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¿Es Jorge Luis Borges el escritor más importante del siglo XX?

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Jane Ciabattari

Borges ha sido llamado el padre de la novela latinoamericana.

Leer las obras de Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto, o una nueva nota en la escala musical.

Su amigo y colaborador Adolfo Bioy Casares llamó en algún momento a sus escritos "una parada intermedia entre un ensayo y una historia".
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Son ficciones llenas de chistes privados y esoterismo, historiografía y notas sarcásticas. Son breves, a menudo con inicios bruscos.

Borges hace uso de laberintos, espejos, juegos de ajedrez e historias de detectives, creando un complejo panorama intelectual, aunque su lenguaje es claro, con matices irónicos. Presenta la más fantástica de las escenas en términos simples, seduciéndonos a ingresar en la bifurcada vía de su aparentemente infinita imaginación.

Hace medio siglo, cuando Ficciones, la innovadora colección de Borges, fue publicada por primera vez traducida al inglés, él era prácticamente desconocido en los círculos literarios fuera de Buenos Aires, donde nació en 1899, y de París, donde su trabajo fue traducido en la década de 1950.

En 1961, irrumpió en el escenario mundial cuando editores internacionales le concedieron el primer Premio Formentor en reconocimiento a sus excelentes logros literarios. Compartió el premio con Samuel Beckett (los otros autores en la lista eran Alejo Carpentier, Max Frisch y Henry Miller).

El premio impulsó la traducción al inglés de Ficciones y Laberintos, junto con un gran reconocimiento y fama para Borges.

La trama del laberinto

Desde el principio fue un escritor en sintonía con las tradiciones clásicas y las epopeyas de muchas culturas.
Jorge Luis Borges recibiendo su diploma de doctorado en Oxrford, en 1970

Borges heredó de su padre una afección en el ojo que lo dejó ciego a los 55 años.

Creció inmerso en la lectura. Su padre, del cual Borges heredó una afección en el ojo que lo dejó ciego a la edad de 55 años, tenía "una mano literaria poco exitosa: algunos poemas, una novela histórica regular y la primera traducción al español del Rubaiyat de FitzGerald", dice Donald A. Yates, uno de los primeros traductores norteamericanos de Borges.

La abuela inglesa de Borges le leía clásicos de la literatura inglesa. "A pesar de ser miope, se escapó hacia un mundo donde la palabra impresa tenía más significado que la realidad circundante", dice Yates.

Cuando era niño, Borges escribía poesía y a menudo visitaba la biblioteca para leer largos artículos de autores que incluían a Samuel Taylor Coleridge y Thomas De Quincey, que se encontraban en los volúmenes de la Enciclopedia Británica. Pasó su adolescencia en Ginebra y España.

Ya siendo adulto, trabajó como bibliotecario y más tarde como director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En 1930 ya había publicado seis libros: tres de poesía y tres colecciones de ensayos. Entre los años 1939 y 1949 escribió y publicó prácticamente toda la ficción que lo haría famoso.

"Cada escritor crea a sus propios precursores", Borges escribió en un ensayo sobre Kafka. "Su obra modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro".


Las propias influencias de Borges van desde Paul Valery a Arthur Schopenhauer, desde Dante a Beowulf y la Kabbalah.

Tradujo a Walt Whitman, Edgar Allan Poe, James Joyce, William Faulkner, Virginia Woolf, André Gide, Franz Kafka y poemas épicos en inglés antiguo y nórdico antiguo. Admiraba a Mark Twain, Robert Louis Stevenson, Lewis Carroll, Joseph Conrad y a los relatos de Henry James y Ring Lardner.

"Borges logró el máximo exponente de la fusión alto-bajo", dice la crítica Marcela Valdés, "mezclando material sensacionalista (historias de detectives, escenarios de ciencia ficción) con estructuras arquitectónicas y preocupaciones filosóficas. Amaba a Buenos Aires, pero el mundo que él creó en su ficción era esencialmente un mundo hecho de una biblioteca".

Las preocupaciones e innovaciones de Borges están espléndidamente exhibidas en Ficciones.

Fue un pionero en mezclar géneros, por ejemplo. "El jardín de senderos que se bifurcan", una historia del 1916 que tiene como protagonista al doctor Yu Tsun, un espía chino descendiente de un gobernador Hunnan que "abandonó todo para hacer un libro y un laberinto", es "una gran adivinanza, o parábola, en la que el tema es el tiempo" y una historia de detectives. Su primera publicación en Estados Unidos fue en la revista Ellery Queen Mystery.

En su ficción fantástica "Las ruinas circulares", Borges inventa un mago que se recluye en un antiguo templo para soñar a otro hombre en ser "y dotarlo de realidad". Surge un típico misterio borgiano: ¿El narrador es el que sueña o es él mismo que aparece en sueños?

Las ficciones también reflejan el enfoque original y postmoderno que tiene Borges hacia los libros y textos.

Como escribió en 1941, "La composición de vastos libros es una extravagancia laborioso y empobrecedora... Un mejor rumbo es hacer como que ya existen estos libros y luego ofrecer un resumen, un comentario... Más razonable, más inepto, más indolente, he preferido escribir notas sobre libros imaginarios".

Una de las primeras ficciones narrativas de Borges, "El acercamiento a Almotásim" (1938), es una breve revisión de un libro inexistente por un abogado de Bombay, que "no cree en la fe islámica de sus padres".

 En la emblemática historia "Pierre Menard, autor del Quijote", el escritor imaginario Menard vuelve a imaginar pasajes de la famosa obra, un proceso exhaustivo que explora la especulación de Borges que sostiene que cada libro es continuamente actualizado por cada lector.

"La Biblioteca de Babel" presenta un universo (llamado la Biblioteca) "compuesto por un número de galerías hexagonales indefinidas, o tal vez infinitas, con enormes pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas".

Borges ha sido llamado el padre de la novela latinoamericana, sin el que el trabajo de Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes no hubiera sido posible.

"La influencia de Borges en la literatura latinoamericana es como el efecto de Sherwood Anderson en la ficción norteamericana: tan profunda que se ha vuelto difícil nombrar a un escritor contemporáneo importante que no haya sido influenciado por ella", dice Valdes.

"Algunos de ellos se ven afectados indirectamente, a través de los cuentos cortos de Julio Cortázar o de las novelas de César Aira o todo de Roberto Bolaño. El tono distante que marca mucho de la ficción de Bolaño, dándole esa extraña sensación de zona de tinieblas, proviene directamente de Borges, aunque Bolaño la modificó según sus propios fines".

El más importante

La relevancia mundial de Borges ha seguido creciendo durante las décadas posteriores a su muerte en 1986. "Hoy en día se podría considerar a Borges como el escritor más importante del siglo XX", dice Suzanne Jill Levine, traductora y editora general de la serie de cinco volúmenes de Borges de Penguin Classics.

¿Por qué? "Porque él creó un nuevo continente literario entre América del Norte y América del Sur, entre Europa y América, entre los mundos viejos y la modernidad".

Y Levine agrega: "la Internet, en la que coexisten simultáneamente el tiempo y el espacio, parece que hubiera sido inventada por Borges. Por ejemplo, considere a su famoso cuento El Aleph. Aquí la primera letra del alfabeto hebreo se convierte en el punto en el tiempo y el espacio que contiene todo el tiempo y a todo el universo".

Como Borges escribe en la historia, "Vi una pequeña esfera tornasolada de brillo casi insoportable. Al principio pensé que estaba girando; luego me di cuenta que ese movimiento era una ilusión creada por el vertiginoso mundo que lo limitaba. El diámetro del Aleph era probablemente un poco más de una pulgada, pero todo el espacio estaba allí, real y sin disminuir".

Tanto los lectores como los escritores siguen descubriendo un nuevo esplendor en la obra de Borges. Un legado apropiado para el hombre que una vez escribió "Siempre he imaginado que el Paraíso sería como una especie de biblioteca".

Jane Ciabattari es una periodista y crítica de libros que trabaja en Nueva York y California. Es uno de los vicepresidentes del Círculo de Críticos Nacional del Libro y es la autora de la colección de cuentos cortos Robando el Fuego.


Fuente : BBC Culture
Viernes, 12 de septiembre de 2014



EL ESCEPTICISMO EN LA OBRA DE JORGE LUIS BORGES

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Bernat Castany Prado
  
1.- Introducción:
         
En primer lugar, me gustaría exponer algunas de las cuestiones metodológicas a las que me enfrenté antes, durante e, incluso, después, de la escritura de este trabajo.

 Quiero señalar, por ejemplo, que el objeto de mi estudio no es el “Borges real”, al que considero inalcanzable, nouménico, porque, entre otras razones, creo imposible distinguir en una obra literaria cuándo el autor real habla y cuándo lo hacen sus criaturas; y porque afirmar que Borges fue escéptico supone postular una identidad continua y cohesionada contra la cual abundan los argumentos.

Así, pues, el objeto de mi estudio es la obra de Borges, que he considerado, al modo empirista, como una serie de fenómenos literarios en los que es posible hallar constantes ordenables en interpretaciones de mayor o menor coherencia.

Sin embargo, la posición antibiográfica puede llevarnos a absurdos como, por ejemplo, analizar Si esto es un hombre de Primo Lévy sin tener en cuenta las circunstancias bajo las que fue concebido. Mi posición, pues, ha sido ecléctica y ha tratado de elaborar una interpretación basada en lo textual que utilice como refuerzo conjeturas psicológicas, sociológicas e históricas.

Otra cuestión previa a la que me he enfrentado es la del estatus intelectual de Borges. Se ha discutido mucho sobre si éste era filósofo o literato. Creo que la mejor manera de solucionar este problema es salirse fuera de las coordenadas que lo plantean; esto es, del actual momento filosófico. Ciertamente, antes del advenimiento de la modernidad, los “géneros literarios” en los que se vehiculaba la filosofía eran extremadamente variados. Recordemos, entre otros, los poemas de Parménides o Lucrecio, los aforismos de Heráclito o Solón, los diálogos de Platón o Cicerón, las memorias de Jenofonte o San Agustín, los tratados  de Plutarco y los ensayos de Montaigne.

La modernidad, sin embargo, le impuso a la filosofía un estilo apodíctico y una estructura sistemática. A partir de ese momento los autores que, llevados por su desconfianza en las capacidades racionales, escribieron en los límites entre la filosofía y la literatura, se vieron reducidos a ser “meros” literatos. Pero la posmodernidad inició un proceso de rescate de las formas premodernas de enunciación filosófica. En este sentido la obra de Borges, como la de muchos otros escépticos “contemporáneos”, liberada totalmente de las supersticiones cientificistas de la filosofía moderna, sirvió de bisagra entre la premodernidad y la posmodernidad.

Creo que dicha historización puede ayudarnos a disolver el falso dilema de si Borges era filósofo o literato. Asimismo, este enfoque me ha reafirmado en la idea de realizar un análisis interdisciplinario de la híbrida obra de Borges, teniendo en cuenta que no se puede, si no es con gran pérdida, imponer divisiones ajenas al espíritu de los textos.

En lo que atañe al estado de la cuestión no hará falta decir que la cantidad de estudios que ha suscitado la obra de Borges no es sólo inabarcable sino también extremadamente variada. Lo cierto es que podría aplicarse a la crítica borgeana el tropo de la discordancia que tanto usan los escépticos para subrayar que ante la variedad de opiniones no tenemos un criterio que nos guíe. Podría elaborarse toda una serie de “antinomias de la crítica” que mostrasen cómo cientos de estudiosos defienden cosas radicalmente opuestas. Cabe señalar, sin embargo, que dichas contradicciones no empobrecen, ni mucho menos, la fértil ambigüedad de la obra que estudian. Espero que mi trabajo contribuya a enriquecerla.

Ciertamente se han estudiado muchos aspectos filosóficos de la obra de Borges pero apenas existen estudios intensivos de su generalmente aceptado escepticismo. Cabe señalar, sin embargo, que dicha desatención no sólo se limita a la obra de Borges, en particular, sino también a la filosofía y a la literatura en general.

Una de las razones principales de dicha desatención puede ser que hoy día gran parte de las ideas escépticas han pasado a formar parte del sentido común. Otras pueden ser su carácter oral; su rechazo por parte de la iglesia católica; y el hecho de que la filosofía moderna naciese, en manos de Descartes, como una reacción contra el escepticismo de Montaigne. Este vacío teórico me ha llevado a escribir una primera parte de corte diacrónico que tratase de depurar el término “escepticismo”, de establecer su historia y de mostrar el conocimiento que Borges tuvo de ella.

2.- El escepticismo

Para comprender qué es el escepticismo es necesario tener en cuenta que los conceptos olvidados pierden definición y acaban siendo meras caricaturas de lo que eran cuando se los discutía de forma activa. La erosión conceptual sufrida por el escepticismo explica que con el tiempo éste haya pasado a ser sinónimo de nihilismo, de ateísmo, de mero juego de palabras, de temperamento o de opción inhabitable y suicida.

He intentado disipar estos prejuicios, que también yo tenía, mostrando que dicha filosofía fue, desde un principio, compatible con una posición fideísta; que está formada por dos momentos, uno destructivo y otro constructivo; que no pueden ser meros juegos de palabras aquellos argumentos que los grandes filósofos dogmáticos han tratado de refutar una y otra vez a lo largo de dos mil cuatrocientos años; que no puede ser sólo una cuestión temperamento que Enesidemo o Hume atacasen el concepto de causa, tiempo o individuo; y que, en sus diversas formulaciones, el objetivo del escepticismo no es el nihilismo sino la consecución de la felicidad concebida en términos de serenidad o ataraxia.

Es difícil ensayar una definición sincrónica del escepticismo debido al gran número de aportaciones que se han producido en sus más de veinticinco siglos de historia. Asimismo, el hecho de que el escepticismo piense siempre a la contra de las demás doctrinas implica que su morfología se adapta a los dogmatismos de cada época particular.
  
Por esta razón he realizado una breve historia del escepticismo en la que se estudian los precursores que éste construyó así como los períodos clásico, medieval, renacentista, barroco, ilustrado y posmoderno. También he visto que Borges se interesaba por doctrinas no europeas afines al escepticismo como el budismo y sus ataques contra la idea de causa, individualidad o materia y cierta tradición coránica y sus exhortaciones a permanecer dentro de los límites cognoscitivos impuestos por Allah.

3.- Borges y el escepticismo

Antes de estudiar la obra que nos ocupa sería importante tener en cuenta aquellos elementos de la condición hispanoamericana, de la condición contemporánea y de la biografía de Borges que puedan haberlo puesto en contacto con dicha tradición o, por lo menos, haber favorecido la creación de una actitud escéptica.

En lo que atañe a la condición hispanoamericana podemos afirmar que la enorme influencia que tuvo el positivismo en hispanoamérica nos permite explicar el rechazo de Borges contra la filosofía especulativa; que la aguda conciencia de no tener un criterio de identidad nacional pudo suponer un caldo de cultivo contra todo tipo de esencialismo; y que la condición periférica de dicho continente pudo conllevar ventajas de las que Borges se mostraría consciente al afirmar que el ser “europeos  nacidos a contramano nos permite ser europeos y no sentirnos trabados por límites geográficos y políticos.”

Al hablar de la condición contemporánea de Borges me refiero al hecho de que éste se educase un momento de inflexión filosófica siendo así que todo cambio de paradigma –sea científico, artístico o filosófico, si es que pueden producirse por separado–, provoca un sentimiento de provisionalidad e incertidumbre, especialmente afín al escepticismo.

En lo que respecta a la biografía de Borges parece que fue su padre, Jorge Guillermo Borges, “devoto de Montaigne y de William James”, quien le enseñó las paradojas de Zenón de Elea que, según él mismo confiesa, “socavaron sutilmente mi tranquilo universo”. Asimismo, Borges dice haber heredado de su padre “la amistad y el culto de Macedonio Fernández” de quien afirmará que “era esencialmente escéptico.”

En sus lecturas Borges frecuentó autores escépticos –Sexto, Agripa, Montaigne, Bayle, Hume, William James, Mauthner- o autores que, por lo menos, poseían un momento crítico o destructivo de alta intensidad, –Berkeley, Schopenhauer, Nietzsche-. También es digno de ser citado el enorme interés que el autor de Ficciones pareció mostrar hacia la tradición humanística, en general, y hacia la tradición hispánica y la tradición inglesa, en particular.

Las principales características del humanismo son el pluralismo, la ausencia de sistema, la variada curiosidad, el diletantismo, la tolerancia, el sentido del humor y la legibilidad. No es casualidad, pues, que Montaigne –tan admirado e imitado por Borges- sea considerado a un mismo tiempo padre del escepticismo moderno y epítome del humanismo.

Asimismo, según Borges, España es un país donde “los escritores sinceros se han mostrado siempre escépticos o tristes.” Por ello he analizado de qué modo dicha filosofía juega un papel fundamental en el pensamiento de muchos literatos de lengua española como Quevedo, Cervantes, Saavedra Fajardo, Gracián, Baroja o Machado y cómo dicha tradición pudo influir en el pensamiento y escritura de Borges.

También la tradición inglesa o norteamericana tuvo una gran importancia en un Borges que afirmaba haber sido, “quizás sin saberlo, un poco británico.” La cultura humanística marcó profundamente la formación y desarrollo de la filosofía inglesa que durante siglos parece haber sido refugio del espíritu humanista, pluralista y escéptico que la modernidad buscó eliminar. Esto explicaría la enorme afinidad que Borges dice sentir hacia figuras como Bacon, Hume, Thomas de Quincey, H. G. Wells, Samuel Johnson, Carlyle, Chesterton o Huxley.


 4.- La obra de Borges y el escepticismo

A continuación estudié de qué modo el escepticismo se muestra en la obra de Borges. Distinguí entre huellas filosóficas –ideas, actitudes, argumentos– y huellas literarias –en el estilo, en la narración y en el imaginario
  
Las huellas filosóficas no pueden ser premisas ni dogmas concretos puesto que el escepticismo no es tanto una doctrina como la negación de todas ellas. Nos hallamos, pues, ante actitudes que he decidido agrupar según su participación en el momento destructivo o constructivo del proceso escéptico.

Muchos críticos han subrayado el carácter crítico de la obra de Borges. Juan José Saer, por ejemplo, afirmó ver en ella una “agresividad orgánica”. En efecto, dicha obra presenta las actitudes generales del momento destructivo escéptico: el antisistematismo, el antidogmatismo y el rechazo de toda especulación metafísica.

Claro está que dicha voluntad de destrucción suele tener un objeto ya sea la fiabilidad de los sentidos, la fiabilidad de la razón, la validez del lenguaje como herramienta de conocimiento o las esencias.

Buena parte de la obra de Borges trata de destruir nuestra confianza en las capacidades representativas de los sentidos. En ella hallamos huellas de los diez tropos de Enesidemo, de los equívocos sensoriales de Carnéades, Sexto o Montaigne así como de las numerosas situaciones en las que los personajes de Cervantes, Gracián, Shakespeare o Chesterton sufren alucinaciones visuales y auditivas.

Cabe añadir que, para los escépticos, el obstáculo no reside sólo en la limitación de los sentidos sino también en la ilimitación e inestabilidad del objeto que se busca conocer. Idea que comparte Borges, quien describe la realidad como un hecho infinito, cambiante e inasible desde unas categorías fijas e inmutables.

También la obra de Borges busca convencernos de la precariedad y limitación de la razón humana. Una de las estrategias principales consiste en mostrar la ignorancia de los más preparados para sugerir que la humanidad en general, está todavía más alejada del conocimiento. No es casual, pues, que los relatos de Borges estén repletos de filósofos, teólogos, científicos y literatos excéntricos que fracasan en sus febriles búsquedas. Otra de estas estrategias consiste en mostrar los límites de la razón haciéndonos topar con lo inimaginable y lo impensable, lo que explica que Borges busque enfrentar al lector con lo que él mismo dio en llamar “ideas imposibles.”

Asimismo, para Borges el lenguaje no puede representar fielmente la realidad por la sencilla razón de que la realidad no es verbal. Todo vocabulario, por ejemplo, es una clasificación del universo en contra de cuyas rigideces se complace en atentar, como sucede en el famoso ensayo “El idioma analítico de John Wilkins”. También tratará de imaginar un lenguaje perfecto, divino, que le sirva para mostrar, por contraste, las limitaciones del lenguaje humano. Tal es el caso de “Funes el memorioso”, “El Aleph”, “La escritura del Dios” o “El Golem”.

El cuarto objetivo de los ataques escépticos es el esencialismo. Solemos decir que son “esencialistas” aquellas doctrinas filosóficas que afirman que las esencias, ideas o especies son las verdaderas realidades mientras que los particulares tienen un estatus ontológico inferior. Son cuatro las estrategias básicas que los escépticos suelen utilizar para desencializar un concepto.

La primera consiste en hallar contraejemplos que las problematicen; la segunda consiste en historizarlas para mostrar que no son eternas ni inmutables; la tercera consiste en relativizarlas mostrando que en otros lugares o tiempos no son vigentes, de modo que no pueden ser consideradas universales; y la cuarta consiste en extraer todas las consecuencias de sus premisas implícitas hasta llegar a algún absurdo. Jorge Luis Borges utilizó constantemente estas cuatro estrategias para atacar esencias como las de identidad personal, nación, causalidad, divinidad, tiempo, progreso o realidad exterior.

Ya dije anteriormente que el momento constructivo del escepticismo suele ser menos brillante y original que el destructivo. Sin embargo, aunque también Borges se fijó más en el aspecto crítico de la tradición escéptica, hallamos en su pragmatismo, en su elogio de la tranquilidad, en su irónica humildad y en su bonhomía conversacional una cierta respuesta constructiva que nos indica que el autor de Ficciones no se quedó varado en el nihilismo.

5.- Huellas literarias

En la introducción al apartado “Huellas literarias” he estudiado cómo Borges no es, en absoluto, el único escritor en haber mostrado en su quehacer literario una fuerte influencia escéptica.

Como ya dije anteriormente, al ver el enorme número de escritores “clásicos” que pertenecen a esta tradición empecé a sospechar una íntima relación entre el escepticismo y el clasicismo, no en el sentido dieciochesco del término, claro está, sino en el sentido más general que designa a aquellos escritores cuya lectura, a través de los siglos, parece no agotarse. Esto me llevó a estudiar las razones del alto grado de potencialidad estética del escepticismo

Desde un buen principio el escepticismo se vio como una técnica para brillar en la conversación o en la escritura. Lo cierto es que, al no afirmar nada, el escéptico exhibe sin peligro alguno la finura de sus refutaciones, ironías, caricaturas, paradojas y demás artificios retóricos y filosóficos que su tradición ha ido acumulando.

Además el escepticismo privilegia, como tema y recurso literario, la ambigüedad que, según autores como Umberto Eco o Frank Kermode, es la principal fuente de riqueza literaria y una de las características fundamentales de todo clásico.

Cabe añadir a este respecto que aplicado a las relaciones humanas el escepticismo es enormemente fértil puesto que da cuenta mejor que cualquier otro enfoque de su complejidad.

