si ha sido en mi casa así...
MK: Pero lo otro –la ciencia– me interesa muchísimo; cada logro...
JLB: ... Ser un mero escritor, en fin...
MK: Los adelantados de la ciencia me provocan una gran alegría, siento que el hombre cumple con un destino de perfección. Claro, como sugiere Borges, a veces, me pregunto si este progreso sólo se refiere a la producción intelectual o puede extenderse a la ética. No cabe duda de que los científicos trabajan para el bien; sin embargo, me asusta que otros, más simples y más brutales, empleen ese saber para el mal. Al recorrer la Historia, siento alguna inquietud cuando veo los errores repetidos y, entonces, me pregunto si, realmente, es posible un avance moral. ¿Ustedes ven “La aventura del hombre”?
A veces, pero el último capítulo no...
MK: Fue lindísimo; –¿saben que las ballenas cantan?–. Bueno, este episodio estaba dedicado a un grupo de hombres que quieren salvar a las ballenas de la depredación. Y así es cómo lo hacen: van con botes –es quijotesco– y se interponen, arriesgando sus vidas, entre los barcos rusos y las ballenas. Sin embargo, los pescadores, en el filme que vi, disparan sus arpones y matan a una ballena hembra. Al ver a la hembra muerta, el macho intentó morder al barco pesquero. En otro momento del filme, se puede ver cómo las ballenas se dejan tocar por los ecologistas, llegan a ser sus amigas, pues saben que ellos quieren hacerles bien. ¿Se dan cuenta? La ballena, para demostrar que sabe quiénes son sus amigos, se deja tocar. Los hombres tenemos, en cambio, la palabra. Pero, claro, es una palabra deformada tras siglos de mal uso.
JLB: Es cierto.
MK: Ahora bien, liberado el hombre de las tensiones que lo dispersan, quizá, se pueda permitir un mayor recogimiento...
Entonces, las nuevas tecnologías pueden contribuir a una revolución ética...
MK: Sí; de algún modo, la tecnología puede ayudar. De provocarse esta nueva ética, se podría recuperar la energía mágica que hubo en el principio. Creo que sólo la palabra sirve para lanzar al hombre hacia una nueva dimensión, una transformación interior, una suerte de fusión con el todo...
María, ¿usted cree que ya existió esa unidad?
MK: Al menos, aparece en todas las mitologías pero –les aclaro– esto que les digo es un delirio completamente libre, un juego. Y, sin embargo, me parece atractiva la idea. ¿Recuerdan la confusión de Babel? Allí, la multiplicación de las lenguas aparece como un castigo, en Babel pierde el acuñado original de la palabra. La confusión de las lenguas es el castigo. Cuando releo el pasaje de la Biblia referido a la Torre de Babel, siempre, observo algo muy peculiar: Dios se apura a destruir la torre. Lo que permite conjeturar –sigo en el delirio, no quiero que mis amigos crean que estoy completamente loca– que la prisa de Dios obedece al temor, acaso, a que los hombres alcancen el Cielo con su ciencia. Entonces, para confundirlos, les quita la matriz original de la palabra que colabora a la universalidad del saber y, por lo tanto, al progreso de la ciencia. Les sugiero que relean esa parte de la Biblia. En fin, la ciencia llegará muy lejos. Estoy segura y es por eso que sueño un futuro maravilloso, un mundo futuro donde –en realidad, ya lo es– la ciencia será la principal fuente de la imaginación y de la fantasía. Acaso, ciertos delirios imaginados por literatos cayeron en las manos de los hombres de ciencia que, hoy, desafían nuestra idea de lo posible. No importa de dónde provienen los sueños, de la literatura o de la ciencia; lo que importa es que el hombre, tarde o temprano, los realice.
Borges, si usted naciera dentro de 50 años...
JLB: Pero sería otra persona, no yo.
... se dedicaría a la robótica, a la biotecnología, a la informática...
JLB: A lo mejor, para esa fecha, ya hayan desaparecido las disciplinas que ustedes nombran.
MK: Ahora, yo pienso que las ciencias son, también, una forma de poesía.
JLB: Claro, pero claro.
MK: El que imagina, el que logra mediante abstracciones estructurar una proposición científica...
JLB: Desde luego.
MK: ...es tan fascinante como el poeta.
JLB: Claro que, ahora, han inventado el teléfono, que es tan incómodo; y se ha inventado el periodismo (risas), que no deja de ser macabro. No, pero no era por ustedes.
Ah, bueno. Y, en relación con los oficios: no es improbable que una computadora escriba un endecasílabo aceptablemente bueno.
JLB: Pero no tendría necesidad de hacerlo. Sería absurdo que lo hiciera. Uno escribe, para (digamos) desahogarse, para expresarse.
Aun así, supongamos que lo hiciera.
JLB: Claro, ese puede ser un Tema: un poema escrito por una máquina que se lamenta de ser una máquina o que se alegra de serlo. Puede ser un lindo poema –¿eh?–. Bueno, escríbanlo ustedes porque, si no, voy a escribirlo yo.
Claro que es un lindo Tema. Pero parece que hay algunas cosas que las máquinas no van a poder hacer, al menos, lo inefable...
JLB: Pero es que no creo que las máquinas quieran hacer ciertas cosas. Esa idea de la retórica me parece absurda. Uno no se sienta a escribir un soneto, un soneto se escribe a través de uno, o a pesar de uno. Somos amanuences del espíritu; amanuences bastante haraganes e imperfectos, chambones.
–¡Epa!– Nosotros no nos sentimos escribientes, haraganes ni chambones.
JLB: ¡Ah, no! (risas). Como verán, he aprendido algo de la cortesía japonesa; ya estaba yo por decir que ustedes eran instrumentos perfectos; yo, en cambio, un viejo instrumento herrumbrado.
Si bien la nuestra es una revista que trata los temas diversos de la política y la cultura, nos pareció que era mejor dedicar el número de fines de octubre al futuro, dado que la mayoría de los medios fatigarán páginas y más páginas referidas a las próximas elecciones legislativas –¿y para qué sumarnos?–.
JLB: Ese es un futuro demasiado modesto. Dentro de unos meses, ya será pasado.
Eso fue, justamente, lo que nos decidió a entrometernos en el futuro.
JLB: No creo que pueda esperarse mucho de esas elecciones, ¿no? Aunque sí puede temerse algo.
¿Qué, por ejemplo?
JBL: El hecho de perder, yo diría, lo poco que se ha conseguido. En ese sentido –yo no soy radical–, pero creo que hay que aceptar a este gobierno, que es la única posibilidad que tenemos. Sin embargo, no sé si Alicia Moreau de Justo, que acaba de cumplir 100 años, opina como yo.
Y, como les contábamos, queremos inquirirnos acerca de lo que va a pasar con las revoluciones de la informática y la biogenética.
JLB:- Y se esperan otras revoluciones; revoluciones de tipo místico, de tipo mágico; que irán mucho más allá de las que ustedes me cuentan.
Precisamente, hay sociólogos que afirman que esos son los campos donde mejor el individuo puede librar el combate contra el Estado. El culto, aun profesado en secreto, es uno de los ámbitos donde al aparato de gobierno le cuesta más entrometerse.
JLB: Es cierto; y con la ciencia, con la investigación, sucede lo mismo.
MK: Y, por eso, posiblemente, la proliferación de tantas sectas...
JLB: En los Estados Unidos, por ejemplo, hay tantas sectas...
La gente se siente con más libertad de mudar de religión. Días pasados, un inglés nos contó que, en Gran Bretaña, hay 30.000 nuevos budistas; bueno, que profesan la doctrina del Buda.
JLB:- Y bueno, está muy bien. Además, el budismo no exige mitologías: secta, unas cuantas normas y se acabó, es más sencillo; el cristianismo, en cambio, exige tanta mitología; usted tiene que creer en la Trinidad, tiene que creer en muchas cosas; tiene que creer en castigos, tiene que creer en recompensas. Bueno, todo eso parece bastante difícil.
¿Usted piensa el mundo futuro con religiones o sin ellas?
JLB: Yo no soy un hombre religioso aunque trato sí, de ser un hombre ético.
Pero, ¿usted puede concebir un mundo sin religiones o no?
JLB: Si pienso en el mundo de mi padre; en mi mundo personal, sí. Pero, no sé si, en general, la gente puede prescindir. En todo caso, creo, esencialmente, en la ética, es un instinto ético.

Fuente : Revista Apertura – Junio 2016

Una instalación de Michelangelo Pistoletto en La Gran Lámpara del CCK

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En el marco del ciclo Borges. Ficciones de un tiempo infinito se presenta en La Gran Lámpara División y multiplicación del espejo. La instalación del artista italiano Michelangelo Pistoletto está compuesta por siete esculturas de gran formato e integra una serie iniciada en 1973.

Michelangelo Pistoletto desarrolló a lo largo de su carrera un interés por el aspecto conceptual de los objetos, y aquí se acerca al universo de Borges al poner el énfasis directamente en el espejo, objeto recurrente en la narración borgeana. El planteo principal de la obra surge de la idea de que el espejo como objeto puede reflejar todo, salvo a sí mismo. El artista desafía esta imposibilidad al dividir el espejo en dos y desplazar las partes gradualmente, dando lugar a que el espejo se refleje y se multiplique. Así, con su instalación División y multiplicación del espejo, Pistoletto, figura emblemática del arte povera, nos invita a recorrer el espacio hasta el infinito.

En continuidad con las aproximaciones borgeanas de otros artistas que ya pasaron por la Gran Lámpara –como Andrea Moccio y Leandro Erlich–, Pistoletto propone una serie de configuraciones que crean una dinámica entre tiempo y espacio expandidos, donde los reflejos del uno y del otro plantean una operación matemática. El recorrido, que se inicia en un hipotético punto cero, nos sumerge en una dinámica fenomenológica: una relación de tiempos distintos, de seres y objetos que se multiplican y se convierten en algo más que un reflejo. Como escribe Borges en su poema:
“Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro”. La obra se mantendrá en exhibición hasta el 28 de febrero de 2017.

Acerca de Michelangelo Pistoletto

Nació en Biella (Piemonte, Italia) en 1933. Comienza a exponer en 1955 y en 1960 realiza su primera muestra individual en la Galleria Galatea de Turín. La primera etapa de su producción pictórica se caracteriza por la investigación sobre el autorretrato. Entre 1961-1962 emprende la serie Mirror Paintings, que incluye en las obras la presencia del espectador en tiempo real, y abren la perspectiva, en el sentido inverso a la perspectiva renacentista que había sido cerrada por las vanguardias del siglo XX. Estas obras le proporcionan un rápido reconocimiento internacional que se traduce en diversas exposiciones individuales durante la década de 1960 en prestigiosos museos y galerías de Europa y Estados Unidos y dieron lugar a su inclusión en las grandes exposiciones de arte pop y Nuevo Realismo. En 1965 y 1966 realiza una serie de obras tituladas Minus Objects, consideradas claves en la gestación del arte povera, movimiento artístico del cual Pistoletto fue protagonista. A partir de 1967 comienza a trabajar fuera de los circuitos tradicionales, reuniendo a artistas de diferentes disciplinas y sectores sociales. En los años 70 puso en marcha una de las primeras experiencias en este sentido, exponiendo obras de arte en las habitaciones de un piso alquilado durante un año. Sus obras forman parte de las colecciones de los principales museos de arte moderno y contemporáneo, incluyendo: MoMA, Nueva York; Guggenheim Museum, Nueva York; Tate Modern, Londres; Museo Reina Sofía, Madrid; MACBA, Barcelona; Beaubourg, París; Galleria Nazionale d’Arte Moderna, Roma; Museo d’Arte Contemporanea, Seúl; Museo Hirshhorn y Jardín de Esculturas, Washington; Museo d’Arte Contemporanea, Rivoli; entre muchos otros. Ha participado once veces en la Bienal de Venecia (1966, 1968, 1976, 1978, 1984, 1986, 1993, 1995, 2003, 2005, 2009), donde recibió el León de Oro en 2003 por su trayectoria artística, y cuatro veces en la Documenta de Kassel (1968, 1982, 1992 y 1997).