Además, al poner en cuestión no sólo la fiabilidad de los sentidos sino también los conceptos y categorías de la razón, las obras pertenecientes a dicha tradición literaria poseen una enorme fuerza desautomatizadora que consigue provocar en el lector sensaciones como la risa, la sorpresa, la perplejidad, la inquietud o la belleza.

Asimismo, el hecho de que la voluntad cuestionadora del escepticismo afecte también a todo tipo de doctrina estética hace que los escritores pertenecientes a la tradición literaria escéptica sean fuertemente innovadores.

A estas razones estéticas se le añade una razón ética: el escritor escéptico, consciente de la ignorancia del ser humano así como de sus debilidades e inconstancias, tiende a ser comprensivo y tolerante con sus personajes lo que parece ser característica principal de clásicos como Cervantes o Shakespeare.

No me extrañó, pues, descubrir que un escritor con tanta conciencia y voluntad de estilo como Borges tratase de apostar por una clasicidad cuyas características literarias están estrechamente ligadas al escepticismo. Esto me ha llevado a estudiar de qué modo dicha actitud filosófica se mostraba en el estilo, la narración y el imaginario borgeano, sin olvidar que toda característica literaria es, en sí misma neutra, y “adquiere su particular eficacia sólo por su enlace con tal o cual actitud particular.”

En lo que respecta al estilo he distinguido entre características formales y tonales. Entre los recursos formales nos hallamos con la vacilación lingüística que tiende a provocar en el lector la sensación de inasibilidad o de inseguridad, tan afín al espíritu escéptico; con el uso de toda una serie de expresiones de distanciamiento o atenuación de la afirmación –quizás, acaso, tal vez, es verosímil, ignoro, es dudoso- que contribuyen a generar una atmósfera de irresolución y vaguedad que todo texto escéptico tiende a provocar; y con la enumeración caótica que sugiere la irreductible pluralidad del mundo y supone una perfecta ejemplificación del tropo del desacuerdo.

También la abundancia de citas le sirve a Borges para deshacerse de la responsabilidad de estar afirmando así como para provocar en el lector una sensación de insuficiencia e ignorancia que coincide totalmente con la sensación que todos los textos escépticos buscan causar en sus lectores. Asimismo, el recurso de la doble negación le permite atenuar sus afirmaciones y crear una sensación de inestabilidad semántica. El doble discurso o antilogía, en cambio, que consiste en dar todas las razones a favor y en contra de una idea sin inclinarse por una u otra opción, busca provocar en el lector la epoché o suspensión de juicio y la consiguiente serenidad de espíritu o ataraxia.

En lo que atañe al tono de la escritura de Borges, bastará recordar que los rasgos típicos del carácter escéptico son la bonhomía, la afabilidad, el buen humor, la tolerancia y la buena fe conversacional. Todo ello concuerda perfectamente con el carácter conversado de la obra de un Borges que llegó a afirmar que “todo libro es un diálogo”.

Al estudiar las huellas del escepticismo en la narración borgeana me he ocupado, en primer lugar, de los géneros y subgéneros literarios que Borges practicó habitualmente así como de las modificaciones que éste les infligió; y, en segundo lugar, de las estrategias narrativas más características de su escritura.

En lo que respecta a los géneros parto de la idea de que las diferentes doctrinas o actitudes filosóficas tienden a privilegiar unos géneros narrativos sobre otros. El neoplatonismo, por ejemplo, favoreció la poesía de corte místico y la alegoría; el aristotelismo, la descripción demorada y el realismo; la modernidad, la linealidad argumental y el misterio descifrado racionalmente; y la posmodernidad, el desorden y el perspectivismo. Los géneros que hallo que el escepticismo ha privilegiado en Borges son el fantástico, el policial y la ficción científica.

El uso literario de elementos fantásticos busca sugerir la existencia de misterios a los que ni la razón ni la ciencia pueden acceder. Pero es en los orígenes del género donde la literatura fantástica y el proyecto escéptico armonizan perfectamente. Por un lado, los escépticos siempre tildan de “fantásticas ficciones” todas las afirmaciones realizadas por los filósofos dogmáticos. Por el otro, los primeros relatos fantásticos parecen haber surgido como una reacción contra los excesos del racionalismo, cuyos éxitos científicos habían ido desencantando la naturaleza siendo así que, según Caillois, “lo fantástico es posterior a la imagen de un mundo sin milagros, sometido a una rigurosa causalidad.”

En efecto, los ocho temas específicamente fantásticos que Borges dice haber hallado –la metamorfosis, la frontera entre la vigilia y el sueño, el hombre invisible, los juegos con el tiempo, la presencia de seres sobrenaturales entre los hombres, el doble, el más allá y los bestiarios- problematizan la definición de conceptos metafísicos como la identidad, la humanidad, la realidad, la temporalidad, la razón y los sentidos. De este modo, el género fantástico traduce a la ficción los ataques que el escepticismo dirige contra dichos conceptos así como contra la excesiva seguridad y rigidez con la que los dogmáticos dicen comprender la realidad. Recordemos, asimismo, que para Borges “la literatura fantástica no es una evasión de la realidad, sino que nos ayuda a comprenderla de un modo más profundo y complejo.”

Para el mismo Borges la ficción científica no deja de ser “un género de la ficción fantástica”. Ciertamente nos hallamos con una similar problematización de conceptos metafísicos, filosóficos y científicos así como con una constante queja concerniente a los límites del lenguaje a la hora de describir realidades radicalmente diferentes a las nuestras. Cabe añadir que en su descripción de otros mundos, culturas, religiones, racionalidades y modos perceptivos, la ficción científica nos hace tomar conciencia de la contingencia y limitación de nuestra razón y sentidos así como de lo relativo de nuestras costumbres, leyes y creencias. Lo cierto es que Borges no sólo se interesó por las figuras principales de la ficción científica como H. G. Wells, Olaf Stapledon, Ray Bradbury o Aldous Huxley, sino que también la practicó en relatos como “Tlön, Uqbar, Orbis tertius” o “Utopía de un hombre cansado”

En lo que atañe al género policial, me parece interesante constatar que el primero de sus héroes, Auguste Dupin, era, tanto para Borges como para Poe, su creador, símbolo de la razón. También Nélida E. Vázquez consideraba que este tipo de narración era “producto de una acérrima confianza en la lógica, entendida como instrumento de verdad.” De este modo el detective se nos aparece como un culpable de pecado de orgullo y el relato policial como símbolo del drama metafísico. Este hecho hará que Borges haga fracasar al detective de tal modo que relatos como “La muerte y la brujula” pueden leerse como un castigo contra ese Prometeo moderno que es el detective.

En el siguiente apartado estudié las estrategias narrativas características de la escritura borgeana que pudiesen revelar una actitud escéptica. Una de ellas fue la paradoja y el oxímoron como estructura narrativa. Para el mismo Borges, la ilustre perplejidad que provocan las paradojas “no es ajena  a los procedimientos de la novela” siendo los ejemplos más destacados El proceso y El castillo de Kafka. No es extraño, pues, hallar en su misma obra un traidor que es héroe, un perseguidor perseguido, una biblioteca de libros ilegibles, un minuto que es un año y un Judas que es un Cristo. Coincido con Jaime Alazraki en que el común denominador de esta constancia estructural es un relativismo que arranca de un escepticismo esencial y que busca enseñar a descreer de los absolutos.

La mise en abîme o relato en segundo grado, contribuye a generar una sensación de inseguridad e inestabilidad que parece combinarse con los demás recursos estilísticos o narrativos utilizados por los escritores pertenecientes a la tradición escéptica. No es casual que dos de los ejemplos más ilustres de cajas chinas provengan de la obra de dos autores estrechamente relacionados con dicha actitud filosófica: Shakespeare y Cervantes. En la obra de Borges nos hallamos, por ejemplo, con un relato simbólico dentro del relato principal (“El milagro secreto”); con un mundo imaginado que acaba adquiriendo consistencia e invadiendo la realidad (“Tlön, Uqbar, Orbis tertius”);  y con un bucle infinito de miradas (“El Aleph”).

Otra de estas estrategias narrativas es la alteración de la presencia autorial. Los escépticos problematizan la autoridad última del narrador, considerado habitualmente como fuente indudable de toda verdad, consiguiendo en la ficción una crisis de criterio equivalente a la que el escéptico siente en la realidad. Como Cervantes, Borges pone en cuestión la omnisciencia del narrador. Tal es el caso de “La biblioteca de Babel”, donde el narrador no sabe si habla el mismo lenguaje que el lector; de “El jardín de senderos que se bifurcan”, que resulta ser la transcripción de una declaración dictada e incompleta; o de “La forma de la espada”, donde se nos relata la historia desde el punto de vista de un traidor que al final resulta ser el mismo narrador.

Asimismo, el final abierto no sólo implica una duda final sino que también contamina de incertidumbre toda la obra y elimina toda posibilidad de hallar “la interpretación verdadera”; la elipsis y la paralipsis, estrategias narrativas esenciales del género policial, le dan ambigüedad al texto y preparan el final abierto; el final inesperado sorprende las limitadas capacidades de análisis y previsión del lector; y el perspectivismo puede ser considerado como la traducción a términos narrativos del relativismo subjetivista de corte escéptico. Una última estrategia narrativa de influencia escéptica podría ser el uso relato como reducción al absurdo de doctrinas filosóficas donde a partir de unas premisas aparentemente evidentes se infieren mundos fantásticos como el de “Tlön” o el de “La lotería en Babilonia”.

También los temas y símbolos de la obra de Borges forman una constelación lo suficientemente cohesionada como para poder afirmar que responden, junto con las demás características aquí estudiadas, a una misma actitud escéptica.

En lo que respecta a los temas nos hallamos con el olvido, que no deja de ser una de las mayores limitaciones cognoscitivas del ser humano; los estados de conciencia alterada como el sueño, la locura, la enfermedad y las pasiones que nos hacen dudar de la existencia de un estado normal de percepción; el rechazo por la cultura libresca y el estudio excesivo, que concuerda perfectamente con el convencimiento de que la verdad es inalcanzable; la teología vista como una mera elucubración sin mayor valor que el estético o como herramienta conceptual para comprender las limitaciones cognoscitivas del ser humano; y el infinito, un concepto disolvente que amenaza el edificio racional.

Al analizar los símbolos traté de no empobrecer con mi enfoque interpretativo la rica multiplicidad que suele caracterizarlos. Hallé que, desde una clave escéptica, el más importante de todos los símbolos era el de la búsqueda ya que el escéptico se presenta como un perpetuo buscador que cree que todavía nadie ha encontrado una verdad indudable. En Borges dicho símbolo se encarna en personajes que buscan y no encuentran ya sea un libro (“La biblioteca de Babel”), un camino (“El jardín de senderos que se bifurcan”), una fórmula (“El Golem”), una palabra (“La busca de Averroes”), un asesino (“La muerte y la brújula”), una interpretación (“Tres versiones de Judas”), la muerte (“El inmortal”) o una visión (“La escritura del dios”).

Estrechamente relacionado con el de la búsqueda está el símbolo del laberinto cuyo uso se remonta a los inicios mismos de la tradición escéptica que tildó de laberíntica la oscuridad verbal y conceptual de la filosofía especulativa. En relatos como “La casa de Asterión”, “La muerte y la brújula”, “El jardín de los senderos que se bifurcan” o “El inmortal”, el laberinto nos remite a un mundo inescrutable en el cuál el hombre sólo puede perderse.

También la biblioteca es un lugar en el que los buscadores se pierden. Ésta no es sólo una amplificación de la imagen de la naturaleza como libro sino también como símbolo de la acumulación de saber humano. Acumulación que, para el escéptico, es caótica, errónea y, en todo caso, incompleta. La enciclopedia es una biblioteca concentrada en la que también los hombres se pierden. Vemos, pues, que para Borges no sólo la cábala, en particular, sino también la lectura, en general, es símbolo de los vanos esfuerzos realizados por el ser humano con el objetivo de descifrar los arcanos del universo.

Es imposible agotar la lista de símbolos escépticos. Faltan, por ejemplo, la torre circular a la mirada pero cuadrada en la realidad, típico ejemplo escéptico de cómo la distancia distorsiona la percepción de los objetos; la torre de Babel, símbolo de los pecados de orgullo –vital o cognoscitivo- que el ser humano comete una y otra vez a lo largo de la historia; el espejo, que imperceptiblemente nos deforma; y la ceguera, que nos remite a la desorientación vital y epistemológica en la que viven los seres humanos.

6.- Conclusión

Para concluir quiero indicar que el carácter híbrido de este estudio me ha obligado a tratar desde dos enfoques diferentes aunque complementarios algunos de los conceptos centrales de mi trabajo. Por ello no me gustaría que se tomasen como repeticiones lo que considero relecturas necesarias para una mejor comunicación entre las dos disciplinas que en este trabajo se encuentran.

En lo que atañe a las conclusiones de mi estudio me gustaría señalar que su brevedad responde al temor de repetir aquello que tanto en la estructura como en la redacción consideraba haber evidenciado con suficiente claridad.

Soy consciente, con Borges, de que un sistema es la subordinación de todos los elementos de un universo de discurso a uno solo de esos elementos. El mío, como todos, se ha visto obligado a simplificar una obra plural y compleja aunque mi intención nunca fue desentrañar sus misterios sino, solamente, dar cuenta de ellos.


Fuente :  Kombergencias

La Confitería del Gas

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Nota de Oye Borges : En la confitería del Gas se reúnen los congresistas de Congreso del Mundo cuento de Jorge Luís Borges  -  Libro de Arena.
La Confitería del Gas cerro sus puertas en 1960.

El Café Tortoni fue fundado en 1858 en el local de la esquina noroeste de Rivadavia y Esmeralda. Por los años 80 se trasladó a Rivadavia 826. En el predio dejado, poco tiempo después se instaló la Confitería del Gas, cuyo nombre derivó de los once faroles de gas que iluminaban su fachada. Esta confitería había sido fundada por don Pascual Roverano en 1857 y originariamente estuvo en la calle de la Piedad entre Suipacha y Esmeralda, en la misma cuadra par de la Iglesia San Miguel, bajo la denominación de Confitería León. Algunos años después Roverano vendió el local a sus sobrinos Marini y Capurro.

En el Album Buenos Aires en la Exposición de París 1900. La Argentina Monumental, editado por Bunge y Born, en la página perteneciente a la confitería, ilustrada con dos fotos: una de la fachada y otra del interior del local, podemos leer: «¿Quién no conoce en Buenos Aires la antigua confitería del Gas? Preguntad a las antiguas familias de la capital, que poblaban las calles en los días de gala del 25 de mayo o 9 de julio por esta casa, y os contarán con inmenso júbilo mil recuerdos cariñosos de aquellos felices tiempos en que a la fuerza de las costumbres se aunaba un sentimiento esencialmente sincero de amistad, y el nombre de cientos de familias acudirá a su memoria, que en conmemoración de los días patrios se reunían en amable tertulia en sus lujosos salones del contiguo edificio, que era entonces uno de los más suntuosos de aquellos tiempos. El progreso lo ha transformado todo. La Confitería del Gas, respondiendo a las exigencias modernas, se halla instalada hoy con todo lujo y confort en un amplio palacete en la esquina de las calles Rivadavia y Esmeralda, con vastos y espléndidos salones, con enormes vidrieras llenas de exquisitos artículos, y como es el establecimiento típico de su género en la capital, su nombre está íntimamente adherido a todos los recuerdos. Son hoy sucesores de los señores Roverano Hnos., la razón social Capurro y Marini Hnos.»

Entre la distinguida clientela de la Confitería del Gas se destacan muchas personalidades de la colectividad italiana o relacionados con ella. Tal es el caso del ingeniero civil Domingo Selva (1870-1944) destacado profesional porteño, especialista en hormigón, de valiosa actuación, tanto pública como privada. Entre algunas de sus obras (proyecto y dirección) recordamos: el Teatro Casino en Buenos Aires, (1902, hoy demolido), obra premiada con Medalla de Oro en la Exposición de Milán de 1906, «por la forma en que fue realizada y como aplicación importante del Hormigón Armado, sistema de construcción empleado por primera vez en grande, en el país...»; la casa habitación y de renta de la Sra. de Saint, en Montes de Oca 501 (en 1907); la Escuela Superior de Guerra, en Palermo; la Casa de Gobierno de Tucumán (1908/10), y varios de los pabellones para animales del Zoológico de Palermo.

Selva formó parte de numerosas sociedades científicas, sociales y culturales. Fue socio, vicepresidente, y delegado a numerosos Congresos Internacionales de la Sociedad Científica Argentina, y socio, miembro de la Comisión Directiva y representante en el exterior del Centro Argentino de Ingenieros. Fue también Miembro de la Academia Americana de la Historia, del Instituto Argentino de Cultura Itálica, de la Societá Nazionale Dante Alighieri, y presidente de Unione e Benevolenza.
  
Fuente : Buenos Aires Cultua
Autor : Arq. Horacio J. Spinetto

Borges y la democracia

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 Luis Xavier López Farjeat

Éste es el siglo de la democracia, del debate político, el consenso y la tolerancia. Muchos han pensado que política y literatura son inseparables. Otros más, los menos entendidos en la literatura, piensan que política y literatura son totalmente opuestos. La política versa sobre lo real: las condiciones sociales, jurídicas, económicas de una nación. Los tiempos de la democracia son los tiempos de la política y de una intensa actividad participativa en aras al bien común y la estabilidad social. Líderes políticos, críticos y economistas, comunicadores y más de un joven animoso que tarde o temprano se afilia a la izquierda, a la derecha o al partido oficial; todos, absolutamente todos, se insertan de alguna manera en el dinamismo cívico y la sonada democracia participativa. Esto es lo más real en una nación: problemas reales, debates reales, prácticas legislativas reales, economías muy reales. ¿Será?

La literatura es totalmente contraria a la política: ficciones, personajes que sufren y ríen nada más en una página, debates ficticios, legislaciones que jamás suceden y economías tan irreales como las nuestras. Sostengo que hay un binomio política/literatura: hoy por hoy una es tan ficticia como la otra. Las economías jamás serán reales y mucho menos los debates engendrados por la democracia. Ir a la mesa del diálogo es viajar a la eternidad. La Cámara de Diputados o la Asamblea Legislativa son un espectáculo que versa sobre nada, un diálogo sin fin, una disputatio enviciada, dramática pero divertida.

Las relaciones entre política y literatura no dependen únicamente de la notable ficción que las rige. Hay otra manera de entender esta relación. Hay varios escritores que han usado sus trabajos literarios para exaltar alguna creencia o simpatía política o, tal vez, alguna crítica y discrepancia. Jorge Luis Borges, por ejemplo, era un conservador. El joven recién iniciado en la literatura o el político obsesionado por impulsar la rancia democracia, no dejarían de asombrarse ante el espíritu antidemocrático del escritor argentino.

Este año se cumple el centenario natalicio de Jorge Luis Borges. Como un homenaje que pudiera insertarse en el discurso demócrata contemporáneo, quiero mostrar el confuso intercambio entre lo real y lo ficticio en un breve cuento del «príncipe de las letras». Se trata de un pequeño texto que aparece en El libro de arena y que se titula El Congreso. Ahí, el lector se encontrará confundido y descubrirá la dimensión ficticia de la democracia. Borges es un escritor impredecible, impresionante, maravilloso y polémico. Una de sus tesis más escandalosas es ésta: la democracia es una superstición.

¿UN CUENTO SOBRE POLÍTICA?

Uno de los fenómenos más comunes en la literatura borgeana es el del narrador y sus condiciones. Hay una ambigüedad constante en torno a la personalidad de quien narra los cuentos. Tal vez es Borges, quizá es otro individuo con un nombre distinto que, en esencia, sigue siendo Borges o algún tipo de escritor muy semejante a él. También son imprecisas las condiciones del que narra, puesto que frecuentemente omite datos en la narración o confiesa no recordar si el contenido del relato es real o ficticio.

En El Congreso, el narrador es un tal Alejandro Ferri, profesor de inglés de setenta y tantos años, afiliado al partido conservador y a un club de ajedrez, autor de un Breve examen del idioma analítico de John Wilkins y habitante en Buenos Aires desde 1899. Mi texto no festeja solamente los cien años de Borges, sino también, y sobre todo, la llegada de Ferri a Buenos Aires. ¿Por qué pienso que Ferri es mucho más importante que Borges? Sencillamente porque el respetable señor Alejandro Ferri era el último portador de un secreto revelado en este cuento. Él es el guardián de un gran acontecimiento que nadie puede compartir: el Congreso. Ferri es el último congresal.

El 7 de febrero de 1904 los miembros del Congreso juraron no revelar la historia del Congreso. Ferri, miembro del Congreso del Mundo y periodista en el diario Última Hora ¾ escritor para el olvido, pero anhelando escribir para el tiempo y la memoria¾ cuenta su ingreso como congresal. La tarde en que recibe su primer sueldo invita a su amigo, el poeta José Fernández Irala a comer. Éste se niega pretextando que no puede faltar al Congreso. El Congreso no es un edificio, una vieja cúpula perdida en alguna avenida o un recinto poco respetado ubicado en el centro de alguna ciudad; el Congreso no es una reunión obsoleta para perder las horas y discutir de modo irreverente y soez cualquier propuesta que persiga una mejora cívica. El Congreso es el Congreso del Mundo.

Un sábado, a eso de las nueve o diez de la noche, Ferri asiste al Congreso invitado, obviamente, por su amigo Irala. Ahí, casi sin hablar, preside un grupillo de quince o veinte congresales, un hombre alto y robusto con barba roja y canosa, un tal Alejandro Glencoe. Hay un muchacho de cara larga, una mujer, un niño de diez años, un pastor protestante, dos inequívocos judíos, un negro con pañuelo de seda. Ferri no habla, no entiende, como tampoco nosotros. Transcurren dos meses para Ferri y un párrafo para el lector. Entonces podemos enterarnos de que Glencoe es el presidente del Congreso, un estanciero oriental, dueño de un establecimiento de campo que linda con el Brasil. Su padre, oriundo de Aberdeen llevó consigo cien libros, los únicos que Glencoe leyó durante toda su vida.

Alejandro Glencoe quiso ser diputado en el Congreso de Uruguay, pero los jefes políticos le cerraron las puertas. Desde entonces su idea fue fundar un Congreso de vastos alcances y, recordando a Carlyle y su personaje Anacharsis Cloots, quien se declara «orador del género humano» en una asamblea en París, decide seguir su ejemplo. Así nació el Congreso del Mundo, representando a todos los hombres y a todas las naciones.

UN PROBLEMA FILOSOÓFICO

El Congreso del Mundo se reúne en la Confitería del Gas. En una reunión, Twirl, una de las mentes más brillantes del grupo, observa que el Congreso presupone un problema filosófico. Tal vez sea el mismo problema que la democracia será incapaz de resolver. El Congreso del Mundo constituye una asamblea que representará a todos y cada uno de los hombres que habitan este planeta. Pero éste es un problema de índole filosófica: representar a todos los hombres es tanto como fijar el número exacto de arquetipos platónicos, enigma que ha dejado perplejos a todos los pensadores.

Existe un arquetipo que contiene todas las cualidades y características de Jorge Luis Borges, hay un arquetipo que contiene las mías y un arquetipo que contiene las de cada lector de este documento y las de cada una de las personas que nos rodean. ¿Cuántas personas habitan el mundo? A cada una de ellas corresponderá un arquetipo y cuando aparezca un nuevo individuo, habrá un nuevo arquetipo. ¿Cómo detener la eterna generación de arquetipos y realidades? Glencoe busca una alternativa cuando se promueve como el representante oficial de aquellos que tengan sus propias cualidades: hacendados, orientales, precursores, hombres de barba roja sentados en un sillón. Quienes reúnan estas cualidades en estos fragmentos de temporalidad ya tienen un representante: Alejandro Glencoe.

No sólo existirá un representante para las naciones, para los sindicatos de maestros y obreros; no solamente habrá un presidente para la cámara de diputados o un representante de los ingenieros. Existirá un representante para cada ingeniero que esté sentado, que tenga bigote, que juegue tenis o golf. Cada quien tendrá su arquetipo. Se trata de una multiplicación siniestra. Nora Erjford, otra miembro del Congreso, puede representar a todas las secretarias, a todas las noruegas y a todas las mujeres hermosas. ¿Podrá bastar un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluidos los de Nueva Zelanda? ¿No será más bien que cada ingeniero reclama un arquetipo que pueda reunir cada una de sus cualidades? No sabemos a ciencia cierta si se trata de un fenómeno de multiplicación o, más bien, de una reducción a una unidad representativa.

Éste es el tipo de discusiones que se encuentran en el Congreso del Mundo. Muy similares a las que hay en nuestros Congresos locales. El Congreso de la Rectoría en una universidad, ¿discute qué será lo mejor para cada alumno o para todos los alumnos? El Congreso de una nación, ¿qué cosa discute: qué será lo mejor para todos, para algunos o para uno solo? Cuando el Congreso del Mundo terminó de discutir, Eguren promovió una visita a la calle Junín. Ahí hubo un incidente con un hombre armado. Según Ferri, aquí empieza en verdad la historia; las anteriores han sido solamente condiciones del azar o del destino.

LA AMPLIACIÓN DE LA BIBLIOTECA

La historia empieza cuando Glencoe declara que el Congreso no puede prescindir de una buena biblioteca de libros de consulta. Así, alguno comenzó por conseguir los atlas de Justus Perthes, algunas enciclopedias, la Historia Naturalis de Plinio y el Speculum, los enciclopedistas franceses, la Brittanica, Pierre Larousse, etcétera. Luego, Glencoe invitó a Irala y a Ferri a La Calcedonia, una especie de estancia para acampar en donde se encontraban los libros originales de Carlyle. Ferri aprovechó para echar un vistazo a las páginas dedicadas al «orador del género humano».

Una vez reanudadas las sesiones del Congreso, Twirl pide la palabra. Explica en su discurso que la biblioteca del Congreso no puede reducirse a libros de consulta y que deben reunirse las obras clásicas de todas las naciones y lenguas. Para compilar libros Ferri es enviado a Inglaterra a principios de 1902. Se instala cerca de la biblioteca del Museo Británico. Se trataba de reunir libros pero también de encontrar un idioma entendible por todos en el Congreso y, por supuesto, por todo el mundo. Tal vez el latín, el inglés o incluso el esperanto. El asunto era claro: homologar el lenguaje. Pero antes de concluir, Ferri se enamoró. ¡Cuántas veces dejamos las tareas inconclusas porque una mujer se cruza en nuestro camino! La accidental historia de amor que se cruza en la vida de Ferri es predecible: Beatriz, la enamorada, no quiso amarrarse a nadie y prefirió vivir su vida.

Ferri llenó un informe sobre las actividades que llevó a cabo en Londres ¾ omitiendo, claro, su aventura amorosa¾ y se presenta en casa de Glencoe. Ahí están los congresales. Sucede algo extraño: los libros juntados que se guardaban en el sótano se amontonan en el patio para ser quemados. Twirl se queja: «el Congreso del mundo no puede prescindir de esos auxiliares preciosos que he seleccionado con tanto amor». ¿El Congreso del mundo?, pregunta Alejandro Glencoe. Y enseguida experimenta ese extraño placer que ocasiona la destrucción: los libros arden. Itala comenta: «cada tantos siglos hay que quemar la biblioteca de Alejandría».

Ferri no dice nada. Pero cuatro años más tarde comprende que la empresa que había acometido el Congreso era la más vasta, abarcaba el mundo entero. No era una simple reunión de charlatanes como suele suceder en la política. El Congreso del Mundo comenzó con el primer instante del mundo y proseguirá hasta que sea puro polvo. No hay un solo lugar en la tierra en donde no esté el Congreso. En los libros quemados estaba el Congreso de los caledonios que derrotaron las legiones de los Césares, el Congreso de Job en el muladar y Cristo en la Cruz. El Congreso es también un muchacho inútil que malgasta la hacienda con rameras.

Ferri rompe el silencio. Anuncia que él traía un informe. Pero don Alejandro repite «el Congreso eran mis toros y La Calcedonia». El Congreso es todo. Todo también había terminado. Ferri concluye: nuestro plan existió real y secretamente en nosotros y en el universo: «sin mayor esperanza, he buscado a lo largo de los años el sabor de esa noche; alguna vez creí recuperarla en la música, en el amor, en la incierta memoria, pero no ha vuelto, salvo una sola madrugada, en un sueño. Cuando juramos no decir nada a nadie ya era la madrugada del sábado».

Tal vez todo era un sueño. El sueño de la humanidad. Ferri no volvió a ver a nadie más, salvo al poeta Irala con quien nunca comentó nada. Quizá todo era una superstición, un mito, un sueño, algo que no había pasado. Quizá si alguien hubiese mencionado algo de esta historia todos se hubiesen preguntado qué buscaba el Congreso. Pero todo fue silencio. Glencoe murió en 1914; Irala el año anterior. Con Nierenstein, otro de los miembros, cuenta Ferri que se cruzó en la calle de Lima, pero ambos fingieron no haberse visto.

¿Acaso fracasó el Congreso del Mundo? ¿Fracasó la democracia? Todo, incluida la democracia, es una superstición. ¿Qué habrá pasado en realidad? ¿Qué pasa en realidad? Sólo el lector puede continuar con esta historia y, más aún, con la metáfora de esta historia. Cada quien tendrá que descubrirla y, sobre todo, cada quien deberá descubrirse como un miembro más del Congreso del Mundo.

Fuente : Istmo  - Edicion 243

El Congreso del mundo

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Empresas que se proponen los hombres hay muchas. Pero algunas aparte de ciclópeas pueden llegar a parecer absurdas cuando la mano de un narrador desvela el intrincado juego de argumentos finalmente vacuos que al servicio de un interés mueven el tablero. Libro de arena presenta los libros predilectos de los infatigables lectores que contagian incesantemente el entusiasmo por leer.

Por Lisandro Quiroga

Mi cuento favorito es uno de Borges. Lleva por título “El Congreso” y en su desarrollo se encuentra una crítica a la idea de representación en política, piedra basal del sistema democrático. Esto me impactó cuando por primera vez me topé hace mucho tiempo con este relato; y lo pensé así porque en un momento los personajes que son el congreso del mundo deben juntarse para sentar cuáles serán las bases de su organización y es en ese momento en que se destruye el sustento del liberalismo político al demostrar que la representación no es sino un ilusión. Es el resultado de un juego en el que las cosas se estipulan y se convienen. La pregunta central que se eleva es a quién representa determinado sujeto. El delirio estalla cuando uno de los personajes llamado Twirl observó que "el Congreso presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que representara a todos los hombres era como fijar el número exacto des arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la perplejidad de los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados, pero también a los orientales y también a los grandes precursores y también a los hombres de barba roja y a los que están sentados en un sillón. Nora Ejford era noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a todas las mujeres hermosas?¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?”

El cuento es espectacular, esa fue mi primera sensación, porque logra dar forma a esta idea tan compleja de transmitir y lo hace desde mi punto de vista muy exitosamente. Una de las cuestiones más interesantes, que llamó más mi atención es cómo el narrador consigue la descripción de la esencia de la dominación, y es que: no importa si la dominación es efectiva o no. El congreso del mundo se dispone a dominar un mundo que nunca se va a dar por enterado de la dominación a la que está sometido. La necesidad del hombre es dominar, y estos personajes que bien vistos aparecen como un grupo de perfectos lunáticos, tienen asumido su papel, casi como si se hubieran asumido rectores del destino de la humanidad. Ni hablar de la financiación que tal emprendimiento se propone. La estancia llamada “La Caledonia” será la fuente de sustento material del Congreso; ahí lo que salta a la vista es el concepto de democracia tutelada, es decir, que el sueño democrático depende de un buen financista, de un privado, difícilmente desprovisto de interés. Sospecho con la lectura de este cuento que Borges entendía mucho más acerca del funcionamiento de la política de lo que sus detractores se encargaron pérfidamente de difundir.


Fuente : Bibliotecas para armar


Borges en el Tercer Congreso Nacional de Literatura Argentina - San Juan - 1984

El vínculo entre Borges y San Juan

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Por Sebastián Saharrea

El vínculo entre Borges y San Juan: poco, pero bueno

Hubo dos instantes en la vida de Jorge Luis Borges que tuvieron telón de fondo sanjuanino. Solo dos, suficientes para cataratas de recuerdos de quienes tuvieron la fortuna de verlo pasar camino al congreso de literatura o, mejor aún, lo disfrutaron en privado en aquellas tertulias durante la semana del evento en que se paseó de reunión en reunión. También hubo un poema suyo dictado en esos días y en este suelo. Otro sobre un pariente lejano suyo y prócer además no sólo sanjuanino sino nacional, al que le dedicó uno de sus poemas ilustres. Y una compañera, María Kodama, que también pasó por San Juan y que ahora espera regresar.

El gran escritor sin Nobel recaló por estos valles por primera vez en 1981, cuando ya su notable pluma había abierto un surco en todo el mundo y su apellido era una marca. Era un mundo y un país distinto aquel, tal vez sea esa la razón por la que no quedaron registros escritos de ese paso y sólo permanece en la memoria de los románticos de época. Se presentó en el teatro Sarmiento a libro abierto, y recogió el guante de la platea que le puso por delante a la luna cuando el escritor preguntó "¿de qué podemos hablar  hoy?”. Quienes tuvieron la puntería de no perdérselo recuerdan más de dos horas de referencias al satélite, y a una platea en estado de gracia.

Distinto fue su paso por San Juan en 1984, a la sazón el último. Estuvo una semana completa en el Congreso de Literatura que se hizo en la provincia y convocó a muchos de los mejores escritores de la época: entre ellos, el gran Borges, quien aprovechó para recorrer la provincia, juntarse con gente en casas particulares, protagonizar pasajes memorables.

Lo recordó Juan Mariel Erostarbe en una nota que hizo la periodista Myriam Pérez en Diario de Cuyo. Erostarbe fue el factótum de la presencia de Borges: fue a Buenos Aires y llegó hasta el presidente Alfonsín para que le abriera la puerta del departamento porteño de Borges. Y así fue, un consagrado Borges aterrizó en San Juan durante toda la semana del Congreso: hoy, 30 años después, no es difícil encontrarse con quienes aún mantienen vivo ese recuerdo.

Beatriz Mosert de Flores recordó a Tiempo de San Juan una de esas cenas sanjuaninas con Borges. "Me parecía que estaba más allá de este mundo. Siempre tenía una frase irónica, ocurrente. Y siempre con una gran humildad, se reía cuando le hablaban de su obra. Tenía una mirada como la de quien recupera al niño interior”. En el anecdotario guarda las preguntas de Ana María Barrenechea sobre su etapa de profesor de literatura inglesa y la gran cantidad de gente que lo iban a ver: "yo pensé que sabía algo de literatura”, ironizó aquella vez.

Hay recuerdos de Borges en varias empresas, también en la universidad. Como un asado en la bodega Peñaflor ofrecido por la familia de Mario Pulenta a la que concurrió el actor y llevó hasta allí su magia y su convocatoria. O el doctorado Honoris Causa que recibió como distinción de la UNSJ y que el escritor recibió en su paso por el Congreso. Sólo tres universidades nacionales entregaron a Borges esa distinción, entre ellas la sanjuanina por gestión del propio Erostarbe.

Uno de los recuerdos más potentes de aquella larga permanencia en San Juan en 1984 lo dejó en Revista OH Mónica Porroli, quien fue encargada de llevar del brazo a Borges al ingreso del congreso. Era tal la cantidad de gente que había ido a verlo, la cantidad de flashes, que él sonreía y en un momento le dijo al oído: "Sonría porque seguramente esos aplausos son para usted”. "Él percibía los flashes a pesar de su ceguera”, cuenta. De esos flashes sanjuaninos, muchas fotos habrá dentro de los cajones, pocos que se hayan desempolvado.

Otra anécdota potente es la que le tocó atravesar a Guillermo Quiroga Yanzi, encargado de protocolo del congreso. Estuvo tanto tiempo con él que finalmente el autor le cantó una melodía: "Bueno, Quiroga, supongo que ahora somos amigos, ¿no?”. A tal punto que le dictó un bello poema que dejó como legado no para él sino como testimonio de su presencia en San Juan: una obra exquisita que reflexiona sobre la humildad ("¡cuántos dones me depara el azar!).

Habría sido esa su última presencia en la provincia porque falleció dos años después. Pero no la última vez presente en la memoria: más allá de su eterna presencia en los libros de las bibliotecas sanjuaninas, su viuda María Kodama aterrizó en la provincia en el año 1991 para hablar sobre Jorge Luis. Fue el 22 de agosto de ese año, pocos días antes de las elecciones del 30 de ese mes en que el bloquismo iba a dejar en manos de Jorge Escobar el gobierno provincial como recordó el periodista y escritor Carlos Quinteros.

Escribió Quinteros una memoria de su encuentro de entonces con Kodama (quien había llegado junto a la escritora Marta Mercader), en un Teatro Sarmiento casi desierto después de una presentación que había sido a sala repleta. Una vez desalojada la sala, ya Kodama pudo hamacarse entre los recuerdos de Ulrica, el único cuento de amor de Borges que cuenta el romance del escritor colombiano Javiel Otárola y la mujer llamada de esa manera, y que inspiró a Kodama a despedirlo de esa manera en su tumba: "De Ulrica a Javier Otárola”.

El último paso a modo de sobrevuelo de Borges sobre sus vínculos con San Juan fue el poema que le dedicó a Francisco Narciso Laprida, de quien sostenía que era pariente lejano porque nunca se explicó por qué. Es el poema conjetural, que con el permiso de la interpretación de una obra de semejante porte interpreta "conjeturalmente” lo que habría pensado el prócer sanjuanino, en tanto él uno de los padres de la independencia, en el momento de ser asesinado salvajemente en un cruce fratricida del país entre unitarios y federales en Mendoza.

Fuente : Tiempo de San Juan  -  17 de septiembre de 2014


Ver tambien : Borges en San Juan

Cevlade - La casa de Astaire (ft. Leo Quinteros) (Video oficial)

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"La Casa de Astaire",está inspirado en el cuento de Borges "La casa de Asterión". Aquí se fusiona la imagen perturbadora del minotauro con la soledad y el aislamiento que padecen algunos artistas, encarnados en esta obra por Fred Astaire. Además del profundo viaje literario que propone, plantea una nueva dimensión musical al rescatar un sonido más ligado a los 60/70 incorporando a los músicos de jazz de Ladenegro4.


Fuente : You Tube

http://www.youtube.com/watch?v=Xry1jPrKL_k


“La Casa de Astaire” de Cevladé

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Cuando parecía que todo estaba establecido en los tratados de límites para el hip hop latinoamericano, aparece Wladimir Espinosa, Cevladé, artista del rap chileno con casi 15 años de una fecunda carrera que le permite ostentar  más de una decena de discos editados en Chile y México, con su  laberinto musical llamado “La Casa de Astaire” para demolerlo todo.

El mito del rap como música poco seria queda destruido ante la contundencia de este trabajo. La elegancia de los arreglos y la incorporación de la banda de jazz Ladenegro4, integrada por destacados músicos chilenos como Cristóbal Massis (batería), Daniel Miranda (guitarra), Felipe González (teclado), Dj Matz (scratches) y Franz Mesko (saxo),  son los encargados de generar  la atmósfera necesaria para emprender un viaje mítico a través de 13 tracks que componen el disco inspirado en el cuento clásico de Jorge Luis Borges, “La casa de Asterión”, que narra la historia del minotauro desde su encierro en un laberinto a la espera de un redentor que lo libere de su cárcel.

A partir de la combinación de dos seres  legendarios como el actor y bailarín Fred Astaire y el Minotauro de Creta, Cevladé nos habla de la soledad y aislamiento que padecen algunos artistas, el desencuentro con otros de su especie, el dolor de la separación y el concepto del eterno retorno. Si en sus trabajos anteriores Cevladé construyó inimaginables puentes entre la literatura y el público subvalorado del hip hop, esta vez nos entrega una nueva experiencia al fusionar a la perfección las líricas, los sampleos del soul y el slow jam, con la sutileza de un sonido más ligado a los años 60 y 70, sumando la voz Leo Quinteros en los coros de La casa de Astaire, la trompeta de Sebastián Jordán en Entre Horizonte y Verticalde, y la manufactura de Bronze Nazareth, productor y MC de Wu-Tang Clan, una de las agrupaciones más importantes en la historia del rap mundial, en Mantentelibre!.

Fuente : El Mostrador



Se confirmó que el cerebro nunca duerme

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Un estudio reveló que la mente humana es capaz de realizar operaciones complejas durante el sueño
¿Qué sucede en nuestras mentes mientras dormimos?

La preocupación por un trabajo pendiente, en muchas ocasiones, impide que se logre un descanso profundo durante las horas de sueño; incluso algunas personas dicen haber sentido la sensación al levantarse de no haber "apagado" su cabeza; otras han ido un poco más allá y señalan que han logrado resolver, durante el sueño, problemas que los inquietaban. Un reciente estudio viene a demostrar lo que parecían ser "sensaciones": el cerebro no solo permanece activo cuando se duerme, sino que es capaz de realizar operaciones complejas de forma inconsciente, como sucede con otras que se realizan durante la vigilia, por ejemplo, conducir un auto.

La investigación cuyos resultados fueron publicados en Current Biology, radicó en la experimentación con un grupo de colaboradores que se dispusieron a ser observados mientras dormían. El experimento tuvo dos fases. La primera se realizó en un estado de vigilia, es decir de absoluta conciencia. En esta etapa, los participantes debieron clasificar mediante un botón distintos tipos de palabras que iban escuchando. En la segunda parte, se los invitó a conciliar el sueño mientras continuaban escuchando la serie de palabras. Si bien no podían hacer el mismo trabajo de clasificación por estar dormidos, el monitoreo de sus cerebros indicó que todavía seguía funcionando -la parte encargada de la motricidad - tal como lo hacía en estado de vigilia. En este sentido, lo que más asombró a los investigadores, no fue que el cerebro fuera capaz de procesar información compleja, sino que lo hiciera de manera inconsciente tal como ocurre en la vigilia, puesto que las personas al despertarse no tenían el más mínimo registro de las palabras que habían escuchado cuando dormían, pero sí de aquellas que clasificaron estando despiertos.

Para los expertos, este un principio de respuesta a una larga serie de interrogantes que vienen planteando la medicina en general -neurólogos y psicoanalistas - desde hace larga data: ¿qué sucede en nuestra mente mientras dormimos? ¿Qué lugar ocupan las representaciones oníricas en el proceso de descanso? Es tan importante el acto de dormir para las personas que, de no hacerlo durante un lapso de entre dos a cuatro semanas, se produce la muerte. También las teorías del aprendizaje han visto la relevancia de un buen descanso para la incorporación de conocimiento nuevo. Y, claro, la literatura y el cine no podían quedar afuera de esta gran incógnita. Jorge Luis Borges imaginó en "Las ruinas circulares" a un hombre soñado que sueña, Matrix mostró a sus espectadores que la realidad no es más que un sueño, algo que ya Platón había comentado en su alegoría de la caverna y que Calderón de la Barca resumió: "que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son".

Fuente :Blasting news



Las recetas de cocina de Borges y Bioy Casares

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El primer trabajo que realizaron juntos no fue un cuento magistral. Se trató de un escrito que hablaba de tanto de la putrefacción de los alimentos dentro del estómago, como de los bacilos de la Leche Cuajada y el yogurt. Un estudio científico – biológico de dos de los literatos más destacados del siglo XX en nuestro continente. Además, ese primer trabajo contiene cuatro recetas de cocina.

Matías Rótulo

Es que  para hablar de Borges hay que tener en cuenta quién es Borges y quién es Bioy Casares. Ambos argentinos, ambos amigos. “Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversación, ocurrida en 1931” explica Bioy Casares en Museo (Emecé – 2002).
Es que en el libro que lleva como sugestivo subtitulo “Textos inéditos”, se recogen piezas que son dignas de un museo literario. Entre otras cosas porque son rarezas, relatos inéditos, poemas en inglés de otros autores y sus traducciones a mano de la dupla literaria argentina.
Uno sospecha a priori (lo sospeché yo cuando lo compré), que Museo iba a contener una serie de maravillas desconocidas de dos de mis autores favoritos (es más favorito Bioy que Borges, considero a Borges superior a Bioy).
La página 24 de la edición del año 2002, el papel amarillo (no por los años sino que es originalmente de ese color, tal como lo dispuso Emecé), encierra en un recuadro, tal vez facsímil del original, el título “La leche cuajada de La Martona. Estudio dietético sobre las leches ácidas”. Se trata de un folleto con el logo de la Industria Láctea “La Matrona” que fue fundada en 1889 (pág. 24).
Tal vez Borges y Bioy se estaban adelantando desde la publicidad, ya que el folleto era con fines de promoción del producto, a algo tan común para nosotros: las ventajas del yogurt, en particular para la salud intestinal. ”La leche cuajada limpia el organismo del hombre adentro de él, ensancha su vida” (pág. 27).
Si hoy se menciona la necesidad de una vida libre de hinchazones, en un mundo particularmente femenino, pues todas las publicidades están dirigidas a las mujeres como si los hombres no tuvieran “tránsito lento”, en “Leche Cuajada” se argumenta que es “el elixir de la larga vida”.