Fuente : CCK


Conferencia: Borges enamorado - Daniel Balderston

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Caro y Cuervo TV - Colombia
Miércoles 16 de noviembre de 2016

El Ministerio de Cultura, el Instituto Caro y Cuervo y el Seminario Andrés Bello invitan a todos los interesados a la conferencia en la que el profesor de la Universidad de Pittsburgh Daniel Balderston, abordará el análisis de un poema inconcluso del escritor argentino Jorge Luis Borges Acevedo, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX

“En 1932 Borges escribió --en lengua inglesa-- varios poemas de amor, a una mujer que se ha identificado como Sarah Diehl. Dos de ellos se publicaron unos años después como Prose Poems for I. J. y después simplemente como Two English Poems. En esta conferencia dice el profesor Balderston, “hablaré de un tercer poema inconcluso que se escribió en el mismo momento pero que por motivos ignotos no se terminó y permanece inédito. Utilizando las técnicas de la crítica genética y las herramientas digitales que desarrolló John Bryant, TextLab, reconstruyo ese poema inédito desde su único manuscrito y reflexiono sobre el proceso de creación que implica”.

Y añade: “Este tema tiene que ver con un libro que estoy por publicar, How Borges Wrote, que saldrá por la University of Virginia Press en 2017, una reflexión sobre un número significativo (más de 170) de manuscritos de Borges. En el libro, sin embargo, no hablo de este texto inédito”. Daniel Balderston es Mellon Professor of Modern Languages en la Universidad de Pittsburgh, donde dirige el Centro Borges y su revista Variaciones Borges. Sus más recientes publicaciones son: La edición crítica de las Novelas cortas de Juan Carlos Onetti (Archivos, 2009), Innumerables relaciones: cómo leer con Borges (Universidad Nacional del Litoral, 2010), y con Arturo Matute Castro: el Cartografías queer: sexualidades y activismo LGBT en América Latina (Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2011) Los caminos del afecto (Instituto Caro y Cuervo, 2015).

Fuente : You Tube



Colección Borges - Biblioteca Nacional Mariano Moreno

Segundas Jornadas de Literatura y Cine Policiales Argentinos: El grupo Sur, la Argentina peronista y el género policial

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 29 y 30 de noviembre | 11 a 17:30 hs.
Auditorio David Viñas – Museo del Libro y de la Lengua

El encuentro propone discutir el género policial a partir de dos elementos fundamentales para el desarrollo de la tradición policial argentina: el vínculo con este género del grupo Sur y el cruce entre el género policial y la Argentina de los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón. Organizan el Instituto de Literatura y Filologías Hispánicas Dr. Amado Alonso de la Universidad de Buenos Aires y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Hacia fines de la década del 30 y durante las décadas del 40 y el 50, muchos de los integrantes de Sur contribuyeron con la canonización del género a través de traducciones, colecciones, antologías y la propia producción narrativa de autores de la importancia de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y Manuel Peyrou. Por otro lado, el gobierno peronista fue un fuerte influjo para el desarrollo del género policial en varios sentidos. En el cine porque promovió un cine culto que llevó a la pantalla obras consagradas, algunas de ellas pertenecientes al género policial, pero, además, porque produjo películas de neto corte propagandista que mostraban los progresos del Estado en materia carcelaria y los nuevos modos de integrar a los humildes, desposeídos y carenciados que las circunstancias adversas habían llevado hacia el mundo del crimen. Asimismo, en la literatura se cruzan en este momento dos vertientes vinculadas de manera diversa al peronismo: la literatura policial costumbrista, producida por autores como el padre Castellani y Velmiro Ayala Gauna, por ejemplo, y una vertiente internacionalista, antirrealista, que promueve una concepción del género muy próxima a la modalidad fantástica y un programa literario basado en la recusación de la realidad.


Programa

Martes 29 de noviembre

11 hs. | Bienvenida
11:30 hs. | Palabras de apertura y presentación del libro Crimen y Pesquisa. El género policial en la Argentina 1870-2015: literatura, cine, televisión, historieta y testimonio.
Osvaldo Aguirre, Damián Blas Vives, Gerardo Pignatiello y Román Setton
12:30 hs. | Receso
13 hs. | Emma Zunz y la ingeniería del crimen.
Leopoldo Brizuela
13:30 hs. | Borges y Perón, el género como programa estético-político.
Román Setton
14 hs. | Leo Perutz y los libros asesinos.
Pablo De Santis
14:30 hs. | Receso
15 hs. | Borges y Bioy en la celda 273.
Silvia Hopenhayn
15:30 hs. | Jorge Luis Borges, entre el homenaje a Poe y la deconstrucción del relato policial.
Cristina Piña
16 hs. | Los lugares del crimen en los cuentos policiales de la Revista Multicolor de los Sábados: tensiones y cruces entre diario y suplemento.
María de los Ángeles Mascioto
16:30 hs. | Receso
17 hs. | El peronismo como cuestión de delincuentes, mafiosos y policías.
Javier Trímboli

Miércoles 30 de noviembre

10:30 hs. | Bienvenida
11 hs. | “Ni que niño muerto”: Plot y pathos en Los que aman, odian.
Alfredo Grieco y Bavio
11:30 hs. |  Silvina Ocampo: la escritura y el crimen perfecto.
Andrea Ostrov
12 hs. |  Los que aman, odian. Whodunit con acento argentino.
Mercedes Giuffré
12:30 hs. | Receso
13:30 hs. |  El policial de Sur, Leoplán y Vea y Lea.
Gerardo Pignatiello
14 hs. |  Don Frutos Gómez y el policial correntino.
Hernán Maltz y Leticia Moneta
14:30 hs. | Receso
15 hs. |  El género manda. El noir en el peronismo clásico.
Emilio Bernini
15:30 hs. |  El crimen de Oribe (1950) y Días de odio (1954), de Leopoldo Torre Nilsson: mujeres, crímenes y artificios.
Pablo Debussy
16 hs. | Receso
16:30 hs. | Borges x Hugo Santiago: el espacio transfigurado.
Pablo Valle
17 hs. | Rodolfo J. Walsh: de escritor de policiales a investigador periodístico.
Horacio Campodónico
17:30 hs. | Cierre

Fuente : Biblioteca Nacional


Jorge Luis Borges: "Mis amigos me dijeron que no era un poeta...que era un intruso"

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En 1978, durante su segunda visita a nuestro país, el poeta peruano Marcos Martos tuvo la oportunidad de conversar con el escritor argentino. La entrevista fue publicada en 1981 en la revista Trobar Clus. Tuvimos la oportunidad de acceder a un ejemplar de la publicación. Compartimos la entrevista completa con nuestros lectores.

Cuenta el escritor Ricardo Piglia que cierta vez, cuando preparaba una antología cuentística del escritor Joseph Conrad en 1969, fue a visitar a su compatriota Jorge Luis Borges (1899-1986). El autor de Ficciones lo recibió con buen humor y amabilidad. Pronto, lanzó su primera sugerencia: "Tenemos que poner el cuento El duelo".

En poco tiempo, la conversación abandonó al inglés y se centró, precisamente, en historias de duelo. Borges, por supuesto, fue el principal relator. "Me contó que una vez Julio César estaba por iniciar una batalla y el general enemigo le dijo: en lugar de que muera mucha gente , por qué no nos batimos a duelo los dos. Y Julio César le respondió: Sí claro, pero yo le mando un gladiador si usted quiere", recuerda Piglia.

La anécdota expone un lado, quizás, poco conocido del narrador y poeta: su capacidad para construir entretenidas e inteligentes intercambios verbales con quienes lo visitaban. Esa capacidad pudo ser apreciada por el público peruano. A nuestro país llegó en dos oportunidades, en 1965 y 1978. Durante su segunda visita, el poeta Marco Martos tuvo la oportunidad de entrevistarlo. La conversación fue publicada en la revista Trobar Clus en 1981. En ella abordó diversos temas como su paso por el ultraísmo, la concepción de la poesía, sus antepasados familiares, entre otros.

Gracias a Javier Torres Seoane, pudimos tener acceso a un ejemplar que atesora en su biblioteca personal. Compartimos la entrevista completa para nuestros lectores.

Habla Borges, el poeta

Martes 22 de noviembre de 1978. Borges se encuentra nuevamente en Lima. Hasta su hospedaje en un hotel miraflorino ha llegado Marco Martos para conversar con el gran poeta argentino. De ese diálogo, que hasta ahora había permanecido inédito, publicamos los pasajes en los que Borges aborda el tema literario, y especialmente, el hecho poético.

Jorge Luis Borges: He estado contestando tantas preguntas que estoy un poco aturdido.

Marco Martos : Esperamos que nuestras preguntas no sean tan perturbadoras.

Así lo espero. Por ejemplo, me han preguntado por qué no escribo yo para las multitudes. Las multitudes no existen, eso es una ficción, ¿no? Uno escribe para un hombre determinado, no para las multitudes.

Para comenzar, quisiéramos preguntarle esto: en algunos de sus poemas, en dos por los menos, no recuerdo los títulos pero eran dos poemas sobre el ajedrez…

Creo que son lindos poemas. En ellos juego con la posibilidad de un número infinito de dioses, cada uno de los cuales sueña al otro o dirige al otro. Es el mismo tema de un cuento mío que se titula, creo, ‘Las ruinas circulares’. Es exactamente el mismo argumento. Yo no me di cuenta y por eso escribí el poema del ajedrez… después de haberlo escrito comprendí que eso ya lo había dicho mucho mejor en prosa.

Pero el tema del ajedrez aparece recurrentemente también en otros cuentos como…

Bueno, mi padre era un buen ajedrecista. Yo no lo he sido, no… he sido un pésimo ajedrecista. Luego, he publicado últimamente un poema, en La Nación, sobre ese juego japonés, el go.


portada de la revista  trobar clus (otoño de 1981)

¿A usted le atrae más este nuevo juego?

No, no… Me mostraron las fichas, me explicaron el juego, me dijeron que era un juego mucho más complejo que el ajedrez porque, creo, hay 360 fichas que corresponden al año lunar, ¿no?, de modo que tiene que ser más complejo que el ajedrez, donde las fichas son 32, creo, ¿no?

Sí treintaidós.

Ciertamente.

Y las casillas sesentaicuatro.

En el otro no sé cuántas casillas hay, pero en fin… muchas más.

Pero en relación misma.

Tanto que me habían dicho que, pero eso tiene que ser falso, que es imposible que se repita una jugada en el go. Ahora eso es imposible, eso es falso, porque aunque el número de piezas fuera diez mil el número de combinaciones de diez mil no es un número infinito, es un número indefinido, ciertamente.

Y hay una buena diferencia según usted lo ha probado.

Por supuesto que sí, claro. Finito es una cosa, indefinido es otra.
“No existe la poesía fría”

Bueno, en relación a todos estos y otros juegos, usted pone a veces, o creo yo que usted pone en toda su actividad intelectual esa misma pasión y esa misma frialdad del jugador ganador.

¿Frialdad? No, no

¿No?

No, yo no soy un hombre frío. Ahora, que mi obra sea en buena parte lúdica, eso es verdad. Pero el go es un juego apasionado. Ahora, yo creo que poesía fría es una contradicción, que no puede existir.

¿No puede haber poesía fría?

No y eso explica que Valery sea un poeta mediocre, porque no siente pasión en lo que él escribe. Góngora es un poeta artificioso, pero es superior a Valery porque en Góngora sentimos pasión, y en Valery no. Valery dice, por ejemplo: “Ce toit tranquille, où marchent des colombes,/ Entre les pins palpite, entre les tombes”… Es horrible.

No le parece…

Si hay algo a lo que no se parece el mar es a un techo. Esa es una imagen falsa ¿Cómo va a parecerse el mar a un techo? Y luego tenemos ese lugar común que es comparar a los barcos con…

Con las palomas.

Sí... eso me parece letra de tango, ¿no? Es una miseria. Y luego, el otro verso es cacofónico: “Entre les pines palpite”, cómo decir, ¡es una vergüenza!", "pines palpite"¿Cómo pudo escribir eso? Este hombre no tenía oído.

¿No era un buen poeta?

Yo creo que no. Yo recuerdo una línea de Kipling sobre el mar: "Who has desired the sea""¿Quién ha deseado el mar?" Bueno, ahí está, digamos, la respiración, el pulso del mar, la pasión del mar, se sienten en esa línea, ¿no? "¿Quién ha deseado el mar?" Bueno, ahí sentimos el mar. En cambio, en el poema de Valery vemos en todo caso una acuarela.