Una búsqueda intensa

Según El País de Madrid (casi única referencia al folleto que existe en Internet), fue “un texto buscado infructuosamente durante años por coleccionistas y bibliófilos” (El País – 2003).
Una profesora del Instituto de Profesores Artigas (IPA), me dijo al mostrarle el libro. “Es como que no queremos saber de esto, aquellos que amamos la obra de Borges”. El texto estuvo escondido durante décadas. El folleto habría sido escrito – según el propio Bioy Casares en una entrevista-, en el año 1937 (fecha aproximada). Borges y Bioy se habían conocido en 1931 o 1932, según lo cuenta Bioy en Museo.
Quien tiene alguna aproximación profunda a la obra de Borges, debe saber que fue un teórico, pensador, escritor, crítico, y traductor todo envuelto en una ciega humildad que en cada conferencia construía con mil pedidos de disculpas, entre atolondradas palabras, hermosas palabras.
Borges y Bioy siempre legitimaron sus opiniones con una intensa base académica. Ellos mismos dialogaron con Sócrates, Voltaire, y Dante. En “Leche Cuajada” no dudan legitimar los beneficios del producto con lo que decía el propio Dios. “Dios mismo incluye entre los alimentos concedidos al pueblo de Israel, la LECHE CUAJADA” (mayúsculas del original) y justifican esto citando “Deuteronomio, capítulo 32, versículo 14” (Pág.27).
Borges y Bioy explican qué es la Leche Cuajada y en primer lugar la ubican geográficamente, dándole un corpus científico al folleto, además de la consideración divina antes mencionada. “En Rusia, existen dos variedades: la prostekvasha, leche cruda espontáneamente cuajada y agriada, y el varenetz, leche hervida, preparada con levadura” (Pág. 28).
La historia del producto transita por Egipto, y Argelia mostrándose la diferencia de la preparación de este beneficio elixir.
Los autores avanzan en la página 29 en el corpus científico explicando los beneficios fisiológicos: “El bubeurre [sic] es un suero de manteca y que sufre, si antes no la esterilizaron, la fermentación láctica natural…” y más adelante sostiene: “Con harina y azúcar sirve para preparar la sopa de babuerre” (subrayados y acotaciones del texto original). Este producto “obra favorablemente en las afecciones gastrointestinales. Restaura la flora fisiológica y hace menguar y desaparecer los trastornos” (pág. 29).
Posteriormente, Leche Cuajada agrega información sobre las mezclas estomacales, y cómo el hombre puede gobernar sus propios microbios. “Ya hemos indicado al principio que las putrefacciones intestinales son perpetuos enemigos de nuestras vidas” (…) “Los microbios lácticos impiden esas putrefacciones” (pág. 32).


El mercado manda

El folleto era contratado por la empresa Metchnikoff, por lo tanto había que destacar el procedimiento de elaboración del producto. “La superioridad de la LECHE CUAJADA por el procedimiento de METCHNIKOFF sobre las otras” (mayúsculas del original, pág. 33). De esta forma El folleto indicaba una superioridad de la empresa contratante, vaya a saber uno de qué manera comprobada por los autores.
Para completar la promoción, casi al final del folleto se destaca que las comunidades que tenían la leche cuajada como alimento vivían más que otros hombres.
El nombre “Leche Cuajada” como producto, aunque no es sonoramente muy agradable era el lácteo a mencionar en el folleto. Se nombra en muy pocas oportunidades al hoy reconocido “yoghurt” y se lo ubica en la Península Balcánica, aunque se deja claro que es “otro alimento” (pág. 31). Posteriormente, se aclara que el “Yoghurt” posee un bacilo búlgaro que “se caracteriza por su gran poder acidificante (hasta 25 y 30 gramos por litro de leche” que “ofrece el peligro de producir ácido butírico” que “se anula mediante el bacilo paraláctico o estreptobacilo, que no se encuentra en el Yoghurt y sí en la LA LECHE CUAJADA METCHNIKOFF” (sic).
El folleto se completa con una advertencia: que si bien los griegos tomaban la leche cuajada con miel “conviene  tomarla con sustancias azucaradas pues el azúcar, en el aparato digestivo, se convierte en ácido láctico” (pág. 35).
Posteriormente se recomiendan dosis. “Puede empezar por tomarse 3 cuajadas por día; así se logrará infectar el organismo con los bacilos búlgaros y paraláctico, que es lo que se busca”… “En los casos de intolerancia, muy raros por otra parte, habrá que seguir el método inverso: tomar una cuajada, o media si fuera necesario” (pág. 35).


Recetas

Para finalizar, el folleto deja cuatro recetas para preparar con Leche Cuajada. El Pan de Maíz, Pan Moreno, Bollitos de Harina de Maíz, y Pasteles de Arroz, todas contienen como elemento común este producto. Transcribimos una:

PAN MORENO

1 taza de leche cuajada
1 taza de leche fresca
2 tazas de harina integral
½ taza de harina blanca
½ taza de harina de maíz
½ taza de miel

Tamizar los ingredientes secos, mezclarlos con la leche. Cocer el todo en una cacerola untada con manteca, en horno de calor moderado (pág. 36).

Bibliografía.
- Borges, Jorge., y Bioy Casares, Luis. Museo. Textos inéditos”  Buenos Aires: Emecé, 2002. Impreso.

Internet
-Hadis, Martín. “Las virtudes de la Leche Cuajada”. 2003. Internet. 2 abr. 2012. http://elpais.com/diario/2003/01/04/babelia/1041640757_850215.html

Fuente : Humbral

Las virtudes de la leche cuajada

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Martin Hadis

JORGE LUIS BORGES y Adolfo Bioy Casares se conocieron hacia 1932, durante una reunión en casa de Victoria Ocampo. "La reunión era en honor de un extranjero ilustre", recordaría Bioy años más tarde. "Me puse a conversar con Borges; Victoria nos increpó: había que atender al huésped. Algo ofuscado y muy corto de vista, Borges volteó una lámpara. Debió de parecernos que esta pequeña catástrofe le probaría a Victoria que no debería interrumpirnos, y proseguimos nuestra conversación". La conversación no sólo no se interrumpió sino que marcó, de hecho, el inicio de una pródiga tarea en conjunto.

Entre las obras más conocidas que Borges y Bioy escribieron en colaboración (muchas de ellas bajo el seudónimo H. Bustos Domecq) se encuentran sus cuentos policiales. Pero más allá de estas obras ya publicadas, existía -en bibliotecas, archivos y colecciones privadas- una cantidad significativa de material que permanecía inédito. Este libro, titulado Museo (Emecé. Buenos Aires, 2002) es el resultado de la búsqueda y recopilación que Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi han realizado de esos textos hasta ahora dispersos.

La pieza más importante de este Museo es, sin duda, el folleto sobre las virtudes de la leche cuajada. Se trata de la primera colaboración entre Borges y Bioy, encargada por una conocida marca de productos lácteos que pertenecía a la familia Casares. Este texto, buscado infructuosamente durante años por coleccionistas y bibliófilos, ve la luz por primera vez en este volumen. Se trata de un rescate fundamental: al leerlo, resulta evidente que Borges y Bioy se divirtieron a lo grande escribiéndolo. El texto entero es una gran broma lúcida: enumera las virtudes del yogur, pero lo hace en un tono que recuerda más a la Historia Natural de Plinio que a una publicación comercial. Se trata de un estilo tan característico que resulta difícil pensar a qué otros autores podría ocurrírseles perpetrar una broma literaria de este calibre. Entre elogios a la leche balcánica y ponderaciones de las bondades de distintas variedades de bacilos y otros microbios, el lector distinguirá la semilla de lo que sería después el estilo inconfundible de H. Bustos Domecq: las referencias absurdas, las afirmaciones descabelladas y un humor a la vez sutil y mordaz.

A comienzos del folleto, Borges y Bioy citan un supuesto dicho árabe -"quien tiene salud tiene esperanza"-, para luego aclarar que detrás de la esperanza, los árabes, "esos musculosos halcones del desierto", tienen algo más que lucha por su salud: "La leche cuajada". Páginas más tarde nos enteramos de que el yogur acerca al hombre a la inmortalidad: en Bulgaria, donde ésta es alimento esencial, abundan los centenarios. "Es clásico el ejemplo de los once hermanos Petkof", rematan los autores, "que rebasaron todos los 100 años, excepción hecha de María Petkof, que murió a los 91". Las demás secciones se ocupan de los méritos del yogur entre los bretones, los franceses, los tártaros y los kalmuks; las páginas finales ofrecen una serie de recetas para preparar bollos de maíz o pasteles. Al terminar de leer este texto, no queda demasiado claro si el blanco de todas estas bromas literarias habrán sido los potenciales consumidores de yogur o los mismos empresarios que encargaron su redacción.

El título que da nombre al libro es una recopilación de textos escritos por terceros. Se trata de fragmentos publicados originariamente en las revistas Destiempo y Los Anales de Buenos Aires. A éstos les siguen las sinopsis de dos guiones de cine (Invasión y Los otros) y varias traducciones publicadas en la revista Sur, entre las que sobresale una versión castellana de la Hydrotaphia de sir Thomas Browne.

Dos testimonios -el primero de Bioy Casares, el segundo de Borges- enmarcan a esta antología diversa. Borges afirma que Bioy es su maestro; Bioy, que colaborar con Borges equivale a años de trabajo. Lo cierto es que en estos textos brillan el goce y la destreza de un juego compartido que duró décadas y que dio lugar a una de las colaboraciones más célebres de las letras latinoamericanas del siglo XX. "Las obras de Bustos Domecq", afirmó una vez Borges, "no se parecen ni a lo que Bioy escribe por su cuenta ni a lo que yo escribo por mi cuenta. Ese personaje existe de algún modo, pero sólo existe cuando estamos los dos conversando". La magia de este libro consiste, tal vez, en permitir a los lectores disfrutar, por vez primera, de momentos clave y hasta hoy perdidos de esa grata y duradera conversación literaria.

Fuente : El País – Madrid
4 ENE 2003


EL PARADIGMA DEL LECTOR POLICIAL EN BORGES

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Daria Moreno Davis

En Borges oral, el autor homónimo adelanta la idea de que para posibilitar el hecho estético es necesaria la participación activa del lector para dar vida a los ‘’símbolos muertos’’. Por lo tanto, el encuentro entre texto y lector da existencia a la obra literaria en una relación virtual de doble producción creadora. El texto entonces no sería una instancia  inmóvil, al contrario, se volvería un diálogo con un lector que se re-significa en cada lectura. Este planteamiento puede ser ilustrado con uno de los cuentos de dicho autor, ‘’La muerte y la brújula’’, cuento fantástico-policial publicado en 1942.

El género policial y su nacimiento implican, de forma paralela, el florecer de un lector distinto relacionado con un modo nuevo de atraer al lector. En sus ensayos en Borges oral, el autor subraya el relato policial bajo su cualidad intelectual, apelando a principalmente a una operación mental en el lector.  Por lo tanto, la figura del lector se vuelve preponderante en el relato policial, su presencia aparece constantemente y determina el discurso.

A raíz del modelo clásico, el narrador policial busca ubicar al lector en un espacio misterioso, omitiendo información sobre descubrimientos e inducciones hasta la revelación final. Al mismo tiempo deja pistas reveladoras, a pesar de que muchas resulten falsas, cuestionando la capacidad del lector para distinguirlas. Éste, crédulo, se resignará entonces al intelecto del detective que guíe la investigación.

Sin embargo, el lector de cuentos policiales cuenta ya de varias evoluciones, y los de Borges no son principiantes, y es esencial considerarlos como lectores educados, habituados a decodificar cada vez más rápido el código narrativo y anticipar las trampas del narrador. Dentro de la continuación del género, el ejemplo de Borges es pertinente gracias al juego que establece en la relación con su lector, así como por varias transgresiones que efectúa hacia la tradición. En el cuento, el cambio radical que propone el autor, es la exigencia de otra forma de lectura. Última que insistía en la forma del acercamiento al escrito y al lenguaje. Para Borges, “una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída”, por lo tanto, la movilidad del texto es dada por la lectura.

El lector entrenado interpela al texto con vehemencia y arrogancia, descifrando los códigos y secretos encriptados en las palabras. Pero entonces la actitud se vuelve en su contra; y podría llevar a  comparar al lector del cuento policial con una lectura que ponga en cuestión la interpretación misma. Muchas veces el error mayor es el de sobreanalizar. ¿Hasta dónde es pertinente la búsqueda de verdad en el diálogo con el texto?

El personaje principal, el detective Erik Lönrot es un personaje que se define por su valentía y su perspicacia. Está convencido de sus capacidades, como lo está el lector educado. Seguro de sus decisiones y su instinto se vuelve “indiferente a la investigación policial” predominando un análisis alterno. Éste razonador puro convence al lector de la verdad de su hipótesis, seguro de sus deducciones derivadas de un análisis matemático de indicios minuciosamente recuperados: “Reflexionó que la explicación de los crímenes estaba en un triángulo anónimo y en una polvorienta palabra griega. El misterio casi le pareció cristalino; se abochornó de haberle dedicado cien días’’.[1]

Sin embargo, este es el error fatal del detective, quien falla al percibir la totalidad del juego que se llevaba a cabo en torno a él. Todas las especulaciones que realiza Lönrot terminan por ser previstas por su contrincante, quien, más astuto que él, teje un sutil laberinto para el detective. Así, Red Scharlach (el criminal) adquiere su poder sobre Lönrot a partir de este mismo; entonces, el juego del cazador y el cazado, se vuelve real hasta sus mayores consecuencias.

En el relato policial, la información que se permite ver -o no- constituye un discurso altamente selectivo en la emisión de su mensaje. De igual forma, hay una intervención en lo que cada personaje ve, pues el juego de miradas es central. La información, muchas veces, se encuentra como la carta en el cuento ‘’La carta robada’’ de Edgar Allan Poe: a plena vista en varias ocasiones, no escondida, pero sí disfrazada, constantemente revelada pero oculta para el ojo descuidado. Igualmente, el secreto del crimen que persigue Lönrot está en la paradoja de la sencillez. Sin embargo, al iniciar el juego, no siempre es el detective el que juega la mejor baraja.

¿Quién es entonces, se pregunta el lector, el jugador y quién es el jugado?  Crédulo lector, pues él mismo es el que ha entrado en juego en la maquinación del texto. En Poe, cada personaje se cree poseedor de la carta, sin embargo, cada uno se vuelve objeto de ella, la carta se torna poseedora de cada uno. El que mira se vuelve mirado, el que lee es leído, y entonces, la lettre nous possède -la carta nos posee-.

Cambiemos carta por su versión francesa o inglesa, Lettre y letter (letra), el eco de la metáfora es evidente. El hombre existe en una constante relación de traducción de signos y significados con el mundo que lo rodea- codificado, etiquetado, organizado y a veces generalizado-. El lenguaje está construido sobre una estructura estable que permite la comunicación y la razón de ser de ésta y el motor de producción de significados, es el lenguaje mismo. Finalmente, una de las herramientas de traducción de la realidad es, según Umberto Eco, el principio de analogía: ‘’cada uno de nosotros ha introyectado un principio indiscutible, a saber, que, desde cierto punto de vista, cualquier cosa tiene relaciones de analogía, contigüidad y semejanza con todo lo demás. ’’ Por lo tanto, parte del desciframiento es por semejanza, y el hombre avanza con las manos  frente a sí, asiendo y relacionando para darse camino: ‘’Cada vez que uno crea haber descubierto una semejanza, ésta señalará hacia otra en una progresión interminable. En un universo dominado por la lógica de la semejanza (y la simpatía cósmica), el intérprete tiene el derecho y el deber de sospechar que lo considerado como significado de un signo es en realidad signo de un significado adicional’’. Esto es lo que hacen los detectives del discurso policiaco, es lo que realiza Dupin (detective del cuento de Poe) y lo que exige Lönrot. Pero éste último es su error: su exigencia como lector en el acto de traducción:

‘’-Posible, pero no interesante-respondió Lönrot’’.[2]  

Los crímenes empiezan con un acto de aparente casualidad con fatales consecuencias. No satisfecho, Lönrot se deja distraer por la sobreinterpretación, busca información para la investigación dentro de un indicio meramente circunstancial, exigiendo de este, que haga honor a su tinte místico y le revele la verdad del caso.

Por otro lado, no es sólo el detective quien ha entrado a la trampa del lenguaje, el lector avanza con él. Traduciendo los signos que le propone el texto, ha cometido el mismo error que el detective. El desarrollo de los crímenes y de la narración desarraiga paulatinamente al lector y al personaje de una realidad objetiva donde una lectura libre podría ser posible.

Los crímenes se vuelven precisos, cuidadosos en su montaje y su escenificación. ¿Qué tanto de lo que se ve es real, y qué tanto es creado? Para Eco, ‘’en la vida cotidiana, sabemos generalmente cómo distinguir entre las semejanzas relevantes y significativas, por un lado, y las semejanzas ilusorias y fortuitas, por otro’’, pero cuando un lector busca insistentemente un marco específico de significados en el texto, invariablemente terminará por encontrarlo. Y entonces, se volverá un lector paranoico, un detective en busca del secreto de un crimen sencillo y un lector que sospeche de todos los signos. La interpretación se impregna de necesidades ajenas a la comunicación del mensaje, el lector impone lo que desea encontrar, Lönrot exige lo que desea revelar con indicios visibles que hablen de relaciones ocultas[3].

Así, los asesinatos se transfiguran, introduciendo elementos de extrañeza y proponiendo alteraciones carnavalescas. Ciertos elementos son incluso dispuestos, tanto por el criminal como por el narrador, con la mayor intención de tentar al lector con una lectura paranoica.

¿Cuál es la intención del texto al hacer esto?  La intención no aparece más que de forma velada, como la carta robada, ‘’hay que decidir «verla»’’[4]

De igual modo que el detective, el lector se enfrenta a un texto de distintas formas, la problemática sobre los grados adecuados de interpretación es amplia y abarca temas muy distintos (desde la imposición de una visión, la pérdida de la sensualidad de un texto o el deseo de revelar un significado trascendente y oculto que el autor hubiera preparado para ciertos elegidos). Sin embargo, considerando el género policiaco como uno del intelecto, resulta poético el acercamiento con el acto de lectura. Borges insiste en entender la literatura como un diálogo: “un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria”; lo cual plantea que a pesar de rescatar las características del género, Borges las encamina hacia un terreno simbólico donde, finalmente, transgrede ciertas reglas del modelo tradicional a través de un lector metatextual que se cuestione sobre su investigación con el texto y sobre el texto.

La última pista de Lönrot lo convierte inevitablemente en la cuarta víctima. Asimismo, el lector al buscar estructuras, ha caído como el detective, en la trampa de su propio artificio. Entonces, se revela la doble cara del carnaval y el equívoco de la lectura. Red Scharlach resulta ser el titiritero, el detective real, (la letra que posee al lector). Incluso revela finalmente su astuta estrategia y su elaboración para vencer a su enemigo -cual Sherlock Holmes- conociendo y controlando el esquema mental del detective: “Comprendí que usted conjeturaba que los Hasidim habían sacrificado al rabino; me dedique a justificar esa conjetura”.

El truco final radica en un paradigma de identidad: el criminal y el detective se conjugan en una misma figura, cual Hermes, atrapados en la casa del último crimen, rodeados de ‘‘inútiles simetrías y repeticiones maniáticas’’.  La entrada a la casa es un rompimiento en el discurso y en la realidad, es el punto central del laberinto de la ciudad, la trampa de Lönrot y la del lector: ‘’la casa no es tan grande (…) La agrandan la penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, mi desconocimiento, la soledad. ’’. El quiebre se da en la relación entre ambos personajes y en sus posturas como sujeto-objeto. Scharlach es inicialmente el objeto desconocido y que debe ser revelado por el sujeto Lönrot, pero a continuación, el detective se vuelve el objeto del sujeto Scharlach. Ambas miradas son las del cazador, y ambas se mueven recíprocamente; Lönrot avanza por la búsqueda de Scharlach (aunque no sepa que es él) y este último se traza por la búsqueda misma de Lönrot:

 “-Scharlach ¿usted busca el Nombre Secreto? -No. Busco algo más efímero y deleznable, busco a Erik Lönnrot.”

El juego de miradas hace de ambos el cazador, en una relación dialéctica donde cada uno toma la posición de sujeto y de objeto, observando y siendo observados. La lectura se desarrolla de la misma manera, dentro del constante diálogo sobre en el insiste Borges, aunque las miradas cazadoras no sean iguales. Scharlach permanece siempre oculto ante su cazador, quien por su parte es visible (el texto nos ve, pero no siempre vemos la totalidad del texto). Hay un sujeto observador y uno ciego, uno revelado y otro velado. Así, el sujeto, al enfrentarse con la mirada de su objeto, se encuentra a sí mismo mirado. Tanto Lönrot como el lector, se perciben siendo vistos.

En la búsqueda de su objeto, el detective entra en una perturbadora multiplicación de ángulos de visión, puntos de interpretación, espejos y penumbras donde se esconden los significados: “Subió por escaleras polvorientas a antecámaras circulares; infinitamente se multiplicó en espejos opuestos; se cansó de abrir o entreabrir ventanas que le revelaban, afuera, el mismo desolado jardín desde varias alturas y varios ángulos.” Al acompañarlo dentro de la casa, el lector ha entrado al laberinto del cuento mismo.

Así, quien tenga la capacidad de leer será quien lleve el punto de vista; Lönrot, el detective y razonador, es el paradigma mismo del lector. Empero, el que escribe la historia tendrá más poder dentro del juego que el que lea. Red Scharlach, se vuelve el escritor, quien, tejiendo el laberinto, palabra tras palabras y letras tras letra, plasma el recorrido de Lönrot y del lector. “Todo lo he premeditado, Erik Lönnrot, para traerlo a usted a las soledades de Triste-le-Roy’’.

Las figuras se desdibujan entre sí, cual Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Quizá la lectura requiera exactamente de esa dualidad que mantiene el equilibrio, un lector Watson y Sherlock al mismo tiempo. Que se atreva a lanzar interesantes hipótesis que superen la sencillez del texto, al mismo tiempo que una visión cruda y modesta de la lectura. Por otro lado, el lector debe ser tanto el detective como el criminal, de su propia lectura y del texto. El diálogo se vuelve ambivalente, perdido en repeticiones infinitas y especulares. Entonces el lector se encuentra a sí mismo en el texto que, cual espejo, lo encara a sí mismo. Ambos cuentos se asemejan a  metáforas de la lectura misma: el lector afanado busca en cada recoveco un indicio, pistas meticulosamente escondidas y difuminadas sobre el fondo del tapiz. No sabe qué contiene la carta, pero no importa, lo esencial es cómo llega a ella. Sin embargo, la carta está a plena vista, escondida en la confianza de la ávida investigación del lector.

Pero es importante mantener el juego del lenguaje en movimiento. El cuento de Borges propone un último artificio gracias al laberinto lineal que ofrece Lönrot.[5] En ese espacio fantástico, las reglas de la física desaparecen bajo otro truco del autor. En este laberinto lineal donde tantos filósofos se han perdido y donde hasta un detective podría hacerlo, el lector no necesita saber el resultado del disparo final de Scharlach hacia Lönrot. La suspensión es el último laberinto. El juego perdura y la lectura se relanza, el dado se vuelve a tirar, y pivota sobre su propio eje. Según Jacques Derrida, lo que queda suspendido en lo indecible al interpretar es lo que entra en crisis y hace entrar en jaque cada estructura. Es decir, lo que posibilita la movilidad de los conceptos y que posiciona, como ya hemos comentado antes, al sujeto como efecto y no como organizador del lenguaje (poseído por la lettre). El lector, sujeto del y al lenguaje, participa de la deconstrucción de este último en cada una de sus revoluciones. Lo cual lo hace ser leído por el texto al leerlo, caer en la trampa al seguirla y afectarse mutuamente en el diálogo.

Considerando la problemática planteada por Eco sobre la relación entre el autor y el lector, entre pensar que el texto es un objeto que la interpretación construye y que por otro lado, el texto es una máquina concebida para provocar interpretaciones… lo más sensato sería una postura aristotélica donde se abogue por encontrar un justo medio dentro de dicho juego dialéctico entre ambas figuras. Por lo tanto, el juego se mantiene y se renueva gracias al espacio de tensión que se crea dentro del texto y a la movilidad adquirida por conceptos aparentemente inmóviles. Tras la batalla que ha experimentado el lector durante el cuento, al final, todo vuelve a ser velado, y el erotismo del arte [6]se recupera.

Ahora bien, ¿acaso lo que pretende el estudio actual no podría caer dentro de la sobre interpretación misma? En ese caso, plantearía una postura cercana a la que defiende Jonathan Culler en su texto En defensa de la sobreinterpretación. Culler sostiene que la sobreinterpretación podría ser considerada como una práctica de realización de preguntas que no son necesarias para la comunicación normal, pero que permiten reflexionar sobre su funcionamiento. Sobre lo que el texto hace y cómo lo hace, explorando así los mecanismos como una forma de aprendizaje  sobre él (parafraseando a Culler). Por lo tanto, el objetivo no sería extraer información con pretensiones de Verdad, si no comprender y cuestionar, sin afán de obtener respuestas conclusivas, el funcionamiento y los mecanismos. Así, la sobreinterpretación se volvería la superación de la cual habla Culler, que se lleva a cabo en los intersticios de tensión en mi relación con el texto. Relación sensual y astuta, violenta y erótica, poniendo al desnudo tanto al texto como al lector.

La mejor tensión se da entonces donde ambos jugadores se encuentran expuestos y velados uno frente al otro.



[1] Borges, Jorge Luis. ‘‘La muerte y la brújula’’,Cuentos completos. Ed Lumen, 2011.

[2] Subrayado es mío.

[3] ’La sobreestimación de la importancia de los indicios nace con frecuencia de una propensión a considerar como significativos los elementos más inmediatamente aparentes, cuando el hecho mismo de que son aparentes nos permitiría reconocer que son explicables en términos mucho más económicos. ’’

[4] Eco, Umberto. ‘’La sobreinterpretación de textos’’, Interpretación y sobreinterpretación, 2002.

[5] Lönrot hace referencia al laberinto lineal planteado en la paradoja del movimiento por Zenón de Elea, también conocido como la paradoja de Aquiles.

[6] Hago referencia aquí a la crítica que enuncia Susan Sontag en su texto Contra la interpretación (1984), donde acusa a la lectura hermenéutica de sustraer el erotismo del texto.

BIBLIOGRAFÍA

Borges, Jorge Luis. Borges oral. Ed.Alianza, 1998.

Borges, Jorge Luis. ‘‘La muerte y la brújula’’, Cuentos completos.Ed. Lumen, 2011.

Culler, Jonthan. ‘’En defensa de la sobreinterpretación’’, Interpretación y sobreinterpretación. tradcción de Juan Gabriel López Guix, España,Cambridge University Press, 2002.

Derrida, Jacques. ‘’La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas’’(1966), La escritura y la diferencia, traducción de Patricio Peñalver, Barcelona, Anthropos, 1989.

Derrida, Jacques. ‘’Carta a un amigo japonés’’(1997), El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales, traducción de Cristina de Peretti, Barcelona, Proyecto A Ediciones, 1997.

Eco, Umberto. ‘’La sobreinterpretación de textos’’, Interpretación y sobreinterpretación, tradcción de Juan Gabriel López Guix, España,Cambridge University Press, 2002.

Poe, Edgar Allan. ‘’La carta robada’’ (1844), Obras Completas, traducción de Julio Cortázar, Barcelona, Edhasa, 2009.

Fuente : El Paradigma

Daria Moreno Davis
Estudiante de la licenciatura de Lengua y Literatura Modernas Francesas en la UNAM. Interesada en la gestión cultural y los estudios interdisciplinarios. Fanática de los laberintos,del cine y de la literatura. Forma parte de la compañía teatral Rodar la Casa Producciones siguiendo su gran pasión por el teatro.



Borges harto de Borges

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Xavier Rubert *

En 1952, el autor de esta nota Xavier Rubert viajó a Buenos Aires para encontrarse con Jorge Luis Borges en la casa de la madre del escritor. Este artículo reproduce un fragmento con los pormenores y el diálogo que mantuvieron ambos  personajes. Todo comienza cuando la celosa empleada de la familia Borges le abre la puerta, hasta la llegada de la hermana Norah Borges para la cena. La nota fue difundida por Gacemail  Nro 561 (5.09.14).


Éste es un fragmento del diálogo que mantuve con Borges en su casa de Buenos Aires, el verano de 1982, desde que me abrió la puerta su vieja criada hasta que vino a cenar con nosotros su hermana Norah, viuda de Guillermo de Torre. Pese a ser "analfabeta" (como precisaba Borges con cierto orgullo), la criada no carecía de reflejos ágiles ni de una admirable capacidad de utilizar en su provecho los acontecimientos imprevistos. En menos de 10 minutos pasó así de dialogar suspicazmente desde el resquicio de la puerta y cerrármela en las narices a entregarme a su amo, explicarme que debía parar la lavadora al sonar un pitido y a escapar de la casa para no volver hasta tres horas más tarde (luego Vargas Llosa me ha contado que a él le pasó algo parecido). En este tiempo tuve yo que abrir la puerta, contestar al teléfono, acompañarle a que me enseñara sus cuadros de tigres y el vestido rosa de su madre desplegado sobre la cama... Al día siguiente me pidió que le acompañara al cementerio donde iban a enterrarle, y allí nos recogió María Kodama, que venía de la Universidad.

-Dice usted que nació en un suburbio de calles aventuradas y ocasos invisibles, y añade: "Pero lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y con una biblioteca ilimitada de libros ingleses".-Sí, era la biblioteca de mi padre y de mi abuelo... Sí, de mi padre, de mi abuela y de mi bisabuelo.

-¿No será eso su personal experiencia de un destino general de América? Mario Faustino dijo que lo propio de América fue "nacer adulta", con una jurisprudencia ya desarrollada, una joya arabista, una prosa ya barroca... Aun hoy mismo, en la República Dominicana le insultan a uno en la calle llamándole "hereje" o "sin concepto".

-No había pensado en eso. Pero creo que, de algún modo, todos somos europeos. Europeos en el exilio, en el destierro, ¿no? Creo que los americanos somos europeos desterrados. Y eso nos hace heredar toda la cultura occidental. No sé si lo hemos aprovechado hasta ahora... quizá Estados Unidos lo hizo mejor que esta América. En todo caso, yo creo que no tengo nada en común, bueno, digamos con los aborígenes. Tengo una gota de sangre guaraní por ahí, pero eso no cuenta mayormente. Y creo que somos, sí, occidentales. Salvo que eso de occidentales también es falso, ya que en la cultura occidental Israel no es menos importante que Grecia. Entendida Roma como extensión de Grecia, desde luego. Pero creo que sentimos eso y debemos tratar de merecerlo.

-Para usted Buenos Aires es "un viejo hábito"...

-Sí, yo no conozco bien la ciudad. Como casi todo el mundo, conozco lo que se llama el centro, que topográficamente es un extremo de la ciudad.

-A mí me sorprendió que Keyserling hablara de la esencia o del carácter de Buenos Aires como el "no te metás", que se correspondería con el catalán "no t'hi emboliquis".

-Sí, pero hay también el otro adagio, "primero tira tu lanza", que sería lo contrario.

-¿Coexisten ambos en su país? ¿Coexisten como en la plaza de Mayo, donde según usted se mezclan "la clara guerra contra los españoles y la oscura guerra contra el gaucho"?

-Exactamente. Aunque no sé; yo no puedo hablar con ninguna autoridad sobre Buenos Aires. Es una ciudad que dejé de ver hacia 1950 y tantos.

-Pero sobre la que no ha dejado de escribir.

-No, he seguido escribiendo, pero siempre he pensado en aquel Buenos Aires pretérito, un Buenos Aires que ha desaparecido. Sin embargo, ocurre una cosa curiosa, y es ésta: yo puedo estar en Lucerna, puedo estar en Tokio; pero eso es durante la vigilia. Cuando sueño, sin embargo, siempre sigo estando en Buenos Aires. Y sobre todo en la Biblioteca Nacional, en la calle de México, o, si no, en aquel Buenos Aires de casas bajas de mi niñez. Es decir, algo mío se queda en Buenos Aires aun cuando viajo. Yo he viajado por buena parte del mundo, pero nunca sueño en estos lugares. ¿Cómo le diría yo?; estoy en Japón, estoy en Egipto, estoy en Irlanda, estoy en Tejas, pero eso durante la vigilia. Cuando sueño, estoy en Buenos Aires, en un Buenos Aires que, desde luego, sólo existe en la memoria de hombres viejos como yo...

-Entonces usted sólo creería en la nacionalidad que se sueña.

-Sí, en una nacionalidad onírica...

-Y por tanto muy épica...

-¡Pero, desde luego! Yo creo que el nacionalismo ha traído muchos males. Ante todo, va contra la pareja distribución de los bienes espirituales y materiales; eso es una. Y la otra es que nacionalismo da a creer que cada país es el único; que el idioma que cada uno habla es evidentemente el mejor... Mañana va a salir un poema mío, en el que hablo de eso. Hablo de lo que me parece eso de estar parcelado en países, cada uno con su mitología peculiar, con antiguas o recientes tradiciones, con un pasado sin duda heroico, con agravios, con litigios...

-Usted es muy pacífico, pero se enfrentó valientemente a los peronistas...

-Sí, tengo valor cívico, que no valor físico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien. Una vez, a mi madre la amenazaron de muerte por el teléfono, a las tres o a las cuatro de la mañana. Una voz grosera le dijo: "Yo los voy a matar, a vos y a tu hijo". "¿Por qué, señor?", dijo mi madre. "Porque soy peronista". Ella le contestó: "Bueno, en el caso de mi hijo es muy fácil, está ciego; sale todas las mañanas a las diez de esta casa. En cuanto a mí, les aconsejo que se apuren, que no pierdan tiempo telefoneando, porque he cumplido 80 y tantos años, y a lo mejor me les muero antes".
"Me les muero". Eso no puede decirse en otros idiomas. Sí, quizá en inglés: "I die on you". Pero no tiene tanta fuerza, ¿no? Sí, "me les muero antes"... Entonces el otro cortó la comunicación. Le pregunté: "¿Qué pasó, madre? ¿Sonó el teléfono?". "Sí", me dijo, "un sonso..." Y me repitió la conversación. Luego, claro, no pasó nada. A veces hay un placer de la amenaza. Después quedan desahogados. Uno ha cumplido con su deber y no tiene por qué pasar a mayores.

-Usted decía también que el dolor más terrible es el previsto, el anticipado.

-Sí, claro. La mejor muerte para el moribundo sería un paro cardiaco, ¿no? Ser fulminado sería lo mejor. Pero para los que quedan, no. Mejor prepararse el día de la muerte.

-¿Por qué me ha pedido que nos acercáramos a su tumba, a su bóveda?

-La verdad es que la palabra es un poco triste, ¿no? Pero es mi bóveda...

-... Y la bóveda de sus antepasados.

-Sí. Pero curiosamente yo siento que no están aquí. Si yo pienso en mi madre, yo pienso que ella está en mi casa, y que el hecho de que sus restos estén aquí es... bueno, es verdadero, pero yo no puedo sentirlo. Y sé que está aquí mi abuela y mis abuelos... Están los parientes míos, tantos amigos... Yo sé que eso es un hecho real, pero para mí no es un hecho, digamos, emocional. Siento que realmente ellos están en otra parte; ciertamente no encerrados aquí...murió hace seis años, está allí, en mi casa. En cambio, aquí sé que están sus restos, pero me parece que eso, emocionalmente, no es cierto. ¿No es mejor pensarlo así? Sería muy triste pensar que está aquí...

-Pero a usted le he oído ironizar también sobre la muerte en una milonga que dice: "No hay cosa como la muerte...".

-Sí. "... para mejorar la gente". Y luego tengo otra de un condenado a muerte, que es: "Manuel Flores va a morir. / Eso es moneda corriente. / Morir es una costumbre, / que suele tener la gente". Respecto a la "otra vida", no sé qué decirle: ambas cosas son igualmente increíbles. La inmortalidad personal es increíble, pero la muerte personal también lo es.

-Aparte de creíble o no, ¿resulta para usted querible? Se lo pregunto porque en algunos textos parece que usted no sólo no crea, sino que tampoco quiera esta inmortalidad.

-Ah no; en mi caso personal, no. Ahora, si yo pudiera ser inmortal en otra situación, y con el olvido total de haber sido Borges, pues bien, entonces acepto la inmortalidad. Pero no sé si tengo derecho a decir "acepto". Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, durante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ése es heredado por otros, no por él, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ¿no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evolución sánscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro está dedicada a la negación del yo. El yo como el que han negado Hume, Fernández y Schopenhauer.

-En este sentido, es usted muy poco unamuniano...

-Ah, desde luego. Unamuno estaba loco. Yo no sé cómo no estaba cansado de ser Unamuno. Y eso que no vivió tanto como yo. Yo estoy harto de Borges. Cada mañana, al despertar y encontrarme con él, me digo...

-¿"A ése le tengo ya muy conocido..."?

-Eso, una tristeza, sí. Ya estoy harto de ese... un interlocutor permanente.

-Una actitud no tan distinta, sin embargo, de la de Kierkegaard, que deseaba lo absolutamente Otro. Esta posición radicalmente religiosa, ¿no conecta de algún modo con una posición radicalmente nihilista como la suya?

-Sí, claro. Esto "otro" sería Dios, ¿no?

-No sé; Dios o la Nada. En todo caso, la no-continuidad de lo humano más allá de este mundo.

-Hay ya un exceso de lo humano aquí.

-Y no desearía usted, en ningún caso, su continuación.

-No, yo no. Tengo la esperanza -mi padre tenía la misma- de morir enteramente, de morir en cuerpo y alma, si es que el alma existe.

-¿Y cómo comprende usted que para mucha gente eso no constituya una esperanza, sino un desasosiego?

-Yo conozco a mucha gente religiosa, y están un poco aterrados. Porque o esperan el paraíso -lo cual, como dijo Bernard Shaw, es un soborno- o se temen el infierno. En cambio, una persona que no cree en ninguna de las dos posibilidades, una persona como yo, que no se cree digna de castigos o de recompensas eternas, puede estar tranquila. Pero todo es tan raro, la verdad, que a lo mejor perseguimos este diálogo en otro mundo...

-Usted escribió: "Descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística". Y en otro lugar habló de la dictadura diciendo que favorece la opresión, favorece el servilismo y, lo que es peor, favorece la idiotez.

-Curiosamente, aunque yo haya dicho estas últimas palabras, estoy de acuerdo con ellas. En cuanto a la democracia, creo que por ahora (y ahora puede significar cien años) en este país somos indignos de ella. En cuanto a la dictadura, ya conocemos sus efectos devastadores. Pero yo, realmente, no entiendo de política. Soy un tranquilo e inofensivo anarquista spenceriano. Y de anarquismo saben ustedes, los catalanes.

-¿Conoció usted a nuestros modernistas y noucentistas: Rusiñol, Maragall, Bertrana, Ors...?

-Ah, sí, a Ors sí. ¿Vive todavía este muchacho?

-Murió hace ya algunos años. ¿Le conoció usted personalmente?

-No, me interesaron muchísimo algunos ensayos suyos. Muy finos, muy finos... Hasta que leí una especie de novela suya, no recuerdo ahora el nombre, que me pareció intolerable. No leí nada más de él.

-¿Se refiere a La bien plantada?

-Eso, La bien plantada. Inaceptable. Las medidas del torso, la cintura y los tobillos de la protagonista eran absolutamente intolerables. Decidí no volver a abrir un libro suyo.
-Lo que sí ha continuado manejando fue el Diccionario etimológico de Corominas. (Cojo de la estantería una primera edición desgastada por el uso, y con el Corominas en las manos, hablamos del Cratilo platónico, del carácter representativo o arbitrario de las palabras, de su historia y transformación).
-Vea cómo el término sajón bleich, que significa sin color, derivó de un modo contrapuesto: en castellano a blanco y en inglés a black (negro).

-¿Será por algo parecido por lo que los chistes procaces son en castellano chistes verdes y en inglés chistes azules?

-La verdad, no entiendo esta inversión por la que el verde, que debería sugerir algo natural, vino a significar en castellano todo lo contrario. Pero encontraré la solución. En cuanto la halle, le escribo enseguida. (Borges habla siempre de temas retóricos, etimológicos o incluso poéticos en términos de verdad, de solución, de exactitud).
-¿Pero tiene usted aún el Corominas en las manos?

-Sí.

-Pues busque el término jazz... Mire, en el inglés criollo de Nueva Orleans to jazz quería decir fornicar. O, más precisamente, fornicar de un modo breve, espasmódico, violento, como sugiere el sonido mismo de la palabra. Es como tango, que no viene, como creía Lugones, del tangere latino, sino de la etimología africana que veíamos antes en el Corominas. Nolli me tangere-just jazz it... Aunque tampoco estoy seguro. Si yo pudiera consultar... pero hace ya años que no veo.
-Tres cosas se pierden al perder de vista "el mundo de la representación" -como llamaría usted al mundo físico-, el mundo de los libros y el mundo de la propia escritura. Son tres pérdidas distintas.

-Cierto. -¿Cuál ha ido más dolorosa para usted?

-No. A mí me gustaría sobre todo leer, leer por ejemplo un verso erótico de Eduardo Marquina donde todo es un juego de reflejos en espejos. Y me gustaría también ver las caras de las personas que quiero... las caras de mis amigos. Y también los lugares donde estuve con amigos: la librería Salvat-Papasseit en Barcelona. Pero venga usted y acompáñeme a la otra habitación, donde le enseñaré los cuadros de tigres y el último vestido de mi madre.



  • Xavier Rubert de Ventós (Barcelona, 1939) es un filósofo, profesor universitario, escritor y político de Cataluña, España. Es catedrático de Estética de la Universidad Politécnica de Cataluña. Sus obras han sido reconocidas internacionalmente, habiendo sido traducido desde el catalán al castellano, inglés, italiano y alemán . La nota que reproducimos fue tomada de la publicación www.gacemail.com.ar

Fuente : El Arca Digital

Borges sobre la estupidez del fútbol y la manipulación del nacionalismo

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 ¿A que se refería Borges cuando dijo que el fútbol era estúpido y era el deporte más popular porque la estupidez es popular?

Jorge Luis Borges consideró el fútbol una estupidez muy popular


En realidad importa el resultado que tenga tu selección nacional en el Mundial? ¿En realidad ganas cuando ganan, en realidad “Todos somos la Selección”? Por más proyección metafísica de identidad que hagamos, las personas que juegan en la cancha de juego no son las personas que ven el partido en el estadio o por televisión. Podemos invocar una conexión a distancia –la famosa “vibra”, un entrelazamiento cuántico, telepatía o vudú– pero, por supuesto, este ya no es el terreno del deporte y la política (y, generalmente, es sólo una estrategia de marketing). Y aun si invocamos un principio de resonancia, siguiendo lo que Borges decía de los lectores de Shakespeare –que, al leer fervientemente, sus líneas se convertían en el mismo bardo, en ese mismo instante que se repite con una misma cualidad en el tiempo–, entonces, esto sería cierto con cualquier jugador, no obstante el país y con cualquier actividad, siguiendo un vínculo de simpatía.
¿Acaso, más bien, no es este –la parafernalia de la Copa del Mundo y el fanatismo deportivo en general– uno de los más vulgares y crasos ejemplos de propaganda, enajenación y creación de identidades superfluas en función del consumismo… El viejo pan y circo?

El futbol es uno de los más grandes negocios que existen, tan redondo como el balón. Participan organismos como la FIFA, comités organizadores, federaciones locales, televisoras, agencias de marketing y de promoción de los jugadores, apostadores, equipos y jugadores (que, aunque disfrutan brevemente del endiosamiento de la imagen son, a fin de cuentas, sólo instrumentos para la diseminación de una propaganda aspiracional, similar a lo que ocurre con los modelos de artículos de consumo: en México incluso son vendidos a equipos en un “draft” que se apoda “mercado de piernas”, sin que los jugadores puedan decidir si quieren ir o no a tal equipo). Indirectamente, peña nietohaciendo uso político, también participan los países con sus gobiernos y las grandes corporaciones alineadas que dictan el sistema financiero global. Los países se sirven del aglutinamiento de identidades que el futbol genera y de la distracción masiva que les permite manipular la agenda de noticias, desactivar conflictos, diluir críticas o llegar a acuerdos y pasar leyes fast-track (los “goles de madruguete político”). Las corporaciones y el sistema capitalista tienen evidentemente el usufructo del frenesí de consumo que generan eventos como el Mundial, pero además también basan de manera sustancial su estrategia de branding en este evento, que es percibido como el culmen de las asociaciones positivas y profundas en la psique del consumidor: es el momento de bombardear con el fin de invadir tautológicamente el inconsciente del sujeto programable y congraciarse con él. (Los que no se benefician de esto son las comunidades locales, como ocurre con el pueblo brasileño ante los gastos excesivos del Mundial 2014: es un deporte del pueblo, pero un negocio elitista).

*         *          *

Coinciden en Borges una indiferencia y un desinterés por la política y el futbol. Lo que animaba su curiosidad eran las ideas, la arquitectura de mundos mentales, ese gran río de murmullos que cruza el tiempo que es la literatura. En su ars poetica el escritor no tenía por qué tener un compromiso con una cierta inclinación política –no tenía por qué definirse como una persona de izquierda o derecha, etc., o dedicarse a escribir panfletos; su deber era consigo mismo y con el arte, con la literatura misma, que no es, por supuesto, una rama de la moral (lo que importa es si un escritor escribe bien, no si es buena persona; si es capaz de ver lo que los demás no ven, no si piensa de manera correcta). Borges fue muy criticado por no pronunciarse en contra de la dictadura argentina y en contra de numerosos gobiernos o actos antidemocráticos, inhumanos o injustos según el dictamen generalizado de la comunidad internacional –ese metajuicio de lo políticamente correcto para el intelectual. Cuando tuvo que describir su postura política dijo que era conservador, pero siempre desde la distancia de su agnosticismo, nunca desde el fanatismo.