  Esto me hace pensar que usted tampoco aprecia a Mallarmé.

No… Sin embargo… a ver, ¿qué puedo recordar de Mallarmé? Yo creo que tiene ese poema sobre Poe, que es un lindo poema: "Tel qu’ en lui-même enfin l’eternité le change", pero luego se viene abajo: "Le pöete suscite avec un glaive nu/ Son siècle épouvanté de n’avoir pas connu/Que la mort triomphait dans cette voix étrange!" Es una miseria todo eso, ¿no? Pero la primera línea es muy linda, esa idea de que cuando el poeta muere, en el momento en que él muere, él ya es una imagen platónica… Es muy lindo eso y está dicho de un modo perfecto: “Tell qu’en lui-même enfin l’éternité le change”. Yo sería un desagradecido si no agradeciera profundamente ese verso de Mallarmé, aunque el resto de su obra no me guste mucho, ¿no? Ahora, el caso de Poe es raro porque yo creo que Poe es superior a cada una de las páginas de su obra. La imagen de Poe es una imagen como…

¿Cómo la de Cervantes, que usted elogió en el acto de esta mañana quien hace una gran obra?

Cierto. Claro que en el caso de Poe yo rescataría: Las aventuras de Arthur Gordon Pym, una espléndida pesadilla que se adelanta a la ballena blanca de Melville. Pero, además, de Poe surgen tantas cosas... cosas disímiles, por ejemplo, el simbolismo, Baudelaire, la novela policial. Todo eso fue engendrado por ese pobre hombre… por ese pobre hombre de genio… desdichado.

¿Usted siente un parentesco espiritual con él?

Sí, pero yo no sé si soy digno de ese parentesco.

Usted se lo ha ganado en toda su actividad literaria, ¿no? Mucha gente que admira la novela policial, y que admira también las obras suyas, hace esa relación…

Hemos tenido tantas discusiones con Bioy Casares. Bioy decía que Poe era un pobre hombre; era un hombre pobre en el sentido de ser un hombre desdichado, pero era un hombre desdichado y muy rico.
"Hidalgo era un charlatán"

¿Me permite una interpolación a lo que usted ha dicho? No tiene que ver con Poe sino con la poesía? Hace tiempo estuvo por acá un profesor italiano, Paoli, que ha traducido al italiano a algunos poetas peruanos como Eguren y Vallejo…

Bueno, yo siempre admiré a Eguren… yo lo conocí por Hidalgo, y si algo debo agradecerle a Hidalgo es el conocimiento de Eguren, ¿no?, porque Hidalgo era un charlatán.

A propósito de Hidalgo, ¿cómo usted pudo escribir o hacer algo con ese señor a quien usted llama charlatán, y parece que con Maples Arce también?

No.

¿No hicieron nada juntos? Entonces yo estaba equivocado.

No, no… Hubo una antología en la que pusieron mi nombre, sí, pero eso era por razones de conveniencia. Yo no hubiera podido trabajar con Hidalgo. No sé qué pensarán ustedes de Hidalgo.

No nos gusta tanto. Usted lo trata con gran dureza en una sola línea cuando dice de él: "El escritor, de alguna manera hay que llamarlo"...

Bueno siento haber sido tan descortés … Yo le dije algo así como: “el escritor, llamémosle así”. Hidalgo era un hombre lleno de vanidad… él se creía superior a Lugones. Hidalgo estaba loco, era un insensato. Oliverio Girondo, que era un hombre pobre también, decía que Lugones le daba lástima. ¿Con qué derecho?... Es absurdo. Yo creo que esas cosas se dicen para asombrar, ¿no? Las misma personas que las dicen no las creen. Ahora escucho que todo el mundo habla mal de Ruben Darío… de Rubén Darío, que es nuestro padre, de todos.


"En poesía es muy importante el sonido"

Yo creo que sí. Sus primeros versos parecen modernistas también, me refiero a los primeros versos suyos.

Sí y lo que escribo ahora también.

Yo siento la música de Darío, dentro de un estilo Borges… no encuentro otra manera de llamarlo.

Ojalá se sienta la música de Darío. Lo mejor que tenía era su música, porque en cuanto a los temas, los símbolos, estaban un poco gastados, ¿no?

Todos, o casi todos.

Sí, pero yo creo que eso no importa. Si yo digo: “Boga y boga en el lago sonoro/ donde el sueño de los tristes espera/ en un góndola de oro/ la novia de Luis de Baviera”, cada uno de esos símbolos es hueco, pero el conjunto funciona, uno se siente movido

Porque es buena música, ¿no?

Claro. Ahora si uno analiza: “Boga y boga” no es muy feliz; “en el lago” no es especialmente sonoro; “el sueño de los tristes espera”, querrá decir el ensueño, pero no quiere decir que los tristes se quedan dormidos en el lago; y “una góngola de oro” es una cursilería intolerable. Sin embargo, el conjunto es magia. Y lo más importante es eso. Darío logra la magia con cualquier medio y con medios muy pobres a veces, pero lo logra, ¿no?, y eso es esencial.

A propósito de Eguren, Vallejo y de usted, en una conversación, le preguntamos a este profesor italiano Paoli, por qué los europeos no apreciaban mucho a Eguren. Él dijo que eso se debía a que ellos tienen algunos poetas con una musicalidad parecida a la de Eguren, en cambio, dijo, Borges y Vallejo suenan de un modo absolutamente personal. No sé qué pensará usted.

Dijo Walter Pater que todas las artes aspiran a la condición de la música. Es verdad, ¿no? Claro, en la música el fondo es la forma, en cambio, en la poesía no, hay un elemento narrativo, y algo que puede separarse.

¿Usted cree que el mejor poema es aquel que da una sensación, un tono, antes del que cuenta algo?

No, a mí me gusta mucho lo narrativo… la épica es narrativa. Uno no puede prescindir de lo narrativo. Pero al mismo tiempo hay versos que me conmueven misteriosamente. Por ejemplo: “Peregrina paloma imaginaria/ que enardeces los últimos amores/ alma de luz, de música y de flores,/peregrina paloma imaginaria” de Jaymes Freire… eso no quiere decir nada y sin embargo…

¡Qué bien suena todavía!

Pero es que basta eso. Escuche: “And the red winds are whitering in the sky”. “Y lo vientos rojos se marchitan en el cielo”. No sé si quiere decir algo, pero no importa, ¿no? Es muy importante el sonido… desdeñar la música es renunciar a un elemento esencial del verso.
"La pandilla ultraísta"

Y eso hizo la vanguardia.

Sí.. y así salió todo… así salimos.

¿Y cómo así, pensando esto, usted tuvo un acercamiento con los ultraístas, o, de alguna manera lo fue? ¿Qué había allí?

(Riendo) Yo dirigí la pandilla ultraísta, el conventículo ultraísta… Simplemente, yo estaba equivocado.

¿Usted cree que los ultraístas y, en fin, todas las escuelas de vanguardia se parecen, son intercambiables?

Sí, yo creo que sí; fuimos una secuela tardía de las teorías de Lugones de Lunario sentimental en el que la metáfora es el elemento esencial del verso. Si hay un solo verso bueno sin metáfora, la teoría no funciona.

Y hay muchos, ¿no?

Yo creo que sí…
Poesía y metáfora

Son casi todos. A propósito de la metáfora, usted alguna vez dijo que en realidad solamente hay unas cuantas metáforas.

Sí, yo diría que esas metáforas son…bueno, vamos a enumerarlas: el tiempo y el río, la vida y los sueños, la muerte y el sueño, las mujeres y las flores, los ojos y las estrellas. Yo creo que con eso ya tenemos para siglos de poesía. Yo recuerdo y cito siempre este ejemplo: en la Antología griega, yo no sé griego, hay un epigrama, que se atribuye a Platón, que dice a la amada: “Yo quería ser la noche para mirarte con millones de ojos”. Es poesía amorosa, ¿no? Hay una metáfora de ojos/estrellas. Al mismo tiempo, vamos a tomar esa misma metáfora usada por Chesterton. Chesterton dice a la noche: “Una nube mayor que el mundo y un monstruo hecho de ojos”. Una pesadilla… “A monster made of eyes, not full of eyes but made of eyes”. Usted ve, la metáfora es la misma y el efecto completamente distinto, ¿no?

En el caso del epigragama griego sentimos la ternura, la ansiedad, el deseo de ver desde distintos ángulos, desde miles de ángulos, a la amada, y en el poema de Chesterton sentimos que la noche, la noche de cada día, es algo terrible, es un monstruo hecho de ojos; sin embargo, la metáfora es la misma, lo cual quiere decir que la metáfora no importa, que lo que importa es la entonación con que está dicha, ¿no? Me parece que sería absurdo decir…vamos a suponer que un crítico –los críticos suelen muy torpes—dijera que la imagen de la metáfora de Chesterton es un plagio de epigrama de Platón… sería un loco, ¿no? Sin embargo, usted podría justificar eso y decir: en la primera metáfora tenemos las estrellas comparadas con ojos, en la segunda metáfora tenemos las estrellas comparadas con ojos… son iguales pero son completamente distintas.

Esto me hace pensar que usted no aprecia a los poetas metafóricos.

No, sí los aprecio… Le voy a decir unas metáforas muy lindas de Chesterton, que no pueden ser superadas. Las dos son imposibles. Se trata de un viking, un joven escandinavo que mira Europa, la mira con gula y piensa que él va a poseer todo eso, y dice…¿quiere que lo diga en inglés o en castellano? Se lo digo en castellano primero…

O en inglés primero, para escuchar la música.

“Marble like solid moonlight/gold like a frozen fire”… “El mármol como luz de luna maciza/ el oro como un fuego congelado”. Dos metáforas imposibles y muy lindas, ¿no? Y que le hubieran a gustado a Hugo, ciertamente… “Marble like solid moonligth”, algo imposible, ¿no?, “El mármol como luz de luna maciza”… “gold like a frozen fire”, “el oro como un fuego congelado”… Dos metáforas imposibles y lindísimas, ¿no le parece?

En cualquier otro idioma también…

En cualquier otro idioma; si yo las traduzco literalmente al castellano creo que siguen funcionando.

A propósito, ¿qué piensa usted de la traducción de poesía , de la posibilidad de dar el tono de un…

Sí, creo que sí, y creo que la traducción puede ser superior al texto también. Quizás lo único inadmisible sea la traducción en prosa… la traducción literaria en prosa es inadmisible, de algún modo se estafa al poeta. A ver, no sé si ya hablamos de una metáfora de la espada. El ejemplo no es mío, es de un gran poeta… ¿cómo se llama?... bueno, no importa el autor… es ésta, y es imposible lógicamente: “Si no me hubieran dicho que era el amor, yo hubiera creído que era una espada desnuda”. ¿Qué le parece? Es de Kipling. No parece de Kipling, ¿no? Yo creo que cuando algo es realmente bueno ya no parece de nadie, ¿no? Yo diría, por ejemplo, que esa metáfora: “El oro como un fuego congelado”, ya no es de Chesterton; esta segunda ya no es de Kipling; son ya de la tradición, del lenguaje, de todos los hombres, de nadie, ¿no? Cuando una cosa sale bien, bueno…
"Siempre me he enamorado en Inglés"

¿Conoce usted estos versos: “Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón;/ estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota?

Sí pero yo los escribí en inglés.

Exacto eso quería preguntarle.

Yo lo escribí en inglés. Yo estaba enamorado de…yo siempre me he enamorado en inglés.

¿Y usted por qué escribió los poemas en inglés?

Porque era el idioma de nuestro diálogo amoroso, estos versos era entonces una continuación de este diálogo.

Son muy hermosos. Estos versos son del año 34. Algunos años después, más o menos el 38, usted ya no publicó más poemas por un tiempo largo.

Eso lo han reseñado los críticos. Yo no lo sabía; yo no me di cuenta de eso… Es cierto, además. Eso puede verificarse cronológicamente…

¿Usted no tiene explicación para eso?

No.

¿Simplemente no escribió poesía? No mucha, en todo caso.

Bueno, yo pensé que la poesía era inaccesible… mis amigos me dijeron que yo no era un poeta, que yo no tenía derecho a… que yo era un intruso en el campo de la poesía… que yo era realmente un prosista, un cuentista. Muchos amigos míos me dijeron eso y me lo dijeron con toda sinceridad.

¿Creyéndolo además?

Sí, creyéndolo. Y ahora yo creo que no, si hay algo que yo tengo de hecho es la poesía. Además, me siento más cómodo en verso que en prosa. Para mí, el endecasílabo es una forma tan natural como el octosílabo para los payadores.


Junín, el coronel Suárez

Usted escribió dos poemas sobre la batalla de Junín. Uno está en sus primeros libros, muy breve…

Uno muy breve en el que digo: “Y a las lanzas del Perú dio sangre española” ¿no? Y luego otro, muy superior…¿cómo es?... “En los atardeceres pensaría que para él había florecido esa rosa encarnada en la Batalla de Junín”. Mi bisabuelo, el coronel Suárez, era primo de Rosas pero unitario… era primo del dictador.

Usted no simpatiza con Rosas pero resultó de algún modo vinculado a él.

Bueno vinculado por la sangre pero no…

Cuando usted dice al final de este segundo poema: "Junín son dos civiles que maldicen a un tirano"

Bueno, no, porque yo escribí aquello durante la dictadura de Perón.

¿Y se refiere concretamente a él, no?

Claro, y por eso La Nación no quiso publicarlo y lo publiqué en Sur. La Nación no quiso publicarlo porque era tan evidente que ese poema no era histórico sino contemporáneo. Y en Francia lo tradujeron y lo publicaron bajo el título de “Borges escribe un poema comprometido”… Esta mañana me dijeron que había una estatua de Suárez en la pampa de Junín. A mí me conmovió muchísimo.

Me gustaría saber si hay un verso suyo.

No.

No estaría mal, ¿no?

Yo creo que sería una falta de respeto, ¿no?, porque yo creo que al coronel le basta con esa gloria. No precisa de adornos retóricos. No, no, yo respeto a mi bisabuelo.
Los primeros poemas

Quería preguntarle algo sobre sus primeros poemas. Las ediciones posteriores eliminan algunos poemas.

Bueno, es que no son flojos. No son literarios, son muy palabreros…Además, yo estaba bajo el influjo de Unamuno y quería escribir, digamos, de un modo simultáneamente tosco, simultáneamente rudo. Creo que fue un error. Ahora creo en la música, y antes yo quería no ser musical, ser enérgico y tosco, y lo lograba desde luego. Es más fácil ser tosco.

Me he enterado que en Palma de Mallorca han publicado algunos poemas suyos que usted no ha recogido posteriormente. No sé cuáles serán pero…

Deben ser muy flojos.

Pero a estas alturas todo lo que usted ha escrito, incluso eso que usted llama flojo, resulta interesante para…

Ah, puede ser… para los historiadores de la literatura, para los críticos.

Supongo que por eso habrá sido. No sé, creo que no han llegado acá.

Ojalá que no lleguen.
El amor…La felicidad… La desdicha

Usted en poesía ha tocado con cierta frecuencia el tema del amor, en prosa, en los cuentos, casi no lo toca. ¿A qué se debe esto?

Hay un cuento, “Ulrica”, que es una historia de amor, que es mi mejor cuento. Está en el libro de arena.

Pero usted prefiere la poesía para ocuparse del tema amoroso, ¿no?

Bueno es que la poesía es algo íntimo, digamos, en cambio, la prosa es un objeto que uno fabrica, objetos verbales.

Usted tiene un poema titulado ‘El remordimiento’.

Eso lo escribí a los tres días de haberse muerto mi madre. Mi madre murió hace tres años. Y a los tres días escribí ese soneto y me decía: “Pero que literato incorregible soy yo. Aquí estoy sufriendo y sin embargo estoy fabricando un soneto, buscando rimas…merezco el desprecio de todo el mundo. Y sin embargo, a mucha gente le ha gustado ese soneto: “He cometido el peor de los pecados/ Que un hombre puede cometer. No he sido/ Feliz. Que los glaciares del olvido/ Me arrastren y me pierdan, despiadados”. Es un lindo poema pero a mí no me gusta mucho.

Usted menciona esta constante de la infelicidad varias veces…

Bueno, es una constante en todas las vidas humanas…

No, lo que yo quería preguntar es que usted menciona constantemente esa situación de desdicha, de infelicidad…

Cierto.

¿Usted cree que el amor podría ser una posibilidad contra esa infelicidad?

Claro, pero yo sé que es una imposibilidad, yo lo sé por experiencia propia, pero desgraciadamente no dura, ¿no? Desgraciadamente puede ser efímero. ¿Cómo no va a ser…? Es una gran felicidad el amor. Amar y ser amado es espléndido, pero no sé si puede durar mucho tiempo, ¿no?...¿ Quien puede negar eso? Solamente un loco puede negar eso.
Borges y la violencia

En muchos de sus cuentos hay personas que en una situación extrema, como la muerte, pero generalmente en una situación de violencia, descubren su identidad.

Ah, sí. Ese es un tema que a mí me gustó siempre: la idea de que hay un momento en que un hombre sabe quién es.

¿Necesariamente violento?

Y… teóricamente podría a llegar un momento en que va caminando por la calle solo, ¿no?.. podría comprender muchas cosas de golpe, ¿no?, pero claro, para un cuento es mucho mejor que sea una situación violenta.

Le fascinan a usted los hechos violentos, ¿no?, por ejemplo esas referencias a los puñales, a las espadas…

Sí, es cierto… la idea del valor personal, ¿no?...además, he sido amigo de cuchilleros.

Yo lo vi a usted una vez, el año 1964, aquí en Lima, hacer unos gestos, uno pasos de cuchilleros. Estaba usted dando una conferencia, sin embargo hizo un aparte, hizo algunos gestos…

Qué raro.

Fue en la Universidad Nacional de Ingeniería. Me extrañó muchísimo.

(Poniéndose de pie y moviendo los brazos) ¿Hice así por ejemplo?

Sí, sí, usted se puso de pie e indicó cómo se ponían el poncho.

Habría bebido, estaría un poco bebido, ¿eh?

Yo sentí que usted se transfiguraba y que, como lo ha dicho en algunos textos, usted era todos los hombres, en este caso, un cuchillero.

Yo era amigo de cuchilleros. Yo recuerdo que allá en Palermo algunos cuchilleros quisieron enseñarme a “vistear” [simular una pelea a cuchillo]. Y  hay algo noble en esto. Creo que era Quevedo el que decía que las armas de fuego le dan ventaja al certero sobre el valiente, ¿no?, en cambio con el cuchillo no es así, uno tiene que ser valiente para manejar el cuchillo. No hay ningún cuchillero que sea cobarde.

En muchos cuentos usted ha exaltado al hombre valiente que sabe que va a morir o que sabe que va a perder…

Claro, porque yo he pensado en mi abuelo que se hizo matar en la revolución del 74. El había tomado esa decisión por razones políticas: después de una batalla se puso un poncho blanco, montó en un caballo tordillo y marchó, no al galope sino al trote, hacia la trinchera donde estaba el enemigo esperándolo. Yo he escrito un poema sobre mi abuelo. A ver.. ¿cómo es?... “Alusión a una sombra de mil ochocientos setentaitantos*: Lo deje en el caballo, en esa hora/Crepuscular en que busco la muerte;/Que de todas las noches de su suerte/Esta perdure, amarga y vencedora./Avanza por el campo la blancura/ Del caballo y del poncho. La paciente/Muerte aguarda** en los rifles. Tristemente/ Francisco Borges va por la llanura./Esto que lo cercaba, la metralla/Esto que ve, la pampa desmedida,/ Es lo que vio y oyó toda la vida./ Está en lo cotidiano, en la batalla./Alto lo dejó en su épico universo/ Y casi no tocado por el verso”. Lindo, ¿no?

Verdaderamente hermoso.

Sobre todo los últimos versos: “Alto lo dejo en su épico universo/ Y casi no tocado por el verso”. Metáforas casi no hay, ¿no? Hay lugares comunes deliberados…”La paciente muerte aguarda en los rifles”… “Tristemente Francisco Borges va por la llanura”.

(En ese momento entra María Kodama, la secretaria de Borges, quien le recuerda al poeta que lo están esperando en un canal de televisión para grabar otra entrevista. Borges recuerda entonces un poema, 'La luna', dedicado precisamente a María Kodama, y lo recita).

Hay tanta soledad en ese oro./ La luna de las noches no es la luna / Que vio el primer Adán. Los largos siglos/ De la vigilia humana lo han colmado /Del antiguo llano. Mírala. Es tu espejo”. Es un lindo poema, ¿no? Claro, la luna que vemos no es la de Adán . Es la luna por la que han pasado Virgilio, Shakespeare… Todos los hombres dicen que vieron la luna.

Una última pregunta: si quisiera conservar un verso suyo, ¿con cuál se quedaría?

Y… con ese, por ejemplo: “Hay tanta soledad en ese oro”.

¿Y un poema? ¿Con qué poema se quedaría usted?

Ese poema sobre la muerte de Laprida, el “Poema conjetural”.

*Borges se equivoca con el título de un poema dedicado a Juan Muraña, “Alusión a una sombra de mil ochecientos noventa y tantos”. El poema que recita Borges en realidad lleva el título “Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-74)”. Ambos figuran en El otro, el mismo. (Nota de la redacción de la revista)

**En todas las versiones impresas de este poema figura la palabra acecha en vez de aguarda. (Nota de la redacción de la revista)

Fuente : La Mula - Perú


El infinito Borges - Museo Universidad de Alicante - España

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El pasado miércoles 23 de noviembre de 2016 se inauguró la exposición El infinito Borges, en el Museo de la Universidad de Alicante, organizada por la Universidad de Alicante y el Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti, con la colección del Museo del Escritor, del Centro de Arte Moderno de Madrid.

Fuente : You Tube

Sandra Mihanovich – Milonga de un soldado – J.L.Borges

Publican La senda, el libro “perdido” del padre de Borges

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 Nuevo capítulo para una saga de escritos, misterios y silencios

Aunque Jorge Luis Borges mencionó varias veces la novela El caudillo, dada a conocer por su padre, Jorge Guillermo, en 1921, nunca habló de La senda, el ensayo filosófico del que apenas se tenían noticias. Sin embargo, la Universidad de Pittsburg lo recuperó y acaba de editarlo.

En La senda, Jorge Guillermo se entrevé como un hombre de mundo.

Por Facundo García

La Primera Guerra Mundial destrozaba Europa y los Borges se refugiaron en Ginebra. Habían llegado a Suiza buscando una cura para Jorge Guillermo, el papá, que se estaba quedando ciego. El hombre sentía desvanecer sus ilusiones literarias; entonces apuraba páginas sobre la Realidad, la Vida, el Yo, la Justicia. Corría 1917 y las hojas se acumulaban detrás de un título tentativo: La senda. Nunca más se supo de esa obra. Hasta que hace unos meses llegó una noticia que dejó en vilo a muchos borgianos. La saga cruza literatura, ceguera y silencios. Terminada la guerra, el señor Borjes –así solía firmar– publicó El caudillo (1921), una novela que su hijo Jorge Luis mencionaría varias veces a lo largo de su carrera. Pero parece que nunca dijo nada de La senda. ¿Qué decían esas líneas? Los motivos de la omisión eran difíciles de averiguar. El texto era inhallable.

Sin embargo, el azar tiene caprichos. Casi un siglo después de que Jorge Guillermo Borges escribiera aquel ensayo filosófico, se corrió la voz de que en los Estados Unidos había una copia del original, y que se estaba por publicar en una edición de la Universidad de Pittsburg. Daniel Balderston, director del Borges Center que funciona en aquella institución, confirma el hallazgo: “Se trata de la fotocopia de una fotocopia que me llegó mientras estaba haciendo una investigación para un libro que se llamará How Borges wrote (‘Cómo escribía Borges’)”, revela.

El académico desliza un testimonio digno de una novela de espías. Pone en escena a Donald Yates, primer traductor de la obra borgiana al habla inglesa y uno de sus más respetados analistas. Resulta que a fines de los ‘60, Yates estaba en Buenos Aires para preparar una biografía sobre Jorge Luis. Entre charla y charla, se enteró de que Leonor Acevedo –la madre de Georgie– guardaba páginas de Jorge Guillermo, su marido. Yates se las rebuscó para hacer una copia de La senda antes de volverse a Estados Unidos. Así salvó un texto cuyo original se cree perdido.