Cuando uno quiere criticar la enajenación del futbol, Borges aparece como una buena opción para legitimar el discurso. Aunque algunas personas puedan considerarlo poco viril, poco inclinado a las pasiones del cuerpo y, por lo tanto, incapaz de comprender la atracción por los deportes –ese instinto marcial sublimado o domesticado–, también es cierto que hay poco de esta energía vital en el acto mayormente pasivo de ver un partido de futbol. Asimismo, salvo el caso de algunos exquisitos manieristas exentos de resultadismo, el espectador de futbol no es un observador objetivo o individuado, como el narrador omnipresente de una obra, sino que es un observador arrastrado por la emoción multitudinaria que quiere de alguna manera intervenir y proyectarse al campo de juego –olvidar su presente–, a la vez que se ve afectado por el resultado de un juego que no ha jugado y sobre el cual no tiene ningún efecto. Y como tal, exhibe un dejo de frustración y de pueril transferencia. Borges decía que “el futbol es popular porque la estupidez es popular”. Es estúpido sufrir por algo en lo cual no tenemos participación ni influencia –por más que creamos noble o elevado concebir sentimientos abtractos de identificación y, así, concebirnos como encarnaciones de nuestro país o de nuestro equipo y, por lo tanto, estar sujeto a lo que les ocurre. Quizás el rasgo más claro de la estupidez de nuestra sociedad es verse inmiscuido en el trance colectivo de los medios masivos de comunicación, en las telenovelas, en el futbol, en el marketing que preda sobre nuestros deseos aspiracionales y nuestras inseguridades y responder a sus llamados yendo a la tienda, comprando los productos o sintonizando el televisor en respuestas zombie-pavlovianas o, usando el término de McLuhan, narcótico-narcisistas.

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En una nota publicada en el diario La Razón sobre la Copa del Mundo en Argentina en el ’78, Borges conversa sobre futbol con Roberto Alfiano (quien luego publicó un libro sobre Borges en el que se incluye este diálogo):

- ¿Fue alguna vez a ver un partido de fútbol Borges?

- Sí, fui una vez y fue suficiente, me bastó para siempre. Fuimos con Enrique Amorim. Jugaban Uruguay y Argentina. Bueno, entramos a la cancha, Amorim tampoco se interesaba por el fútbol y como yo tampoco tenía la menor idea, nos sentamos; empezó el partido y nosotros hablamos de otra cosa, seguramente de literatura. Luego pensábamos que se había terminado, nos levantamos y nos fuimos. Cuando estábamos saliendo alguien me dijo que no, que no había terminado todo el partido, sino el primer tiempo, pero nosotros igual nos fuimos. Ya en la calle yo le dije a Amorim: “Bueno, le voy a hacer una confidencia. Yo esperaba que ganara Uruguay –Amorim era uruguayo– para quedar bien con usted, para que usted se sintiera feliz”. Y Amorim me dijo: “Bueno, yo esperaba que ganara Argentina para quedar, también, bien con usted”. De manera que nunca nos enteramos del resultado de aquello, y los dos nos revelamos como excelentes caballeros. La amistad y el respeto que ambos nos profesábamos estaba por encima de esa pobre circunstancia que era un partido de fútbol.

Un poco de la elegancia inglesa que tanto admiraba (y por lo cual se le resentía en su país), que, en una especie de ingenuidad, esconde mordacidad e ironía. En esa misma conversación, Borges responde luego a Alfiano que el futbol es popular porque la estupidez es popular:

- Yo no entiendo cómo se hizo tan popular el fútbol. Un deporte innoble, agresivo, desagradable y meramente comercial. Además es un juego convencional, meramente convencional, que interesa menos como deporte que como generador de fanatismo. Lo único que interesa es el resultado final; yo creo que nadie disfruta con el juego en sí, que también es estéticamente horrible, horrible y zonzo. Son creo que 11 jugadores que corren detrás de una pelota para tratar de meterla en un arco. Algo absurdo, pueril, y esa calamidad, esta estupidez, apasiona a la gente. A mí me parece ridículo.

Al parecer, Borges no era sensible a la estética del futbol, y en esto sin duda podemos diferir. Pero, a fin de cuentas, son pocos los que ven futbol como un ejercicio de contemplación estética… como quien contempla una escena bucólica o como un flaneur atraído por ciertos ángulos e inflexiones urbanas. El aficionado prototípico busca el desfogue del triunfo, el alarido de pertenencia con un equipo de calidad que ha repasado a otro o con una nación que se piensa superior cuando triunfa y se puede comparar con otros países (o, en el caso de algunos franceses, probablemente inspirados por el racismo que genera una selección multiétnica cuando su país pierde y puede culpar a un sector). (Esta tabla de afectos y aversiones por países en la Copa del Mundo es muy ilustrativa). En algunos casos se contenta porque su equipo juega bien o da pelea a un equipo históricamente superior, pero no por el placer que le produce el futbol desempeñado en un aspecto puro, sino porque realza su identidad (tener un equipo que la crítica elogia) o le da confianza para el futuro: cuando, entonces sí, pueda ganarle a los grandes.

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Se dice que el futbol une a la gente. Y, si bien es una buena excusa para socializar y distender, en realidad lo que une en el trance de un torneo o en la estela que deja un título son los sentimientos dispersos de nacionalismo, de euforia chocarrera y de autoafirmación. Si bien es cierto que existen países donde muchos individuos tienen poca seguridad en sí mismos, es ridículo pensar que el futbol sea un revulsivo que lleve a las personas a psciológicamente afirmar su individualidad y desprenderse de sus complejos –esto es algo que se hace justamente individuándose y desmarcándose de las improntas y los paradigmas colectivos. Otra cosa es que el triunfo en el deporte genere, como ocurre en la naturaleza con la habituación, más triunfo en el futuro; esto es natural, pero se limita solamente al deporte y logra cambiar la mentalidad solamente de los jugadores que participan. Si bien puede provocar una tregua momentánea entre personas de diferentes etnias, lenguas o posturas políticas dentro de un país, el efecto no es de ninguna forma duradero; es como la tregua breve que hacen dos personas cuando se emborrachan.

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Buena parte de lo que chocaba a Borges del futbol tenía que ver con el nacionalismo que observaba como consecuencia de este deporte en Argentina, quizás el país con la hinchada más pasional y violenta del mundo (después de que sus enemigos, los ingleses, erradicaran a los hooligans). Tanto el nacionalismo como el futbol le merecían el mismo calificativo. “El nacionalismo sólo permite afirmaciones y toda doctrina que descarte la duda, la negación, es una forma de fanatismo y estupidez”, escribió Borges, quien incluso participó en 1984 en un foro en Tokio en el que se discutió el nacionalismo, señalando que éste tenía el peligro de dividir a las personas. ¿Acaso no ocurre eso mismo con el futbol, que divide más de lo que une? Al menos, nos divide en personas definidas por un país: somos mexicanos, chilenos, alemanes, iraníes, estadounidenses, con una carga histórica y una percepción política particular, con numerosos clichés, antes que personas del planeta Tierra e individuos únicos. Borges creía en abolir las fronteras, lo cual en ningún sentido significa homogeneizar al mundo o erradicar las diferencias, sino permitir el intercambio sin etiquetas. Seguramente esto sería política y económicamente desastroso, especialmente para algunos países chicos, etc., pero la afirmación no tenía este sentido, sino que su espíritu era el de eliminar el nacionalismo y todos sus efectos colaterales.

En fin; con esto no quiero amargar el placer de ver un buen partido de futbol, especialmente si es un hábito esporádico. Principalmente, el interés es hacer consciente el acto de ver un partido de futbol y, en general, de participar en todo entorno mediático o colectivo, y ser capaz de discernir hasta qué punto, al hacerlo, perdemos nustra inteligencia crítica y llegamos a enajenarnos. Un poco de autorreflexión –sobre lo que pasa dentro de nosotros cuando hacemos algo o recibimos un programa– nos hace hasta cierto punto inmunes y permite disfrutar de un partido de futbol sin sufrir si el resultado no es el que queríamos. El futbol es, sin duda, un gran espectáculo, y tiene algo más de místico y estético de lo que Borges fue capaz de ver. Borges, que amaba las representaciones cabalísticas, las métaforas del universo y la divinidad, quizás no entrevió en el juego de futbol una imagen del universo, de su secreto orden; tampoco atisbó una poesía física o reconoció el impulso evolutivo de luchar y competir (una desvaída transmigración de los dioses griegos, que impulsaban a los héroes a batirse). Pero todos los juegos tienen esta veta, hay un sentido lúdico profundamente arraigado a la existencia –que sublima lo absurdo– y el futbol es una manifestación, aunque quizás un poco contaminada, de esta misma esencia. Borges prefería el otro juego, el juego cósmico “de la indivisa divinidad que opera en nosotros” y sueña el mundo, que quizás no tenga ganador y sea infinito.

Fuente : Del Castillo Literario


Entrevista a Jorge Luis Borges (1963) - La novela policial

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- ¿Cuáles son los orígenes de la novela policial?

- A diferencia de la historia de otros géneros literarios, la del género policial no ofrece ningún misterio. Un astrólogo podría establecer el horóscopo, ya que sabemos exactamente el día en que ese género fue inventado. Se trata de uno de los días del año 1841 y su inventor fue aquel prodigioso escritor que se llamó Edgar Allan Poe. Poe, en 1841, escribe "The Murders in the Rue Morgue" (esto, traducido literalmente, sería "Los asesinatos en la calle Morgue", pero yo creo que convendría traducirlo por "Los crímenes de la calle Morgue", …que la palabra crimen tiene la misma fuerza que la palabra murder en inglés; en cambio, asesinato está debilitada por las dos eses). Después de ese primer cuento policial, Poe escribe otros en los que se encuentran todas las características del género.

- Es decir que los escritores posteriores enriquecieron el género según el camino señalado por Poe.

- Sí. Así es.

- Pero se ha dicho, casi como una acusación, que los cuentos de Poe son transparentes.

- Esta observación es injusta. En primer término, conocemos el argumento de esos cuentos antes de leerlos. Todo lector de "Los crímenes de la calle Morgue" sabe que el asesinato fue cometido por un mono y, en segundo lugar (esto es harto importante) esos cuentos han creado un tipo especial de lector. Es decir: cuando leemos un libro cualquiera, lo leemos sin mayor suspicacia. No pensamos que el autor está tratando de engañarnos.

- Cuando Cervantes nos dice: "En un lugar de la Mancha (…) vivía un hidalgo" creemos que verdaderamente un hidalgo vivía en un lugar de la Mancha.

- Claro. En cambio, si esa observación estuviera al principio de un cuento policial, sería sometida a nuestra desconfianza, a nuestra vigilancia, pensaríamos que quizás el hidalgo no vivía en un pueblo de la Mancha o que ese hidalgo no era realmente un hidalgo, sino alguien que se hacía pasar por tal y lo que fuere. De igual manera, los primeros cuentos de Poe fueron leídos con la inocencia y la buena voluntad con que se lee cualquier relato, pero ahora esos cuentos han creado una manera especial de leerlos.

- En última instancia, nosotros mismos, en cuanto lectores de cuentos policiales, somos personajes creados por Poe.

- Claro, esa es la idea.

- ¿Cuáles son los temas de la novela policial?

- Esos temas se encuentran en los primeros cuentos de Poe. En "The Murders in the Rue Morgue" tenemos el tema del asesinato cometido en un cuarto cerrado, tema que sugiere lo mágico, aunque luego se resuelva lógicamente. El doble asesinato ha sido cometido por un mono que trepa por la cadena de un pararrayos. Luego otros escritores retoman ese tema. Una de las soluciones más brillantes es la del escritor judeo-inglés Israel Zangwill en "The Bigbow Murders". Este autor escribió a fines del siglo XIX, en pleno auge de las admirables ficciones de Conan Doyle, y relataba más bien historias patéticas sobre la vida de las juderías en Europa. Después quiso demostrar que él también podría jugar al juego del cuento policial y escribió "The Bigbow Murders", donde tenemos un truco, un artificio, que luego ha sido repetido por Chesterton y por otros autores. La solución que da para el crimen cometido es que el que descubre o simula descubrir el crimen, es el que lo comete. En este cuento de Zangwill el detective y la dueña de la casa de pensión en que vive la víctima entran a un tiempo en la pieza donde se comete el crimen; el detective se adelanta unos pasos y dice: Fulano de Tal ha sido asesinado, y mata en ese momento al hombre que está durmiendo, porque le habían dado un narcótico.
Aquí la solución estaría en que el crimen fue cometido un instante después de haber abierto la puerta.
Hay otras soluciones en que el crimen se comete cuando la pieza está cerrada. Estas son en general inferiores, porque se basan en medios mecánicos pero hay una, en un cuento de Chesterton, donde un individuo muere de un flechazo ante una ventana abierta; se cree, lógicamente, que le han disparado desde afuera y luego resulta (aquí volvemos un poco al artificio de Zangwill) que lo mata el que descubre el crimen. Este le clava la flecha como quien clava un puñal, pero la flecha sugiere el hecho de haber sido disparada de lejos.(…)

- ¿Subsistirá la novela policial?

- La profecía es el más peligroso de los géneros literarios. Sin embargo, me atrevo a profetizar que cierto género policial clásico –digamos- está a punto de desaparecer. Esto se explica porque en el género policial hay mucho de artificio: interesa saber cómo entró el asesino entre un grupo de personas artificialmente limitado, interesan los medios mecánicos del crimen y estas variaciones pueden ser infinitas. Una vez agotadas todas las posibilidades, la novela policial tiene que volver al seno común de la novela. Fuera de lo mecánico, volveríamos a lo psicológico, lo cual no está nada mal, porque volveríamos a Macbeth, a los admirables asesinatos de las novelas de Dostoievsky, al crimen de Raskolnikoff… Pero aunque la novela policial desapareciera como género –todo género muy legislado tiende a desaparecer- siempre quedaría la saludable influencia de que hemos hablado. Desde luego, que esta virtud de la construcción es muy anterior al género policial. La encontramos en la historia del ciego o en la historia de Aladino, de Las Mil y Una Noches, y la encontramos en las tragedias griegas. Pero nuestra época tiende a olvidar todo esto, tiende a lo inconexo, que es más fácil. Y en la historia de la literatura la misión de la novela policial puede ser recordar estas virtudes clásicas de la organización y premeditación de todas las obras literarias.

  
Fuente : Revista Contratiempo / Buenos Aires / Argentina
Directora Zenda Liendivit

Borges, editor de policiales

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Por Osvaldo Aguirre

A través de las revistas Sur y El Hogar y de la colección El Séptimo Círculo, que dirigió junto a Adolfo Bioy Casares, promovió la novela de enigma. Un aporte clave al género en la Argentina.

En el prólogo a la antología Diez cuentos policiales (1953), Rodolfo Walsh resumió la situación en que se encontraba por entonces la literatura policial en la Argentina. Era una época inaugural, la crítica registraba "el comienzo de una producción que ha ido creciendo en cantidad y que quiere estar al nivel de la excelente calidad técnica de los iniciadores". Además había un cambio en la actitud del público, que admitia la posibilidad de que Buenos Aires (o cualquier lugar de la Argentina) "sea el escenario de una aventura policial". Y el actor principal de ese proceso era Jorge Luis Borges.

Walsh puntualizó dos aportes de Borges, de los cuales se cumplen setenta años: la publicación de "La muerte y la brújula" en la revista Sur (Nº 92, mayo de 1942), un cuento "que constituye el ideal del género: un problema puramente geométrico, con una concesión a la falibilidad humana: el detective es la víctima minuciosamente prevista"; y la primera edición de Seis problemas para don Isidro Parodi, que Borges escribió con Adolfo Bioy Casares bajo el seudónimo H. Bustos Domecq.

Seis problemas..., a juicio de Walsh, "tenía el doble mérito de reunir una serie de plausibles argumentos y de incorporar al vasto repertorio del género un personaje singular: un detective preso"; Isidro Parodi, encarcelado en la Penitenciaría Nacional, desde donde resuelve sus casos, representaba "el triunfo de la pura inteligencia".

Con el tiempo quedaría en claro que se trataba de una variante específica y no del género; que el policial admitía otras posibilidades narrativas y de visión del mundo; que "La muerte y la brújula" respondía al modelo anglosajón, centrado en la resolución de un enigma y abstraído de la contextualización social de la novela negra y que el propio Borges proclamaba el carácter artificioso de esas construcciones: las ficciones policiales, decía, "quieren resolver racionalmente problemas insolubles".

Pero esas objeciones no afectan al rol que tuvo Borges en la difusión del género. También quedaría en claro, con el tiempo, que el problema no eran tanto las fórmulas y las convenciones de cierta forma de narrar sino lo que un escritor hacía con ellas: así, Walsh pudo escribir Operación Masacre, su investigación de los fusilamientos de José León Suárez (1957), con recursos del policial clásico.

El interés de Borges por el policial se remontaba a sus primeras lecturas, a algunos de sus primeros relatos ("El acercamiento a Almotasim", de 1936) y a su trabajo en periodismo cultural, como redactor de la sección Libros y autores extranjeros, en la revista El Hogar (1936-1939), y como reseñista en Sur. En 1945, con Bioy Casares, comenzó a editar la colección El Séptimo Círculo, para la que eligió los primeros ciento veinte títulos; La bestia debe morir, de Nicholas Blake, traducción de Juan R. Wilcock, fue el primer libro de una serie que hacía guiños al lector culto desde su título (el lugar del Infierno que aloja a los violentos, en La Divina Comedia, de Dante Alighieri).

La novela de Blake había sido una de las reseñadas por Borges en El Hogar; y muchos de los autores que entonces comentó pasaron luego a la colección, como Michael Innes, Milward Kennedy, Eden Phillpotts, John Dickson Carr y Anthony Berkeley, en un catálogo cuyas fuentes eran el Times Literary Supplement y las librerías de viejo.

Más allá de los argumentos y las valoraciones puntuales, en sus notas bibliográficas Borges vuelve una y otra vez sobre las cuestiones que considera básicas en el género, y formula y reformula sus posiciones al respecto: así, afirma la preeminencia del detective razonador, según el modelo de Auguste Dupin de Edgar Allan Poe, la convicción de que la forma más ajustada para la ficción policial es el cuento, en vez de la novela, y la visualización de la novela psicológica como posibilidad de renovación para el género.

Mientras valoraba a los autores de la novela de enigma -en su mayoría, hoy olvidados- y se mostraba tolerante con sus errores y sus chapucerías, Borges cuestionaba a grandes autores de la literatura, como James Joyce, Mallarmé y Ezra Pound, todos por cometer "una de las coqueterías literarias de nuestro tiempo", a saber "la metódica y ansiosa elaboración de obras de apariencia caótica", en suma "simular el desorden, construir difícilmente un caos".

Ese tipo de observaciones suelen ser atribuidas a arbitrariedades y caprichos, pero responden al modo de entender la literatura de Borges y explican la atención que le dedicó al género policial y sus estrategias de lectura y difusión.

En "¿Qué es el género policial?", un texto que firmó con Bioy Casares, planteó que el problema de las ficciones policiales era ante todo un problema de la forma, y en consecuencia concernía al trabajo mismo del escritor. "Todo, en ellas, debe profetizar el desenlace; pero esas múltiples y continuas profecías tienen que ser, como las de los antiguos oráculos, secretas; sólo deben comprenderse a la luz de la revelación final", decían los editores de El Séptimo Círculo. "Frente a una literatura caótica, la novela policial me atraía porque era un modo de defender el orden", recordó Borges años más tarde, en una entrevista incluida en el libro Asesinos de papel, de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera.

Alguna de sus reflexiones hoy suena irrisoria. "Hasta la muerte es púdica en los relatos policiales", pensaba, pasando por alto, con toda intención, a la novela negra. Pero esas afirmaciones polémicas definieron su contribución al género, y también su límite de lectura.

Fuente  : La Capital
Domingo, 15 de abril de 2012

USO Y ABUSO DEL RELATO POLICIAL EN "TLÖN, UQBAR, ORBIS TERTIUS"

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Por Macarena Areco
           
Resumen

El objetivo de este trabajo es leer "Tlön Uqbar, Orbis Tertius" desde el género policial, descubriendo cómo Borges emplea libremente esta fórmula literaria propia de la tradición europea, lo que implica su trasgresión y también, en cierta medida, el logro de su máximas posibilidades como "género fantástico de la inteligencia.

Ubicado en una particular posición, que combina la pertenencia con la lejanía, el escritor latinoamericano, según Borges, es parte de la tradición literaria occidental; pero, al mismo tiempo, puede hacer un uso libre de ella: "Creo que los argentinos, los sudamericanos... podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas" (Borges 1996: I, 273).

La narrativa policial es una de estas tradiciones empleadas por Borges en sus ficciones, lo cual ha sido destacado por el propio autor y por la crítica en el caso de los cuentos "La muerte y la brújula" y "El jardín de senderos que se bifurcan" (1996)1.

No ha ocurrido lo mismo con "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" (1996: I, 431-43), relato que, sin embargo, puede ser leído según los códigos del policial clásico. En el presente trabajo me propongo mostrar cómo, en este caso, el empleo del género, unido a su transgresión, se traduce en un cuestionamiento de la ficción, entendida como reproducción del mundo, y de la realidad, vista como ficción.

La enigmatización de la cita

La interpretación de "Tlön..." como un relato policial se sustenta en el análisis de la forma que adquieren en él los rasgos característicos del género. Para una delimitación de éste es necesario considerar como un primer elemento central la presencia de un enigma. Así, André Jolles, quien ha descrito las "formas simples" de las que surgen los distintos tipos de relatos, plantea que, entre ellas, el enigma es el que origina la novela policial y el centro del que irradian los restantes componentes de este tipo de ficción2: el delincuente, el delito, el descubrimiento y el investigador (1972: 137)3. A estos componentes es necesario agregar la relevancia de la pesquisa en esta clase de narraciones, la cual debe ser de carácter intelectual en la vertiente clásica del relato de enigma, siendo éste su principal rasgo distintivo respecto de la serie negra (2000: 68)4.

A la luz de estas precisiones, son diversos los rasgos de "Tlön..." que permiten su comprensión dentro del género policial, en particular en su vertiente clásica: la existencia de un enigma como núcleo que da origen al relato, de una pesquisa de carácter intelectual en la que se despliega el acontecer y de personajes que se caracterizan ya sea como investigadores o productores del enigma. Por otra parte, son múltiples las violencias ejercidas sobre este código, que marcan la diferencia de este relato de Borges respecto de una historia policial tradicional, aunque no, quizás, respecto a su utopía.

En "Tlön..." hay una cita al comienzo de la historia, dicha al pasar por un amigo del narrador, llamado Bioy Casares, en una larga sobremesa que tiene lugar en una quinta arrendada de la calle Gaona: "los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres" (431). A partir de esta sentencia, atribuida a un heresiarca de un lugar desconocido llamado Tlön, prolifera el acontecer. Así, al intentar los personajes buscar la referencia bibliográfica (un artículo sobre Tlön leído por Bioy en The Anglo-American Cyclopaedia) y no lograrlo (en la quinta hay un ejemplar del libro, pero no se encuentra ninguna alusión al lugar pesquisado), lo que se inicia como una sentencia un tanto insólita se convierte en un enigma de proporciones cada vez mayores, que va siendo sometido a progresivos desdoblamientos a medida que transcurre el relato.