Por cierto, no se sabe si esa “desaparición” del original es fruto de la casualidad. Jorge Luis Borges hablaba de su padre, mencionaba sus poemas, ponderaba sus traducciones y la novela El caudillo, pero de esta colección de disquisiciones filosóficas nunca dijo nada. Es raro, por lo menos.

Tres tigres

“El tono de Jorge Guillermo es solemne. Un tono que no encontramos a menudo en Jorge Luis ni en Macedonio Fernández”, observa el profesor Balderston. La triple mención no es fortuita. La lectura de La senda revela un fuerte lazo entre el Borges padre, el hijo y el espíritu macedoniano. “Todo esto viene a confirmar que había algo más que una mera amistad de los Borges con Macedonio”, sigue Balderston. “Quizás había un proyecto común que tenía que ver con cierta idea de la autonomía del individuo, del cambio social, de escepticismo con respecto al Estado. Eso sí, hay una cosa que falta en Jorge Guillermo, y que sí está en Macedonio y en Jorge Luis: el humor”. No hay risa en los párrafos de La senda. Este Borges no tiene la chispa del hijo. Tampoco da cabida a los giros coloquiales. “Pasa que en 1917 todavía no se escribía en argentino –detalla Balderston–. Los escritores de prestigio de la época no marcaban mucho el vocabulario local. Eso había pasado de moda con la decadencia de la gauchesca”.

Rigideces aparte, Jorge Guillermo se entrevé como un hombre de mundo, un librepensador que en ocasiones se dejaba arrastrar por las mareas de la sensualidad. En algunos retratos sale fachero, con aires de dandy. Y hay quien ha sugerido que era un poquito calavera, aunque otros sostienen que no era así, que tuvo un matrimonio feliz y que hasta el final de sus días Doña Leonor fue capaz de recitar de memoria los poemas de su Jorge.

Por supuesto, nada de eso explica por qué publicó El caudillo y no La senda. Según Balderston, puede haber tenido que ver con que La senda no encontró su estructura definitiva: “El caudillo sí agarra una forma, la forma clásica de la novela rural argentina, con su saldo melodramático inclusive. En este otro trabajo tenemos una situación diferente. Jorge Guillermo escribió a máquina, pero corrigió a mano e hizo muchas inserciones en las hojas, sin hacer jamás una nueva versión. Es decir que en algún momento se desalentó”. Antes, de todos modos, alcanzó a mostrarle el proyecto a Macedonio, que anotó un único comentario donde resaltó la expresión “pudor de optimismo”. “(La frase) tiene la fuerza de una idea de Nietzsche. Vale por todo el libro”, apuntó con acidez el amigo.

El peso de una sonrisa

Salvo por el machismo que salpica algunos tramos, las opiniones que se leen en La senda podrían ser las de un autor actual. La edición de Pittsburg se completa con dos poemas –uno de ellos se titula “Momentos”, aunque este sí es auténtico, no como el que le atribuyeron a Jorge Luis–, más una traducción al castellano del Rubáiyát de Omar Jaiyám y algunos textos críticos. En párrafos y versos sopla una anarquía individualista con nubarrones de pesimismo. Da la impresión de que para Jorge Guillermo cada humano está obligado a bancarse la angustia de existir desde la edad de los pañales. “La postura sobre la radical autonomía de los individuos, incluso los niños, podría leerse como una crueldad hacia Jorge Luis –aporta Balderston–; pero también es entendible como un respeto radical a su proyecto de vida”.

En medio hay giros de neto aroma borgiano. Ejemplo: “En los destinos del universo tanto puede pesar una sonrisa como una civilización que se derrumba”. O bien: “La perfección del perdón es el olvido”. Tal vez estas iluminaciones agradaban al hijo. Pero hay más. En sus páginas, el papá de Borges avisa sobre los peligros de ser un literato. Advierte Jorge Guillermo que “cuando el hombre cede su sitio al autor, el público suele escucharse a sí mismo” y por lo tanto “la especie ha reemplazado al individuo con todas sus limitaciones y prejuicios”. Jorge Luis jugó al límite de estas sentencias, y a lo mejor las hizo pedazos.

Textual

“No es fácil juzgar de la infancia como quien dice de segunda mano. La ajena, la de los verdaderos chicos, se desenvuelve en un mundo tan distinto al nuestro como es distinto un cuento de Perrault a la metafísica de Kant. La psicología infantil no es una ciencia, ni un arte. Es una simple majadería, y el chico que vislumbramos a través de sus páginas es un ser fantástico como la sota de oros o el rey de bastos, y mucho menos interesante. Si nos es imposible penetrar muy hondo en la selva oscura de nuestras almas, ¿cómo hacerlo en el corazón y la mente de seres cuyo corazón y cuya mente es tan movido y cambiante como la danza de las horas en el teatro del día? Más nos vale acariciarlos, hacerles merced de una sonrisa o de un juguete y quererlos mucho, mucho. Mejor para ellos si son como pretenden algunos observadores perfectamente amorales, si son tan inconscientes del bien como del mal. La conciencia que nosotros tenemos del valor de nuestros actos no nos libra de ejecutarlos. El árbol del saber da un fruto amargo. No nos preocupemos tampoco demasiado por su educación. En esta materia como en muchas otras un poco de prudente negligencia es salvadora; no olvidemos que la mano que corrige y guía puede también deformar, y dejemos que nuestros hijos nos eduquen: en el cambio recíproco de influencias la del hijo sobre el padre es la mayor. La labor nuestra ha de ser en el mundo que habitarán mañana. Pongamos nuestra casa en orden, será la suya, limpiémosla, hagámosla más cómoda y hermosa y habremos cumplido con nuestro deber”.

(Extracto de La senda. Se ha mantenido la puntuación del original.)
  
La ficha

Jorge Guillermo Borges nació en Paraná (Entre Ríos) el 24 de febrero de 1874. Era hijo de una británica llamada Fanny Haslam y de un coronel del ejército argentino, Francisco Borges. Cuenta la mitología familiar que Francisco se suicidó corriendo de frente hacia las balas enemigas en la batalla de La Verde, dejando a Fanny sola y a cargo de dos niños. En la casa de la viuda Haslam de Borges se hablaba inglés y se respiraba una amalgama entre lo criollo y lo anglosajón. Ya adolescente, Jorge Guillermo estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego se dedicó al Derecho. En la universidad se vinculó con un grupo de estudiantes que incluía a Macedonio Fernández, Juan B. Justo, José Ingenieros y Leopoldo Lugones. De yapa, sus andanzas por Palermo le granjearían la amistad de Evaristo Carriego.

El 1 de octubre de 1898 Jorge Guillermo se casó con Leonor Acevedo. Al año siguiente nació el hijo mayor, Jorge Luis; luego vendría Norah. El papá se ganaba la vida como abogado y daba clases de psicología. Pero la vista no lo acompañaba. Buscando algún tratamiento médico que aliviara el problema, la familia se trasladó a Ginebra en 1914 y recién se reestablecería en Buenos Aires en 1924. Para el joven Jorge Luis, este regreso fue una revelación. En cambio, la carrera literaria de Jorge Guillermo marchaba hacia el ocaso. A fines de 1937 sufrió un derrame cerebral y murió al año siguiente, dejando, no obstante, una obra que gravitaría sobre el hijo. “Mi padre me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no solo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música”, diría Jorge Luis más tarde.

uente : Pagina 12

El día que Borges y Sabato se sentaron a conversar

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Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, amigos alguna vez, llevaban dos décadas de franca enemistad por razones políticas. Una charla de café, un martes del verano de 1975, encontró reconciliados a dos ídolos de la literatura argentina. La lección de dos gigantes

Por Alfredo Serra

Borges y Sabato. Sabato y Borges. Estuvieron distanciados casi 20 años, por diferencias políticas. "Inevitablemente, tanto uno como el otro dijimos palabras quizá injustas", diría Sabato tiempo después.

Un día del verano de 1975 logré que se sentaran a conversar. Y escribí un artículo para la revista Gente. Aquí, fragmentos de una charla imperdible. La lección de dos grandes.

La idea implicaba la reunión de mucho más que dos enormes escritores, eran dos ídolos de la literatura argentina. No fue fácil. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, amigos alguna vez, llevaban dos décadas no sólo sin hablarse: dos décadas de franca enemistad por razones políticas. Sin embargo, ante la posibilidad de aportar algo de su talento a miles de lectores, olvidaron rencores y polémicas, y protagonizaron, a lo largo de una mañana inolvidable, este diálogo y estas imágenes que hoy son un clásico del periodismo nativo. Acaso por esas simetrías que, según Borges, le gustan al destino, el encuentro sucedió apenas unos meses antes de la primera Feria del Libro. La que a partir de allí, nunca iba a detenerse.

Recrear aquella charla y aquella reconciliación es más que un placer intelectual. Es también una lección para la clase política, casi siempre separada por mezquindades y casi siempre alejada del bien supremo: el país y su gente.

Verano de 1975: el encuentro.

El alejamiento se mantuvo hasta que una circunstancia casual produjo algo nuevo. En una ocasión, Borges firmaba libros en una librería del centro. Sabato pasó por allí. Entonces, algunos de los que esperaban la firma de Borges se acercaron a Sabato y le pidieron que también firmara. Así, en libros de Borges, pueden encontrarse dedicatorias de Sabato: un símbolo de lo que pasaría después. El escritor se acercó a Borges y lo saludó. Borges lo abrazó. Acaso ninguno de los dos había olvidado la polémica, las palabras ásperas, los casi veinte años de silencio. Pero el fervor, la devoción, algunas preocupaciones comunes y ciertas inevitables coincidencias volvieron a acercarlos. Al fin de cuentas, los dos estaban en el centro de una Buenos Aires que aman y aborrecen, que contaron como pocos, que guarda para siempre su gloria (sus libros) y que algún día guardará sus huesos.

Hablaron mucho. Los primeros testigos de ese diálogo (Anneliese von der Lippen, amiga de Borges y traductora de la obra de Sabato al alemán, y Orlando Barone, un escritor joven, autor de Debajo del ombligo) pensaron que esa conversación debía prolongarse. Sintieron que las palabras de esos dos hombres merecían otro destino que el olvido. Muy pronto hubo un grabador entre ellos. Muy pronto habrá un libro con sus conversaciones, que tienen -ya se verá-, algo de testamento, de balance, de eternidad.

La tentación fue demasiado grande. Y una mañana, a comienzos de febrero, muy temprano (yo había leído que el hombre de Santos Lugares madruga y contempla las plantas), marqué los siete números que encierran fantásticas cábalas. Tuve miedo al decir "Buenos días". Tengo miedo ahora, cuando ya todo ha sucedido. Porque le pedí a Sabato que se encontrara con Borges. Que salieran juntos. Que recorrieran umbrales dormidos del sur, rejas oxidadas, almacenes tibios, plazas apenas reales. Y Sabato me dijo que sí.

Las cosas sucedieron un martes. Poco importa, pero Sabato tenía zapatos anchos, pantalones grises, saco azul, camisa colorada, y Borges interrumpía el azul profundo de su traje con una corbata verde y amarilla.
Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato en el Parque Lezama, a espaldas del Museo Histórico Nacional
Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato en el Parque Lezama, a espaldas del Museo Histórico Nacional

Borges: -La vida es soportable porque ocurre en tajadas. Uno se levanta, se afeita, desayuna. Va haciendo las cosas lentamente. Por eso la vida es menos espantosa…

Sabato: -Claro. Imagínese un hombre que se pasara toda la vida afeitándose. O diciendo "Buenos días". Mucha gente supone que los hombres famosos nunca dicen "buenos días" o toman café con leche, como cualquiera. Si los ven tomar café con leche ya no creen en su fama. La gente parece ignorar que el hombre no siempre escribe El Quijote. A veces paga impuestos.

B.: -Es cierto. Lo mismo que esos que dicen: "A fulano lo conocí cuando era de este alto". Bueno, ¿qué pretenden? ¿Que naciera siendo gigantesco?…

S.: -Muchas señoras de la época habrán dicho algo similar de Proust: "¿Quién iba a decir que Marcelito escribiría una obra maestra?". Los famosos no pueden vivir a la vuelta. Tienen que vivir en el país de ninguna parte.

B.: -Sí, en Utopía. Las palabras tienen trampas. Uno dice: "Ese lugar es estupendo". Y "estupendo" parece provenir de estúpido…

S.: -Yo inventé la palabra "afroidisíaco", que es una combinación de Freud y "afrodisíaco".

B.: -Yo conocí una orquesta de zíngaros. Pero en realidad no eran tan zíngaros. Eran apenas "gríngaros".

S.: -El portugués es un idioma deshuesado. Las consonantes fuertes han ido desapareciendo, y parece que le faltaran huesos. En cambio, el alemán es fuerte. Los carteles de prohibición, en los trenes, gritan: "¡Verboten!". Así, entre signos de admiración, como diciendo: "Cuidado que aquí atrás está el gobierno!". Los italianos son más ceremoniosos, más explicativos.

B.: -¿Estamos en Parque Lezama?

S.: -Sí. Me gustaba más antes, cuando no estaba tan endurecido por las veredas, cuando los caminos eran de tierra.

B.: -El Parque Lezama me trae muchos recuerdos… ¿Hay escalones ahora?

S.: -Los peores. Hay escalones que no parecen escalones…

B.: -Es lo que sucede en la oscuridad.

S.: -¿Cuál es la mejor traducción que usted conoce, Borges? La mejor traducción de cualquier cosa.

B.: -Es difícil…

S.: -Dicen que la Biblia es una gran traducción. Y Proust al inglés, también.

B.: -Es posible. Sin embargo, el traductor de Proust empezó mal. En busca del tiempo perdido no responde al original. Es una cita de Shakespeare.

S.: -Es cierto. Suena un poco absurdo.

B.: -Hace un instante alguien me recordó que yo escribí en un prólogo que la única cifra que recordaba del catálogo de Bruselas (un catálogo para bibliotecarios) es el número 213, que corresponde a Dios. Ya había olvidado ese número, en realidad…

S.: -Doscientos trece. Es un número bastante cabalístico, sin embargo. La suma es seis. Está formada por los tres primeros números (uno, dos, tres). Empieza por el par, que es la dualidad del mundo. Termina con el tres, que es la Trinidad. En fin, la cosa no está tan mal. Para principiante de bibliotecario le fue bastante bien, Borges.

B.: -Hablamos el otro día de sabiduría popular. De adagios…

S.: -Los adagios aciertan siempre. Uno dice: "Al que madruga Dios lo ayuda". Y otro: "No por mucho madrugar amanece más temprano". Claro, así es fácil. Si no acierta por un lado, acierta por el otro.

B.: -Es el caso de "Más vale pájaro en mano que ciento volando" y "Más vale buena esperanza que ruin posesión", que es lo contrario.

S.: -Claro, adagio y contraadagio. La sabiduría de los adagios es una especie de perogrullada. Además, algunos son siniestros, canallescos. Por ejemplo: "La caridad bien entendida empieza por casa". Hablar de sabiduría de un pueblo sobre bases semejantes es una iniquidad…

B.: -Me acuerdo de una frase feliz de Paul Groussac. Decía que Sarmiento sabía el latín y sospechaba el griego…

S.: -Suele decirse: "Fulano domina varias lenguas". Generalmente, uno no domina ni la de uno.

B.: -Más bien está dominado por ellas…

S.: -Es que hay lenguas insospechables. Algunos lectores, aunque no se conozca el idioma, pueden sospecharse. Pero en Hungría, por ejemplo, uno nunca sabe si el cartel dice "Caballeros" o "Prohibida la entrada". El húngaro es terrible…

B.: -Podríamos tomar una caña…

S.: -Bueno. Enfrente hay un almacén.

B.: -¿En qué esquina?

S.: -Defensa y Humberto Primo.

B.: -¡Ah! Muy cerca. Recuerdo que hay una iglesia danesa que parece de juguete. Y también una iglesia rusa.

S.: -Recién, cuando estuvimos sentados en la plaza Dorrego, Serra dijo que ese momento le parecía histórico…

B.: -Bueno, todos los hechos son históricos.

S.: -¿Le parece? Yo creo que si un hombre se acerca y dice: "Buenos días, caballeros. ¿Me permiten venderles unos tapices?", no está protagonizando un hecho histórico.

B.: -Es posible. ¿Tomamos esa caña, entonces? ¿Por dónde estamos?

S.: -Por el Obelisco.

B.: -¿Y cuándo nos conocimos nosotros? A ver… Yo he perdido la cuenta de los años. Pero creo que fue en la casa de Bioy Casares, en la época de Uno y el universo, ¿no?

S.: -No, ese libro es de 1945. Creo que nos conocimos antes. Sí, en casa de Bioy, pero un poco antes, a raíz de un trabajo que publiqué en Sur sobre La invención de Morel. O sea… debe de haber sido por el 40. ¡Qué barbaridad! Entonces hace treinta y cinco años.

B.: -Esas reuniones… Recuerdo que podíamos estar toda la noche hablando sobre literatura o filosofía. Era un mundo diferente. Ahora, me dicen, se habla mucho de política. Pero a la gente le interesan los políticos. La política abstracta no. Nuestras preocupaciones eran otras…

S.: -Yo más bien diría que en aquellos encuentros hablábamos de nuestra pasión: la literatura, la vida… Pero no porque no nos preocupara la política; a mí, al menos.

B.: -Es que no se hacía ninguna referencia a los diarios, a las noticias cotidianas, fugaces…

S.: -Sí. Tocábamos temas permanentes. La noticia cotidiana se la lleva el viento. Lo más nuevo que hay es el diario, y es lo más viejo al día siguiente.

B.: -Claro, eso está escrito para ser olvidado. Nadie piensa que deba recordarse lo que está escrito en un diario. Ellos mismos se encargan de borrarlo al día siguiente. Eso no puede ser muy importante, ¿no? Un diario, digo, se escribe para el olvido, deliberadamente para el olvido.

S.: -Dígame si no sería mejor publicar un diario cada año, cada siglo tal vez. Quiero decir: cuando sucede algo verdaderamente importante, nuevo. ¿Cómo se puede pensar que haya hechos trascendentes todos los días?

B.: -Es que no se sabe de antemano cuáles son. La crucifixión de Cristo fue importante después, no cuando ocurrió.

S.: -Imaginemos un título a toda página: "EL SEÑOR CRISTOBAL COLON ACABA DE DESCUBRIR AMERICA".

B.: -Como yo nunca he leído un diario, siguiendo el consejo de Emerson…

S.: -¿Quién? Ah… Emerson. Yo casi no los leo. Apenas cuando considero que algo es importante.

B.: -Ese tiempo parece muy lejano. Sí, claro, cronológicamente es lejano. Sin embargo, pienso en aquello como si fuera contemporáneo…

S.: -El tiempo no existe, claro… ¿Se acuerda, Borges, que aparte de la literatura y la filosofía, usted y Bioy sentían una gran curiosidad por las matemáticas? La Cuarta Dimensión, el Tiempo… aquellas discusiones sobre Dunne y el Universo Serial…

B.: -¡Caramba! Claro. Los números transfinitos, Kantor…

S.: -Y el Eterno Retorno, Nietzsche, Blanqui…

B.: -¡Y los pitagóricos!

S.: -Las aporías, Aquiles y la Tortuga… Nos divertíamos mucho, sí. Recuerdo cuando Adolfito leía los cuentos de Bustos Domecq recién salidos del horno. Pero a Silvina Ocampo no le gustaban, permanecía muy seria, ¿no?

B.: -Silvina solía leer esos textos con indulgencia, casi con gesto maternal.

S.: -¿Le parece? Yo creo que sentía fastidio. A veces se iba a otra parte a escuchar a Brahms.

B.: -A mí, sin embargo, los cuentos de Bustos Domecq me causaban gracia, a pesar de que esa gracia después no fuera compartida por nadie.

S.: -Vamos, Borges, no embrome. Y también se hablaba mucho de Stevenson. Eso de los silencios de Stevenson. Lo que calla a veces es más significativo que lo que expresa.

B.: -Claro, los silencios de Stevenson… Y también Chesterton, Henry James… Se hablaba menos.
En el corazón del barrio de San Telmo, frente a la Plaza Dorrego, compartieron un café Sábato y Borges
En el corazón del barrio de San Telmo, frente a la Plaza Dorrego, compartieron un café Sábato y Borges

S.: -Al que le interesaba mucho era a Pepe Bianco.

B.: -Sí. El había traducido The Turn of the Screw. Mejoró el título, es cierto. ¿Otra vuelta de tuerca es superior a La vuelta de tuerca, no?

S.: -Representa con más calidad la idea de la obra. Al revés que con ese libro de Saint-Exupéry llamado Terre des homes, traducido como Tierra de hombres. Como quien dice Tierra de machos, cuando lo que en realidad quiere significar (además lo dice literalmente) es Tierra de los hombres, la tierra de estos pobres diablos que viven en este planeta. No sólo ese traductor no sabe francés sino que no entendió nada de Saint-Exupéry.

B.: -La enormidad de las traducciones… Hay un filme inglés cuyo título original, The Imperfect Lady, lo tradujeron aquí como La cortesana. Perdió toda la gracia, naturalmente…

S.: -¿Y qué me dice de La mujerzuela respetuosa? ¡A lo que puede llegar la cursilería!

B.: -Mujerzuela… una palabra que ya nadie usa.

S.: -La misma mojigatería con la obra de John Ford: Lástima que sea una perdida. ¿Se imagina? Nada menos que un autor como Ford, un tipo de esa época de piratas.

B.: -¡Sí! Precisamente altera el título, que es donde más ha trabajado el autor. Cuando eligió uno es porque lo ha pensado mucho. Nadie, ni el traductor, debe creerse con derecho a cambiarlo.

S.: -¿Y acaso el título no es la metáfora esencial del libro? Del título podría decirse lo que se ha afirmado de los sistemas filosóficos, que casi siempre son desarrollo de una metáfora central: El río de Heráclito, La esfera de Parménides…

B.: -Claro, suponiendo que los títulos no sean causales… Bien, se supone que los libros no son causales…

S.: -Con optimismo a veces… A propósito, pienso en las editoriales y las comparo con los bancos. Son instituciones paradójicas. El banco le presta dinero al señor que no lo necesita. El editor le publica al escritor que todos se disputan. Eso hace difícil cualquier comienzo. Sin embargo, es extraño, uno ve los estantes de las librerías y es como una invasión de títulos. Debe de haber más autores que lectores, creo. Y otro fenómeno: el de los quioscos. Desbordan libros. Antes, por el año 35, solamente Arlt se vendía en los quioscos…

B.: -¿Libros en los quioscos…?

S.: -Sí, El Aleph, Ficciones y también los clásicos. Sí, Borges, y me parece bien que sus libros estén allí en la calle, casi al paso de cada lector. Se han multiplicado las posibilidades de acercarnos.

B.: -Pero… Es que antes no era así, claro…

S.: -Pero mucho antes, ¿recuerda que los almacenes de campo, cuando hacían sus pedidos a Buenos Aires, junto a las bolsas de yerba y a los aperos, pedían algún ejemplar del Martín Fierro?

B.: -Martín Fierro no es precisamente un personaje admirable, sino admirable el poema como arte. No, Martín Fierro no es un ejemplo, claro…

S.: -Para usted es una especie de antihéroe, creo…

B.: -Un desertor que deleita a los militares. Porque el Martín Fierro es la historia de un desertor. Pero si usted le dice eso a un hombre de armas, se indigna. Hasta Ricardo Rojas, en la Historia de la literatura argentina, lo defiende con argumentos inexistentes. Alega que en el libro se ve la conquista del desierto, la fundación de ciudades. Francamente no he leído una sola palabra de eso, ¿no?