De esta manera hay una enigmatización de la cita y una ampliación que se produce en forma escalonada: desde el descubrimiento del texto, al del país imaginario llamado Uqbar (vagamente situado en Asia, según el artículo de The Anglo-American Cyclopaedia) y del de éste, al de una región ficticia dentro de ese país, Tlön (una de las dos a las que se refiere la literatura de Uqbar), hasta llegar a un planeta total ("con sus arquitecturas y barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica" [434]). Este último, descrito en los cuarenta volúmenes de la Primera Enciclopedia de Tlön, termina, al final del relato, reemplazando a la realidad. Esta forma de presentar el enigma corresponde a una exposición en abismo, como lo ha señalado Beatriz Sarlo: "Esta secuencia intrincada de regiones no existentes disimula una estructura en abismo. En ella se reconocen múltiples imágenes levemente desviadas, reflejos de espejos reflejados en espejos, donde (como en el barroco) la ilusión niega la supremacía de una realidad 'primera'" (2005)5.

La ampliación vista en esta perspectiva es de carácter espacial - de la cita al artículo, del artículo a la enciclopedia y de la región al país, del país al planeta- ; sin embargo, tiene además una dimensión temporal, debido a la excedencia del enigma respecto al tiempo del relato, al cual antecede (siglo XVII) y sobrevive: "Si nuestras previsiones no erran, de aquí a cien años alguien descubrirá los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön" (443).

Así, junto con el cumplimiento de la cláusula del relato policial que es la existencia del enigma, su disposición en abismo, además de su excedencia respecto de la historia que lo enmarca, actúa como una transgresión, pues, en lugar de apuntar a la resolución de éste, se dirige a su reproducción infinita.

Algo similar ocurre con los personajes, los que pueden dividirse en dos grupos. El primero, cuyos integrantes llevan nombres que pertenecen a la biografía del autor (el círculo de amigos de Borges: Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes y Xul Solar, entre otros), cumple el papel del detective que intenta desentrañar el enigma. En el otro costado, los antagonistas son los integrantes de una sociedad secreta que es la responsable de la creación de Tlön.

Contra el código (o quizás hiperbolizándolo), los investigadores no son detectives, ni los antagonistas delincuentes, sino escritores y eruditos, que siguen el esquema del trabajo académico, pesquisando bibliografías, escribiendo artículos, traduciendo: "Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamos atlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias de viajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Uqbar" (433). Tampoco, como en el relato policial clásico, son individualidades las que se enfrentan6, sino dos grupos de intelectuales que hacen las veces de investigadores y autores.

Los integrantes de ambos equipos carecen casi por completo de rasgos personales. Sus intereses intelectuales y su pasión por la producción o por la pesquisa de la ficción, es decir, su labor como investigadores o creadores, son lo único que cuenta. Así, de Bioy Casares sólo se menciona la modestia intelectual que imagina el narrador al no querer atribuirse la cita sobre los espejos. De Ezra Buckler, el millonario que lega su fortuna a la fraternidad de tlönistas, se destacan tres rasgos: su ascetismo, su nihilismo y su paradojal ateísmo que no le impide querer "demostrar al Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo" (441). Sobre el matemático Herbert Ashe, ingeniero de los Ferrocarriles del Sur y sorpresivo integrante de la sociedad de tlönistas, el narrador hace un despliegue descriptivo más significativo, al referirse a su aspecto físico y a su vida personal: "Era alto y desganado y su cansada barba rectangular había sido roja. Entiendo que era viudo, sin hijos" (433). Sin embargo, esta descripción se sostiene en la negación y la carencia: la viudez y la falta de hijos, la ausencia de deseo, la barba que ha perdido su color. Algo parecido ocurre con la mención a la relación de Ashe con el padre del narrador: "Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo" (433). Proyectando el comentario entre paréntesis a la forma en que están caracterizados los personajes, es como si en este relato - y probablemente en todos los de Borges- la consignación de cualquier rasgo individual fuera sentida como excesiva. Por otra parte, el único elemento de la personalidad del inglés que menciona el narrador —"padeció de irrealidad" (433)— termina por difuminarlo (no olvidemos que "ashe" significa "ceniza"). Si leemos ese padecimiento a la luz de la ya citada descripción de Ashe, podemos concluir que irrealidad significa, por una parte, carecer de vida familiar y, por otra, dedicarse a la especulación intelectual, dos rasgos que son aplicables a los restantes personajes de la ficción.

De esta manera, los personajes de Tlön se reducen a unos pocos rasgos fragmentarios y dispersos relacionados con su actividad investigadora o creadora de ficción.

La descripción omite casi toda derivación a lo personal y lo biográfico y, cuando no se lo elide (es el caso de Ashe), se hace notar el exceso, el cual, por otra parte, conduce a la negación de su realidad. La identidad personal no es una aspiración para los personajes de "Tlön...", sino que más bien lo es la irrealidad, en la que desemboca la descripción.

El asesinato de la realidad

En lo que respecta al delito cometido, recién en las últimas páginas de "Tlön...", y no en sus comienzos, como correspondería a un relato policial clásico, el narrador lo explicita:

El contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo.... Ya ha penetrado en las escuelas el (conjetural) "idioma primitivo" de Tlön, ya la enseñanza de su historia armoniosa... ha obliterado a la que presidió, en mi niñez; ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro... Si nuestras previsiones no erran, ¿de aquí a cien años alguien descubrirá los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön? Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön (443).

El crimen así descrito es la proliferación de la ficción en el mundo del narrador, o dicho en términos policiales, el asesinato de la realidad por el efecto de la sobreimpresión de Tlön, lo que corresponde a otra hiperbolización del código.

Desde esta perspectiva, la intelectualización del enigma, los detectives, la pesquisa y el asesinato, que hasta el momento ha sido considerada una transgresión del género policial, puede también interpretarse como un acercamiento al ideal del género buscado por Poe, quien, según lo plantea Borges en su conferencia "El cuento policial": "no quería que el género policial fuera realista, quería que fuera un género intelectual, un género fantástico, si ustedes quieren, pero un género fantástico de la inteligencia, no de la imaginación solamente; de ambas cosas, desde luego, pero sobre todo de la inteligencia" (IV, 193).

Se hace aquí necesaria una especulación. Para que una ficción pueda afectar la realidad hasta aniquilarla, como ocurre en el mundo del narrador sobre el cual actúa la invención que es Tlön, se requiere que éste sea hecho de la misma materia, de palabras, de ideas, de discursos. Es por ello que, como ya hemos visto, en esta revisión del relato policial que hace Borges, el enigma, los personajes y la pesquisa son puramente intelectuales. Con estos elementos del género, se construye un mundo al que llamaremos "real" - el del narrador, por oposición al "irreal" de Tlön7- el cual, sin embargo, está hecho también de ideas. Esto es lo que permite que pueda ser aniquilado por otra ficción. Ello implica poner en práctica la concepción que Borges desarrolló en un ensayo temprano, "Avatares de la tortuga", de que la realidad no es más que una idea o un sueño: "Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso" (I, 258). Tlön, la cita de su heresiarca y la pesquisa policial a la que dan origen representan uno de estos intersticios, por los cuales, en el nivel diegético, se hace posible visualizar a la realidad como ficción y en el extradiegético, a la real como un relato. De ahí, el asco.

El asco por el relato

El espejo y la cópula son abominables, afirma el heresiarca de Tlön, debido a su común capacidad de multiplicar el número de los hombres (431), es decir, de reproducir la realidad. Pero, ¿por qué la multiplicación es abominable? En parte, como acabamos de ver, porque significa la reproducción de un sueño, pero esto no parece suficiente para justificar lo excesivo del calificativo. La explicación se encuentra en otro texto temprano de Borges, "El tintorero enmascarado Hákim de Merv", de Historia universal de la infamia (I, 324-28), del cual la cita del heresiarca de Tlön es a su vez una cita:

En el principio de la cosmogonía de Hákim hay un Dios espectral... su imagen proyectó nueve sombras que, condescendiendo a la acción, dotaron y presidieron un primer cielo. De esa primera corona demiúrgica procedió una segunda, también con ángeles, potestades y tronos, y éstos fundaron otro cielo más abajo, que era el duplicado simétrico del inicial. Ese segundo cónclave se vio reproducido en un terciario y ése en otro inferior, y así hasta 999...

La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia. Los espejos y la paternidad son abominables, porque la multiplican y afirman. El asco es la virtud fundamental (327).

Según esto, el asco a la capacidad reproductiva se debe a que sólo replica sombras, errores, de manera abismal. Este asco es traspasable a "Tlön...", la ficción en que Borges representa una realidad irrealizada a través de las transgresiones ejercidas sobre el relato policial (el enigma que es una cita que se amplifica, los personajes que carecen de identidad personal, el asesinato de la realidad a través de las ideas) y de Tlön, la región inventada de un planeta imaginario que es un

simulacro de la tierra construido como una hipérbole del idealismo. Por su posibilidad de reproducción, la ficción comparte la propiedad "abominable" del espejo y la cópula de multiplicar. El espejo que multiplica a los hombres es una imagen de la ficción capaz de reproducir el mundo, representada por los dos Tlön.

En este sentido "Tlön...", relato sobre el espejo, es también un relato sobre la literatura como multiplicación. De ello dan fe las diversas maquinarias reproductivas aludidas, como la cópula, la disposición en abismo y los hrönir8. La literatura, descrita como el tronco del que emerge la filosofía - "la metafísica es una rama de la literatura fantástica", afirman los metafísicos de Tlön (436)- también es destacada por su capacidad multiplicadora y lo mismo ocurre con el lenguaje, cuya irrealidad conduce a la proliferación: "El hecho que nadie crea en la realidad de los sustantivos hace, paradójicamente, que sea interminable su número. Los idiomas del hemisferio boreal de Tlön poseen todos los nombres de las lenguas indoeuropeas, y otros muchos más" (436).

Sin embargo, en cuanto la ficción representa, además, la posibilidad, podríamos decir "policial", de asesinar la realidad, también significa un consuelo: "negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos", ha escrito también Borges (II, 148). Este consuelo, que sólo es posible por medio de la ficción es puesto en escena por el sueño de los tlönistas, quienes, al crear su mundo imaginario y aniquilar al planeta del tercer círculo, son algo así como una reproducción en abismo de Borges construyendo sus ficciones.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis. 1996. "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius". Obras Completas, I. Barcelona: Emecé. 431-43.

______. 1996. "Avatares de la tortuga". Obras Completas, I. Barcelona: Emecé.

______. 1996. "Cuando la ficción vive en la ficción". Obras Completas, IV. Barcelona: Emecé. 433-35.

______. 1996. "El cuento policial". Obras Completas, IV. Barcelona: Emecé. 189-97.

______. 1996. "El escritor argentino y la tradición". Obras Completas, I. Barcelona: Emecé. 267-74.

______. 1996. "El tintorero enmascarado Hákim de Merv". Obras Completas, I. Barcelona: Emecé. 324-28.

______. 1996. "Nueva refutación del tiempo". Obras Completas, II. Barcelona: Emecé. 135-49.

Barili, Amelia. 1999. Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes: la cuestión de la identidad del escritor latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica.

Dällenbach, Lucien. 1991. El relato especular. Madrid: Visor.

Foucault, Michel. 2003. "Criminalidad, poder, literatura". El juego de los cautos. Comp. Daniel Link. Buenos Aires: La Marca. 36-43.

Genette, Gérard. 1989. Figuras III. Barcelona: Lumen.

Gide, André. 1963. Diario. Buenos Aires: Losada.

Jolles, André. 1972. Las formas simples. Universitaria.

Piglia, Ricardo. 2000. Crítica y ficción. Buenos Aires: Planeta.

Sarlo, Beatriz. 2005. "Construcciones imaginarias". Borges, un escritor en las orillas. Cap. 6. Cfr. Revisado 11/5/05.

Notas al pie de página:

1. Sobre el segundo, Borges señala en el prólogo de Ficciones que "sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen" (1996: I, 429). Respecto al primero, Ricardo Piglia opina que "es el Ulysses del relato policial" (2000: 68) y Amelia Barili lo analiza según sus filiaciones con el género y con el concepto de inteligencia americana acuñado por Alfonso Reyes para concluir que: "Con este cuento, Borges, lector de cuentos policiales, se instala en la tradición de ese género desarrollado por británicos y estadounidenses, maneja audazmente el legado recibido y revierte las convenciones del género en clara afirmación de su identidad como escritor latinoamericano" (1999: 188).

2. Las otras son la hagiobiografía, la leyenda, el mito y la sentencia.

3. Al respecto, dice este autor: "Tenemos al delincuente que se enigma a sí mismo y a su delito, pero que en la misma enigmación deja una posibilidad para su descubrimiento. Tenemos también al descubridor que soluciona el enigma, rompiendo la impenetrabilidad, y que se presenta ante nosotros como figura" (137).

4. Así lo ha destacado Ricardo Piglia: "Las reglas del policial clásico se afirman sobre todo en el fetiche de la inteligencia pura. Se valora antes que nada la omnipotencia del pensamiento y la lógica imbatible de los personajes encargados de proteger la vida burguesa. A partir de esta forma, construida sobre la figura del investigador como el razonador puro, como el gran racionalista que defiende la ley y descifra los enigmas... está claro que las novelas de la serie negra eran ilegibles... Porque mientras en la policial inglesa todo se resuelve a partir de una secuencia lógica de presupuestos, hipótesis, deducciones, con el detective quieto y analítico... en la novela negra no parece haber otro criterio de verdad que la experiencia" (68).

5. La primera mención a esta estructura se encuentra en una de las entradas del Diario de André Gide, correspondiente a 1883: "ese procedimiento del blasón que consiste en poner en el primero un segundo 'en abismo'" (1963: 36). En El relato especular (1991), Lucien Dällenbach realiza un seguimiento de la evolución de este concepto y un análisis de sus diversas acepciones. La disposición en abismo es uno de esos juegos "con el tiempo y con lo infinito" (1996: II, 186) tan propios de Borges, quien en uno de sus Textos cautivos ha ejemplificado una de sus acepciones, la reproducción infinita, con un recuerdo de infancia que coincide casi exactamente con el ejemplo de M. Leiris entregado por Dällenbach: "Debo mi primer contacto preciso con la noción de infinito a un envase de cacao de marca holandesa, materia prima de mis desayunos. Un lado del envase venía decorado para la imagen de una campesina, fresca y sonrisueña, con cofia de encaje y con un envase idéntico en el mano, decorado por la misma imagen" (38). Compárese con Borges: "Debo mi primera noción del infinito a una gran lata de bizcochos que dio misterio y vértigo a mi niñez. En el costado de ese objeto anormal había una escena japonesa; no recuerdo los niños o los guerreros que la formaban, pero sí que en un ángulo de esa imagen la misma lata de bizcochos reaparecía con la misma figura y en ella la misma figura y así (a lo menos, en potencia) infinitamente..." (IV, 433).

6. Esto lo indica Michel Foucault: "la lucha entre dos inteligencias - la del asesino y la del detective- constituiría la forma esencial del enfrentamiento" (2003: 30).

7. Diégesis y metadiégesis, en la terminología que utiliza Gérard Genette en Figuras III: "El prefijo meta- connota... el paso al segundo grado: el metarrelato es un relato en el relato, la metadiégesis es el universo de ese relato segundo, como la diégesis designa... el universo del relato primero" (1989: 317).

8. "Los hrönir de segundo y tercer grado - los hrönir derivados de otro hrön, los hrönir derivados del hrön de un hrön- exageran las aberraciones del inicial; los de quinto son casi uniformes; los de noveno se confunden con los de segundo; en los de undécimo hay una pureza de líneas que los originales no tienen" (440).

Fuente : Revista Axxon
Macarena Areco, Doctora en Literatura de la Universidad Católica de Chile


PSICOLOGIA › EL RECUERDO Y EL OLVIDO, A PARTIR DE LA OBRA DE BORGES

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Las cuatro memorias

Tomando como guía la obra literaria de Jorge Luis Borges, el autor discierne entre cuatro formas distintas de memoria: la del rencor, la del pavor, la del dolor y la del esplendor.

 Por Luis Kancyper *

Entre los pliegues de la “cambiante forma de la memoria que está hecha de olvido” (Borges, “Los conjurados”) distingo cuatro memorias: la del rencor, la del pavor, la del dolor, y la memoria del esplendor. Mientras que las memorias del rencor y del pavor permanecen refractarias al olvido, al perdón y al trabajo del duelar, las memorias del dolor y del esplendor integran al pasado en una diferente reestructuración afectiva espacial y temporal y propician el duro, lento e intrincado trabajo de elaboración de los duelos.

Las diferencias entre las memorias del esplendor, del rencor, del pavor y del dolor resultan elocuentes y sus efectos suelen determinar, en gran medida, la identidad del individuo y de los pueblos. En la memoria del esplendor, los recuerdos de la historia vigorizan las tres dimensiones del tiempo. El esplendor de esta memoria se basa en el hecho que la dimensión del pasado ilumina con su resplandor al presente y, al mismo tiempo, el futuro se reabre con un sentimiento oceánico y mágico a la vez. Podemos pensar que la memoria del esplendor guarda cierta semejanza con la imagen borgeana del Aleph. Es un acontecimiento en el que conviven, en un momento y espacio de fulgor y con felicidad, los tres tiempos cronológicos, sin aparente superposición ni contradicción.

En El poeta y la escritura, Borges pone de manifiesto la fugacidad de la felicidad que participa en la memoria del esplendor:

“La poesía se ha dedicado en buena parte a lamentarse; yo diría que hay un solo poeta que ha cantado la alegría presente, es el gran poeta español Jorge Guillén. Uno siente que él está cantando, que al escribir se siente muy feliz. En general se ha preferido deplorar la felicidad perdida, paraísos perdidos; en cambio Guillén ha hecho, hace gustar esa maravillosa proeza de cantar la felicidad presente, cosa que nadie parecería haber hecho. Porque en el caso de Whitman uno siente que se impuso la tarea de ser feliz, pero que posiblemente fuera un hombre desdichado. Y quizá la desdicha sea mejor material que la felicidad, porque la derrota es mejor material que la victoria, porque la derrota tiene que ser transformada en otra cosa, la desdicha también. La felicidad, en cambio, es un fin en sí mismo y no necesita ser cantada; ya es una suerte de canto la felicidad. Sus visitas son tan fugaces que debemos agradecerlas cuando llegan. Uno debe aceptar esas rachas de misteriosa felicidad y agradecerlas de igual modo que uno debe aceptar siempre la dicha, la amistad, el amor, aunque se sepa indigno de ellos”.

Mientras que el pasado, en la memoria del esplendor, arroja luz hacia el presente y el futuro, en las memorias del rencor y del pavor el pasado eclipsa las otras dos dimensiones del tiempo. En la memoria del rencor, presente y futuro permanecen hipotecados para reivindicar un injusto pasado que se reinfecta por el accionar de los resentimientos y remordimientos incandescentes y compulsivos (Kancyper L., Resentimiento terminable e interminable, Buenos Aires, Lumen, 2010).

En esta memoria diferenciamos dos tipos diferentes: la memoria del rencor comandada por resentimientos y remordimientos conscientes y manifiestos (como en el cuento “Emma Zunz”, de Borges) y aquella otra memoria del rencor en la que los resentimientos y remordimientos se hallan latentes, encubiertos o enmascarados (como en “Funes el memorioso”).

En la memoria del rencor prevalece la esperanza reivindicatoria. En cambio, en la memoria del pavor las reminiscencias traumáticas empantanan presente y futuro con un pertinaz sentimiento de desconfianza. El presente no se vive como un verdadero presente, lo que implicaría un anclaje actual y perspectivas de futuro. El mnemonista del pavor es un forastero acosado de los caminos. No puede permanecer ni pertenecer en un lugar y en un tiempo sostenidos, le resulta imposible entablar vínculos confiables.

Jorge Luis Borges en su poema “El amenazado” describe ese mismo destino infausto del mnemonista del pavor que, como pasajero en tránsito, peregrina en busca de un futuro perdido. Este poema, escrito en 1972, sería, en gran medida, un lamento de amor por el amar imposible. El narrador borgeano no puede establecerse en una relación de amor confiable porque resulta ser rehén de la pavorosa memoria del “horror de vivir en lo sucesivo”:

“Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que uso, el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

“Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.) El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.”

El destino del sujeto apresado por la memoria del pavor se halla regido por el accionar inconsciente de angustias de desvalimiento y de muerte que no alcanza a domeñar, a diferencia de la angustia de castración que comanda a la memoria del dolor.

En ésta no se olvida el pasado, pero se lo admite y acepta lo perdido como lo irrecuperable y resignable, lo cual posibilita el pasaje al presente y a un futuro posibles no idealizados. En la memoria del dolor, el pasado deja de ser presente para transformarse en experiencia pasada, ya que sólo de esta manera se lo puede considerar como una experiencia útil frente al presente. En cambio, el mnemonista del rencor se posiciona como una pretenciosa e injusta víctima por las frustraciones padecidas. Frustraciones, promesas e ilusiones incumplidas que lo legitiman para detentar un poder soberbio y reivindicativo, generando en la dinámica del campo intersubjetivo una tensa atmósfera de crispación, que suele exteriorizarse de un modo compulsivo a través de la queja, el litigio, el reclamo,el reproche y la venganza.

El mnemonista del dolor, a diferencia del mnemonista del rencor y del pavor, asume, por un lado, la pérdida de una vana esperanza planetaria, y por otro lado, la asunción de una otra realidad menos idealizada pero más acotada e imperfecta. En el poema “1964” Borges enfoca en cámara lenta la existencia del dolor y de la tristeza que se presentifican durante el trabajo de elaboración de un duelo normal:

“Ya no es mágico el mundo. Te han dejado./ Ya no compartirás la clara Luna/ Ni los lentos jardines. Ya no hay una/ Luna que no sea espejo del pasado,/ Cristal de soledad, sol de agonías./ Adiós las mutuas manos y las sienes/ Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes/ La fiel memoria y los desiertos días./ Nadie pierde (repites vanamente)/ Sino lo que no tiene y no ha tenido/ Nunca, pero no basta ser valiente/ Para aprender el arte del olvido./ Un símbolo, una rosa, te desgarra/ Y te puede matar una guitarra.

“Ya no seré feliz. Tal vez no importa./ Hay tantas otras cosas en el mundo;/ Un instante cualquiera es más profundo/ Y diverso que el mar. La vida es corta/ Y aunque las horas son tan largas, una/ Oscura maravilla nos acecha,/ La muerte, ese otro mar, esa otra flecha/ Que nos libra del sol y de la Luna/ Y del amor. La dicha que me diste/ Y me quitaste debe ser borrada;/ Lo que era todo tiene que ser nada./ Sólo me queda el goce de estar triste,/ Esa vana costumbre que me inclina/ Al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

“Hay tantas otras cosas en el mundo”.