S.: -Es que Fierro es un iracundo, un rebelde ante muchas de las injusticias de su tiempo…

B.: -Mi abuela, en 1872, vio a los soldados en el cepo. Hernández no conoció nada de eso. Se documentó, se basó mucho en el libro de su amigo Mansilla. Pero no aceptó que Martín Fierro fuera un mensaje de protesta social; es más bien un alegato contra el Ministerio de la Guerra, como lo llamaban entonces. No creo, no, que Hernández ansiara un nuevo orden social. Además era rosista, y jordanista después…

S.: -Importa sí el significado del canto. Pienso que el poema es el exilio de los gauchos, un canto para los pobres en su propia patria. No sé cuál habrá sido el propósito deliberado de Hernández al escribirlo, y eso no importa. Usted sabe que los propósitos siempre son superados por la obra cuando se trata del arte. ¿Quién recuerda en qué acceso de patriotismo Dostoievski se propuso escribir un libro titulado Los borrachos, contra el abuso del alcohol en Rusia? Le salió Crimen y castigo…

B.: -Si El Quijote fuera simplemente una sátira contra los libros de caballería, no sería El Quijote. Si al final, cuando termina la obra, el autor piensa que hizo lo que se propuso, la obra no vale nada.

S.: -Volviendo a lo de Martín Fierro, lo que usted dijo antes lo comparto en algo: no se lo debe valorar como testimonio de protesta. O diría, mejor, por el solo hecho de ser un libro de protesta, porque en este caso, cualesquiera que sean sus valores morales, no alcanzaría a ser una obra de arte. Pienso que si Martín Fierro vale es porque a partir de esa rebeldía accede a esos altos niveles y expresa los grandes problemas espirituales del hombre, de cualquier hombre y en cualquier época: la soledad y la muerte, la injusticia, la esperanza y el tiempo.

B.: -Además, Fierro es un personaje viviente, que, como pasa con las personas reales, puede ser juzgado muy diversamente, según se lo mire…

S.: -De allí las interpretaciones que permite. Sociológicas, metafísicas…

B.: -Yo no he dicho una palabra contra el Martín Fierro…

S.: -Es que ha habido reportajes, no siempre responsables, donde usted aparece diciendo otras cosas… Me parece útil que se aclare.

B.: -He dicho, sí, que proponer a Martín Fierro como personaje ejemplar es un error. Es como si se propusiera a Macbeth como buen modelo de ciudadano británico, ¿no? Como tragedia me parece admirable; como personaje de valores morales no lo es…

S.: -Prueba que un gran escritor no tiene por qué crear buenas personas.

B.: -Qué extraño. Ahora recuerdo que Macedonio Fernández tenía una teoria que yo creo errónea. El decía que todo personaje de novela tenía que ser moralmente perfecto. Desde esa perspectiva, sin conflictos, resultaría difícil escribir algo…

S.: -Parecería un chiste de Macedonio, realmente…

B.: -No, no. Era en serio. Bueno, sería como anular la novela, ¿no?

S.: -Basta mirar los grandes protagonistas de las novelas. Siempre marginados, tipos casi siempre fuera de la ley…

B.: -Hay una frase que Kipling escribió al final de su vida. Dice: "A un gran escritor puede estarle permitido inventar una fábula, pero no la moraleja". El ejemplo que eligió para sostener su teoría fue el de Swift, que intentó hacer un alegato para el género humano y terminó haciendo Gulliver, un libro para chicos. Es decir: el libro vivió, pero no con el propósito del autor.

S.: -Es lo bastante complejo para ser un espantoso alegato y un libro de aventuras para chicos. Esa ambigüedad es frecuente en el arte.

B.: -Se me ocurre algo. Supongamos que Esopo existió y que escribió sus fábulas. Pero posiblemente le divertía más la idea de animales que hablaban como hombrecitos, que las moralejas, ¿no? Esas moralejas se agregaron después.

S.: -Ninguna obra de arte es moralizadora en el sentido edificante de la palabra. Sirven al hombre en un sentido más profundo, como sirven los sueños, que casi siempre son terribles… Sarmiento se propuso escribir un libro contra la barbarie y la conclusión fue un libro bárbaro. Facundo expresa lo que hay en el fondo del corazón de Sarmiento: un bárbaro.

B.: -Sí, sí. Es verdad.

S.: -Lo admirable del Facundo es la fuerza de sus pasiones. Está lleno de afectos sociológicos e históricos. Es un libro mentiroso. Y una gran novela…

B.: -Sólo cuando una obra no vale, cumple los propósitos del autor.

S.: -El artista es por excelencia un rebelde. Por eso en las revoluciones nunca le va bien, y mucho menos a los novelistas.

B.: -En Rusia, hicieron dos filmes de Iván el Terrible: uno, al comienzo, era contra el zarismo; el otro, cuando Stalin se había convertido en un nuevo zar, en favor del zarismo…

S.: -El artista sólo puede hacer arte grande en absoluta libertad. Lo otro es el sometimiento, arte convencional, y por lo tanto falso. Y por lo tanto no sirve al hombre. Los sueños son útiles porque son libres.
El Bar Plaza Dorrego recuerda cuando los célebres escritores se sentaron a charlar en los años setenta
El Bar Plaza Dorrego recuerda cuando los célebres escritores se sentaron a charlar en los años setenta

Verano de 1975: Epílogo, ¿o prólogo?

Dejaron atrás las rejas, los adoquines antiguos, la certeza del río cercano. Como diría Borges, salieron del territorio de los arrabales y la desdicha y entraron en la mañana del centro y la serenidad. Se despidieron con pocas palabras. Borges cerró la puerta del ascensor. Sabato se metió rápidamente en un auto. Una hora más tarde, estaría otra vez en su jardín de Santos Lugares.

En un café casi vacío escuché la grabación. Al llegar al final, entendí que no se habían propuesto urdir una charla memorable, ávida del mármol o del bronce. Simplemente, se habían dejado arrastrar por palabras amistosas, por recuerdos, por sucesos desordenados, por algunos nombres propios. Sin embargo, casi sin testigos, junto a un aljibe silencioso en la mesa de un almacén, habían hablado de la vida y la muerte, de la eternidad, de Dios, de reyes y de poetas, de lenguas remotas y de noticias urgentes.

En la larga cinta marrón, dentro de un grabador parecido a todos los grabadores, quedaba un cosmos. Y ahora, al final de la nota, la tentación también es grande. Yo podría armar un final con laberintos, espejos, senderos que se bifurcan, ángeles exterminadores, Alejandras, ciegos. Mezclar la matemática y el caos. Pero no: callar exactamente aquí es rendir un homenaje a Borges, a Sabato. Es pedir con fervor que este epílogo sea apenas un prólogo. Es esperar que estos dos hombres hablen hasta el fin de los tiempos.

Fuente : Infobae


BORGES el mismo, otro

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Biblioteca Nacional Mariano Moreno

Video realizado en base a entrevistas a diferentes escritores para la exposición "Borges el mismo, otro" inaugurada el viernes 15 de julio de 2016, por el Departamento de Comunicación de la Biblioteca Nacional.

Entrevistados:

-Pablo De Santis
-Guillermo Martínez
- Carlos Gamerro
-Hugo Salas
-Gabriela Cabezón Cámara
-Kike Ferrari
-Leopoldo Brizuela
-Mauro Libertella


Fuente : You Tube





"El universo visual de Jorge Luis Borges": Exposición abre sus puertas en Nueva York

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 El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, cerró hoy su visita a Nueva York presidiendo la inauguración de una exposición en el Instituto Cervantes sobre Jorge Luis Borges, cuyo legado aseguró que revolucionó la literatura en español.

Rajoy, quien presidió hoy una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, fue el encargado de inaugurar la exposición "El universo visual de Jorge Luis Borges", que reúne 25 obras de seis artistas argentinos sobre la relación que mantuvo el escritor con las artes visuales.

Acompañado por su esposa, Elvira Fernández, y en un acto en el que intervino también la viuda de Borges, la escritora y traductora María Kodama, Rajoy explicó que la exposición inaugurada hoy es un acercamiento artístico a la obra literaria de uno de los grandes nombres del siglo XX.

Una personalidad que recordó que, según Mario Vargas Llosa, fue "el único escritor contemporáneo equivalente a los grandes clásicos como Quevedo, Góngora o Cervantes"

En el 30 aniversario de su fallecimiento consideró que la exposición supone una visión novedosa sobre la obra de Borges, "un legado lleno de originalidad que revolucionó la literatura en español con creaciones que hoy siguen siendo reeditadas, traducidas y valoradas".

De ahí que agradeciera a Kodama que mantenga viva su memoria literaria y personal.

Rajoy dijo que la obra de Borges está inseparablemente relacionada con España y que los españoles pueden sentirse orgullosos de haber reconocido su grandeza otorgándole el máximo galardón de sus letras, el Premio Cervantes, en 1979.

El presidente del Gobierno aprovechó su presencia en el Instituto Cervantes para destacar la representación cultural de máximo nivel que, con este centro, tiene España en Nueva York

Rajoy recordó que el Instituto Cervantes, al que calificó de "la gran marca cultural" de España, cumplió este año su 25 aniversario consolidando su posición clave para la proyección internacional del país.

Recalcó que la importancia de la cultura española en Estados Unidos no es fruto de la casualidad, ya que dijo que son muchos los vínculos que unen a las dos naciones.

Rajoy consideró como un objetivo que el español siga ganando espacio en Estados Unidos como una lengua de futuro, de oportunidades y de cultura.

La exposición inaugurada por Rajoy sobre Borges muestra las obras de Sara Facio (fotografía), Gabriela Aberastury (dibujos y vídeo), Gabriel Barna (grabados y dibujos), Norma Bessouet (escultura), Mariano Cornejo (instalación) y Ezequiel Díaz Ortiz (diseño del catálogo-libro).

Fuente : Diario Correo - Perú

El Adrogué de Borges: una visita a los paisajes literarios de la memoria

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Desde chico, el autor de El Aleph pasó varias temporadas en esa localidad y sus recuerdos dejaron huella en su obra; los eucaliptos, los suburbios y la sombra del hotel Las Delicias.

Marcela Ayora

Borges y el laberinto. La multiplicación. El otro. Los espejos. Más que temas, son obsesiones a las que el escritor volvió una y otra vez. El Sur también dejó huella en él. En sus cuentos y poemas están los detalles en los que se detuvo, la relación entre mirada y espacio, la memoria. Dentro de todos los Borges, hay un Borges de Adrogué. Llegó a Adrogué de pequeño, con su familia: "Aprendí a andar en bicicleta y paseé entre los árboles, los eucaliptus y las verjas", dijo en una conferencia que llamó "Adrogué en mis libros", de 1977, que forma parte del volumen Jorge Luis Borges en Almirante Brown. La familia alquiló una quinta, La Rosalinda, que ya no existe. Salir a caminar con su padre era algo recurrente. Después vendría el tiempo en el hotel La Delicia, el de los espejos. "Sobre el portón decía La Delicia, salvo que nadie utilizaba el singular, sino el plural, que es mejor. Hay cuentos míos que parten de ese lugar o regresan a él." Cuando su padre murió, la madre, Leonor Acevedo, compró el terreno y levantó una casa a la que irían durante los veranos con su hermana Norah. Pero en 1953 la vendieron. Hoy funciona allí el museo Casa Borges. Además de las historias, el Sur le da un amigo, el poeta y periodista Félix Della Paolera, quien gestionó el doctorado honoris causa a Borges por la Universidad de Cuyo. Con su amigo Grillo -así le decían a Della Paolera por su costado insomne- almorzará muchos sábados de su vida y compartirá las caminatas por esos rincones del Sur.

Un recorrido posible

1-Viejo puente de ferrocarril y altura Camino de las Tropas.
Aparece en el cuento "La intrusa" el rancho de los Iberra, en Turdera. Sobre cómo construyó este cuento, Borges escribió: "Había empezado la historia de dos hombres, dos hermanos que se disputan la misma mujer. [?]Me acordé entonces de los hermanos Iberra, de quienes muchos de ustedes tendrán noticias. ¿Por qué no ocurrirlo en Turdera? Pensé: si sitúo un cuento mío en Turdera en mil ochocientos noventa y tantos, ¿quién puede saber cómo eran los hombres de aquellas orillas del Sur? Prefiero situar mis cuentos en las orillas de Palermo o en las orillas de Adrogué, a fines del siglo pasado". Con su amigo Grillo Della Paolera caminaban por Turdera, lindero a Adrogué.




Foto: LA NACION

2-Monumento representativo para recordar el hotel La Delicia. (Pasaje Las Delicias.)