En la memoria del dolor se posibilita aprender el arte del olvido, y la apropiación del dolor puede convertirse en una fuerza dinámica capaz de propiciar la reconstrucción de un sentido propio y comunitario. Los duelos comandados por el dolor y no por el rencor ni por el pavor habilitan al sujeto a dar eficazmente vuelta la página de su historia repetitiva para habilitar entonces un nuevo comienzo.

Marc Augé otorga una función fundamental al olvidar. Señala “que es necesario; tiene un papel muy activo. Porque lo que se olvida va dibujando las formas de lo que se recuerda. Es como un trabajo de escultura. Lo que queda no es un recuerdo, simplemente, sino un recuerdo trabajado por el olvido”.

La definición del olvido como labor de cincelado del recuerdo toma otro sentido en cuanto se percibe como un componente actuante y secreto que opera en la configuración de la propia memoria y Borges señala precisamente este delicado balance ente el recuerdo y el olvido en su poema “Un lector”:

“Mis noches están llenas de Virgilio,/ Haber sabido y haber olvidado el latín/ Es una posesión, porque el olvido/ Es una de las formas de la memoria, su vago sótano,/ La otra cara secreta de la moneda...”

En efecto, el olvido y la memoria se dan en forma conjunta y se condicionan recíprocamente como el anverso y reverso de las monedas.

Pero el fugitivo del pavor, como así también la víctima y victimario del rencor, se regodean en una memoria que los atenaza y que no pueden olvidar, que no pueden mantener a distancia del consciente. Los mnemonistas del pavor y del rencor permanecen inquietos en el umbral de una irrefrenable huida y despedida. Borges, en Diálogos de vida y de muerte, señala la relevancia de la despedida: “Quizás el momento de la despedida es el momento más intenso en la relación entre dos personas. Cuando uno se despide de alguien, uno está más con esa persona que si uno la ve vulgarmente. Al mismo tiempo uno sabe que ésa es la última vez. Quiero decir que en la despedida se dan a la vez la máxima presencia y la máxima ausencia, ¿no?”.

  • Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Autor de Resentimiento terminable e interminable y otros libros.

Fuente : Pagina 12
20 de septiembre de 2012

Film Borgeano - El día de la marmota

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Por Laso, Eduardo

Título original: Groundhog Day

Harold Ramis / EEUU / 1993

Realizada en 1993 por Harold Ramis -célebre guionista de recordadas comedias como Colegio de animales, Los cazafantasmas y Analízame (que también dirigió)-, Hechizo de tiempo [1] ocupa hoy un lugar destacado entre las comedias norteamericanas, siendo reconocida por la crítica especializada como una de las mejores y más inteligentes que se hayan realizado. En 2006 fue votada como una de 50 mejores comedias de la historia del cine por la revista de cine Premiere, y ocupa el octavo puesto en la lista de los más importantes films del género fantástico del American Film Institute. Ocurre que la premisa del film para realizar una comedia –un hombre está atrapado en un loop temporal que lo obliga a vivir el mismo día todos los días-, esconde como subtexto una formidable reflexión filosófica sobre el sentido de la existencia y la posición ética del sujeto ante el deseo y los otros.

El título original del film -Groundhog day (literalmente: “día de la marmota”)- alude a una festividad que se celebra anualmente en varias poblaciones de Norteamérica y Canadá el 2 de febrero. Para predecir el fin del invierno, los granjeros se valen del comportamiento de una marmota cuando en esa fecha sale de hibernar. Se cree que si el animal al salir de su madriguera no ve su sombra, no vuelve a entrar, lo que indicaría que el invierno está por terminar. Si en cambio ve su sombra y se mete de nuevo en su madriguera, eso indicaría que el invierno durará por lo menos un mes y medio más. La más famosa marmota de esta celebración es Phil del pueblo de Punxsutawney, en el estado de Pensilvania, comunidad que se viene realizando este festejo ininterrumpidamente desde 1887.

El film se centra en Phil Connors, un meteorólogo de televisión cínico, narcisista y amargado, al que le han encargado hacer una nota sobre la festividad tradicional en el pueblo de Punxsutawney. Pero el “marmota” de Phil -tocayo del animalito del pueblo- no sabe que ese 2 de febrero será para él un invierno infinito.

El canal le asigna como compañera de trabajo a Rita, una joven redactora. El primer encuentro de Phil con ella va a tener para él el estatuto de un acontecimiento: va a ser sorprendido por una experiencia “epifánica”, la inesperada sorpresa de quedar fascinado, “flechado” por el amor ante la luminosa presencia de Rita. Él la ve jugando con los efectos especiales que emplea el noticiero meteorológico, que suele proyectar imágenes del clima sobre un fondo azul. Rita queda así enmarcada en la escena del monitor de TV entre el cielo y las nubes virtuales, bella y sonriente, como una aparición. Phil queda aturdido por esa visión. Se ha enamorado de ella, sólo que no lo quiere reconocer. A esta emergencia del deseo, Phil responde rechazándolo. Y durante todo el viaje a Punxsutawney se muestra grosero con ella, ironiza sobre la tarea que tienen que realizar, y actúa en forma egoísta. Este rechazo cínico a la emergencia del amor por una mujer que encarna todo lo que él no es –alegre, optimista, generosa- es la clave para entender por qué Phil va a quedar detenido sin esperanzas en un frío día de invierno. Al fin y al cabo, el elemento “fantástico” del film es consistente con la realidad psíquica del neurótico. [2]

Habiendo realizado la nota en el pueblo, se disponen a volver, pero una tormenta de nieve los obliga a pasar allí la noche. A las seis de la mañana suena el despertador con la canción “I got you babe” (“Te tengo, nene”) de Sonny & Cher, anunciándole a Phil algo que todavía ignora: que está atrapado. A medida que se viste y baja al comedor del hotel, va advirtiendo que -sin que nada lo explique- ha vuelto al comienzo del mismo día ya transcurrido. Nuestro antihéroe descubre con horror que se encuentra atrapado en la eterna repetición del mismo día. Y a lo largo de la película irá pasando por varios estados anímicos, que son al mismo tiempo tomas de posición subjetiva respecto de ese real que al repetirse lo interpela: angustia, sensación de pérdida de la realidad, omnipotencia maníaca, desesperación, y finalmente reconciliación con su destino y con los otros.

Repetición, goce, deseo

Una de las primeras definiciones que da Lacan de lo real es "lo que vuelve siempre al mismo lugar". En otro momento dirá de lo real, que es aquello que no cesa de no inscribirse. En este sentido, el film imagina una situación en que lo que vuelve al mismo lugar es todo lo que ocurre en el universo en un día -salvo Phil, que pasa a encarnar lo que no cesa de no inscribirse en el Otro social.

¿En qué situación se encuentra atrapado Phil? Dentro de un período de veinticuatro horas (desde las 6 de la mañana hasta las 5.59 hs. del día siguiente) el mundo sigue una secuencia normal de causas y efectos, en las cuales tanto Phil como su entorno interactúan, siguiéndose consecuencias de dichas interacciones. Pero a partir de las seis de la mañana, se vuelve al mismo punto de partida del 2 de febrero, con lo cual todas las acciones que se hayan producido ese día, quedan anuladas como si no hubiesen existido. No hay marca alguna de lo que ocurrió, porque no ocurrió. Salvo para Phil. El Día de la Marmota deviene aquello que vuelve siempre al mismo lugar... para Phil, dado que es necesario un elemento exterior al sistema para que pueda registrarse que se ha repetido el día. Phil encarna la excepción al universo que se repite. De ahí tu drama: ha quedado atrapado en un día que transcurre temporalmente como un círculo, y del cual a él sí le hace marca en su recuerdo.

Borges postulaba que en una vida inmortal, eterna, se podrían vivir todas las vidas. Es casi lo que le pasa a Phil. El puede hacer lo que quiera, que sus actos no tendrán consecuencias al día siguiente, en tanto quedarán anulados por el retorno repetitivo al mismo día. Lo que Phil realiza durante el día sigue una estricta lógica causal, pero está cortocircuitada por el retorno a lo mismo, por lo que no es posible producir un acto en el mundo, es decir, un antes y un después, más allá de las veinticuatro horas en que se encuentra atrapado –salvo para el propio sujeto-. Ni siquiera el suicidio es operante. Todo acto es así anulado en sus consecuencias al retornar al mismo día... salvo para Phil, que recuerda lo que hizo, vale decir, que lo que hace marca recae sólo en el sujeto. Él encarna el único punto de diferencia de un día al otro, una diferencia registrable sólo para sí mismo.

La repetición del día hace que todo lo que Phil haya hecho o dicho deje de estar inscripto en el mundo. El universo entero deviene un Otro donde él no puede hacer marca, haga lo que haga. Sólo puede inscribir diferencia en sí mismo. Con lo cual, quedan separadas irreductiblemente dos memorias: la del mundo material y de los otros semejantes con los que tenemos trato y nos recuerdan, quedando en ellos alguna marca que nos representa, y la del propio sujeto. Phil queda impedido de inscribirse en el Otro encarnado en la realidad social y natural, más allá de las seis de la mañana. Por lo que sólo puede inscribir diferencia en su memoria. De ahí que en cada día idéntico, sea Phil el sostén de la diferencia, aunque más no sea porque para él, el día cuenta como “otra” vez “lo mismo”. Y como la diferencia sólo puede inscribirse en sí mismo como recuerdo, él se vuelve su soporte, siendo además el responsable de introducir la diferencia en la mismidad repetitiva del día. En otras palabras: recae sobre él la tarea de producir una diferencia en el mundo, la cual quedará registrada sólo para él, ya que al día siguiente volverá al punto de partida, como Sísifo con su piedra.

Los analizantes suelen venir con esta queja: “a mí me pasa siempre lo mismo”, borrando así la diferencia en la mismidad, haciendo equivaler gozosamente diferentes escenas para anular el punto de desencuentro que causa el automaton. Pero incluso una escena repetida ya es una segunda o quinta o enésima escena, no la misma. Si el deseo encarna un punto de irreductible por ser causado por un objeto que es una falta radical, pura diferencia (que Lacan nombra objeto a), es el deseo mismo lo único que puede introducir diferencia en la mismidad de la compulsión a la repetición de la dinámica pulsional. En este sentido, el film muestra en la repetición fantástica de un mismo día, la depuración del sujeto de deseo en su función de encarnar la diferencia, sacándola del ámbito del mundo natural, por vía del artificio de un tiempo repetido ad infinitum del que el sujeto se hace responsable de producirla, según su deseo.

La rutina es un buen ejemplo de la repetición como reproducción vana, y su efecto subjetivo es el aplastamiento del deseo, o sea, el aburrimiento, en tanto la rutina favorece la borradura de la diferencia al hacer equivaler todos los días. Por lo que recae sobre el sujeto deseante la responsabilidad por introducir la diferencia en su existencia. No es que, como dice el sujeto aburrido, “no pasa nada”, como si fuera el mundo el que tuviera que movilizar al sujeto, sino que más bien es la nada la que pasa, y hay de parte del sujeto un abandono impotente ante esa nada que, haciéndose presente en la escena del mundo, lo vuelve in-diferente.

Matando el tiempo…

Advertido de su situación, Phil tiene una primera respuesta maníaca. Extrae la conclusión de que puede hacer lo que quiera sin que lo que haga tenga consecuencias, vale decir, sin que se le vaya a reclamar responsabilidades por sus actos, dado que todo lo que haga, se borra al concluir las 24 hs. “No voy a vivir más bajo sus reglas”, le dice a la policía como representante de la ley, y se dedica a conducir ebrio en auto, y violar normas de tránsito. Finalmente es encarcelado… para volver al otro día a despertar en su hotel. La sanción legal queda así anulada. Su prisión temporal se vuelve la ocasión para aprovecharse de un modo canalla de lo que sabe de los hechos y de los otros: golpea a un antiguo y fastidioso compañero de colegio, roba dinero de un camión recaudador, recaba información de una chica para engañarla y luego acostarse con ella. Phil da vía libre a su capricho sin culpas, dado que no habrá Otro social en donde queden inscriptos sus actos.

Habiendo experimentado con las transgresiones y llegado al límite de la ética hedonista [3], cree que puede aprovecharse de la situación para conquistar a Rita, como antes lo hizo una chica del pueblo. Pero no es lo mismo acostarse con muchas mujeres, que acostarse con la que importa. Día tras día, Phil intentará seducir a Rita. Y ante cada fracaso diario, Phil va corrigiendo los errores que cometió (por ej. aprende a hacer un brindis que a ella le pudiera deslumbrar, deja de burlarse del interés de Rita por la poesía francesa del siglo XIX y de paso aprende de memoria un poema francés, o le dice que le interesan los niños y que le gustaría ser padre). Todas estas acciones calculadas apuntan a lograr terminar el día acostándose con Rita. Invariablemente, al llegar a la habitación del hotel, Rita intuye que hay algo artificial o falso en su conducta, y lo rechaza con un sonoro bofetazo. Por más artimañas que Phil despliegue, hay un problema respecto del lugar en que se posiciona para obtener el amor de una mujer, que hace que por más que se esfuerce en alcanzarlo invariablemente termine fracasando. Phil no puede manipularla. Y su manipulación apunta a reducir a Rita a una más de la serie de chicas con las que se acuesta, persistiendo en la vía del rechazo al amor por ella, para reducirlo a goce sexual. “No puedo amarte porque nunca amarás a nadie excepto a ti mismo” le dice Rita, señalando así el punto de fracaso de Phil: se ama con el don de lo que no se tiene, no con el cálculo y la simulación. Phil se topa así con un imposible.

Durante todo un período de tiempo, Phil intenta, ante su destino de eterno retorno, calcular el encuentro con los semejantes, eliminando el azar y sometiendo el mundo a su capricho, al punto de creerse un dios. Él tiene la libertad de hacer lo que le plazca usando en su provecho del conocimiento de lo que va a ocurrir en el día. Uno puede imaginarlo variando, en este infinito repetido, todas las alternativas de la existencia, como soñaba Borges: vivir todas las vidas. Pero a lo largo del film no puede hacer dos cosas: conquistar a Rita, y salvarle la vida a un mendigo. En este universo, alcanzar el objeto de deseo y eliminar la muerte encarnan un imposible, el lugar del no-todo, un límite a la omnipotencia.

Estar atrapado en el tiempo, sumado a la imposibilidad de conquistar a esa mujer no cualquiera que encarna para él el lugar del objeto de deseo, lo conduce a una depresión. De pronto, su existencia se le revela carente de sentido. En los días siguientes se emborrachará, se quedará en la cama durmiendo, o mirará televisión todo el día.

Desesperado, hará finalmente un pasaje al acto suicida: secuestrará a la marmota del pueblo y se arrojará en auto a un precipicio… para volver a despertar en su hotel a las seis de la mañana. Phil insistirá en el suicidio de variadas maneras: electocutarse, arrojarse a un camión, tirarse de un edificio. Pero el suicidio no le permite salir de su trampa temporal de volver a las seis de la mañana del 2 de febrero a su cama de hotel con el fondo de la canción de Sonny & Cher, que a esa altura tiene las características de una voz que lo goza. El suicidio prueba ser tan inoperante como todo lo que hace. Descubre así que también está impedido de morir, es decir, que no puede escaparse por el atajo de un pasaje al acto fuera de la escena. Esta idea del film es clínicamente justa: ni el acting, ni los actos sintomáticos, ni el pasaje al acto pueden sacar al sujeto de la repetición infernal hacia una vía deseante (el suicidio es un cese de la repetición que es al mismo tiempo un cese del sujeto mismo: se trata de un fracaso definitivo de un saber-hacer con el deseo). Sólo un acto podría sacar de la repetición mortífera. Un acto que pueda anudar la compulsión repetitiva del goce pulsional al deseo.

En uno de sus infinitos días repetidos, Phil logra convencer a Rita de que está atrapado en un mismo día. Ella se propone acompañarlo como testigo del fenómeno, y de ese modo se inicia un modo de acercamiento nuevo entre ellos. Es en este contexto que ella le dice que tal vez lo que le pasa no sea una maldición. Esta intervención tiene para él un valor interpretativo. De padecer su destino, pasa a vivirlo de otro modo. Deja de estar deprimido y se abre a la relación con Rita y con los demás miembros del pueblo. Se despierta su deseo por aprender a hacer esculturas y a tocar el piano. Por otro lado, al saber cada detalle de lo que ocurrirá ese día, asume la responsabilidad sobre ese saber, y se propondrá ayudar a la gente, ya que ha decidido emplear lo que conoce para que nadie sufra o muera.

Esta vía también probará sus límites: Phil descubre que ese día el mendigo del pueblo muere, e intentará salvarle la vida. Le dará de comer, lo llevará a la guardia del hospital, y hasta le hará respiración boca a boca, pero no puede impedir que al final del día fallezca inexorablemente. En el proceso de intentar vencer la muerte, Phil se topa con otro imposible. Pero al mismo tiempo se ha vuelto alguien preocupado por el otro: no puede burlar la muerte, pero puede conmoverse por el semejante.

Salir de la repetición

Phil ha encontrado un modo de satisfacción en su prisión temporal que consiste en aceptar su destino y al mismo tiempo valerse de ese saber para hacer de ese día un día que él querría repetir para siempre. Advierte que sobre él recae la responsabilidad de producir cada día esa diferencia sobre él mismo. De esta manera, Phil termina produciendo un día "perfecto" donde puede hallarse a gusto con su deseo y con los semejantes. Por eso el film propone, a través de una situación en la que el universo entero se repite a sí mismo vanamente, una ascesis del deseo, donde en vez del trabajo de la palabra vía análisis, encontramos un endemoniado hechizo que obliga a Phil a recomenzar el día y a rectificar su relación al deseo.

Este cambio de posición implica también un cambio en el vínculo con los otros. Una relación más ética con el deseo conlleva un cambio en la relación con los semejantes. La salida del egocentrismo cínico en el que Phil estaba fijado era la verdadera prisión solitaria en la que vivía desde mucho antes de su encierro temporal. La consecuencia a nivel social es que se vuelve alguien querible por los habitantes de Punxsutawney. Al punto que en la fiesta del pueblo se “subastan solteros” en forma de juego, y todas las mujeres quieren pagar por él. Pero será Rita quien se lleve “el premio”.

Sólo asumiendo su destino, admitiendo el límite de lo imposible, renunciando a una apropiación del objeto de amor por vía del cálculo, resignando su egocentrismo y ligando su deseo a otros, Phil podrá desear en la repetición y, al hacerlo, salir del “hechizo de tiempo”. Una de las críticas que suele recibir el film es su conclusión: Phil logra finalmente escapar de la repetición y conquistar a Rita, cuando lo "lógico " sería que siguiera así por toda la eternidad. Pero si el final es feliz, no lo es por concesión al espectador, sino por una cuestión ética en sorprendente consonancia con la ética del psicoanálisis.

Soren Kierkegaard y Friedrich Nietzsche hicieron de la repetición el objeto supremo de la voluntad y la libertad. Para ambos se trata de actuar, de hacer de la repetición una novedad, una tarea de la libertad, el objeto mismo del querer. Con su concepción de “eterno retorno”, Nietzsche hace de la repetición misma la forma de una ley que supera a la moral kantiana: si el imperativo categórico kantiano ordenaba actuar de modo que nuestro acto pudiera ser elevado a ley universal válida para todos, el imperativo nietzscheano es “actúa de manera tal que desees que tu vida se repita eternamente”, “Aquello que quieras, quiérelo de tal forma que lo quieras a la vez como eterno retorno.” No todo lo que hacemos en la vida querríamos que se repita eternamente. Muchas cosas preferiríamos que queden enterradas en el pasado y el olvido. Una relación más ética con el deseo que nos habita implica un tipo de vida en la que el sujeto no se traiciona respecto de lo que desea. Un sujeto que pueda vivir deseando el eterno retorno nietzscheano.

Phil decide abandonar su cinismo narcisista para soportarse en su deseo como único lugar en el cual puede inscribir diferencia, y hacer de su prisión temporal un recurso donde desplegar una vida que se espera inmortal e infinita. Comienza a aprender a tocar el piano, a hacer esculturas, a saber hacer con el deseo que lo habita, sin esperar que eso tenga inscripción en el mundo más allá del día. De todas maneras, tiene inscripción en ese Otro que es su inconsciente. Por eso al final Phil puede confesar su amor a Rita sin esperar nada, sino sólo por el hecho de que desea decírselo, aunque ella duerma y no lo escuche, y al día siguiente nada quede en el recuerdo de Rita ni del mundo. [4] Phil sabe que ha estado finalmente a la altura de su deseo, aun en su destino de olvido para los otros. Sabe que todo lo que haga será perecedero, menos su disfrute durante el tiempo que lo hizo. Con lo cual se le vuelve soportable el hecho de que el día se repita y anule lo construido en el mundo, ya que para él cada día es ahora diferente y gozable. Ha dejado de ser una repetición vana. Y advertir esto es lo que finalmente lo saca del infierno repetitivo. Phil sabe todo lo que pasará en el día, pero sólo con este cambio de posición logra establecer una relación vivible con su deseo que no se le torne repetición pulsional mortificante. Y que le reporte algún goce a su cuenta, no sin los otros. Por eso al final, Phil puede salir del Día de la Marmota. Sucede que el tiempo le ha dado de alta.

Bibliografia

Deleuze, G.; Diferencia y repetición, Amorrortu, Buenos Aires, 2002

Freud, S.; La transitoriedad, en Obras Completas, Vol. 14, Amorrortu, Buenos Aires, 1990

Kierkegaard, S.; La repetición

Lacan, J.; Seminario 6: El deseo y su interpretación (inédito)

Lacan, J.; Seminario 7: La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992

Nietzsche, F.; La gaya ciencia
NOTAS

[1] Ramis, Harold; Groundhog day, EEUU, 1993, 191`

[2] En un excelente artículo sobre este film, Gustavo Chiozza señala el valor simbólico del nombre propio del personaje: Phil en inglés es homófono a feel, que significa “sentir”. Phil es alguien cuya actitud cínica es una manera de evitar sentimientos amorosos, generosos o de esperanza. Esta actitud escéptica y amargada ante la vida hace que él ya esté viviendo un invierno permanente en su existencia solitaria, mucho antes de llegar al pueblo de Punxsutawney. Ver http://www.unpsicoanalistaenelcine....

[3] La ética hedonista se funda en la identificación del bien con el placer, y –como se sabe- tiene patas cortas: tarde o temprano se llega al límite de la saturación y el tedio si el goce pulsional no está bien enlazado al deseo, que obliga a un trabajo de rodeo sublimatorio. Como Phil confiesa cuando logra armar calculadamente un día ideal: “se puede planear un día así, pero lleva mucho tiempo”.

[4] En una de las escenas más conmovedoras del film, Phil le susurra a Rita mientras duerme: “La primera vez que te vi, algo me sucedió. Nunca te lo dije, pero supe que quería abrazarte lo más fuerte que pudiera. No merezco alguien como tú, pero si alguna vez pudiera, juro que te amaría por el resto de mi vida.”

Fuente : Etica y Cine

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