Se lo menciona en "Adrogué", poema del libro El hacedor. "Lo que he tratado de decir sobre Adrogué, sobre el Sur, sobre el hotel Las Delicias, todo lo he dicho mejor, creo, en un poema". Del hotel Las Delicias, de enorme influencia en el imaginario borgeano, hoy apenas se conserva esa escultura. Y una vez más están los eucaliptos. "Su olor medicinal dan a la sombra/ Los eucaliptos: ese olor antiguo/ Que, más allá del tiempo y del ambiguo/ Lenguaje, el tiempo de las quintas nombra." Y al fin de otra estrofa: "Pero todo esto ocurre en esta suerte/ De cuarta dimensión, que es la memoria [?] En ella y sólo en ella están ahora/ Los patios y jardines". El cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" también alude al hotel. La primera oración es así: "Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar". Y los trenes, el punto cardinal de tres letras, la vida en las plantas, la ficción en los espejos. Aparece, como él lo llamaba, en plural, "Las Delicias", a medida que avanza la acción, así: "Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero de los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos".


 Foto: LA NACION

3. Su casa (Diagonal Brown 301).
Es el chalet en el que pasó los veranos con su madre y su hermana Norah. "De regreso de Europa, mi madre edificó una casita frente a la plaza Almirante Brown, que tuvimos que vender. Me acordaré siempre de las cadenas y de las anclas y de la estatua." La que era su habitación daba a la plaza principal, a las copas de los árboles de los que siempre habló: la conocida referencia al olor de los eucaliptos. "En cualquier parte del mundo en que me encuentre, cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué." Hoy funciona allí la Casa Borges, inaugurada en 2014 como un proyecto municipal con el apoyo de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que dirige María Kodama. Fue Kodama la que elogió una de las intervenciones, el mural de Fernanda González Latrecchiana, artista plástica especializada en murales que apelan a la identidad de las ciudades. El que hizo muestra a Borges de espaldas, acompañado por un tigre, animal que era su pasión. También hay obras de Lili Esses, Jorge Aranda, Andrea Bravo y Elena González. Para hacer la recorrida, está la palabra de Teresa López, licencia en Letras y Bibliotecología, que conoce muy de cerca la obra de Borges. Los eucaliptos aparecen también en "La muerte y la brújula". El cuento empieza así: "De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan extraño -tan rigurosamente extraño, diremos- como la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos".



Foto: LA NACION

4. Biblioteca Esteban Adrogué (La Rosa 974).
Circulaba el rumor sobre las ganas de Borges de dirigir la biblioteca de Adrogué fundada en 1918. En Jorge Luis Borges en Almirante Brown, se reconstruye esta versión. "En 1955, en momentos en que, según el testimonio de María E. Vázquez, aspiraba a dirigir la Biblioteca de Adrogué, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, máximo honor para quien la concebía como «un sinónimo del Paraíso Terrenal»."



Foto: LA NACION

5. Esquina de Quintana 407. Hay mucho Adrogué en el cuento "El Sur".
Transcurre en una pulpería, hoy Almacén de Ramos Generales Santa Rita, un restaurante. Narra Borges en el cuento: "Dahlmann había logrado salvar el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores: una de las costumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí".



Foto: LA NACION

6. Calle de casas como quintas.
 En su cuento "El Aleph", aquel que habla del lugar de todos los lugares, se lee: "Vi una zona de quintas". De lo que Borges registró en esas caminatas con su padre, más tarde diría en la Conferencia de 1977: "Me acompaña -mis fechas son inciertas, pero qué importan las fechas, que son lo más vago que puede haber-, todo eso me acompaña desde mi niñez en Adrogué. Porque Adrogué era eso entonces (no sé si ahora lo es): es un largo laberinto tranquilo, de quintas, un laberinto de vastas noches quietas".


Foto: LA NACION


Fuente : La Nación -




Documento : Antonio Carrizo entrevista a Jorge Luis Borges (1979)

Obra en construcción: Xul Solar, registros de una aventura espiritual

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En marzo se inaugurará en el Museo Nacional de Bellas Artes una muestra con 158 piezas del maestro que excedió todos los límites

Cuando Jorge Luis Borges escribió su breve presentación de Xul Solar, ya se habían extinguido para él y para todos los fulgores vanguardistas. Fue en 1949, mucho después de que su amigo ilustrara con viñetas en los años 20 El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos. Sin embargo, un pasaje de ese escrito encierra todavía la definición más exacta de su poética. "Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época."

Reparemos en un detalle de este pasaje enumerativo de Borges: en ningún momento se predica de él la condición de "artista" o de "pintor". En esa ausencia está todo el acierto de la definición. Xul es más y menos que un artista; es, precisamente, "un acontecimiento". Es posible que, si se dejan de lado por un momento sus invenciones, el reflejo vanguardista más persistente de Xul Solar haya sido la renuncia a la condición de "artista", y ésta es la razón por la que cualquier perspectiva unilateral de su trabajo incurriría en una injusticia. La muestra Xul Solar. Panactivista, que conmemorará desde el 8 de marzo en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) los 130 años de su nacimiento, adoptó este supuesto como un verdadero punto de partida.

La curaduría de Cecilia Rabossi propone un recorrido que se organiza en una serie de núcleos: "Arte y literatura: Xul y sus amigos" revive los años europeos, la vanguardia rioplatense y la amistad con Emilio Pettoruti y con Borges; "Músico visual" es una idea de la musicóloga Cintia Cristiá en su libro crucial sobre Xul, y es el umbral para entender sus aventuras en la invención de instrumentos (el piano de colores) y de notaciones musicales; "el mundo de las lenguas" se concentra en el neocriollo y la panlengua; "Espacios habitables" exhibe sus imaginaciones urbanas; "Lo místico, lo esotérico y lo oculto" incluye desde luego la astrología, pero se desborda al panajedrez y a su teatro de títeres para adultos; por último, la escritura plástica tiene su espacio en "Grafías platiútiles".

"Es cierto que en el caso de Xul no se puede escindir ninguna de sus partes -explica Rabossi-. La intención es entonces mostrar la modificación de todos los sistemas que él quiso cambiar, ya sea la escritura, la lengua, los juegos, la notación musical. Básicamente estarán sus acuarelas y témperas, muchos dibujos, documentos y escritos. Obviamente también va a haber objetos, como los instrumentos musicales, las cartas y el panajedrez. Pero también videos y audios". Serán en total 158 piezas.

Fuente : La Nación

Conversaciones en el laberinto - 1. Borges y los mitos

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 "Conversaciones en el laberinto" es una coproducción de Canal Acequia con Canal Encuentro. El programa propone conocer y explorar en la literatura de Jorge Luis Borges de la mano de la escritora Claudia Piñeiro mediante entrevistas a reconocidos escritores argentinos como Liliana Bodoc, Jorge Aulicino, Carlos Gamerro, Guillermo Martínez, Gonzalo Aguilar, Vlady Kociancich, Juan Sasturain y Martin Kohan.



El ciclo, de 8 capítulos de media hora va en busca de las huellas de Jorge Luis Borges en la finca Los Álamos, ubicada en San Rafael, Mendoza, donde el escritor pasó varios veranos. En este sitio emblemático vivió Susana Bombal, la escritora que transformó la estancia en un refugio de poetas y artistas en los años ´40.

Fuente :  You Tube

Case of 'fattened' Jorge Luis Borges story heads to court in Argentina

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Writer Pablo Katchadjian says The Fattened Aleph, a lengthened version of Borges’s story The Aleph, is not plagiarism because it is ‘open about its source’

One of the best-known stories by the Argentinian author Jorge Luis Borges takes the form of a fake literary essay about a Frenchman who rewrites a section of Don Quixote word for word and is showered with praise for his daring.

It is probably safe to say that Borges’s 79-year-old widow, María Kodama – sole heir and literary custodian of his oeuvre – takes a dimmer view of such rewrites.

The novelist and poet Pablo Katchadjian is facing trial for “intellectual property fraud” after publishing a reworking of Borges’s 1945 story The Aleph. The Fattened Aleph – originally published by a small press in 2009 – extended Borges’s work from its original 4,000 words to 9,600.

Most of the alterations consist of the addition of adjectives and descriptive passages and do not change the original plot, which revolves around a “a small iridescent sphere” in a Buenos Aires basement, through which a person can see the entirety of creation.
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Kodama launched her legal action in 2011, arguing that Katchadjian had used the story without seeking permission. “If you use something that isn’t yours, the least you can do is ask for permission,” she told the newspaper Clarín at the time.

After five years, a court hearing has finally been set for 14 February, and the judge in the case appears to be leaning in Kodama’s favour. “The alteration of the text of the work by Borges is evident,” Judge Guillermo Carvajal stated in his ruling for a trial.

Kodama’s lawyer Fernando Soto dismissed Katchadjian’s claims that the work was a literary experiment. “Only Katchadjian’s name appears on the cover. It doesn’t say ‘The Aleph by Borges, altered by Katchadjian’. Borges is not mentioned in the index or the copyright page either. The only place Borges appears is in a brief postscript at the end of the text,” Soto said.

Katchadjian’s many supporters argue that El Aleph is so well-known that its reworking did not require a Borges attribution and that, in any case, only a few hundreds copies of the reworked story were published. Legally, however, copyright infringement does not require evidence of profit.

Revered by many as a key figure in 20th-century Spanish-language literature, but abhorred by others for his elitism, Borges still towers over Argentina’s literary stage 30 years after his death.

Major contemporary novelists including César Árias and Ricardo Piglia have expressed their support for Katchadjian and demanded that Kodama drop her lawsuit.
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Katchadjian has rarely spoken in public about the case (and did not respond to an interview request), but he did discuss it at at an event last year at the National Library in Buenos Aires.

“The Fattened Aleph is not plagiarism because no plagiarism is open about its source,” Katchadjian said. “Neither is it a joke that went wrong, or one that went right. It is a book I wrote based on a previous text.”

This is not Katchadjian’s first reworking of an Argentinian classic. In 2009, he published a remix of Martín Fierro, an epic 19th-century poem about gauchos, Argentina’s cowboys. In that case, Katchadjian organised the poem’s lines in alphabetical order, creating new meanings from the same text.

Ironically, Borges delighted in literary pastiche and false attribution. At the start of his literary career, he published a series of what he later admitted had been “hoaxes and pseudo-essays” in Buenos Aires newspapers and magazines, passing off texts of his own as belonging to other writers and writing reviews of non-existent books.

PEN International, the world’s leading association of writers, has also come out strongly in Katchadjian’s defence, describing his prosecution as “a disproportionate reaction to a literary experiment”.

Katchadjian’s laywer, Ricardo Strafacce, said he was confident the lawsuit would not prosper. “Legal forensic experts have already established that The Fattened Aleph is a new work of art. Secondly, the court will also take into account that there was no intent by Katchadjian to deceive the reader as to Borges’s authorship of the original The Aleph, which is clearly stated in Katchadjian’s book.”

If found guilty, Katchadjian could theoretically face up to six years in prison, but Soto dismisses the idea that this could happen. “As a first-time offender he would receive only a suspended sentence. Even as a second-time offender he still wouldn’t actually see any real prison time,” says Kodama’s lawyer.

The trial will have to decide if Katchadjian’s work is a legitimate literary experiment or simply a case of intellectual property fraud. In a postscript to The Fattened Aleph, Katchadjian explains that he purposefully meant to erase the boundaries between his additions and the original Borges, writing: “The best moments, it seems to me, are those in which you can’t know for certain who wrote what.”
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Fuente : The Guardian  – Reino Unido

Conversaciones en el laberinto - 2. Borges y la poesía

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"Conversaciones en el laberinto" es una coproducción de Canal Acequia con Canal Encuentro. El programa propone conocer y explorar en la literatura de Jorge Luis Borges de la mano de la escritora Claudia Piñeiro mediante entrevistas a reconocidos escritores argentinos como Liliana Bodoc, Jorge Aulicino, Carlos Gamerro, Guillermo Martínez, Gonzalo Aguilar, Vlady Kociancich, Juan Sasturain y Martin Kohan.

El ciclo, de 8 capítulos de media hora va en busca de las huellas de Jorge Luis Borges en la finca Los Álamos, ubicada en San Rafael, Mendoza, donde el escritor pasó varios veranos. En este sitio emblemático vivió Susana Bombal, la escritora que transformó la estancia en un refugio de poetas y artistas en los años ´40.

Fuente You Tube
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